Política, Policía y Arte en la Universidad Jorge Tadeo Lozano

Jacques Rancière es un teórico contemporáneo que está pensando las prácticas estéticas y las prácticas artísticas de nuestros días, las formas de visualizar y las maneras de hacer que configuran nuestro campo de pensamiento. Está despertando inquietudes en nuestras facultades y animando sus discusiones. Ricardo Arcos, en la Universidad Nacional, con su grupo de investigación lo están estudiando; Gustavo Chirolla, en la Universidad Javeriana, hace lo mismo; y no es indiferente en la Facultad de Artes-ASAB, institución en la cual Guilles Deleuze ha animado la imaginación de sus maestros y estudiantes. El aislacionismo de Los Andes no nos desalienta en este diálogo interinstitucional, a pesar de que es la Sede del Premio Nacional de Crítica de Arte, y que por lo tanto debería ejercer mayor liderazgo. El sueño del Premio Nacional de Crítica de Arte está produciendo monstruos.

“El derecho en Colombia sabe poco de arte”. Con esta sentencia el doctor Guillermo Hoyos concluyó su participación en el Encuentro realizado en la Facultad de Artes-ASAB de la Universidad Distrital, a propósito de la Libertad en la expresión artística. No solamente el derecho de nuestro país es iletrado respecto a la manera de operar el pensamiento artístico. La política y otros campos del saber no salen mejor librados a este respecto. Por esta razón la dirección académica de la Universidad Jorge Tadeo Lozano decidió continuar el diálogo prolífico que ha surgido entre la Universidad Pública y la Universidad Privada. Con el propósito de fortalecerlo programó un Segundo Encuentro para hablar de Política, Policía y Arte en la biblioteca de su sede de Bogotá.

La filosofía es el discurso que más ha tratado de comprender las expresiones artísticas. Sus principales teóricos en algún momento han tenido necesidad de relacionar sus estudios con los del arte. Es comprensible, entonces, que las Facultades de Artes de Bogotá se interesen por la filosofía, por aquello que se ha pensado en su campo y por aquellos discursos que se nos proponen en la actualidad para visualizar el arte contemporáneo.

Jacques Rancière es un teórico contemporáneo que está pensando las prácticas estéticas y las prácticas artísticas de nuestros días, las formas de visualizar y las maneras de hacer que configuran nuestro campo de pensamiento. Está despertando inquietudes en nuestras facultades y animando sus discusiones. Ricardo Arcos, en la Universidad Nacional, con su grupo de investigación lo están estudiando; Gustavo Chirolla, en la Universidad Javeriana, hace lo mismo; y no es indiferente en la Facultad de Artes-ASAB, institución en la cual Guilles Deleuze ha animado la imaginación de sus maestros y estudiantes. El aislacionismo de Los Andes no nos desalienta en este diálogo interinstitucional, a pesar de que es la Sede del Premio Nacional de Crítica de Arte, y que por lo tanto debería ejercer mayor liderazgo. El sueño del Premio Nacional de Crítica de Arte está produciendo monstruos.

Gustavo Chirolla fue invitado a la Tadeo a dar cuatro conferencias sobre Jacques Rancière. El pasado miércoles ofreció la segunda. Nos ha quedado claro que todo pensamiento artístico que encuentre un discurso para incursionar en el mundo con el propósito de reconfigurar la distribución de todos los roles sociales, políticos y estéticos –Rancière lo denomina División de lo Sensible– es un arte político. Asimismo, que el arte que deja intacta la redes sociales, políticas y estéticas, es un arte administrativo, pues, se limita cumplir funciones de policía; el arte de policía no está interesado en el litigio por la legitimidad de quienes ostentan roles vitalicios de cualquier orden. Lo político en el arte es resultado de la visualización de un evento artístico por un discurso que pone en litigio lo consensuado. La última conferencia tuvo como epicentro el caso de Nicolás Castro.

