Pablo tiene la mirada china

Hablar de la obra de Pablo Van Wong de alguna manera me parece una desfachatez de mi parte, pienso que este escrito es una disculpa para hablar de él, doy una vuelta y me digo: desaproveché sus enseñanzas, observo la obra titulada Liberación, no tengo más que manifestar en mi interior: Era un escultor bárbaro. Toda la minucia que inserta en cada fragmento me resulta casi que desesperante, recuerdo su pasividad y pienso en cómo se sentaba a veces, lo veo en mi mente como un contorsionista, evoco su risa y sus burlas el día en que me hizo bailar break dance, una chica de baja estatura y yo realizamos un acto grotesco.

“No le pegue a la negra “

“Vos vas a tener plata”

“Tenés que tener mucho cuidado, porque vos podes matar a alguien”

Entre bromas y chistes pasaban las horas en la FAI, entre argumentos y un café corrían los minutos (cuando la gente es agradable el tiempo vuela), a Pablo rara vez se le veía de verdad molesto con alguien. Era un hombre de bromas y chanzas cuando había confianza.

Dos años después de su muerte lo he vuelto a escuchar, Es algo chocante en cierto modo, supongo que es por el hecho de que nadie tuvo presupuestada su temprana partida.

Empiezo a caminar, paso a paso trato de analizar las obras, no estoy solo, a mi alrededor tengo varias personas que también lo conocieron, una de ellas tuvo un fuerte lazo de amistad con él, la tristeza se evidencia en su rostro, sus gafas empañadas registran más que Sudor.

Hablar de la obra de Pablo de alguna manera me parece una desfachatez de mi parte, pienso que este escrito es una disculpa para hablar de él, doy una vuelta y me digo: desaproveché sus enseñanzas, observo la obra titulada Liberación, no tengo más que manifestar en mi interior: Era un escultor bárbaro. Toda la minucia que inserta en cada fragmento me resulta casi que desesperante, recuerdo su pasividad y pienso en cómo se sentaba a veces, lo veo en mi mente como un contorsionista, evoco su risa y sus burlas el día en que me hizo bailar break dance, una chica de baja estatura y yo realizamos un acto grotesco. Desde el suelo en el escenario luego de hacer una mala pirueta mire a Pablo, él tenía la cara tapada con una carpeta, su risa se escuchaba a pesar del estridente sonido musical.

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(Fotografía realizada por: Lina Vanessa López)

Si algo tenia van wong al momento de trabajar era seriedad, dejaba los chistes de lado y decía con su acento: “tomen las cosas en serio”. Sus bordados son una clara muestra de cómo él tomaba su trabajo y de cómo lograba transformar sus pensamientos en realidades a partir de los materiales que utilizaba. Estoy parado frente a uno de esos bordados, palabras no hay, no me encontraba con esa obra desde la época en que en Cali todo fue Urgente por 3 meses, por esos días yo era un diletante (término de moda en esfera pública). De la obra diré que es magnífica y no es porque Pablo haya muerto, es porque sus hilos y el ejercicio de construir la imagen son perfectos, la expresión del hombre maniatado es una clara muestra de la violencia en el mundo, el charco de sangre es conmovedor, casi que puedo ubicarme espacialmente en el lugar en que el tipo fue asesinado.

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(Fotografía realizada por: Lina Vanessa López)

Pablo no era violento o por lo menos sabia controlar sus emociones, rara vez lo vi enojado, conmigo solo una vez y fue en una clase en la que me dijo: “Usted piensa que todas se las sabe” al rato salimos y me invito a un tinto, lo llame Pablo Bari y la cosa quedo solucionada con una risa de parte y parte, así solucionaba Pablo sus discrepancias con la gente, siempre fue un hombre dispuesto al diálogo.

Doy otra vuelta por la sala y pienso ahora que veo la obra de Pablo ya sé por qué no soy artista reconocido, algunas de las razones las he mencionado en textos anteriores pero hoy puedo decir que me he enterado de la principal, me falta disciplina, si la tuviera podría romper con las mafias que se establecen en el mundillo del arte, cuando el trabajo es bueno llega a donde debe llegar. Hoy Pablo me ha hecho mirarme con los ojos de la verdad…

Siempre fue un consejero, se podía hablar con el de cosas extra curriculares, sus enseñanzas iban desde la purificación del espíritu pasando por el estudio minucioso de los materiales hasta llegar simplemente la explicación de alguna frase del Pacífico (Roncar Canalete). Era un tipo con el que se aprendía a diario.

Parado frente a otro bordado sigo maravillado con la técnica y la destreza que tiene cada centímetro, puntada a puntada se nota el cambio de orientación respecto al color que buscaba al término de la obra. Los rostros negros me traen a colación cuando departíamos sobre lo que era Buenaventura, una que otra sonrisa se le escapaba cuando en broma yo le decía: Vale no me iga na que lo tapeo…

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(Fotografía realizada por: Lina Vanessa López)

Sigo el recorrido y paso a observar varias cajas de sardinas trabajadas de manera cuidadosa, en su interior no se observa mucho a simple vista, ha de ser la iluminación que no permite ver lo que inicialmente reflejaba la obra cuando Pablo la concibió o a lo mejor es el deterioro que el tiempo ha puesto en ella, los rostros que se observaban en la obra ya no pueden verse, sin embargo no sé por qué es la que más me conduele, su desgaste, cada parte del contorno me hace pensar en la vida, es algo que supongo se da a modo de equilibrio teniendo en cuenta que originalmente la obra presentaba una serie de rostros encerrados en objetos que guardan sardinas y que sirven como medio para una difusión masiva del alimento, lo cual no es otra cosa que la idea de la muerte. Ver como se deshace el interior del contenido de cada lata y presenciar como la luz tenue acaricia las formas difusas permite que lo asocie con una serie de fetos en temprana etapa de formación, me pica la nariz y se me hincha un poco, es el instante en el que el recuerdo de Pablo se presenta con más fuerza durante mi recorrido por la exposición, la idea de la muerte y la interpretación que hago de las cajas son reflejo de que todo ser humano en este mundo deja una huella, la picazón de la nariz es el resultado de reconocer y sentir la que dejó Pablo en el mundo a quienes de algún modo u otro sostuvimos una relación con él.

Esos fetos que se presentan en mi mente son la vida misma y las huellas que dejamos los seres humanos en esta tierra, en muchos casos toca esperar la partida de las personas para caer en la cuenta del gran legado que nos dejaron.

“liberación”

“Volverán a despertar y todo lo bello no habrá sido más que un momento de exaltación”

“Llegara la noche y en caballos blancos, alados…”

Después de los hermosos títulos de las obras de Pablo, cerraré diciendo que aún no le he pegado a la negra, que plata no he conseguido todavía (espero que esta se cumpla), y que aunque he estado a punto, a la fecha no he asesinado a nadie.

 

Jairo Alberto Cobo León

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