Pesadilla

El título de esta intervención de Mario Opazo en el Monumento a los Héroes de Bogotá marca con claridad sus límites políticos e induce a error […] Esta propuesta funciona más como el riguroso sondeo de la metodología de trabajo de un artista que demuestra haber alcanzado la madurez de una carrera plena de investigaciones con múltiples técnicas y escenarios, que a lo largo del tiempo y a pesar de los premios, han salido bien y mal libradas. En otras palabras, su club de fans sonríe satisfecho al habitar una enorme instalación que es “Opazo puro”…

pesadilla

Mario Opazo, Así se hacen las carreteras, Monumento a Los Héroes, 17 de abril-30 de mayo. Bogotá.

El título de esta intervención de Mario Opazo en el Monumento a los Héroes de Bogotá marca con claridad sus límites políticos e induce a error. Si nos atenemos a las noticias que suelen producir los carteles de contratistas que concesionan la construcción de semicarreteables en Colombia, esta muestra sería otra pesadilla más que nunca habría de terminar o lo habría hecho de la peor manera o mostraría videos de personas aplastadas por derrumbes.

Pero no. Esta propuesta funciona más como el riguroso sondeo de la metodología de trabajo de un artista que demuestra haber alcanzado la madurez de una carrera plena de investigaciones con múltiples técnicas y escenarios, que a lo largo del tiempo y a pesar de los premios, han salido bien y mal libradas. En otras palabras, su club de fans sonríe satisfecho al habitar una enorme instalación que es “Opazo puro”, mientras sus detractores ya no pueden acusarlo de plagio u oportunismo activista. Y esto sucede en parte porque para recorrerla es necesario conocer varios antecedentes en la obra del artista y así comprender mejor sus repeticiones o los guiños que lanza constantemente. Por ejemplo, se puede empezar por su libro El perro estúpido y las fotografías que nunca hice, para revisar varias de las imágenes que allí construye y utilizarlas como un mapa apócrifo de este montaje.

Otra de las obras que aparece en esta cadena de influencias propias es su presentación en el Premio Luis Caballero de 2009. Volviendo al juicioso recuento que hiciera Jorge Peñuela sobre esa obra, podemos repasar el inventario de símbolos que empleó el artista aquí y allá: el ingreso a la propuesta dificulta la movilización del público (lo que en la galería Santa fe era un acceso de baja altura aquí son los obstáculos naturales del monumento); desde el principio anuncia el modo en que habrá de hacerse el recorrido (la lectura del texto ubicado en la entrada es imprescindible para reconocer cada uno de los hitos del proyecto); ese mismo texto curatorial quiere ser poesía; el cuerpo de un humano toca un instrumento sin mirar al público (campana o piano); hay un ruido ambiente que prevalece sobre la observación a lo largo de todo el recorrido; las banderas no ondean; hay lámparas en el piso.

Pero la diferencia que jugó en beneficio de esta obra en particular fue la reducción en la temperatura reivindicatoria que saturaba trabajos anteriores. Lo que fue propaganda historicista en Expulsión del paraíso, aquí cambió a reflexión sobre la construcción espacial de un relato. Fijarse en los detalles. Sutiles, como la museología: poner el texto de entrada a nivel del piso e iluminarlo de modo tal que moleste la lectura, descolgar un hilo de telégrafo para que acompañe todo el recorrido de la instalación, ir incrementando la iluminación o el volumen de ruido a medida que uno se acerca al final de la pieza, incluir descansos por medio de videos proyectados sobre pequeños soportes cada cierto tiempo. Proponer más un tipo de poesía cercano a la interpretación de los sueños freudiana, donde el contenido manifiesto de la obra encubra al contenido latente bajo asociaciones de recuerdos. Entonces, no política beligerante de fácil asimilación como pseudo-revolución chic de galería de arte contemporáneo, sino educación visual.

Otro tipo de agenda política, valga decir. Más cercana a la activación de sentido vía teoría de la imagen respecto a las circunstancias socioeconómicas de un contexto particular. En este caso, mediante la colocación de un objeto junto a otro en un escenario culturalmente cargado frente a un espectador a quien se le pide concentración a medida que se incrementa la dificultad de la interpretación. Surrealismo básico. Que en la muestra va de lo fácil (televisor presentando imagen que no funciona + cacofonía del código morse + audiencia tratando de acostumbrarse a la confusión) a lo difícil (pianista tocando sentado sobre un barril de petróleo + melodía reinante + trapos nacionales de colores arracimados). Como un entrenamiento político, puede que al hacerlo, uno salga de una instalación con estas características y repita el ejercicio de mirar con mayor atención la calidad de información que consume sobre el sitio que habita. Y luego vaya tranquilo a su casa y no haga más. O pague sus facturas y se inscriba para votar y no haga más. O mire fútbol y sufra por la conexión de WiFi y no haga más. Aunque, eso sí todo esto a sabiendas.

 

–Guillermo Vanegas

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