El próximo miércoles 3 de marzo continúa la discusión de la propuesta de Rancière. Discusión porque Chirolla ha encontrado interlocutores jóvenes a quienes no los seduce el pensamiento historicista de Rancière. El miércoles pasado, Víctor Laignelet realizó una excelente relatoría de la primera conferencia y Manuel Santana ha estado muy diligente en la moderación. La entrada a las conferencias es gratuita y se están realizando en el Hemiciclo de la Biblioteca, a las 5:30. Un excelente aporte a la vida intelectual de Bogotá, que otras facultades de la ciudad deberían emular.

9 comentarios

Peñuela: ¿La policía hablando contra la Policía?

Veamos qué orientación ideológica tiene que tener alguien si quiere trabajar en la ASAB, o alguien que pretende conservar el empleo que ya tiene allí.

Si usted quiere aplicar, mas le vale que se olvide de su talento porque no se lo van a pedir. No importa que eso haga que el nivel de la enseñanza sea lo terriblemente bajo que es. No. Tiene que pasar por la policía ideológica aduanera y es Peñuela quien lo va a interrogar.

Las preguntas obviamente tienen la respuesta implícita, muy dentro del estilo del bien enterrado referendo y no tiene más que leerse toda la “Política como repostería” de los foros que organiza ÉSTA polícía que no recita a Fouché o a Beria sino a Rancière, pero que es poco más o menos lo mismo: una Policía Política para la dirección cultural.

“Por estos días la Facultad de Artes ASAB termina la selección de los maestros y maestras que entrarán a conformar su planta docente a partir de 2008. Entre otras preguntas, a los elegibles les han planteado reflexionar sobre la función crítica del arte. Mediante este criterio de selección se desea establecer en qué época viven los y las aspirantes, –se pretende establecer qué tienen en mente el elegible o la elegible en cuanto a las funciones del arte en la actualidad; un portafolio puede decir mucho del pasado, pero poco del presente.

Es función del arte actual, ¿atestiguar visualmente los acontecimientos dolorosos o placenteros que modelan la sensibilidad, como creían en la Antigüedad? –¿Educar en la fe, tal y como se estableció en el Medioevo y en el arte de la contra-reforma? –¿Condicionar la sensibilidad como creían en el siglo XIX? ¿Formar para la libertad, como esperaban algunos ilustrados del siglo XX? –¿Producir imagen como pretenden algunos en la actualidad modernizante? –¿Construir formas alternativas para pensar, como creen otros artistas en la Contemporaneidad?

¿Cuáles son las funciones del arte en el tiempo actual? Esta pregunta genera otras subsidiarias: ¿cómo queremos configurar nuestra actualidad? ¿Visualmente, multiculturalmente? ¿Cómo criticabilidad? ¿Es la crítica algo deseable para una comunidad, o para qué tipo de comunidades? ¿En la visualidad y o en la multiculturalidad es realizable la crítica o tal vez ellas dificultarían su existencia? La pregunta con la que se ha puesto a prueba la solidez intelectual de los evaluadores y la de los evaluados no es ingenua. La pregunta prolífica es aquella que reta el intelecto de unos y otros

La función del arte ¿es el acompañamiento visual de los generales en sus campañas expansivas o defensivas? ¿Es el elogio de los atletas victoriosos en Olimpia? ¿Es la asistencia al sacerdote piadoso en su afán de asegurar sus pertenencias salvando el alma de sus feligreses? ¿Es complacer las expectativas de confort que nuestra época se ha encargado de generar en hombres y mujeres? ¿Es satisfacer la necesidad de irrealidad que generan nuestras angustias? ¿Es construcción de imagen como nos sugieren los Estudios Visuales? ¿Es un registro etnográfico como difunden hoy los Estudios Culturales? ¿Es asistencia social como desea el humanisum profiteer? ¿Es construcción de pensamiento crítico como único garante de la libertad? ¿Son cosas que significan porque abren horizontes de libertad?

La respuesta que construyamos habrá de determinar nuestra respuesta a las construcciones artísticas,

(Traducción: de si sus respuestas coinciden con las de Peñuela, depende si lo aceptan o no)

–pretenderá solucionar nuestras inquietudes legítimas sobre lo que es arte, al establecer sus condiciones mínimas. Si la ética ha pensado para sí unos mínimos, ¿por qué el arte no puede explorar esta posibilidad?

