La pendejada del arte

Los tiempos están cambiando, y no porque algún estadounidense de tez oscura prometa reglas claras, no: “Es la economía, estúpido”.

En arte un indicador de la situación económica es el grosor de la revista Art Forum. Esta biblia de la información, que llegó a marcar más de 500 páginas con anuncios de ropa de lujo y perfumes (además de ferias, exposiciones, inauguraciones, bienales y uno que otro texto inquietante), ha regresado a su volumen habitual luego de alcanzar dimensiones pantagruélicas. La publicación retorna a su delgada figura y de la gula cosmopolita que desayunaba arte en Nueva York, almorzaba en Shangái y cenaba en São Paulo tras un té en Basilea, volvió a su dieta de “manhattanismo” parroquial. Otra era de glamour ha terminado, el orgasmo de los piratas financieros —que usan el arte como viagra cultural— ha culminado.

Los colombianos que se ganan la vida con el arte tienen temor. El negocio es la negación del ocio y cuando la economía va mal, el arte es un lujo prescindible. Por fortuna, el Gobierno ha dicho que la “economía colombiana está blindada” y el país cuenta con un as bajo la manga que bien jugado permitirá a los actores del arte conservar algún decoro. Según el economista Roberto Steiner, en un estudio hecho hace más de 10 años, los ingresos a la economía colombiana por narcotráfico representaban anualmente cerca del tres por ciento del PIB, es decir unos US$2.500 millones. Salvatore Mancuso, un mercader de grueso (además de asesino) ha actualizado la estadística, a finales de 2008 afirmó: “Al torrente de la economía nacional ingresan anualmente alrededor de 7.000 millones de dólares”, y añadió que los narcotraficantes repatrian entre el 80 y 90 por ciento de lo que obtienen y que el resto lo gastan en comprar “propiedades de lujo y pendejadas por fuera”. Es ahí donde se juega la partida: artistas, galeristas, curadores, periodistas y gestores culturales deben convertirse en sastres del gusto de estos “inversionistas” y captar lo que gastan en “pendejadas” foráneas encauzándolo en un flujo monetario vinculado a la plástica nacional.

Es urgente que el gremio artístico apoye al gobierno de Uribe para rechazar cualquier iniciativa que abogue por la legalización de la droga, no sólo el negocio o la moral están en juego, también lo está el acervo cultural: sin el conflicto que genera el narcotráfico la ingente cantidad de artistas que vive de la violentología quedará sin tema y oficio, los catadores de tragedias, desempleados, no tendrán qué decir.

Lucas Ospina

http://lucasospina.blogspot.com/

11 opiniones “La pendejada del arte”

  1. Andres Hoyos

    febrero 20, 2009

    Me gusta más este tonito entre cáustico y cabroncete de Lucas, y no el de teórico de ceño fruncido que asume a veces.

     

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  2. Lucas Ospina

    febrero 21, 2009

    Tiene razón Andrés, hay que cuidarse de ser un “teórico de ceño fruncido”, para la muestra dos de los que opinan en El Espectador:

    hoyos ospina

     

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  3. Antonio Diez

    febrero 22, 2009

    ¿GUSTO O SABER?

    Me parece que Lucas lo hace bien. Le admito a las anteriores opiniones, ha madurado, punto. Señalar con el gusto, no contribuye para nada.

    Por supuesto: nadie es perfecto; pero pocas cosas son tan odiosas, como el hecho de constatar, que la mayoría de aquellos hombres, que sólo puede admitir que los demás, puedan ser -cuando máxime-, iguales a ellos. No pueden aceptar, que existen otros más lúcidos. Mucho menos, que existan santos o genios. El rasero de su ego, les impide ver más que su reflejo.

