Permanente

–Aun no existe consenso. Los que la atacan aducen que se trata de una muestra –como ha sido y siempre será en los museos nacionales–, donde hay una distinción campo-ciudad representada con objetos que probablemente primero fueron usados por familias ricas del país, en una época donde este territorio era más o menos misérrimo, más o menos analfabeto, más o menos aislado, pero, eso sí, con artistas modernos…

 

Arriba, Antonio Caro, Achiote (2002). Al fondo, Liliana Porter, La Mesa (1977), Bernardo Salcedo, Evita e Isabelita (1976). Derecha, Mercedes Sebastián, Los Siete cubiertos (1977), Óscar Muñoz, Cabeza (1982). Salida del segundo piso, “El arte como experiencia”. Museo de Arte Moderno La Tertulia. Cali,

X y Y se encuentran en Cali. Como son gente torpe se pierden en la Terminal de transportes. En medio del pánico habitual del bogotano que ignora dónde quedan el norte o el sur (los únicos puntos cardinales que parecen recordarse en esa ciudad), preguntan a un vendedor de minutos: “¿Sabe dónde queda el museo de arte moderno La Tertulia?”. La persona, extrañada, reconfirma: “¿La Tertulia?” Ellos asienten.

Les dan las indicaciones. Llegan y suben hasta el edificio de las columnas. Lo encuentran cerrado. Preguntan de nuevo. Sonriendo les indican donde es la entrada. No les cobran, ingresan y agradecen el aire acondicionado. X se demora un poco más en el umbral de la puerta, le gusta el aire helado. Tose. Mientras Y saca su cámara, éste le empuja el brazo: “Mire la decoración, ¡flores grandes! Con razón el frío.”

–Bonito. Recuerdo haber leído en alguna parte que este museo fue creado por iniciativa de un periodista y unas señoras de la cultura de la ciudad.

–Entonces estamos en un  “espacio independiente” , pero aseñorado.

–Sí, y que al principio sólo funcionaba en las tardes, porque en las mañanas era una escuela…

–Como PS1… Armonía conceptual.

–Bien, y ¿quién armó lo que vamos a ver?

–El mismo equipo que hizo “Judith Márquez, en un lugar de la Plástica”, “Carlos Rojas, Una mirada a sus mundos”, “La Vuelta a Colombia”. El mismo que redactó el libro Elemental: vida y obra de María Teresa Hincapié. El mismo que hizo la curaduría que –para algunos- marcó el origen del debate contra la sección de Arte e Historia del Museo Nacional.

–¿Estuvo tan mal esa curaduría?

–Aun no existe consenso. Los que la atacan aducen que se trata de una muestra –como ha sido y siempre será en los museos nacionales–, donde hay una distinción campo-ciudad representada con objetos que probablemente primero fueron usados por familias ricas del país, en una época donde este territorio era más o menos misérrimo, más o menos analfabeto, más o menos aislado, pero, eso sí, con artistas modernos.

–¿Se refiere a la lavadora, la brilladora, el televisor, el trofeo de Miss Universo, las propagandas, el estudio de televisión, etc?

–Sobre todo el estudio de televisión. De otra parte, los defensores del proyecto señalan que en esa muestra no se marca de manera tan abrupta el salto entre nacionalismo y modernidad trabista, y que el panorama cultural se presenta de forma más amplia.

–Entonces: cultura moderna + negación de condiciones de existencia material.

–Sí, el eterno problema de los museos nacionales: ¿cómo volver un problema socioeconómico lo que antes era un asunto formal?

–Bien ¿Y cómo hicieron aquí? ¿Consiguieron muebles modernos?

–No. Armaron la exposición muy rápido, con menos demora que un trabajo preliminar de investigación…

–Eficacia.

–… Además, se dice que se realizarán dos muestras más, pensando en la conservación de las obras exhibidas…

–¿Dos muestras más? Eso sí es tener apoyo. ¿Esta cuando termina?

–No sé. Nadie sabe.

–Parece Pedro Páramo. En fin ¿esto tendrá que ver con que la Ministra de Cultura sea de acá?

–No lo afirmaría categóricamente. Pero creo que el cubrimiento obtenido en medios tiene que ver con eso.

–¿En medios? En un solo medio. Aquí, como en el resto del país, impera el monoperiodismo.

–No me refería a eso. Aunque me pregunto: ¿si Mariana Garcés no fuera de esta región, la muestra obtendría tanta repercusión?

–Creería que no. Es más, piense si habría tanto revuelo de llegar a organizarse una exposición similar en el MAM de Bogotá. Como esa que hubo con obras de artistas mujeres. ¿Fue?

–No. Más bien: ¿Sabe si la Ministra fue? ¿Qué tal le pareció a ella? ¿Opinó en El País o en Arcadia?

