Los santos Boteros

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El año pasado al “Loco Barrera”, el narcotraficante colombiano detenido y luego extraditado a Estados Unidos, le incautaron propiedades por más de 27 millones de dólares. En una ostentosa finca en Chinauta había un cuadro atribuido a Fernando Botero. La pintura Pareja de baile resultó falsa. Luis Fernando Pradilla, galerista de Botero en Colombia y España, dijo que “el manejo de las sombras, del cabello, de la composición y de la mesa no corresponden a las formas habituales y fluidas de Botero”. El análisis crítico de Botero sobre el Botero de alias Botero fue más emotivo: “Es tan miserable, poca cosa, tan ridícula y vulgar, que no se necesita mucha explicación ni detalles para saber que ese cuadro no es mío”, añadió que lo que más le molestaba era que la “gente puede pensar que yo tengo clientes como este señor Barrera, que obviamente no tengo”, y entre risas cerró: “Es un falso que le metieron. Le metieron gato por liebre, y eso me encanta”.

El tipo de risa que sintió Botero por el cuadro “falso” que le metieron al “Loco Barrera” es semejante al que algunos pueden sentir ante la cifra “falsa” que Fernando Botero padre y Fernando Botero hijo le intentaron meter al Presidente Juan Manuel Santos. Los Botero le ofrecieron al mandatario un lote de pinturas por US$ 3.680.000 que, al ser evaluado por Santos con un funcionario que revisó los estimados de la casa de subastas Christies, resultó tan inflado como las figuras de los cuadros: por lo bajo estaban a US$1’600.000 y por lo alto a US$ 2’200.000.

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Los detalles de esta jugada mercantil, que nunca se concretó, se conocieron de pura carambola. Forman parte de los correos que al parecer le fueron interceptados a Santos hace dos años y que ahora, justo ahora, los medios dan a conocer a cuentagotas. La unidad investigativa de la cadena Univisión pudo escoger unos de ellos, entre un lote, y seleccionó el cruce más pintoresco. Los periodistas le dedicaron un informe televisado presentado por Gerardo Reyes y luego Daniel Coronell uso el material para su columna en la revista Semana. Coronell señaló que cada uno puede hacer con la información “la interpretación que quiera y le convenga pero la investigación y la discusión pública deberían centrarse en la gravedad del hecho en sí mismo y en la identificación de los ejecutores y beneficiarios de esta operación.”

Y sí, muy grave, o no tanto, chuzaron al presidente y qué, o se autochuzó (casos se han dado y si no me creen: ¡les doy en la cara, maricas!), o mitad y mitad: todos se chuzan entre todos. Pero a quién le importa, lo verdaderamente importante, lo central, lo que tiene a todo el país hablando, desde el curador de arte de Chigorodó hasta la cocinera gourmet de Punta Gallinas, es el “tema de la cultura”. Esta transacción privada, al hacerse pública, reveló mucho sobre el uso, el precio, el valor y la importancia que tiene el “tema del arte” en Colombia.

La narración puede comenzar por uno de los mensajes de Fernando Botero hijo cuando le escribe a Santos: “con respecto al precio, fijado por mi Papá, las obras van de US$600.000 a US$800.000”. Así como Santos había comentado previamente que quería usar los recursos que le había dejado la venta de una acciones de El Tiempo para dejarle un legado patrimonial a sus hijos, los Botero también quieren sacarle una buena tajada patrimonial a este capítulo bursátil de padres e hijos. Y Santos no se queda atrás en lo mercantil, recurre directamente a los Botero para hacer la compra y presiona un descuento del 20%, al que ellos acceden, no sin antes enrostrarle al ilustre comprador la magnanimidad del celebérrimo artista. Botero hijo lo expresa así en el correo: “Mi papá nunca da descuento sobre sus obras. Pero me dijo que, en consideración a la amistad de tantos años, la admiración y el aprecio personal, con gusto le extendería un descuento del 20%”” Y añade en el párrafo siguiente: “Me dijo además que se siento [sic] muy honrado de su deseo de hacer esta adquisición.” Una frase simpática, con un error de digitación, un resaltado sobre la “honra” y un doble sentido en la redacción que no deja claro quien es el que desea adquirir a quien.

