no lloremos sobre la leche derramada

Agradezco las observaciones de Myra Pons, pues, me permiten aclarar algunas ideas mediante un ejemplo en particular. Si después de leídas las notas elegantes de Lucas Ospina sobre el proyecto de Alberto Baraya, me atreviera a hablar sobre lo mismo, a seguir la lógica de la repetición de lo mismo pero diferente, diría que Expedición resuelve un problema ético y no tiene pretensiones epistemológicas, que muestra una preocupación por un contexto social silenciado por el predominio avasallador de discursos cientistas, que nos hace recordar que no hay progreso sin una reflexión sobre las costumbres, sobre los ídolos, sean estos falsos o verdaderos, y que una sociedad que progresa es aquella que construye muchos puentes de acero, pero también otros tantos poéticos, plásticos es el término popular.

Baraya simula una metodología análoga a la Expedición Botánica; si esta última pretende clasificar las riquezas del reino de Carlos III de España en Colombia, Expedición muestra las flaquezas y las contradicciones de las sociedades globalizadas por medio del plástico, las mistificaciones de los imperios emergentes, análogos al imperio español, sean laicos o religiosos. Se ha procurado una dote suficiente de ingenuidad para abordar una interpretación y una pseudo-explicación de los modelos plásticos que, como el río Tunjuelito, inundan nuestra sensibilidad con toda suerte de desechos.

Donde quiera que fui y creí ver naturaleza, encontré artificio barato, popular, es decir, sin reflexión, parece plantearnos Baraya. Solo así podemos comprender que intente liberarse de la prisión de su Herbario, de su compulsión a la repetición como acertadamente observa Ospina, y trate de procurarse una cura por medio de vestigios de naturaleza. No obstante, queda sorprendido cuando encuentra que en la principal reserva natural del planeta, comienza a coger fuerza no solo el artificio floral, también el de las religiones, tan letal como aquél. ¿Qué tiene que ver la industria del artificio que sostiene nuestra economía de supermercado, con la eclosión de un mercado de religiones? Aunque de alguna pertinencia, la pregunta es ilegítima para un contexto poético como lo es el lenguaje del arte. La poesía se caracteriza por la contradicción, su interpretación, lectura, no obedece a cánones lógicos u argumentativos, pues, no tiene pretensiones científicas. La poesía nos hace pensar, suficiente mérito para una sociedad silenciada y enclaustrada en el monasterio de la televisión, sojuzgada por sus chamanes, vigilada y castigada por sus gerentes.

No es fácil suscitar la emoción poética, aquella que nos procura reencontrarnos en lo Otro. El Herbario de Baraya es un camino árido y frío que debemos transitar para reencontrarnos en lo poético con el Otro. Su propuesta nos plantea un recorrido visual que parte de una serie fotográfica de flores, la cual, una vez descubierta su artificiosidad, se vuelve monótona y aburrida como cualquier anaquel de biblioteca. Lo mismo acontece con el registro visual de las iglesias, paralelo al de las flores. No obstante, una vez hemos cruzado esa especie de línea platónica que separa lo inteligible de lo sensible, nos encontramos con una imagen poética: somos testigos de una flagelación: un manso río soporta el azote del fuego colonizante del usurpador de turno. Baraya parte de unas ideas claras para reencontrase en lo sensible, para reaprender las lógicas contradictorias de lo poético; simula ante los gerentes el aprendizaje de una epistemología, para luego escaparse a lo poético. Aunque excesivos los efectos sonoros, pues, presiona y predispone ilegítimamente nuestra respuesta afectiva, la imagen final logra suscitar no pocos pensamientos.

Terminado el recorrido que propone Expedición, nos queda un extraño sin sabor. Pareciera que el efecto poético logrado sucumbe a la ficción epistemológica de la que partió. La ruta de escape a la simulación que quiso trazar parece que lo llevó al lugar de donde partió. Predomina la simulación de intelectualismo, con toda la ironía del caso. No obstante, perdida la emoción poética, quedan otras alternativas: no hay por qué llorar sobre la leche derramada: ¡gocémonos el artificio! ¡Qué ganen los gerentes!

Acertadas o no las soluciones (ver observaciones históricas y críticas de Lucas Ospina), las cosas dispuestas en el espacio de la Galería Santa Fe tratan de reconstruir las preocupaciones éticas de Baraya y nos invitan a participar en la Expedición; hacerlo requiere imaginación, sensibilidad poética, buena voluntad, y competencia para el diálogo. No hace falta una epistemología para acercarnos a la propuesta de Baraya, las expresiones de la sensibilidad no toleran la rigidez y aridez de los conceptos mediante los cuales la ciencia se explica a sí misma y a sus objetos de estudio. De buena fe, la epistemología puede distorsionar una práctica artística. Para pensar el arte, todo lo que requerimos es compartir un entramado de sentimientos y creencias sobre lo que somos y queremos ser, esta red nos proporciona no solo parámetros de comprensión amplios para vivir y pensar poéticamente, también nos permite continuar la construcción de la conversación que constituye a hombres y mujeres; somos el animal poético, no un objeto para poner a prueba un argumento científico o para-científico. ¿Romanticismo? En algo lo es. No obstante, no pretendo que la ciencia sea poética, sino que restringa el alcance de sus observaciones y sus teorías. También el proyecto Expedición y muchos otros en Colombia, que no viene al caso ahora mencionar, son románticos. Con una salvedad, este es un romanticismo con conciencia y vocación políticas, con esperanza de reflexión y transformación social.

Jorge Peñuela

1 comentario

Es interesante el tono desafiante y seguro que adopta Jorge Peñuela, es claro que este señor cree que ha tomado al toro por los cuernos. A mi parecer es completamente lamentable que en esta época sigan existiendo esos ideales románticos ego centristas que reiteran el error una y otra vez sin que allá la más mínima duda de su estupidez. Sin ánimo de ofender y con mucho respeto, esta es una muestra de falta de espíritu propio y ganas de defender a cuanto personaje sobresaliente se encuentre deambulando en un círculo empobrecido por deseos de figurar en prensa y círculos sociales. Esto no es un juego entre cerebritos, el ARTE no es un juego donde el que tenga mas fluidez para exponer autores o ideologías interesantes tiene la razón. Salgan a la calle y miren el mundo que los rodea esto no es un juego.

Natalia Echeverry