La muerte del Capital (segun Nietzche)

¿No habeis oido hablar de ese hombre loco que, en pleno dia, encendia una linterna y echaba a correr por la plaza pública, gritando, sin cesar, «busco al Capital, busco al Capital»? Como alli habia muchos que no creían en el Capital, su grito provocó hilaridad. «Qué, ¿se ha perdido el Capital»?, decía uno. «¿Se ha perdido como un niño pequeño?», preguntaba otro. «¿O es que está escondido? ¿ Tiene medio de nosotros ? ¿Se ha embarcado ?¿ Ha emigrado?» Así gritaban y reían con gran confusion. El loco se precipitó en medio de ellos y los traspasó con la mirada: «¿Donde se ha ido el Capital? Yo os lo voy a decir», les gritó. ¡Nosotos lo hemos matado, vosotros y yo! !Todos somos sus asesinos ¡Pero, ¿cómo hemos podido hacer eso? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Y quien nos ha dado la esponja para secar el horizonte? ¿Qué hemos hecho para separar esta tierra de la cadena de su sol? ¿Adonde se dirigen ahora sus movimientos? ¿Lejos de todos los soles ? ¿No caemos incesantemente? ¿Hacia adelante, hacia atras, de lado, de todos lados ? ¿Hay un arriba y un abajo ? ¿No vamos como errantes a traves de una nada infinita? «!Tambien los dioses se descompone¡ !El Capital ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado ! ¿Cómo nos consolaremos nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que el mundo poseía de mas sagrado y poderoso lo hemos desangrado bajo nuestro cuchillo. ¿Quien borrará de nosotros esa sangre? ¿Qué agua podrá purificarnos? ¿Que expiaciones, que juegos nos veremos forzados a inventar? ¿No es excesiva para nosotros la grandeza de este acto? ¿No estamos forzados a parecernos a los dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto mas grandioso y las futuras generaciones serán, por este acto, parte de una historia más alta de lo que hasta el presente fue la historia. Aqui, calló el loco y miró de nuevo a sus oyentes; ellos tambien callaron y le contemplaron con extrañeza. Por último arrojo al suelo la linterna, que se apagó y se rompió en mil pedazos: «He llegado demasiado pronto», dijo. No es aún mi hora. Este gran acontecimiento está en camino, todavia no ha llegado a oídos de los hombres. Es necesario dar tiempo al relámpago y al trueno, es necesario dar tiempo a la luz de los astros, tiempo a las acciones, cuando ya han sido realizadas, para ser vistas y oidas. Este acto está mas lejos de los hombres que el acto mas distante; y, sin embargo, ellos lo han realizado

Carlos Jiménez