Oscar Muñoz, el panóptico, la entropia

El miercoles (01.10.08 ) inauguramos en el Meiac de Badajoz ¨Documentos la amnesia¨, una exposición de Oscar Muñoz, de la que he sido el comisario. La exposición incluye 9 obras realizadas previamente por el artista colombiano y una instalacion hecha ex-profeso para el Meiac: ¨Panóptico ¨: que convirtió la cuarta planta de la torre que alberga las salas de exposiciones del museo en una cámara oscura de cámaras oscuras. O sea, que en 19 de los ventanucos perforados en el muro exterior que iluminan ese espacio circular, Oscar instalo otras tantas cámaras oscuras que captan y reflejan en las pantallas que han sustituido a los cristales lo que sucede en el exterior de la torre. Con esa cámara de cámaras él quiso evocar la experiencia de los reclusos que – cuando la actual sede del museo era un penal panóptico – eran iluminados desde lo alto por esos ventanucos con el fin de que los guardas pudieran vigilarlos sin problemas. Ellos eran vistos pero no podían ver a sus guardianes y menos a lo que estaba fuera, en el exterior, bañado por el sol. Oscar, a manera de reivindicación de quienes padecieron esa triste experiencia, nos permite, con sus cámaras oscuras, ver lo que lo no pudieron ver en su día los penados. Pero esa ganancia nuestra no parece librarnos de la angustia. O, por lo menos, no libró a Aurora Fernández Polanco, la profesora de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, que participó en la visita guiada de esta pieza y quién dijo sentir experiencias de encierro semejantes a las que habian sentido los presos. Inclusive acentuadas. ¿Habrá sido por aquello de que ojos que no ven corazón que no siente?.

La exposicion ha puesto también en evidencia diferencias de enfoque entre Oscar y yo, entre el artista y el comisario. Yo he escrito en el texto sobre su obra incluido en el catálogo que la fotografía es un pardójico medio mnemotécnico que en vez de ayudar a la memoria la degrada, la subvierte y él – en la conferencia que ofreció en la Tate Modern de Londres, cuyo texto se publica igualmente en el catálogo – afirma lo contario. O sea que es la fotografia la que salva a la memoria de la disolución a la que nosotros la exponemos. La discrepancia cuenta mucho a la hora de definir la relación efectiva entre las imagenes fotograficas y la memoria y por lo mismo valdría la pena debatirla todavía más.

Carlos Jiménez
http://elartedehusmeardecarlosjimenez.blogspot.com/2008/10/oscar-muoz-el-panptico-la-entropia.html

2 comentarios

Olvidar o recordar, he ahí la cuestión!

Sugiere Carlos Jiménez una aparente contradicción entre su opinión y la del artista respecto de los dispositivos de memoria u olvido que eventualmente puede provocar la fotografía como mecanismo que congela un determinado espacio de tiempo en una imagen. Y adviértase que digo «espacio de tiempo» incluyendo libertinamente al primero en el segundo.

La engañosa contradicción reside en que las dos sentencias pueden tener bastante de razón sin que terminen siendo excluyentes y esto pasa porque la lente que mira puede tener implicada a las dos y dependerá del observador elegir con cual se queda.

Ya el solo momento de mirar contiene un olvido que la memoria podrá querer almacenar como en cualquier back up y ahí la imagen congelada mediante pixeles ofrecerá un oportuno rescate a la selectividad natural de la memoria. Pero la imagen misma representada en el impreso sobre papel – por ejemplo – puede convertirse en olvido mediante su cotidiana presencia. Basta estar ahí para que ya no se quiera volver a mirar, para que no se quiera retener y esto constituye un elemento de otra naturalidad selectiva: el olvido. Este olvida porque no quiere recordar al saberse poseedor de la imagen congelada sobre el impreso.

Cuando la imagen cautiva a la retina la memoria acude presusora, porque se quiere conservar el ímpetu que provoca el deseo que transmite la imagen. En ese instante el fotógrafo que se lleva dentro exclama: ¡lástima no tener una cámara! Pero si se dispone de la cámara ésta rescata apenas un fragmento de aquello que se cree se desea y este segmento es la imagen misma, porque la imagen es apenas un pedazo del deseo que cautivó a la mirada. Toda la escenografía compuesta de emociones afectadas y pensamientos sugeridos queda en la imagen como pequeña muestra de algo que ya no está, que será irrecuperable aún si la imagen permanece para recordármelo. El impreso puede comprender los dos fenómenos antes relacionados: actúa para olvidar lo que resulta inaprensible, lo que ya nunca estará de la imagen real o recuerda el evento que precisamente ya no está. La primera actitud es de ansiedad, la segunda de nostalgia. Frente a la incertidumbre que es el tiempo por venir, el futuro mismo, la ansiedad y la nostalgia ofrecen diferentes parapetos para aceptar una aproximación a él. El ansioso quiere cambiar el mundo, es un revolucionario a secas, el nostálgico imagina un mundo que incorpora la mirada que ofrece el pasado, entonces no quiere transformar el mundo, aspira a mejorarlo. No busca revoluciones, quiere reformas.

Me resulta muy sugerente la respuesta de Gina Panzarowsky a mi afirmación de que existe una disyuntiva, e inclusive, una inversion entre la posicion de Oscar Muñoz y la mia acerca de las relaciones entre la fotografia y la memoria. Ella sugiere una síntesis: ámbos tendriamos razón: nuestra diferencia deoende del punto de vista con el que se mire esa relacion. Y no le falta razón cuando afirma que, efectivamente, la fotografía puede ayudarnos a olvidar lo que queremos olvidar y a recordar lo que deseamos recordar. Pero yo estaría dispuesto a aceptar enteramente su tesis si pasara por alto que ella misma supone una inversion entre el estatuto de la fotografía y la mirada semejante a la que se da entre Oscar Muñoz y yo. Para mi la memoria es un facultad compuesta por dos tendencias tan complemetarias como contrapuestas: el recuerdo y el olvido. Y se la comienza a socavar o a subvertir cuando la identificamos íntegramente, como lo hace Gina y como se hace normalmente, con el recuerdo. La memoria olvida y no sólo recuerda, olvida para poder recordar, tal y como lo ha puesto en evidencia paradójicamente Borges, en el su relato Funes el memorioso. Si Funes nos resulta monstruoso es porque lo recuerda todo, hasta el vuelo de la mosca que cruzó una escena compartida ocurrida hace muchos años. No, no nosotros sólo podemos recordar esa escena si olvidamos ese vuelo y si olvidamos muchas otras escenas compartidas desde entonces. El opueesto del mal de Funes es el mal de Alhzeimer: nuestro olvido es tan radical que olvidamos el olvido, que olvidamos que hemos olvidado. O como reza la letra de un son cubano: Se me olvidó que te olvidé. La fotografia no puede reproducir esa dialéctica porque lo que produce son imagenes inertes sin conexión necesaria ni con el pasado ni con el presente que sólo establecen o reactivan esa conexión si se apodera de ellas la memoria y las hace objeto del olvido o del recuerdo.