    No hablo de religión: simplemente considero que los puntos citados por el crítico, están mesurados y guiados por un interés de comprensión, y que busca esclarecer situaciones que; por lo menos en nuestro momento, pocos se atreven a encarar. Desde luego podemos diferir; pero no obsta para que seamos capaces -al menos-, de esforzarnos en discutir bajo la directriz de la argumentacuión, y no jalonados por la pasión e irracionalidad. Creo, se deben valorar más bien las cosas desde los aportes intelectuales que ayudan a comprender; y no desde el tono, que decide el gusto particular. Ello frena el avance en el desarrollo de una idea, y no logran sino polarizar y seguir atados al fanatismo típico de un lugar como Colombia.

    Podemos estar dispuestos a entender, por ejemplo; que un asunto como el de la relación entre la dependencia del circuito artístico de la economía -mafiosa o lícita-, es algo en lo que se puede ahondar muchísimo más. Considerar que el arte ha sido siempre objeto de uso de alguna clase: la sacerdotal, la monárquica, la burguesía y su desenlace presente que incluye el narcotráfico; en resumen: que el arte ha sido usado desde siempre, no sólo por los artistas; con otros fines.

    Que siendo el poderío económico un determinante en la vida artística y en la ordinaria, no se pueden pedir santos que no necesiten del dinero para vivir; tener incluso presente que quienes tienen dinero, ¡tantas veces!, les falta el capital cultural, y no les basta su plata para ser considerados veradaderos artistas, ni menos, para hacer Arte de verdad. Que es posible hacer esguinces a su necesidad y relativizarla, es cierto; y en este ejercicio, tratar de entender las cosas, en este caso: las condiciones de vida en un país sin una nobleza histórica, que como Monarquía, hubiese gobernado; pero que produjo una clase de gobernantes variopintos [no todos han sido, ni son perversos; así lo considero], que sí creen serlo. Son tan sólo una burguesía; que a diferencia de la aristocracia y la monarquía, no se exige una moral vertical que la legitime claramente; que es autoindulgente entonces, en la concepción y consecución del dinero como un fín en sí mismo, que la hace permanecer en el poder.

    En fín, por esto; puedo pedirle más al crítico. Poco, creo significa el “tono” que use. Es asunto de gusto, como dije.

     

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  4. Lucas Ospina

    febrero 23, 2009

    “Y es que los escritores buscan en los críticos un “alter ego”, ese otro yo más inteligente que él mismo, que se ha dado cuenta de dónde quería llegar, y que le juzga tan sólo sobre la base de si ha alcanzado o no el objetivo. Nunca encontré a un escritor que, enfrentado finalmente con ese raro ser, un crítico auténtico, no pierda toda su paranoía y se vuelva atentamente agradecido: ha hallado lo que cree necesitar. Pero lo que él, el escritor, pide, es imposible. ¿Por qué debería esperar ese ser extraordinario, el perfecto crítico —que ocasionalmente existe—, por qué debería haber alguien más que comprenda lo que intenta hacer? En definitiva, sólo hay una persona hilando ese capullo particular, sólo uno cuyo interés sea hilarlo. No les es posible a los críticos y comentaristas proporcionar lo que ellos mismo pretenden y los escritores desean tan ridícula e infantilmente.”

    —Texto de introducción a la novela “El cuaderno Dorado”

    Doris Lessing

     

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  5. Antonio Diez

    febrero 23, 2009

    Pues, en un texto Pessoa, “Inutilidad de la crítica”; hace alusión a que un crítico competente, -a diferencia de uno inopinado-; debería encontrarse en capacidad (hasta cierto punto), de dar a entender los por qués de sus opiniones a quienes les reconocen como a críticos competentes.

    Con relación al medio específico del arte, creo en lo personal; no tendría excusas para no pedir “ayuda” al crítico, a quien considero más capacitado, depositario de un número mayor de conocimientos específicos en relación a lo que critica (ser más culto); razón por la cual le considero, ser un Crítico.

    Mas, en cuanto al medio social dentro del cual su crítica se desarrolla (la sociedad en su conjunto); estoy tan sujeto como él, a las situaciones humanas que dicho medio implica; mismas que determinan, sin ser las únicas; la valoración del arte que se hace en dicha sociedad, incluyendo -desde luego- la conformada por los especialistas. El crítico, és un especialista de esta fracción especializada de la sociedad.

