El artista Juan Cárdenas escribió una crítica a las declaraciones de Glenn Lowry, director del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
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El arte actual es una moda que se creó en Estados Unidos y Europa
¿Qué dirá la posteridad de nuestros artistas actuales? Seguramente dirá que, mansos y sumisos, seguimos fielmente las modas que nos impusieron los norteamericanos y los europeos, jamás cuestionándolas, y con la inmensa ilusión de que algún día nos exhibieran en el Moma o en la Tate Modern de Londres.
Nuestros artistas han seguido las modas extranjeras desde el siglo XVII en adelante, si no desde antes, y a estas alturas del siglo XXI seguimos la misma tendencia. Tenemos artistas pop, conceptuales, videoartistas, artistas que recogen basura en la calle para hacer su arte, los que hacen instalaciones, en fin; todos estos son los que serán premiados por obedientes y sumisos.
Pero el arte serio no puede ser moda. Qué interés puede tener para la posteridad un Pop Art (Tropipop) latino o un conceptualismo recalentado en el tercer mundo, a menos que sea para demostrar cuán serviles y obsecuentes fueron nuestros artistas.
La influencia que ejercen el Moma y demás instituciones y publicaciones de arte sobre el tercer mundo es inmensa y a menudo lamentable. Equivale a una colonización intelectual en la cual todos los artistas bailan al son del mismo ritmo, y el día de mañana, cuando cambie la moda, seguiremos fielmente bailando al son del ritmo nuevo.
Al Moma le interesa mostrar lo importantes que son sus teorías de la historia del arte, y lo demostrará por la influencia que ejerce sobre sus súbditos latinoamericanos. Lo que no le interesa es acoger o reconocer cualquier expresión artística que contradiga sus tesis.
Al señor Glenn Lowry le parece muy interesante que nuestros artistas invoquen como tema de su obra la guerrilla, la violencia y las drogas (fenómenos que ya llevan más de 40 años). Dice que «los grandes artistas siempre responden a sus entornos», frase muy vaga, que, se supone, aludía a esas calamidades. Pero ¿qué artistas importantes dedicaron su obra a comentar, por ejemplo, la Guerra Civil de los Estados Unidos? ¿O la Primera o Segunda Guerra Mundial? Los que lo hicieron produjeron un arte mediocre, salvo el caso solitario de Picasso con su Guernica, que, con toda su fama e inmensa divulgación, no ha tenido prácticamente ninguna influencia sobre la mentalidad guerrera del hombre, como tampoco la han tenido Los desastres de la guerra, de Goya, a pesar de la maravilla que son.
Cuando Picasso comentó sobre la guerra de Corea en un cuadro de la época produjo algo vergonzoso. ¿Y qué decir del historiador de arte Mayer Schapiro, que criticó a Monet por no haber comentado con su obra la Guerra Franco-Prusiana? El arte visual no es la herramienta más eficaz ni adecuada para combatir las dolencias y perversidades de la sociedad, como sí lo es el periodismo.
Hay algo ingenuo en el comentario de Lowry de que «los colombianos están haciendo obras importantes» y que en el Moma «solo seguimos lo que se hace», como si lo que se está haciendo aquí no estuviera absolutamente condicionado por los parámetros impuestos por ellos.
Lo que se ha hecho es homogeneizar el arte universal. Cuando la abrumadora mayoría de los artistas del mundo piensan igual, algo anda mal. Pero en el Moma parece que no se han dado cuenta. El mismo tipo de arte se ve en bienales, ferias y exhibiciones en cualquier ciudad del mundo.
¿Pero será arte lo que busca Mr. Lowry en Colombia? ¿O será que su agudo olfato ha detectado el dulce olor del dinero en la boyante economía colombiana y, como hizo el Moma en Venezuela, busca aquí un adinerado Cisneros al que pueda ordeñar a cambio de montarle una exhibición en el Moma como la de Reverón, y posiblemente una curaduría comprada como la de Pérez-Oramas?
Estados Unidos prostituyó el arte volviéndolo un negocio, una especie de bolsa de valores donde cínicamente y a punta de publicidad se puede volver famoso a cualquier artista, por malo que sea, y el público ingenuamente lo cree. La triste verdad es que hoy no hay ningún criterio de calidad ni parámetro para juzgar excelencia, excepto la opinión subjetiva del curador o crítico de turno y el precio que una obra alcance en el mercado. ¡Qué flaco servicio en criterio artístico nos ha prestado Estados Unidos!
Y para esconder nuestra pobreza intelectual disfrazamos y arropamos las obras de arte con una palabrería pseudointelectual, impenetrable y pretenciosa, de corte posmodernista.
Quienes en su momento admiramos y seguimos el modernismo, con el paso de los años hemos visto aquella idea pisoteada, prostituida, desvirtuada y corrompida por el capitalismo rapaz y el posmodernismo francés, al punto que hoy hay que ser muy inocente para creer en la vanguardia. Para un artista de hoy, ser reconocido por el Moma es casi una vergüenza: equivale a haber sido acogido por la Academia francesa en el siglo XIX.
Juan Cárdenas Arroyo
¿Quién es Juan Cárdenas?
Nacido en Popayán, en 1939, este pintor y dibujante se ha interesado por la figura humana y su representación a través del retrato y el autorretrato; en este último, introduce variaciones que generan cambios en la percepción de su actitud. De hecho, en 1974 obtuvo el Premio Nacional de Pintura, en el XXV Salón Nacional, con una obra en la que se autorretrataba. En ese marco, le ha dado un especial énfasis a la idea de lo efímero, lo fugaz y lo contingente. Además, ha enseñado en la Universidad de los Andes.
publicado por El Tiempo