LAS DIOSAS DE SERVICIO

La ignorancia mostrada por la señora Bruguera en Bogotá, encubierta por una de las academias de Bellas Artes más antiguas de nuestro país, nos ha dejado una lección: las diosas y los dioses al servicio de algunas causas sociales deben seleccionar con más cuidado a aquellos que les encargan algunos de sus trabajitos más lucrativos. También ha abierto algunos interrogantes: ¿quién financia al Instituto Hemisférico? Carlos Salazar sabe bastante de estas cosas. Con seguridad algo nos contará a este respecto. Ojalá más pronto que tarde.

María Estrada quiere convencernos de que la «obra»   de la señora Bruguera  funcionó porque destapó ollas. ¿Las ollas del Hemisférico? ¿Sus trampas? ¿Sus ficciones? Si la participación de la señora Bruguera fue una decepción para el arte contemporáneo meditativo, serio, que practican las artistas colombianas y colombianos, no lo es menos el que haya sido invitada a Colombia a un encuentro en el que muchos teníamos algunas esperanzas. No sería extraño –de perversiones está lleno este mundo– que la “obra” de la señora en cuestión  hubiera sido un encargo ad hoc, para el “caso” colombiano.

Si la organización del Hemisférico sabía del contenido de todos los proyectos: ¿por qué calló? ¿Si no lo sabía en este único caso, ¿por qué no preguntó o por qué se hizo el de la vista gorda? El que calla otorga, sentencia nuestra sabiduría popular. ¿Fingen los organizadores que ignoraban el divertimento que la señora Bruguera planeaba teniendo como telón de fondo los miles de muertos que ha dejado el conflicto colombiano? ¿No previeron que llegar a un claustro universitario que ha sido por años la única esperanza que aún le queda a este país, a ofrecerles cocaína a sus estudiantes y maestros, era un despropósito que la filosofía del evento no se podía permitir? ¿En este caso, fue engañada la Universidad Nacional de Colombia y su Facultad de Artes? ¿Sus directivas se pronunciarán al respecto aunque sea para lavarse una vez más  sus manos omisas? ¿El interés por lo público no exige responsabilidades también públicas que no se pueden eludir con comunicados lacónicos, casi anónimos como a los que aludió la señora Bruguera? ¿Qué piensa al respecto Doris Salcedo quien aguardó pacientemente en primera fila la intervención de la señora Bruguera? ¿Qué piensa esta artista colombiana que ha sacado del closet la Ética en el arte colombiano y ha introducido un giro ético en nuestras prácticas artísticas? ¿Por qué no fue invitada Doris Salcedo a este encuentro tan afín a sus intereses artísticos? ¿Volvió a rechazar su participación en eventos artísticos en Colombia? ¿Si así fue, por qué? ¿Se pronunciará Doris Salcedo u otorgará con su silencio, como otros ilustres maestros y maestras, además de pedagogos y pedagogas,  parecen otorgar con su  indiferencia aristocrática ? ¿Qué piensan todos y todas aquellas artistas que tienen claro que los colombianos y las colombianos no podemos transitar por el camino que los teóricos llaman el camino de la razón cínica?

Las reflexiones informadas y críticas son bienvenidas cuando la problemática que se aborda se ha estudiado mínimamente. Sin duda alguna, esto es una de las virtudes que podemos apreciar en las propuestas de las y los artistas colombianos con formación universitaria. Además, es un deber hacerlo cuando el auditorio al que se dirige el intelectual es un público universitario, mucho más cuando se ha sido invitado a realizar alguna propuesta en un evento que pretende, parece que tan sólo en la forma, reivindicar marginalidades: otorgarles a hombres y mujeres silenciados con la indiferencia una ciudadanía plena, en lugar de las ciudadanías mofas que impone el Imperio a las masas para legitimar sus políticas antidemocráticas.

La ofensa de Bruguera al público universitario, de haberla, no es moral, como la mayoría de los críticos han sugerido. La falta en este caso es epistémica, de conocimiento. La improvisación intelectual suele molestar a los pares académicos y al público culto en general cuando esperamos de nuestros líderes de todo orden aportes a la resolución de problemas álgidos como los que parece plantearse el Instituto Hemisférico. Así se manifiesta cotidianamente en el ámbito universitario. Molesta sobremanera el que se menosprecie el entendimiento común de un auditorio que ha leído algo en la vida. Si la señora Bruguera hubiera leído un poco de toda la literatura seria que existe sobre el conflicto colombiano, si hubiera tenido un interés intelectual en lugar del interés comercial, por el rating,  que muchos vemos en su propuesta, por lo menos ha debido preguntarse por qué las colombianas  y los colombianos hemos tenido que cargar con el estigma del consumo universal de cocaína, quizá el de ella misma. El artista como intelectual crítico de la sociedad de su tiempo, no puede permitirse la chapucería conceptualista evidente en los balbuceos políticos de Bruguera. El artista contemporáneo no se puede permitir el mamarrachismo conceptualista implementado por la señora en cuestión.

No obstante, la ignorancia mostrada por la señora Bruguera en Bogotá, encubierta por una de las academias de Bellas Artes más antiguas de nuestro país, nos ha dejado una lección: las diosas y los dioses al servicio de algunas causas sociales deben seleccionar con más cuidado a aquellos que les encargan algunos de sus trabajitos más lucrativos. También ha abierto algunos interrogantes: ¿quién financia al Instituto Hemisférico? Carlos Salazar sabe bastante de estas cosas. Con seguridad algo nos contará a este respecto. Ojalá más pronto que tarde.