Jorge Peñuela. La Función Crítica Del Arte. http://esferapublica.org/nfblog/?p=1117

Y si ésta parte no se refiere a los procedimientos y estrategias policiales del propio Peñuela…

“El arte que deja intacta la redes sociales, políticas y estéticas, es un arte administrativo, pues, se limita cumplir funciones de policía; el arte de policía no está interesado en el litigio por la legitimidad de quienes ostentan roles vitalicios de cualquier orden.

Así que hay jovenes que no se dejan aletargar por la Política para jugadores de Bridge de Rancière. Qué bueno. Hay esperanza.

Creo que el compañero Peñuela no sabe como capitalizar a su favor -su ideología, su versión militante de la docencia- el caso de Nicolás Castro. Así como en su momento afirmó que la crítica en Colombia «había renacido» porque él y Ricardo Arcos escribían sus reseñas sobre exposiciones, ahora señala que hay «un diálogo prolífico entre la Universidad Pública y la Universidad Privada» gracias a su iniciativa.

Es cierto que hace falta más acción y reflexión sobre lo político en el arte. Lo que no hace falta es esa necesidad de auto-señalarse como garante del diálogo y la libre expresión entre «ciudadanos y ciudadanas».

Y lo que es peor, su ánimo de polarizar el ambiente cuestionando a todos aquellos que no siguen sus llamados a la «reflexión colectiva». ¿De cuando a acá este señor se enarbola la capacidad de «movilizar la masa crítica»?

Este tipo de iniciativas tienen sentido cuando el interés colectivo prevalece sobre la necesidad de reconocimiento individual, cuando no es así, es un caso de pura propaganda.

Jacques Rancière en su texto « La distorsión: política y policía » [ED, 1996], hace referencia a un relato enunciado por un pensador francés del siglo XIX, Simon Ballanchen, quien a su vez retoma el relato hecho por Tito Livio sobre la secesión de los plebeyos romanos en el monte Aventino. Rancière acude a este relato para abordar la tensión entre política y policía y la lucha por la igualdad, inherente a todo acto político. Pero esta lucha por la igualdad no se traduce simplemente en una lucha de clases, sino en un combate por el acceso a la palabra y, por el espacio de visibilidad que esta configura en un régimen estético y ético.

Para ello, Rancière nos recuerda que los plebeyos se rebelan contra los patricios, quienes a su vez consideraban a los primeros como carente de voz, de logos y, en consecuencia carentes de existencia pues, si no tiene voz no son, es decir no existen, pues decían los patricios refiriéndose a los plebeyos : estos “carecen de nombre”. Pero los plebeyos encuentran en este acto de insurrección algo interesante: “No se atrincheran a la manera de los esclavos escitas. Hacen lo que era impensable –nos dice Rancière- para estos: instituyen otro orden, otra división de lo sensible al constituirse no como guerreros iguales a otros guerreros sino como seres parlantes que comparten las mismas propiedades que aquellos que se las niegan. Ejecutan así una serie de actos verbales que imitan los de los patricios: pronuncian imprecaciones y apoteosis; delegan en uno de ellos la consulta a sus oráculos; se dan representantes tras rebautizarlos. En síntesis, se conducen como seres con nombre” [Ibid].

El asunto de la policía no debe entenderse en su significado primario como “Aparato del Estado”. “La policía es en su esencia la ley”, nos dice Rancière y la política en esencia es “desacuerdo”. Con ello Rancière entiende lo siguiente: el desacuerdo no se da sobre la discusión de aquél que dice blanco y aquél que dice negro, sino sobre el disenso que existe sobre la idea de lo blanco o de lo negro en ambas partes.

