De qué dependen los independientes?

¿De qué depende un espacio independiente?, ¿cómo hace para funcionar y generar sus proyectos?, ¿se pierde independencia al recibir apoyo del Estado o la empresa privada?

En términos de financiación y funcionamiento ¿de qué depende un espacio independiente?, ¿cómo hace para funcionar y generar sus proyectos?, ¿se pierde o se gana independencia al recibir apoyo del Estado o la empresa privada?

El debate sobre la Galería Santa Fe hace parte de una discusión sobre las políticas de circulación de las prácticas artísticas. En este contexto, el IDARTES acaba de anunciar que va abrir una convocatoria para apoyar proyectos específicos propuestos por espacios independientes y organizó el encuentro Circulaciones en disidencia (del cual publicaremos un par de textos en el curso de la semana que viene). Sobre este y otros temas hablamos con Iván Ordoñez, editor de Privado.

La independencia de los independientes
[audio:http://esferapublica.org/idartescirculacion.mp3]

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Por la plata baila el perro… Lo público en Colombia no vale una misa. Hoy marcho con los estudiantes por una Colombia más solidaria, pero, sobre todo, más crítica, menos sanchopancesca.

Historietas locales

En una mesa redonda cuyo tema central era Ciudad Solar, se habló de esta experiencia como un referente importante para pensar en todos los espacios independientes que se han generado posteriormente.

Ciudad Solar fue creada en Cali a inicios de la década del setenta y se financiaba, por lo menos su planta física, con recursos familiares de Hernando Guerrero, uno de sus integrantes. Según la historia, este espacio cierra las puertas de su primera etapa cuando la familia de Guerrero se niega a seguir suministrando la casa a esta iniciativa porque el joven se fue de viaje y al parecer no tenía fecha de regreso ni intenciones de volver. En palabras de Katia González, quien ha hecho de Ciudad Solar uno de sus temas de investigación: “esta experiencia también pasa a la historia por el empeño de su fundador, Hernando Guerrero, quien logró que la familia cediera una de sus casas para que “unos pocos buenos amigos” vivieran en comunidad y desarrollaran proyectos en fotografía, cinematografía, serigrafía y edición de revistas.”[1].

Cuarenta años después un grupo de estudiantes y realizadores audiovisuales caleños deciden tomar una casa en alquiler en el oeste de la ciudad, para abrir un espacio independiente cuya financiación inicial fue similar a la de Ciudad Solar: a través de fondos familiares que sirvieron para dar el primer impulso al proyecto y luego encontrar maneras autónomas de financiarse. Así, La Cubeta Pentaprismática, un laboratorio que permitiría a los estudiantes de las cuatro facultades de arte de la ciudad enfrentarse al ejercicio de exhibir su trabajo yendo más allá de los pequeños nichos que las escuelas delimitan, abrió sus puertas en el 2011. El lugar contaba con una sala de exhibición, un teatro que servía de escenario a diferentes cine clubes de la ciudad, una pequeña cafetería y la oficina de una productora audiovisual.

Durante un año los integrantes de La Cubeta Pentaprismática realizaron un gran número de muestras, talleres a manera de laboratorios, una convocatoria para exhibición, programación constante de los cine clubes y eventos de contenidos y procedencia diversa. Mantenían un ritmo activo en su programación, absolutamente demandante para un grupo pequeño detrás de la producción que esto implica. Pero lo más importante- y al igual que los espacios independientes generados por artistas- lo que movía a este grupo era un sentimiento afectivo y de creencia en lo que hacían, en impulsar y desarrollar pensamiento crítico y experiencia estética desde las prácticas artísticas. El espacio cerró en diciembre del 2011.

Ciudad Solar y La Cubeta Pentaprismática. Una y otra experiencia pueden tener cosas en común. Pero lo que me interesa anotar es que ambos se financiaron en parte con recursos propios, con recursos familiares de los jóvenes integrantes. Y surgen los cuestionamientos: ¿La financiación familiar indica que no había otra forma para iniciar el proyecto? ¿A qué escenario de posible financiación podía acceder un espacio como La Cubeta Pentaprismática al iniciar sus actividades? Intentaré describir algo de ese posible escenario:

A mediados del 2009 aparece en Cali la propuesta de Industrias Culturales, una iniciativa privada y de carácter mixto financiado por el BID y el FOMIN y desarrollado por Comfandi, Mincultura, las dos Secretarías de Cultura de la ciudad, la Alcaldía, entre otras instituciones (puede ver la lista completa aquí). Industrias Culturales planteó apoyo en capacitación a todas aquellas propuestas que conformaran el proyecto a través de una aplicación. La primera pregunta  estriba en cómo accedería un proyecto como La Cubeta (y otros similares desarrollados en la ciudad) a las expectativas que el modelo de Industrias Culturales plantea. No me refiero a los marcos conceptuales que sostienen la aplicación de IC, pues en ellos se justifica la pertinencia del modelo, me refiero a la ejecución de éste en donde voceros, capacitadores o instructores de IC insisten en que los proyectos aplicantes tracen líneas como quiénes son sus clientes, cuál es su mercado. Parámetros a los que tal vez pueda responder de una manera directa, por dar un ejemplo, las academias de salsa que abundan en la ciudad y hacen parte de IC, pero no necesariamente los espacios independientes de los cuales estamos hablando