    Lo reitero, el objeto es pedir más al crítico que considero opinado. No tengo ningún reparo en admitir más brillantez en una mente ajena, o más bondad, o más soberbia; en fin. Admito la diferencia.

    No obstante, comprendo Lucas: nadie puede darnos aquello que buscamos individualmente; y, por tanto ser artista se basa entre otras cosas, actuar bajo el criterio de tal búsqueda, e indagar por nosotros mismos. Pero pienso; hay mucho que sí puede hacerse de forma colectiva en un medio -aunque individual-; mental, sentimentalmente comun.

    Agradecido desde luego por la obscuridad que brinda; es sin duda útil en un camino personal. Por ésto, es comunicación el arte.

     

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  6. víctor quinche

    febrero 24, 2009

    Un terreno aparentemente lejano del sacrosanto campo del arte puede dar alguna luz a la metafísica charla pública Diez – Ospina. En el ámbito del derecho, se ha planteado la pregunta por la “respuesta correcta” al “caso difícil”; un caso difícil es aquel en el que hay laguna normativa (el cuerpo de normas no cubre al caso novedoso y el juez debe ser creativo), o aquel en el que dos o más normas concurren para ser aplicadas (y el juez debe en este caso decidir por una sola entre ellas para que no haya colisión de normas y se cometa un error en la aplicación de derecho) o en el que la falta que se imputa o el acto que se juzga se parece a un caso normal, pero no del todo y entonces el juez nuevamente debe decidir en su “sabiduría” y crear de alguna manera el derecho o, al menos, una interpretación del derecho que se adapte al hecho y supla los intereses sociales que permite el derecho. Ronald Dworkin inventó hace ya mucho una interesante solución -puramente teórica- al problema de la decisión en el “caso difícil”: inventó un juez (puramente teórico), el “Juez Hércules”, figura abstracta, no dotada de existencia real, pero que es un caso límite de la teoría que puede usarse con fines argumentativos. Se trata de un juez que siempre sabe cuál es la respuesta correcta ante cualquier caso difícil. Otros teóricos del derecho consideraron inane tal figura, para ellos la vida misma de lo jurídico reside en la incapacidad de dar respuesta última a los casos difíciles; estos casos alimentan el derecho, conservan con vida sus discusiones, dan de qué tratar a la sociedad y muestran que es el derecho un organismo viviente.

    Ospina ha usado la imagen del “perfecto crítico” en su cita de Lessing. Este se parecería al juez Hércules (Lessing cree que los ha habido. Aquí en Colombia los Traba-Kolakes también lo aseguran, para ellos su diosa era infalible), sería conveniente proponerlo como mero caso teórico, como límite de la crítica de arte con fines argumentativos (“¿qué diría aquí el Juez Hércules del arte?” podría preguntarse entonces con fines aclaratorios frente a cualquier X considerada obra de arte por cualquier miembro del mundo del arte y la argumentación correría libre de presiones personales).

    Es tiempo de renunciar al juez de jueces como caso real (hasta Hume sabía que no hay de tal cosa), seguramente una figura del crítico desacralizada hace más por el arte que otros demasiado serios. En terrenos así planteados un interés por la reconstrucción de las relaciones entre capital narco y mercaderes de obras de arte se hace delicioso.

    Digo todo esto solo en lo que tiene que ver con la conversación Diez – Ospina. Que al señor Hoyos solamente le guste aquello que él mismo piensa y aquellos que están de acuerdo con él es asunto suyo (poco interesante, además).