Los Botero, en su honra, ofrecen los Botero con un margen superior a la cotización del promedio histórico según Christies: piden US$ 3.680.000 por el lote, un precio que está un 28% por encima si se cotiza por lo alto (US$ 2’200.000) o en un 57% si se cotiza el lote por lo bajo (US$1’600.000). De todas formas, los Botero ganan por lado y lado, y con el precio que ofertan compensan totalmente el descuento del 20% que supuestamente ofrecen. Y no hay nada de malo en ello, en el “interbolsa” de la estética las cosas cuestan lo que las personas estén dispuestas a pagar: la misma libertad y apertura que existe para hacer arte y para interpretarlo se extiende a su compra y venta. No se puede tener lo uno sin lo otro.

Tal vez a Santos le habría ido mejor si va a la galería que representa a Botero en Colombia, como sí lo hizo en 2011 el alcalde de Bucaramanga Fernando Vargas Mendoza cuando le dio por embellecer a su ciudad con una Mujer de pie desnuda de Botero y la alcaldía compró la escultura por US$1’350.000 de los cuales US$350.000 fueron a parar a la Galería El Museo de Luis Fernando Pradilla.

Por la naturaleza de la transacción es claro que Santos y los Botero se querían saltar al intermediario y ahorrarse lo de la comisión; comisión que se suman por derecha los Botero y que podría estar destinada al hijo por servir de jefe de campaña de esta venta. Botero hijo tiene experiencia en esto, fue jefe de campaña para la presidencia de Ernesto Samper en el 1993. Sí, esa campaña famosa porque entraron dineros del narcotráfico, es más, si se trata de pintar la escena, sobre el aporte de los mafiosos quedó en el aire una escena que exagera pero retrató a Botero hijo de cuerpo entero: uno de los jefes del Cartel de Cali le entrega un cheque al jefe de campaña y dice: “Es el Botero más chiquito y más caro que he pagado”. Pero claro, esto ya quedó atrás, es cosa juzgada, Botero fue condenado dos veces y hasta el día de hoy vive en México, de donde tiene nacionalidad, y donde pasó el tiempo de la libertad condicional luego de una condena a 30 meses, confirmada en 2009, por hurto agravado por el robo de 800 millones de pesos de la campaña presidencial que dirigió. Volviendo a esta nueva transacción, Botero hijo hace de correveidile y así le evita al Presidente Santos y al Maestro Botero la engorrosa tarea de ponerse a hablar de plata entre ellos, y de esta manera, en caso de un impase, ambos poderosos podrán conservar la compostura y hasta podrán decir que lo que sucedió fue a sus espaldas. No hard feelings.

El final de lo que hasta ahora ha sido revelado del cruce de mensajes concluye con Santos que le aplica los santos óleos al negocio y rechaza la transacción: “Le ruego entienda que es lo que le quiero dejar a mis hijos pero los precios que me dio están bastante por encima. No hard feelings. Abrazos un muchas saludes a María Inés, J.M”.

Y adjunta como prueba del desacuerdo cinco imágenes de los cuadros ofrecidos con el rango de precios dado por el funcionario de Christies.

En las conversaciones, aparte del precio, nadie habla del valor de los cuadros. Son pinturas fechadas en 2011 y su mayor característica es que parecen copias de Boteros, falsificaciones de Botero hechas por Botero mismo: un bodegón con libros, dos músicos y dos hombres bebiendo, un torero y una mujer fumando. Los Boteros que ofrecen los Botero son los típicos, ni siquiera se trata de copias de uno que otro cuadro singular, como el Tirofijo o el Pablo Escobar que tienen guardados en el Museo Nacional (y que Botero purgó de la exposición itinerante de “La violencia” para restarle polémica), o como un Cristo rechoncho y jovial de la serie del Vía Crucis. Y por supuesto, ninguno es de esos cuadro son Boteros irrepetibles, esos Boteros que Botero ya no es capaz de pintar, de finales de los años cincuenta, todos los sesenta y parte de los años setenta: radicales en su composición, monstruosos y a la vez pasmados en su caracterización pero sobre todo singulares por lo bellos, bellos por lo singulares.

