posibles respuestas a la pregunta sobre la crítica

La pregunta que hacía Lucas Ospina sobre cómo escribir sobre una obra de arte no es para nada superficial. Para nada. Cero superficial. Es más, el no hacerse esa pregunta es lo superficial, es lo que hace que la gente, para hablar de una obra, se dedique a repetir listas de adjetivos amaestrados que, cada vez que se repiten, dicen menos. Que repitan los lugares comunes que anidan en los catálogos, o las ideas importadas a medio regurgitar, o las citas «pertinentes», sin aproximarse a las obras para ver qué les dicen.

La pregunta de Ospina apunta al misterioso abismo que separa la escritura de la existencia y deja al espectador, o al lector, ahí, al borde, mirando esa situación, que es terrible. ¿Cómo transmitir a un lector, a través de palabras, la experiencia que se ha tenido? Y hablamos acá de la experiencia; no de las citas que justifican un trabajo, o de lo que dice el catálogo, o de la explicación del artista o de los críticos o los académicos. Y es una actitud valiente la de Ospina, por que en esta época se valora más la cita, el lugar común intelectualizado, el descreste semántico, que un examen serio a lo que se sintió, pensó, experimentó frente a la obra.

La pregunta de Ospina apunta al problema de que cuando se escribe de una obra –si se hace a consciencia– se debe ser fiel a dos amos: a la escritura y a la experiencia que se tuvo. Y son esferas muy diferentes, la experiencia y la escritura. Entonces, ¿cómo hacerlo? Una opción bastante común es cerrar los ojos, leer el catálogo y hablar de las ideas allí consignadas. O oír la explicación del artista y agregarle un par de citas de algún filósofo. Todo eso es relativamente fácil, ahí el escrito sólo se ocupa de otras palabras y frases, de ideas ya formuladas. No sale del universo semántico.

Pero lo otro, el poner en palabras algo que le haga justicia a lo que uno experimentó como espectador, es mucho más difícil. Ahí está lo semántico y lo vivido, separados por un abismo. Y quien escribe intenta unir los dos con letras y palabras. Una tarea formidable que, así falle, es digna de todo respeto.

Manuel Kalmanovitz

Para los hambrientos de citas, aca hay una, algo larga, de Fernando Pessoa quien pensó y escribió mucho sobre el abismo entre escritura y vida. En este cuento inconcluso titulado ‘Tres categorías de inteligencia’ (1) Pessoa habla de tres formas de aproximarse al mundo. Lo que, en este contexto, se podría leer como posibles respuestas a la pregunta de Ospina.

(…) La primera categoría es la inteligencia científica (…) La inteligencia científica examina los hechos, y saca de ellos sus conclusiones inmediatas. Mejor dicho: la inteligencia científica observa, y determina, por medio de la comparación de las cosas observadas, lo que vienen a ser los hechos.

La inteligencia filosófica (…) acepta la inteligencia científica, los hechos ya determinados, y saca de ellos las conclusiones finales. Mejor dicho: la inteligencia filosófica extrae de los hechos el hecho. (…)

Ahora bien, además de estos dos tipos de inteligencia hay otro, superior a mi ver, que es la inteligencia crítica. (…) La inteligencia crítica ni posee la observación, que es la base de la inteligencia científica, ni el raciocinio, que es el fundamento de la inteligencia filosófica. Parásita, indolente incluso, por naturaleza, como son las clases cultas y aristocráticas en relación con las otras, vive solamente de ver las faltas que cometieron, por así decirlo, sus antecesores. Ve, sobre todo, los fallos de la inteligencia filosófica, que, por ser abstracta, participa más de su naturaleza.

La inteligencia crítica es de dos tipos: instintivo e intelectual. La inteligencia crítica e instintiva ve, siente, señala los fallos de las otras dos, pero no va más lejos; indica lo que está equivocado, como si lo oliese, pero no pasa de eso. La inteligencia crítica propiamente intelectual hace más: determina los fallos de las otras dos inteligencias, y, después de determinarlos, construye, reelabora el argumento de las mismas, lo restituye a la verdad donde nunca estuvo. La inteligencia crítica del tipo intelectual es el más alto grado de la inteligencia humana. (…)

(1) En Pessoa, Fernando «El Banquero Anarquista y otros cuentos de raciocinio», traducido por Miguel Ángel Viqueira. Alianza Editorial, Madrid, 1992. Pgs 85-92.