     

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  7. Lucas Ospina

    febrero 25, 2009

    LA FACULTAD ADVENTICIA

    El problema de la crítica no es que haya o no haya crítica, que haya un juez o no lo haya, que haya un juicio crítico o que no lo haya, ya lo dice Baldomero Sanin Cano en una carta de 1946 donde le dice a Hernando Tellez que la dolencia que este manifiesta por la ausencia de críticos y crítica de arte en Colombia le parece un tanto inexplicable:

    “No hubo necesidad de grandes críticos para que el mundo comprendiera la obra de los artistas del Renacimiento. Ni es necesario que hoy existan para que las generaciones actuales gocen con la observación de la estatuaria griega conservada y de las obras de arquitectura de los helenos, los egipcios y los romanos. Los críticos no hacen falta. Si brillan en las historias de las literaturas y si encantan a las generaciones de su tiempo o a las que les siguen, es porque poseen la sensibilidad de los poetas, la imaginación de los novelistas, las gracias del estilo del buen escritor. Su capacidad de críticos es la facultad adventicia.”

    El problema de la crítica es que sólo haya una crítica. Es como si la tragicomedia de Hamlet se redujera al cliché del “ser o no ser”, cuando, como bien lo dice Shakespeare por boca de su personaje, “Hay más cosas en el cielo y la tierra de las que tu filosofía piensa”.

    La palabra “adventicia”, usada por Sanin Cano, es generosa para sopesar el caso del soliloquio paradójico del crítico planteado por Diez o la propuesta de renunciar al “juez Hércules” planteada por Quinche:

    1. Extraño o que sobreviene, a diferencia de lo natural y propio. 2. adj. Biol. Dicho de un órgano o parte de un animal o de un vegetal: Que se desarrolla en lugar distinto del habitual.

    Y es ahí donde entra este aparato de crítica “extraño” que se “desarrolla en un lugar distinto del habitual” llamado “esfera pública”: una máquina de ritmo ciclotímico, pasa de la crítica intimista escrita por Peñuela al striptease crítico sobre el Salón; del revisionismo histórico al revisionismo crítico de Vanegas; del barriobajeando de “Slumdog Millionaire” de Jiménez al artista sensiblero y arribista descrito por Salazar; y, para el caso de este texto, de las voces de dos lectores y medio que comentan sobre las aristas de un problema al soliloquio paradójico que se despacha acá, ventajas de la red, “esfera privada” para algunos, crítica para otros… acaba de llegar el programa tipo ICONTEC donde el Misterio de Cultura planea evaluar lo que pasó en el 41SNA, fue enviada por Rafael Ortiz a quien como “curador regional” lo invitan a participar virtualmente pero no le dan el culo, perdón el vinculo… al final, la invitación promete un “almuerzo con el alcalde”, (¿y cómo se almuerza a través de Skype?), más papaya, más crítica, seguir chuzándole peluca a la esfera púbica…

     

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  8. antonio diez

    febrero 25, 2009

    Pues el asunto, a mi parecer, es decir por qué la crítica; no sólo posee sentido, sino que dicho sentido necesita ser expresado para que los juicios del crítico sean comprendidos; claro está, por quienes se encuentran interesados en comunicarse con él, dentro del mundo del arte. Dentro del cual me incluyo.

    Precisamente porque estoy de acuerdo en que [sin conocer específicamente a cuáles], el crítico considere que una veintena de obras, dan valor al actual “Salón Nacional de Artistas”; más allá de si el nombre fuese, “Regional de Artistas” o “Primera Bienal Internacional de Arte de Cali” -así lo ven otras personas-; estoy convencido de que el Arte hecho de manera seria, procurando la mayor libertad de acción posible dentro de cualesquiera de las prácticas; por tanto: sin ataduras a modelos curatoriales; es lo deseable, y creo, ello arrojaría necesariamente un número pequeño de obras interesantes. Artísticamente hablando, tenemos presentes individualidades, o uno que otro colectivo (especie de artista que requiere varios cuerpos).

    El drama de la vida, dentro del cual todos desarrollamos -dándonos o no cuenta- nuestro papel; hace innecesario remitirnos a la ficticia creación del juez ideal. Éste, sólo es interesante como existencia artística; y sólo si ayuda a desentrañar los por qués, las obras de arte son valiosas o no para una época [la del juez]; lo que nos trae de nuevo a nuestro problema presente de crítica. Y, entonces, al asunto: Acepto al crítico, porque lo considero competente; lo considero competente, porque está enterado y sabe comunicarlo; al crítico le reconozco con mayor vagaje cultural que el corriente [por ello puede criticar], tiene más derecho a opinar que la población promedio; un hombre es culto, porque sabe hablar a otro en el idioma suyo [que no es el que el crítico habla de corriente].