–No supe… creería que no. Aunque, estimado colega, no se puede valorar una exposición a partir de la presencia del mayor representante de la administración cultural de un país en su inauguración.

–Estimado colega, en los MAM de todo el país, ESO es algo que importa, muchísimo.

*

En el primer piso los amigos sonríen. Les gusta lo que ven y les gusta estar ahí. Hay mucha gente. Parece que piensan lo mismo: hay familias y la exposición no tiene que ver con blockbusters estilo Bodies. Admiran los espacios del museo y agradecen que  las obras no se presenten como ilustraciones de una enciclopedia. Al llegar al espacio donde está la intervención de los libros vuelven a sonreír. Tienen paralizados los músculos risorios, parecen hipócritas.

 

Miller Lagos, Mal de Archivo (2012)

X: “¿Quién habrá permitido esta intervención?” Y: “El museo, ¿no? Son libros de su colección.”

–Sí.

–La obra cae bien, tiene ese efectismo que tan bien sabe explotar Miller Lagos. Recuerdo que casi desde la presentación de su tesis, este artista ha aprendido a controlar el valor del impacto visual en sus trabajos –sería un muy buen publicista. Pero ¿ el NO PASAR hace parte de la pieza?

–Obviamente no, aunque me gusta la prohibición…

–¡Autoritarismo museográfico!

–No es eso… es que, ponerlo así, grande “NO PASE”… mmm, no sé. Debieron haberle puesto arreglos de flores a los lados, con letreros: “NO PELLIZQUE LAS FLORES”… o montarle al lado los controles del aire acondicionado y el respectivo letrero: “NO JUEGUE CON LOS SUICHES”…

–Creo que el letrero sirve, nos recuerda que estamos en un lugar de conservación. ¿Cómo evitaría usted la interacción del público en una instalación que no censure su espontaneidad?

–Buena pregunta. Si la cosa es “entrar en contacto con la obra”, y el artista lo permite, bien. De lo contrario, a volverse policía.

–Qué dilema, válido como examen de museología.

 

Al salir admiran las réplicas de obras que pueden tocar. Palpan las fichas en braille, no entienden nada, les gusta sentir. Siguen felices hacia el resto del recorrido.

*

Al terminar están exhaustos. Han incorporado –en el sentido foucaultiano, de asimilar en el propio cuerpo– la progresiva fatiga de la curaduría: lo que fue sorpresa en el primer piso, se desvaneció como por acto de magia para convertirse en repetición enciclopédica en los niveles restantes. La distribución temática no añadía nada. Uno recita: “El Paisaje, La Ciudad, Los Espacios interiores, Los Objetos, El Cuerpo, La Abstracción I y II, Los Animales, Las Máquinas…”

El otro interrumpe: “¿Sabía que a un neoparamilitar recién capturado le decían La Máquina?”

–Súper. Buen apodo.

*

En La terminal de transportes, una hora después:

X: “Y entonces, ¿cómo le pareció?”

Y: “Al empezar, bien. El resto…”

X: “Me gustaron más las obras que la curaduría. Creo que eso es bueno. Uno se olvida del andamiaje teórico y sólo se pone a ver”

Y: “Yo no lo pondría en términos de bueno o malo. Creo que la curaduría falló en su objetivo: si les interesaba llamar la atención hacia las obras, desvaneciéndose como responsables de un andamiaje conceptual, ¿por qué entonces no escribieron un catálogo con fotografías increíbles junto a texticos de industriales y políticos vallunos… ah, y de Gustavo Álvarez Gardeazábal?”

X: “¿Así serán las otras dos exposiciones que faltan?”

Y: “Ojalá no. Aunque nunca sobra escarbar. Alguien dijo que ‘La vida de un museo está en la bodega’”

X: “Ojalá las revisaran más seguido… pero, qué entidad estaría dispuesta a pagar el costo de esas revisiones… ¿alguna universidad de Austin? Porque el Ministerio de Cultura difícilmente pondrá dinero para recuperar las colecciones de los museos de arte moderno de Popayán, Pamplona, Roldanillo, Pereira, etc., etc.”

Y: “¡Parece que nos les gustara el arte moderno!”

X: “Creo que les gusta, es más, lo respetan, pero no les importa. Sólo lo esgrimen al momento de pedir caridad, perdón, “aportes voluntarios” de industriales y empresarios. Ahí sí que bien vale decir ‘modernidad’, ‘Fernando Botero’, ‘Alejandro Obregón’, ‘Marta Traba’, ‘las cualidades técnicas de lo formal’, etc.”

Y: “Veo, pero ahora usted habló de una universidad de Austin, ¿porqué no más bien piensa en las de aquí?

X: “¿Cuál? Ninguna tiene dinero… y la que tiene (mucho) va a recortar (para tener mas).”

Y: “El que guarda siempre tiene… ‘la vida de un museo está en la bodega’”

 

–Guillermo Vanegas