monumentos en santander

Sacrificar la hermosura de esa montaña para hacer allí un monumento que promete ser un atropello estético, es una insensatez Y un acto de contaminación visual.

En gracia de discusión aceptemos lo que muchos santandereanos afirman con tremendo orgullo cuando se les habla de la imponencia irresistible que ofrece a su paso el Cañón del Chicamocha. «Es la versión criolla del Cañón del Colorado», suelen decirle a uno, como para que se entienda que en esa zona los santandereanos tienen planificado un mega proyecto turístico que busca convertir a este cañón en un referente turístico mundial como hoy lo es el del Colorado. Así se concibió el parque Panachi, un parque de diversiones cuya temática es el viento, un elemento esencial que le imprime una magia especial a esta región.

Hasta aquí no habría nada reprochable. En donde sí tendría que haber una gran controversia es con un esperpento que ha empezado a liderar Jaime Guevara, un desconocido pintor santandereano quien anda con la idea de hacer un «proyecto cultural» en la Meseta de los Santos, una de las montañas que forman el Cañón del Chicamocha. Él quiere hacer allí un monumento a imagen y semejanza del que hizo un escultor acaso tan desconocido como él, a mediados de los 40 en el Monte Rushmore, en Dakota del Sur. El monumento fue sufragado por los políticos de la región que vieron en esta idea una oportunidad de abrir un nuevo polo turístico, a pesar de que se trataba de un monte sagrado para la tribu Dakota. Fue así como terminaron esculpidas en esa montaña las caras de cuatro ex presidentes norteamericanos, —la de George Washington, la de Thomas Jefferson, la de Theodore Roosvelt y la de Abraham Lincoln— en representación de los primeros 150 años de independencia norteamericana. Hasta hoy la controversia con esa tribu indígena sigue sin solucionarse y muchos son los pobladores que consideran el monumento un acto lesivo contra esas minorías nativas, además de que su baja calidad estética lo ha convertido en la mejor prueba de lo irreparable que puede resultar la contaminación visual cuando se le roba a la montaña sus formas naturales.

La versión criolla que el desconocido pintor santandereano propone de este monumento gringo es aun más ambiciosa, o más oprobiosa, según se le mire. Guevara plantea esculpir no ya cuatro caras, sino siete. Y quiere que esas siete no sean caras de ex presidentes colombianos sino de héroes y heroínas de la independencia…¡y de la independencia no sólo colombiana sino latinoamericana! El costo del proyecto sería de 42 millones de dólares, dinero que piensan recaudar a través de donaciones nacionales e internacionales, tanto privadas como públicas.

Guevara, cuya hoja de vida como escultor es tan desconocida como la que tiene de pintor, ya ha armado a dedo la lista de los nombres escogidos para este proyecto cultural bautizado por él mismo,»Grito de libertad». Por Colombia irían la heroína de la independencia santandereana Antonia Santos y José Antonio Galán. El tercero sería el cacique Guanentá, —pensado me imagino, en evitar controversias como las que se sucedieron en el monte Rushmore con los Dakotas—. Qué importa que la construcción de este monumento termine profanando muchas tumbas de los indios guanes, ni que este proyecto termine destruyendo secretos de nuestro pasado indígena. Pero, sigamos con la lista de Guevara: por Cuba, iría Jose Martí, y por las negritudes, Alejandro Petión de Haití. Por México, el cacique Moctezuma y Emiliano Zapata. Por Argentina, José de San Martín, por Perú, Tupac Amaru y finalmente por Venezuela, Bolívar, El Libertador.

Sacrificar la hermosura de esa montaña para hacer allí un monumento esculpido por un pintor que nadie conoce y que promete ser un atropello estético, no sólo es una insensatez sino un acto de contaminación visual que difícilmente lo perdonaría la comunidad internacional que se preocupa por la preservación del medio ambiente. Pero hay más razones para oponerse a este esperpento. Una de ellas es que esta contaminación visual terminaría siendo aun más calamitosa para los miles de colombianos que transitan esa carretera ya que muy probablemente los esculpidos terminarían siendo otros, como suele suceder en estos monumentos que se hacen a dedo, y como resultado de los intereses políticos más que de los culturales. Correríamos entonces el riesgo de que en lugar de la cara de Bolívar quede la de Chávez y que en lugar de la cara de José Antonio Galán, quede esculpido el perfil de Álvaro Uribe, como refundador de la patria. Siguiendo esa misma línea, es bastante probable que en lugar del cacique Guanentá acabe apareciendo el cacique Tiberio Villareal o Norberto Morales Ballesteros o Rodolfo González, por no hablar de un Eduardo Mestre o del investigado ex gobernador Hugo Aguilar de quien se dice es el cerebro detrás de este»proyecto cultural». Sólo falta que la gobernación de Santander, aún reticente a apoyar esta monstruosidad, decida finalmente bendecirlo para que los bigotes de Horacio Serpa terminen esculpidos por el pintor Guevara.

No nos hace falta un Chicamocha Rushmore. Bastaría con que arreglaran la carretera.

María Jimena Duzán*

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A propósito del texto de Lucas Ospina sobre los atentados al paisaje y al arte en Santander. ¿Que pueden hacer los artistas frente a estas calamidades? / Efren Morales

* Tomado de la Revista Semana