    Es con relación a la última consideración, donde surgen problemas: que hablemos diferentes idiomas, no es mas que un asunto fortuito que no decidimos. La diferencia de cuna, de poder económico no son diferencias naturales; la inteligencia artística, la mera capacidad de generar riquezas [incluidas las plásticas], sí son naturales en cada individuo.

    Es allí donde topo el fallo del crítico: debe estar en capacidad de comunnicarse sobre estas bases; sin caer en el “sentir” personalmente las cosas; allí, comparto su posición, esto sí, de que al artista criticado sienta que se refiere a un asunto de índole personal, cuando usa “autista”, para referirse acaso, a obras [artistas individuales o colectivamente] vacuas de sentido; para nada es un asunto que deba importar demasiado, porque es menos lesivo a la postre, hablar sin tapujos y sin saña; que hablar con cautela, inocua y, quizás; premeditadamente. De no ser así, habría que evitar decir cualquier cosa. Matar la comunicación.

    Cuando estos puntos son dejados de lado, aunque el crítico no lo haga adrede; sólo se reproducen los valores que una clase dominante predetermina; evitan la movilidad de valores entre las distintas clases, porque exigen hablar su idioma; ¿qué puede decirse de la Tiranía que como Imperialismo cultural vivimos?, que tantas veces, ni aún hablando el idioma del imperiçalista, se es tenido en su justo valor a un artista que no hace parte de él, sino como vasallo.

    He expresado que la diferencia es necesaria, y valiosa; y aunque la “democracia” entendida como rasero, es contraria a tal consideración; nada quita el reconocerle que hace “valoración” del individuo, más allá de su clase. Tal valoración, no es sólo en términos económicos; pero es necesario tener presente que dentro de un espíritu capitalista en que vivimos, entender inclusive que todo hombre es una máquina de producir dinero, habría de servirnos para ver, más en detalle, esa relación entre el dinero narco y los artistas.

    Para terminar: no es poco valiosa la obscuridad: para ver un camino; sólo luz o sólo obscuridad serían inútiles.

    ***

    Por cierto: cuando acepto a alguien como crítico; lo hago y hasta “obedezco”, sus observaciones; lo que no implica que obedezca sin pensar. Y por cierto: no es el único. Distinto es que sea el único, que conozco y considero opinado; así sea [por la, esfera pública], virtualmente.

     

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  9. antonio diez

    febrero 26, 2009

    En, “Manual de pintura y caligrafía”, José Saramago cita a un pintor medieval: Vitale da Bologna, por el cual se siente muy interesado, el pintor que en ése momento, parece, devenía Saramago, concreta o ficticiamente; como protagonista del texto.

    Tras leer, me sentí de inmediato interesado en saber quién era ese pintor Vitale da Bologna; fui a buscar en la biblioteca Luis Angel Arango, y pude a la final encontrar un par de diapositivas del artista.

    Sirva la anécdota para explicar, qué busco en la palabra del crítico: una guía; que desde luego me deja en libertad de rastrear a tal o cual artista, sin que me obligue a seguir una doctrina estética o de pensamiento.

    Que me halla centrado tanto en el crítico Lucas Ospina, hasta el grado de que se interprete como un diálogo entre él y yo

    -como lo sentirían algunos-; responde a que lo LEO, en este espacio; como leo a un AUTOR que me interesa, de modo análogo al citado. Particularmente, me interesaría saber cuáles son las obras, o los artistas que él considera valen la pena tener en cuenta de éste Salón, de ser posible en su totalidad, o si ya los citó; en qué o cuáles escritos aparecen las citas para buscar la información

    [no todo el tiempo leo la Esfera Pública]. Ello me sería muy útil, con objeto a aplicar lo que, con Saramago, en su momento hiciera.