Jorge Peñuela señala algo importante en su misiva: la comunidad de individuos parlantes, dotados de palabra –al menos en intensión- se reúnen a oír, hablar, conversar y pensar, sobre lo que significa asumir esa palabra en un contexto complejo como el nuestro, social y políticamente hablando, donde las leyes se elaboran en un Congreso de dudosa legitimidad política. En tanto que pedagogos, los académicos saben que la academia o, para ser consecuentes con nuestra época, que la universidad, evidencia una de sus principales funciones en el pensarse en relación con la sociedad. En este sentido lo que ha venido haciendo la facultad de artes ASAB de la Universidad Distrital y la facultad de artes de la Universidad Tadeo Lozano, es digno de reconocimiento público.

Jacques Rancière. El desacuerdo: política y filosofía. Buenos Aires: Nueva Visión, 1996.

Nota al margen: es de anotar que la facultad de humanidades de la Universidad Tadeo Lozano, también ha desarrollado un trabajo interesante en un grupo de estudio conformado por profesores donde las lecturas de Rancière han sido abordadas con rigor y seriedad desde hace poco más de un año.
Reply

Y sin embargo se mueve.

Carlos Salazar: disculpe, pero no le entiendo; no obstante aprecio en su vehemencia un atisbo de verdad que no alcanzo a inteligir. Me da la impresión de que detesta a Rancière, –que una antipatía ideológica, enigmática, estética, le impide comprender y explicar por qué está en desacuerdo con este teórico. Usted tiene el derecho a manifestar públicamente sus críticas. No obstante, éstas sólo tienen legitimidad si se realiza el esfuerzo por comprender aquello que se intenta criticar. Condición indispensable para realizar una crítica, éste es un mínimo que de no aceptarse nos inhabilita para un debate libre y abierto como aquellos que se garantizan en Esfera Pública. Recuerde: la mejor crítica consiste en comprender.

Carlos: como artista usted tiene ideas e intuiciones excelentes. No obstante, no logra articularlas ni darles sentido para proporcionarle forma a esa pasión que muchos admiramos en usted. No se autodeslegitime. No se conforme con el impacto que su erudición puede causar en sus lectores. Señalar a Rancière como policía en el peor de los sentidos homologándolo con los autores por usted citados, y paso seguido señalar como policías a todos aquellos que libremente leen sus textos, sin otro ánimo por parte de ellos que el de analizar su discurso, es un ACTO POLICIVO.

Carlos: ¿debemos conducir a la hoguera pública los libros de Rancière y a aquellos que husmean en ellos? ¿Qué ganamos con ello? ¿Qué la historia finalmente alcance su fin? Algún día alguien logrará leerlos y habrá sido inútil esta acción represora de la libertad de pensamiento y de conciencia. Si los argumentos de Rancière son erróneos, ¿no es mejor mostrar en qué consisten sus fallas? En mi opinión, esta es la mejor manera de silenciar aquellas ideas que consideramos carentes de cimientos razonables, –es la única manera de asegurarnos que pocos se aventurarán a perder su tiempo en ellos, como parece ser su intención. Censurar a un filósofo que plantea teorías controversiales, sin siquiera esbozar un argumento, es un error. Ahora, manipular y descontextualizar información, así sea un acto de desesperación –estrategia periodística deleznable que con seguridad usted también desprecia–, para deslegitimar a quienes se atreven a leerlos, no ayuda a construir el campo que a usted tanto le interesa y en el que tanto se destaca y se le respeta en Esfera Pública.

Ricardo Arcos en su comunicación de ayer ha mostrado que el debate sólo puede darse con ideas y argumentos, me parece que en varias oportunidades ha llamado nuestra atención sobre este particular. Nos recordó aquello que se ha abordado en las conferencias y ha precisado conceptos que yo sólo boceté. Ahora, ¿quién está facultado para dialogar, para realizar la palabra, para volverla acto, política? Es una ingenuidad pensar que esta posibilidad y dimensión de la palabra es universal. La respuesta de Rancière es la siguiente: el uso público de la palabra está determinado por el orden que se establece en el momento en que opera una División de lo Sensible, esto es, el entramado afectivo socio-político que caracteriza a una comunidad. La política surge cuando una voz no autorizada por el régimen irrumpe en la espera pública, cuando el logos entabla un litigio en torno a esa legalidad articulada en las Leyes y Normas, como Ricardo Arcos ha puntualizado. En este sentido, muchas de las participaciones en Esfera Pública son políticas, porque han cuestionado la legitimidad que normativiza nuestras instituciones artísticas y culturales.