En la oferta de los Botero no hay nada de ese impulso iconoclasta con el que irrumpió Botero, no hay caricaturas de obispos muertos, ilustraciones a partir de la crónica roja, ciclistas populares en formatos heróicos, monalisas de Leonardo o enanos de Velázquez, ni siquiera está una familia presidencial, con militar y monseñor procurador incluido, que podría haber sido tan apropiada para recordar el siempre en el ahora de estos momentos tan aciagos que vive la nación.

Ahora son imposibles esos cuadros que eran indiferentes a complacer a un país pacato, estático y provinciano donde el artista puede asombrar fácil con el automatismo virtuoso de alguna destreza y con tratar temas nacionalistas, clasicistas y parroquiales de forma correcta. Los Boteros que ofrecen los Botero son los típicos que ha hecho Botero desde mediados de los años setenta para acá y que fueron caracterizados así por Marta Traba: “sobreviene una codicia excesiva por narrar la historieta, la anécdota o ese detalle divertido que el público señala con el dedo y recibe a carcajadas o moviendo la cabeza, murmurando ¡Este loco de Botero!”.

Boteros “locos”, ante los que un mafioso como el “Loco Barrera” o un Presidente “loco” como Uribe, o “culto” como Santos, se sirven para fingir una pasajera locura cultural, y cómodos y bien acomodados reciben esos Boteros en la finca narcodeco o en la Casa de Nariño y se carcajean ante ellos, o si hay que ponerse solemne, mueven la cabeza condescendientes y con ese gesto lelo pretenden ocultar su medianía, su analfabetismo estético, su capacidad para descrestar y dejarse descrestar por el precio, pero su incapacidad rotunda para comprender el valor de lo tienen enfrente. Que una persona como Santos, con la educación que ha recibido y con los aires de cosmopolitanismo que se da, se resigne a comprar Boteros de estos, así sea por mera inversión, es un claro signo de inmovilidad social y mental, ¿es que en arte no hay nada más?

Esta pobreza de criterio, este mercantilismo disfrazado de falsa erudicción, este provincianismo camuflado de orgullo nacional, han sido circunstancias bien usufructuadas por alguien como Botero que aun hoy, a los ochenta años, continua inflando sus cuadros, sus precios y su reputación con donaciones y autodonaciones con las que ha secuestrado musealmente espacios y presupuestos amplios en el Banco de la República y el Museo de Antioquia. Hoy Botero tiene museos propios y es recibido por los presidentes en el Palacio de Nariño, bien sea por Uribe para pintar cuadros juntos o por Santos y la Primera Dama para recibir la mejor obra de «arte político» que el pintor ha firmado en años: un cheque inmenso por 600 millones de pesos para los damnificados de la tragedia invernal.

Las chuzadas sirven para comprender el estado del arte en la nación, chuzar a los «santos Boteros» tal vez sirva para desinflarlos, sacarles algo de su aire y pompa para verlos en su justa dimensión.

El resto es política…

Posdata: este video registra una parte del homenaje que le organizó Santos a Botero con motivo de sus 80 años. El evento ocurrió en abril de 2012. Santos le  «regaló» al maestro una orden presidencial que considera todas las donaciones de Botero como «patrimonio de la nación», de un «legado donde la nación se compromete a mantenerlas»; a esto se suma una caja didáctica que se repartirá por todos los colegios, «en forma permanente», para que los niños «se inspiren en esas obras». El mismo año del homenaje, en diciembre, Santos le haría a los Botero la oferta por la compra de los Botero. Todo pintaba como un regocio redondo…