paranoica acrítica

A todas luces Mery Vaughan entiende la independencia como un asunto estrictamente laboral. Un artista no es «independiente» por el hecho de trabajar fuera de una universidad o de un museo. En este caso sería un «trabajador independiente». Me explico, se puede ser independiente de pensamiento si se trabaja en una universidad, un museo o si el artista vende su obra a corporaciones, galerías y colecciones institucionales. O se puede ser muy poco independiente de pensamiento asi el artista -o el curador, crítico o museologo- sea un «trabajador independiente».

Creo que vale la pena recordar que la tan mentada independencia de pensamiento -en este caso, del artista, el docente, el funcionario- denota un ‘status’ distinto. Es decir, que a pesar de vender su obra a colecciones importantes privadas e institucionales, a pesar de participar en exposiciones en museos, bienales y galerías, el artista puede asumir una posición crítica hacia ellos. Inclusive, bastante se ha discutido en esta esfera cómo algunas instituciones están bastante interesadas en «encargar» obra crítica para las muestras que organizan. Nada más «institucional» que ser crítico hacia las instituciones. Y creo que las instituciones practicamente dependen actualmente de esa crítica -para bien y para mal.

En ese caso, Fernando Uhía no hace sino corroborar que así se trabaje en universidad o haya sido becado por una institución, el artista no pierde su posición crítica.

Por ejemplo, si el Banco de la República decide hacer una colección de arte contemporáneo, esto no quiere decir que los artistas que hagan parte de esta colección queden instantaneamente impedidos de hacer una crítica hacia el Banco. Si el artista participa en un Salón Nacional y se lo gana -o no se lo gana- tampoco quiere decir que quede impedido de por vida de hacer una crítica al Ministerio de Cultura. Si el artista hace parte de un gremio, una universidad, un museo, una determinada corriente de pensamiento, una cultura, un país ¿debe perder su actitud crítica hacia ellos?

O para no ir más lejos ¿tienen las instituciones la capacidad de ser autocríticas? ¿o esta «autocrítica» se la encargan a los artistas?

En caso contrario, todos los miembros del medio artístico deberían ser absolutamente acríticos y estar absolutamente agradecidos con todas las instituciones artísticas que, a saber, no son otras que el museo, la academia, la crítica, la obra y, claro está, el artista.

Y, como no, las instituciones, en un estado de paranoia constante, deberían estar en contra de toda crítica, de cualquier contradicción, de cualquier diferencia o voz que las contradiga.

Camilo Atuesta