Varios problemas han surgido en las conferencias de Gustavo Chirolla: 1) si la política sólo surge mediante el logos, los artistas políticos necesitan directa o indirectamente incorporarlo en sus discursos. El arte contemporáneo no es visualidad pura, una entelequia ajena a lo público, a todo aquello que sólo puede visualizarse en el logos. 2) Si el ejercicio de la política consiste poner en jaque los consensos y las legitimidades con sus preguntas, entonces la política sólo es una prerrogativa del pensamiento llamado de izquierda. Podemos inferir legítimamente que Esfera Pública en una página de izquierda? ¿Es útil está denominación para comprender lo que se realiza en este Portal. Gustavo Chirolla planteó que esta es una de las principales críticas a Rancière. En la próxima conferencia podré preguntarle a Chirolla si esta crítica queda sin piso, si declaramos que hablar de izquierdas o de derechas es un anacronismo para un pensador contemporáneo, si nos proponemos hablar de manera diferente, prescindiendo de estas muletillas ideológicas. Finalmente, en esto consiste pensar artísticamente.

Posdata a Camilo Atuesta: y sin embargo se mueve; y sin embargo está produciendo monstruos.

… y ahora, ¿seguirá la «moda» Alliez»?

Justo hoy, me reuní con uno de los conocedores (oficializado, es el traductor y editor oficial de la web del autor al castellano) de Deleuze en américa latina. Yo me preguntaría, siguiendo a Deleuze, al poco Ranciere que conozco y a quien, probablemente será su sucesor, por lo menos, en moda, Allier ¿Será acaso esto el acto de resistencia que se traslada desde Deleuze en c/u de estos autores? ¿Será acaso que el incitar a la «reflexión» es resistir (entendiendo el «Qué es la filosofía»? ¿Cual sería, pues, la manera en que el acontecimiento de la toma de forma, en el que lo político y lo estético son una misma cosa (Como diría Stephen Zepke a propósito de no-representación en Deleuze, Negrí y Ranciere), se presenta como resistencia al presente, en este foro?

Me parece que el espacio del que habla el señor Peñuela, como algo que se debería multiplicar a nivel universitario, debería aumentar el rigor de sus lecturas, de sus intervenciones, y, andar a tientas, SÍ, A TIENTAS, no hacer de Ranciere en nuevo Ecce Homo de la filosofía criolla contemporánea, por lo menos, no de la manera tan descarada como lo están tratando de hacer.

Que se mueva, si, se mueve, pero trás los telones, bajo el escenario, afuera de él, por las esquinas: en todas partes, pero en ninguna al mismo tiempo. Ranciere no está en «esfera pública», ni la filosofía colombiana en los representantes de los museos nacionales, quienes, convierten una cara de la resistencia en oficialismo. Ranciere se convierte en el filósofo oficial de la crítica de arte en Colombia.

Yo me pregunto, si Beethoven ubiese sabido que terminaría como fondo musical de una venta móvil de helados ¿Qué hubiese pensado?

