Máquinas que entienden


Para no empezar en el vacío: 1.- Esta exposición es patrocinada, entre otros, por Hyundai Card (una empresa que administra deudas ajenas) y trata con tecnología; 2.- La curadora Paola Antonelli y su asistente parten de una idea inquietante: todo avance tecnológico termina por integrarse en el inconsciente de todo primate superior, configurando una ficción de interacción y un correlato de modificación de su comportamiento (el del primate superior); 3.- Además, esa curiosa forma relacional es percibida por agrupaciones de primates superiores como un fenómeno “natural” en múltiples situaciones (vigilancia y control, regulación de horarios, administración de recursos, entretenimiento).

Para demostrar sus hipótesis Antonelli & Co., reunieron a un equipo de investigadores que buscaba entender los mecanismos de esa interacción, observando la manera en que las cosas “nos hablan”, la forma en que “las escuchamos” y la respuesta que “nos dan” o “les damos”, en una bonita y bienvenida idea de museificación del control tecnológico en una buena, aunque mal montada, exposición. Talk to Me, presenta, en un torbellino digno de basurero tecnológico tercermundista, un inventario optimista de prototipos de juguetes, videojuegos, aplicaciones para teléfonos móviles y tabletas, gracias a las cuales las personas que alguna vez las usemos sentiremos diferentes niveles de emoción (ira, si “algo” roba nuestro dinero en una cuenta bancaria y luego sabemos que se trató de un truco digital; felicidad, si perdemos nuestro tiempo oprimiendo los botones de “algo”; temor, si “algo” nos mira y vigila nuestras acciones; tranquilidad, si “algo” nos mira y vigila nuestras acciones). En este sentido, el planteamiento curatorial señala que: a) hay un ecosistema tecnológico, b) éste es amplísimo, c) estamos inmers@s en él, d) nos toca utilizarlo (oído hipsters, incluso a regañadientes), e) nunca vamos a salir de él, f) debemos disfrutarlo.

Sin embargo, hay que destacar que por momentos pareciera que la invitación al disfrute roza la pendejada (“tocar” la “barriga” de un “muñeco” en una pantalla táctil para que “ría”; “ayudarle” a un robot a que llegue a alguna parte; oprimir un “enorme” botón rojo para cambiar las diapositivas en una presentación), ó la movilidad urbana la paranoia (reconocer de una vez por todas que cualquier cosa o acción puede interconectarse, “por el bien de las comunidades”; que cualquier remedo de exhibicionismo podrá ser sistematizado –y, oído hipsters, se podrá cobrar por ello-), ó el control de nuestro dinero, la indefensión (cajeros automáticos “amigables”, o lectores de tarjetas de crédito mucho más “cercanos”), o la investigación el respeto. Y sobre esto último vale la pena acercarse a dos proyectos y ver que quizá la admiración puede alcanzar cotas distintas a quedarse con la boca abierta o sonreír o sospechar.

Prayer companion es un aparato que permite a las monjas de un claustro saber qué es lo que sucede en el mundo, para que puedan hacer más eficaz el contenido de sus plegarias. Está diseñado de tal manera que quien se arrodille ante él pueda leer sin problemas noticias como la de que en una de las ciudades europeas con mayor desigualdad en la distribución del gasto unos jóvenes rompen vitrinas, hacen ruido y resultan algunos muertos, para después determinar mejor por qué motivo rezar, y rezar mejor.

El otro, un objeto denominado El Sajjadah, básicamente una interfase de resolución de confusiones geográficas. Imagínese a alguien que debe vivir en un país que no conoce, que sigue la fe musulmana y tiene que cumplir el mandato de rezar cinco veces durante el día dirigiendo su cuerpo hacia La Meca. Busca en Googlemaps, pregunta, mira mapas análogos (de los que le gustan a Mauricio Cruz) y nada. No sabe hacia dónde mirar. Entonces, alguien que sabe esto diseña una cómoda y elegante alfombra en terciopelo negro, decorada con líneas azuladas que al ser dirigida hacia la ubicación de La Meca, se ilumina indicándole que está apuntando hacia la posición correcta. Usted se relaja, se dispone a rezar y reza. Una cosa útil y bella. Como el Prayer companion. Ejercicio de fe con diseño de alta gama… debo confesarme.

Ahora bien, en el caso de El Sajjadah, había un problemilla que mandaba al carajo toda lectura y tenía que ver con un montaje que convertía a esta alfombra en una caricatura. ¿Han visto esa película donde un señor llamado Aladino monta en una tela con borlas que flota? ¿Han notado ese cliché orientalista repetido en muchas versiones de relatos y cuentos? Pues parece que curaduría y museografía de Talk to Me también lo hicieron y decidieron montar la pieza debajo de un spot amarillo bastísimo, colgando de hilos de nylon, flotando también. La dañaron.

Finalmente, no todo es optimismo, pero al recordar la exposición de Harun Farocki y volver a mirar en Talk to Me, la cuestión lleva a pensar que para Antonelli sí. En su exposición todo es bonito y brilla y, lo mejor, ¡cuenta con el potencial de atraer inversionistas de riesgo, de esos que se tragan las compañías starup! Funciona como aquella creatura que empezó a existir durante el régimen presidencial pasado y que aquí se llamó “ronda de negocios”. Entonces, sí, como exposición de maquinaria es una muestra muy positiva.

 

Guillermo Vanegas