    Los otros asuntos relacionados, y no estríctamente de materia artística, (la relación de la economía narca y los artistas afectados por ello, el problema de la “marraniada” a los regionales con el 41SN….,etc.); concedo: no son el CENTRO que importaría más, y otros críticos están mirando esos asuntos.

    Cordialmente.

     

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  10. Lucas Ospina

    febrero 27, 2009

    Un dibujo de Turbay esquiando; varios dibujos que dibujan lecciones de dibujo; el guión en imágenes de una película del género gótico tropical; el dibujo de un letrero de un cine viejo de ciudad; una grabación de una tarima que se cayó; un cuarto donde caía arena del techo; el video de una mujer corriendo; un collage de videos bizarros al lado de un collage de objetos normales pero envueltos de forma extraña; un espacio rodeado de pared a pared con manchas de una infección pictórica rojiza y opaca; una mujer haciendo algo minucioso al aire libre en una finca; un video de un viejo polítiquero que se enfrenta al político que fue de juventud; un crucigrama difícil de llenar; unas repisas con objetos de vidrio que caen al piso sin motivo aparente; una acción de alguien que limpia el suelo una y otra vez mientras el público le pasa enfrente; un grupo de personas que “manifiesta no saber firmar”; una baranda perdida que apareció en un lugar lejano; una cancha de basquetbol alargada con los aros de anotación muy altos y muy pero muy lejos…

    Dije que eran 15 o 20 obras, una escogencia “subjetiva y circunstancial” según un curador, pero más allá del criterio de “verdad” que algún apocado le de a la selección, el acento que me importa señalar es que las obras son hechos singulares, gestos individuales y no el plural a que la demagogía participativa o la teoría de conjuntos curatorial le dedica tanta tinta en sus labores de “investigación”.

    La mayoría de las curadurías son para ver en catálogo, ahí, gracias al diseño y al retoque digital toman forma y dimensión… en el Salón “vi 15 o 20 [hechos singulares] que trascienden el rifirrafe político-cultural”.

     

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  11. antonio diez

    febrero 27, 2009

    Sr.:

    LUCAS OSPINA,

    Saludo

    Ésta, para agradecerle.

    Personalmente, no tuve la oportunidad de estar en Cali viendo el Salón: empezó después que había partido,

    (estuve casi dos meses por asuntos de trabajo -septiembre/octubre-, ya se anunciaba entonces la URGENCIA, y, entusiasmado con la posibilidad de ocuparme en paseos culturales, no sólo museísticos -dado que vivo en Bogotá, y soy de pocos amigos-; pregunté cuándo era: Nadie sabía nada: ni Proartes, ni Banrepública -cultural-, ni Biblioteca Departamental…) En fín, hubo necesidad de hallar agrado en una salseadero y en Lugar a Dudas. Paro de contar.

    La descripción visual, ¡¡es maravillosa!!;

    aunque sé, toda imagen es, por naturaleza; intrínsecamente insuficiente, falaz; lo que Ud. me ha descrito, me llena un vacío; pues, si no asistí físicamente de ninguna forma; sí puedo imaginar, a partir de la vista suya. Nadie más -conste-, lo ha hecho con suficiencia; aunque hayan hablado hasta discursos, en torno al Salón. Le dije, también miro individualidades.

    Lo más (paradójicamente) “concreto”, para mí; es la serie de imágenes que traigo ahora a mi mente, sin la mediación de una fotografía o video que me dicen cómo imaginar. Con su sugerencia, aunque personal y ajena, (que podría ignorar cuando lo quisiera), la mirada de OTRO es válida; más, si los ojos son cultos. La muerte de otro, me confirma que moriré (algún día…).

    Aunque sigan las discusiones; no restándome -personalmente-, nada más que decirle, ni qué esperar me despido, hasta el próximo Salón Nacional, Regional, Bienal Internacional, Local…, etc.

    Cordialmente:

    ANTONIO JOSÉ DÍEZ

     

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