El debate academíco es necesario y es deber de la universidad pública y privada recurrir a herramientas que despierten e inciten la conciencia-acción en sus estudiantes y ciudadanos, aplaudo la iniciativa y la labor realizada hasta ahora, comparto la idea de que se fortalezca el diálogo y la acción colectiva, sin resaltar protagonistas ni protagonismos.
Lamento, sin embargo, que el debate académico y aún más en artes, se desenvuelva tan solapademente: 1) Es increíble que sólo hasta que apareciera el caso Nicolás Castro la academia empezara a situarse en el estado de hecho en el que vivimos, el debate empieza entonces en la «libertad de expresión en el arte», se encamina por la reflexión académica-filosófica, muy juiciosa por supuesto, de Ranciere, en este caso; todas estas acciones -insisto- me merecen total admiración, sin embargo creo que la reflexión sería muchísimo más sana si la acadenia y las facultades se dejaran de distinciones y automarginaciones con respecto a otros ámbitos y disciplinas, se preguntan una y otra vez -todos lo hacemos incansable y casi infructosamente- ¿Cuál es la función del arte?, por qué no preguntarnos primero cuál es su lugar, cuál es ese lugar cercado que se le ha otorgado, ¿será posible reflexionar desde allí y permitirle acercase a otras instituciones de manera real?, aquella afirmación que aparece al principio de ésta discusión me desconcierta, «El derecho en Colombia sabe poco de arte», así podriamos seguir enumerando cientos de sectores colombianos que sabemos poco de arte, cómo es posible que se hable de politica desde el arte cuando sus instituciones se marginan de los demás sectores de la sociedad… eso me parece un debate solapado, un debate que centra su atención en el fortalecimiento de la crítica solamente desde el conocimiento academico, desde la labor intelectual cercada en una sola disciplina, no es más fácil leernos y relexionarnos desde nosotros mismos, e insisto de nuevo, obviando este cercado disciplinar absurdo propio de la imagen institucional, para recordar y pensar que antes que nada somos ciudadanos de éste país, y cada uno, desde sus saberes, sus prácticas y sus formas de ver y de hacer conforma una pieza importante en la reformulación de las prácticas sociales, si el derecho sabe poco de arte… el arte también sabe poco de derecho, creernos privilegiados por pertenecer a este campo es completamente iluso, pretender que ellos nos entiendan sin nosotros pretender hacer lo mismo es injusto.
Un país polarizado en izquierdas y derechas invisibles -contentillo de los medios y las preferencias politicas- un lugar donde realmente cierran revistas, vetan y judicializan periodistas, censuran caricaturas y desaparecen militantes de «izquierda», no se puede aterrizar solamente en el arte y sus formas de expresión, no se puede leer la situación Nicolas Castro como un caso aislado, por qué no procurar un debate sistémico, dado por ciudadanos hacia otros ciudadanos, no por eruditos e intelectuales hacia artistas, los títulos, las disciplinas, las instituciones, podrían pasar como un medio, simplemente un espacio y un pretexto que genere participación y reflexión real, al lugar y a la situación que estamos viviendo.

Colita: Peñuela sugiere que las críticas solo tienen legitimidad si se realiza el esfuerzo por comprender, en este momento acabando de escribir mi pequeña observación del asunto, pienso si llega a ser legitima o no… que por favor -sólo quien quiera- me explique que se necesita para legitimar a algo o a alguien, por que se me ocurriria que sólo se necesita el poder de hacerlo.. pero como no comprendo ese enunciado, mejor aguardo pacientemente la respuesta de cualquier lector interesado.

Ampliando el debate con otras lecturas…

Aunque no he escuchado las conferencias de Gustavo Chirolla (quien es además, valga decirlo, un dedicado y riguroso lector de la filosofía francesa contemporánea) sobre Rancière, leyendo el debate de estos días en Esfera Pública, creo que vale la pena ampliar críticamente el horizonte de lecturas de y sobre Rancière para evitar una aparente idea de «guetoización» de pensamiento (algo contrario a las ideas mismas de Deleuze, ya que es citado). En ningún momento he sentido que se quiera «proyectar o vender» a Rancière como filósofo oficial ni veo en los «usos» de su pensamiento un «facilismo criollo». La pertinencia de Rancière o de cualquier otro pensador o artista no reside tanto en una «moda» sino en una apertura de posibilidades. En ese plano veo el aporte crítico de Rancière: reconsiderar ideas como «modernidad» o «estética» en función de otras perspectivas de análisis.

Hace unas semanas se han publicado en Francia dos libros de Rancière. No son «dos libros más de Rancière». El primero, compila treinta años de entrevistas de Rancière, donde pueden seguir sus trayectoria múltiples, sus cambios de postura y sus apuestas filosóficas. El título es «et tant pis pour le gens fatigués» (me da lo mismo con los que estén cansados»). El otro libro se llama: «Momentos políticos».

