Prayer

Bajo una enorme roca falsa, donación de otro artista al lugar, nueve mesas recibían a un público ávido de estar cerca por primera vez -así fuera ante un breve fragmento-, de la aparición, sino del arte, de la artista. Ella nos brindó su fugaz presencia. Las obras, apretadísimas. Su misión, ser objeto de duelo. Su visión, terminar representándolo en alguna institución cultural y/o capaz de financiarlo.

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Doris Salcedo, Plegaria muda.  2011 (detalle del detalle). Flora arts + natura. 22 de febrero-29 de marzo. Bogotá. Las obras de la artista van sobre el suelo, la roca de arriba es una donación.

Para muchos, la mañana de la inauguración parecía que iban a suceder cosas. Parecía que se iba a satisfacer una expectativa de años: la responsable de su concepción volvía, según un medio editorial –perdón, según EL medio editorial que más estimula su carrera como promesa del arte local-, “a exponer en Colombia.”  Lo cual no es rigurosamente cierto, pues hace ya tiempo tenemos el agrado de ver en colección pública una obra que habla del dolor (y vale $800.509.341.oo). O, cuando hubo de conmemorarse la masacre del Palacio de Justicia, la artista volvió-a-exponer-en-Colombia. O, cuando mataron a 11 diputados, volvió-a-hacer-lo-mismo y nos brindó una variación del paracaidismo hacia el land art. Todo hay que decirlo, Salcedo activa es.

Entonces, era un acontecimiento por consenso. Pues la prestancia que antecede a la autora de nueve pares de mesas montadas en el segundo piso de otra casa pequeña –algo que parece haberse convertido en marca de identidad de la galerística institucional bogotana-, ya venía iluminando nuestros espíritus muchísimo tiempo atrás. Y la gente eso lo agradece. Como a la entrada de un concierto pop: estábamos entregados desde la compra misma de la boleta. En este caso, incluso cuando esperábamos como en una EPS cultural tras recibir la fichita de colores que nos incluía en un grupo de máximo 15 asistentes y 10 minutos límite de apreciación.

Además, parecía misa de sábado. Quienes fuimos parecíamos estar entre la fiesta del arte y la consternación. Así, lo que fuimos  fue a ver homilía-firmada-por-artista. Como cuando los profetas clamaban en medio de la podredumbre del Imperio romano. Silenciosos, no. Serios, mas bien. Tanto que asustaban –o aburrían.

Puestos uno sobre otro, separados por terrones de tierra que iba perdiendo humedad a medida que subía la temperatura, con brotes de pasto de la misma altura promedio y frescos como si fueran artificiales, esos objetos parecían haber sido realizados para este acongojado país. O para esta terrible época. O para jóvenes asesinados por otros jóvenes. O para los muertos de la violencia marera centroamericana. O para los falsos positivos de Soacha. O para los cadáveres que produce el bullying intra-institucional en la fuerzas Militares. O para las víctimas del Proceso de Justicia y Paz. O para los desplazados que coincidieron con Agro Ingreso Seguro. O para la depravación que ha puesto en marcha la reciente colonización del piedemonte colombiano. En fin, víctimas de una violencia sin posibilidad de recibir justicia. Y hasta ahí. Porque hay dos lecturas.

La épica, de cuatro pasos. Plegaria muda es:

1.- Una excursión por el infierno colombiano.

2.- Una lectura de Céline, entre otros.

3.- Escultura social.

4.- Sacralité.

Este sábado había alrededor de las nueve mesas religión (me encanta cuando los profesores dicen “religión-viene-de-religare”) y respeto. Por momentos impuesto desde el piso de abajo del lugar: personas exigían silencio antes de que comenzara el performance musical de un artista invitado cuyo nombre olvidé. Se olvidan los nombres de los autores de una plegaria.

La tipo escultura social new and improved, de ocho etapas. En un extraño mecanismo de proyección, porque, parece que aquí Salcedo

1.- Vio noticias.

2.- Encontró víctimas.

3.- Leyó a Céline, entre otros.

4.- Actualizó su temario de injusticias.

5.- Hizo escultura social sagrada de amplias dimensiones institucionales.

6.- Itineró en el exterior.

7.- Triunfó (en el exterior y en la Arcadia).

8.- Regresó.

Bajo una enorme roca falsa, donación de otro artista al lugar, nueve mesas recibían a un público ávido de estar cerca por primera vez -así fuera ante un breve fragmento-, de la aparición, sino del arte, de la artista. Ella nos brindó su fugaz presencia. Las obras, apretadísimas. Su misión, ser objeto de duelo. Su visión, terminar representándolo en alguna institución cultural y/o capaz de financiarlo. Salcedo:

“Al individualizar la experiencia traumática, por medio de la repetición, espero que esta obra en alguna medida logre evocar y restituirle a cada muerte su verdadera dimensión y así permitir el reingreso a la esfera de lo humano, de estas vidas desacralizadas. Espero que a pesar de todo, incluso en condiciones difíciles la vida prevalezca… como sucede en Plegaria Muda.”

Ella ya nos demostró que hay esperanza. Ahora nos toca a nosotras y a nosotros. ¿Cómo vamos a garantizar que la vida prevalezca desde nuestro rol de espectadoras y de espectadores? (aquí se sube la voz) ¡¿Cómo vas a hacerlo tú, espectadora?! ¡¿Cómo vas a hacerlo tú, espectador?!  Yo, ahorraré –cuando tenga- para comprar arte.

 

–Guillermo Vanegas

2 comentarios

Guillermo, ¿cuando ud. escribe Céline se refiere a Celan?
Al judío rumano Derrida le dedicaría el estudio del Shibboleth. Al francés le cancelaron un homenaje en 2011 en su país porque no supieron cómo justificar su antisemitismo. Aunque esto es, quizás, lo menos interesante de los dos, la sutil diferencia aparente de unas letras es precisamente de lo que se trata en el caso nombrado:

«Y los galaaditas tomaron los vados del Jordán, y cuando alguno de los de Efraím que había huido decía: ¿Pasaré? Los de Galaad le preguntaban: ¿Eres tú efrateo? Si él respondía No, entonces le decían: Pues di Shibboleth. Y él decía sibboleth, porque no podía pronunciar aquella suerte. Entonces le echaban mano y le degollaban. Y así murieron cuarenta y dos mil de los de Efraím.»