Mural

El proyecto Pintura abierta utilizó lo que servía de ese sitio y prescindió de los gestores. Usó El Parqueadero como laboratorio para la presentación de buenos y variadísimos trabajos y se quitó de encima la confusión de curadores limitados al exhibicionismo de sus buenas relaciones públicas. Planteado como investigación encabezada por dos mujeres formadas como artistas en centros de educación superior de Bogotá, conformó la que hasta ahora podría identificarse como la mejor curaduría que se ha hecho este año en Bogotá…

pinturabierta

Jessica Ángel, Natalia Castañeda, “Pintura Abierta” (Laboratorio de Creación y Reflexión en torno a los Procesos Pictóricos. Proyecto Ganador de la Convocatoria de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño y el Banco de la República). El Parqueadero, 11 Abril – 18 Mayo, 2013. Bogotá.

1.- Además de tener el peor horario de atención de cualquier centro cultural en Bogotá, de funcionar como un espacio de experimentación visual peligrosamente apegado a los resultados de convocatorias públicas, de vivir sin curaduría y poseer una de las producciones más criticadas de la ciudad (aunque jamás tanto como la del Museo de Arte Moderno), El Parqueadero es una idea que, si funcionara, podría servir como plataforma para mejores ideas.

2.- Además de ser reconocidos como los peores asesores en la construcción de políticas públicas, así como los investigadores más descuidados, conservaduristas y amigueros, de llegar a hacer algo alguna vez en nuestra vida, los curadores podríamos impulsar varios de los muy buenos proyectos que actualmente adelantan los artistas de la ciudad.

3.- El proyecto Pintura abierta utilizó lo que servía de ese sitio y prescindió de los gestores. Usó El Parqueadero como laboratorio para la presentación de buenos y variadísimos trabajos y se quitó de encima la confusión de curadores limitados al exhibicionismo de sus buenas relaciones públicas. Planteado como investigación encabezada por dos mujeres formadas como artistas en centros de educación superior de Bogotá, conformó la que hasta ahora podría identificarse como la mejor curaduría que se ha hecho este año en Bogotá. Todo esto porque:

– Evitó el desarrollo de un planteamiento conceptual y volvió sobre una de las disciplinas de la producción visual más vilipendiadas después que todo el mundo trató de disfrazarse de postmoderno. Por una parte, no utilizó la producción de un grupo de artistas para ilustrar un problema cercano y prefirió retornar sobre un modo de hacer. Cada vez que se atendía la presentación de un portafolio se actualizaba la pregunta sobre la utilidad de pintar hoy en día.

– Puso al pintor a hacer lo que más le gusta: actuar. Aunque esa actitud no es privativa de ese tipo de artistas, una de las preguntas que más se hace entre el público ajeno al arte contemporáneo –además de si eso es un trabajo y si es algo honrado–, consiste en saber cómo se pinta. Y una de las mejores respuestas puede darse viendo al pintor haciéndolo. Entonces la cuestión llega al nivel de sorpresa de todo performance. Cada actor aplica un libreto personal, donde importa más el resultado final que el proceso de realización.

– Eludió la reflexión ensimismada (o simplemente ignorante o atónita u orgullosa) del productor visual. ¿Qué tiene que decir un pintor? Por lo que se vio, mucho. Demasiado. Sobre todo por la conclusión que implicaba el punto anterior: como generalmente nos atenemos al resultado de los performances pictóricos, en la mayoría de ocasiones apelamos a nuestro enorme volumen de prejuicios para definir si fuimos convencidos o no. Y, si un pintor no obedece a nuestras expectativas, muy pronto lo dejamos de lado. Entonces, qué mejor que oírle hablar.

– Evitó la concentración generacional. Además de la tara por la falta de esfuerzo y no buscar más allá de nuestros contactos telefónicos y de email, o de no ir más allá de los portafolios de convocatorias que generosamente se programan en tantas partes, los curadores locales hemos optado por limitar nuestras exploraciones a un solo nicho generacional. Y lo peor, cuando tratamos de plantear una mirada histórica nos contentamos con demostrar que fuimos juiciosos en acumular cositas valiosas. Eso sí, sin pizca de análisis. Por el contrario, en Pintura abierta, este factor se solucionó con la presentación de autores que iniciaron su trabajo cuando la generación actual de artistas se reponía de los programa matutinos de La Mega. Al tiempo, recuperaba la mirada hacia otras muestras que hicieron algo similar en décadas pasadas. Gente de esferapublica.org, en serio, el arte contemporáneo comenzó en el país mucho antes de Shibboleth.

– Incluyó reflexiones provenientes de otros medios. ¿Se puede hablar de pintura en formatos audiovisuales? Obviamente sí. Obviamente haciendo más que biopics. Y, obviamente, jamás con productores colombianos. De hecho, la selección de películas que abrían cada semana de presentaciones en este proyecto servía para recuperar la necesidad que tiene el campo artístico local por incluir reflexiones sobre la producción visual que vayan más allá de los Premios de Ensayo histórico, teórico o crítico o los documentales dedicados a Antonio Caro.

– Recuperó la práctica de escenarios ajenos al bogotano: ¿qué se opina sobre la producción pictórica en otras ciudades? De hecho, a las presentaciones de artistas de otras ciudades se podría sumar el dossier sobre arte joven y centralismo en el periódico Arteria. Quedan por escuchar los registros de las presentaciones que se hicieron allí. Pues el tema, más allá del chiste malo que cuentan los profesores de arte, sobre el-timo-que-es-enseñar-arte, puede servir para recopilar varias formas de comprensión de una crisis profesional, reciente, sin escenarios dónde solventarse y sin un final cercano a la vista.

– Finalmente, porque reunió todo esto y lo puso a disposición en jornadas que cualquier desempleado podía atender con juicio.

Pero, si no pudo ver nada de lo anterior, trate de explorar este blog: http://pintura-abierta.blogspot.com. Hágalo con tiempo, lo necesitará.

 

–Guillermo Vanegas