Si puede aportar algo al debate, me gustaría compartir con ustedes una reseña del libro que saldrá publicada en el Próximo Número de la Revista de Estudios Sociales de los Andes (valga la cuña: el número actual está dedicado a «estética y política»). Todo esto para decir que el Rancière de los «años Althusser» tiene poco que ver con el de los últimos tiempos! Y también para agregar que sería útil aclarar ese aparente juego de palabras con el concepto de «policía» (en su origen alemán).

P.S 1 Con respecto a una de las preguntas que están en el ambiente, sobre ideologías (y el «clivage» izquierda/derecha) en Francía, conviene decirlo, Rancière asume en todos los escenarios (desde charlas hasta artículos en periódicos) una defensa critica de las posibilidades emancipatorias de los individuos. Hasta dónde yo lo entiendo, Rancière reivindica una idea de «izquierda» que no se encierra en los «marxismos», valorando otros orígenes y estilos de «luchas emancipatorias» populares, (desde los tiempos de Jacotot, «su» Maestro Ignorante»). En ese sentido, por ejemplo, toma grandes distancias con otros autores como Badiou o Zizek, que se aferran más a un comunismo ortodoxo. Hace un mes tuve la oportunidad de asistir a un seminario en la Universidad París 8 con Badiou, Zizek, Rancière, Balibar, Toscano, etc, y fue posible ver en detalle y en forma simultánea los debates y las grandes diferencias entre esos autores.

P.D 2 Por otra parte, Rancière asume la paradoja de decir por ejemplo que ciertos escritores (a primera vista juzgados por muchos como «conservadores» o incluso «reaccionarios» como Flaubert o Mallarmé) posibilitan y ponen en común escenarios de democratización de las formas de pensar y actuar.

P.D 3 Aunque imagino que la «mención» caerá mal, sería injusto no recomendar la lectura del artículo de Arcos Palma en el último número de la revista Nómadas, dedicado a Rancière. Es un esfuerzo meritorio de presentación, síntesis y proyección de la obra de Rancière!

Qué bien. Es un placer ver correr sudoroso a Bejarano a tratar de poner trapos en el barco de su seminario al que parace haberle entrado un poco de agua…Él lo llama «Ampliar el debate con otras lecturas». Parece que pendejada o no nuestros Muppets,

http://esferapublica.org/nfblog/?p=7695#comment-29566

a nuestro hombre le toco levantarse más temprano. El comunicado en Esfera tratando de agarrarse de 3 clavos es de las 6.05. Es muppetiano en verdad verlo como trata de anticiparse a los posibles focos de preguntas incómodas.

«Aunque no he escuchado las conferencias de Gustavo Chirolla (quien es además, valga decirlo, un dedicado y riguroso lector de la filosofía francesa contemporánea) sobre Rancière, leyendo el debate de estos días en Esfera Pública, creo que vale la pena ampliar críticamente el horizonte de lecturas de y sobre Rancière para evitar una aparente idea de “guetoización” de pensamiento.»

«Con respecto a una de las preguntas que están en el ambiente, sobre ideologías (y el “clivage” izquierda/derecha) en Francía, conviene decirlo, Rancière asume en todos los escenarios (desde charlas hasta artículos en periódicos) una defensa critica de las posibilidades emancipatorias de los individuos. Hasta dónde yo lo entiendo, Rancière reivindica una idea de “izquierda” que no se encierra en los “marxismos”, valorando otros orígenes y estilos de “luchas emancipatorias” populares, (desde los tiempos de Jacotot, “su” Maestro Ignorante”)»

«Por otra parte, Rancière asume la paradoja de decir por ejemplo que ciertos escritores (a primera vista juzgados por muchos como “conservadores” o incluso “reaccionarios” como Flaubert o Mallarmé) posibilitan y ponen en común escenarios de democratización de las formas de pensar y actuar.»

Como diría Updike…corre Conejo, corre…no dejes que le entre agua al barco. Mientras, nos reimos como Muppets