¿Hay un producto comercial de por medio que un laboratorio de experimentación de prácticas artísticas, principalmente de estudiantes, pueda ofrecer al mercado local? ¿Qué le puede ofrecer al reino de la cirugía plástica, la industria azucarera y de licores? ¿Un exposhow de las artes? Quizás… No lo sé. Dejando a un lado ideas timoratas de un arte aislado del mercado, la cuestión es que en sistemas en los que parte de los recursos para la cultura se entregan a un modelo que aparentemente deja a un margen a los sectores “no productivos”, la única alternativa que les da es tenerlos ahí como buenos aliados, con la promesa de una posible financiación o estrategia de sobrevivencia, que supuestamente será alcanzada a través de la capacitación. Me pregunto: ¿si La Cubeta hubiera aplicado a este modelo de IC (¿aplicó?) aún existirían en el formato en que le conocimos?

Cabe preguntarse si fuentes como IC que reúnen parte de los recursos para la cultura en Cali – de los cuáles se podrían obtener fondos para los espacios independientes, desde la empresa privada o de recursos públicos debido a su carácter mixto-, se cuestionan si los productos, insumos o metas exigidas pueden ofrecerse en las prácticas llevadas a cabo en espacios independientes. En esas circunstancias, tan sólo renunciando a ciertas libertades características de estos espacios -como los es por ejemplo no tener que diseñar su programación bajo un carácter de rentabilidad- podrían obtenerse beneficios reales de ese tipo de modelos. Se que existen otros resultados estimulados por IC donde los proyectos impulsados han sido beneficiados, y que han desarrollado proyectos abiertos para la ciudad, pero los traigo a colación pensando en las características de los espacios independientes frente a las expectativas de IC.

Siguiendo con un boceto tentativo de las alternativas de financiación a las que se pudo enfrentar La Cubeta, y a temas paralelos que le afectan, recuerdo un evento del año 2010. Un encuentro de espacios y organizaciones de todo el país realizado en Cali por Mincultura y Asocamaras[2]. A manera de “retiro espiritual” llegaron artistas representantes de organizaciones y/o colectivos  a internarse durante una semana para ser orientados en el camino de formalización de sus iniciativas. Los instructores, contratados por Asocamaras y muy diestros en sus temas, caían en las mismas exigencias que los voceros de IC, pero además utilizando un lenguaje que no tenía como principio las condiciones específicas del campo de las artes plásticas y visuales. Daba la ligera impresión de que los instructores podrían haber iniciado la semana dando clase a microempresarios de la peletería, posteriormente a farmaceutas y terminando con el grupo de artistas, como si lo único importante fuese aprender a vender pieles de res, acetaminofén o performances.

Como La Cubeta Pentaprismática existen otros espacios en la ciudad que son gestionados por estudiantes, jóvenes artistas o colectivos, todos con diferentes maneras de financiamiento, que van desde el clásico vender fiestas y cerveza hasta buscar recursos del erario público a través de convocatorias locales, de las cuales se hace mínima difusión (hay que preguntarse el porqué de esa escasa circulación). Tal es el caso de las  últimas dos versiones de la Convocatoria Departamental de Proyectos Culturales, abierta por la Gobernación del Valle del Cauca. Esta sería otra de las posibles alternativas a aplicar por espacio en sus inicios. El panorama puede ser más amplio pero desconozco, (habiendo indagado) otras alternativas institucionales para buscar financiación. Espacios como La Plástika Rayada , Convulsión Party (colectivo Sonido Visión), Casa Mata y se me escapan más nombres todos desarrollados en Cali, que hacen parte de la discusión sobre la gestión de recursos y la capacidad de sobrevivir en ambientes austeros como éste. La Cubeta, al cerrar, se escapó de repetir la historia del Bodegón en cuanto a su situación financiera ¿Es posible que durante el año que estuvieron activos lograran hacer un paneo de las formas de financiar su proyecto, tanto en el sector público como en el privado? Diría que no, por todo lo que implica mantenerse vivo y potente como espacio, y además tener que salir a gestionar, portafolio en mano, en un contexto local precario, corrupto y burocrático, en cuanto al sector público se trata. Sí, se supone que esta gestión es una responsabilidad de los espacios independientes, pero no hay que obviar que las dos cargas pueden acabar disminuyendo a los espacios y a sus integrantes.

No es un secreto que uno de los eventos independientes más reconocidos de la ciudad como es el Festival de Performance, festival tras festival, sigue después de sus tantas versiones gestionando los recursos para hacerlo. Pensaría que ni siquiera un espacio como lugar a dudas está exento de las vicisitudes de la gestión de recursos, insisto, en una ciudad donde las condiciones para la gestión no son promisorias en el caso de lo privado, ni dignas en el caso de los recursos públicos. Tal vez en 40 años se escriba sobre algún otro espacio independiente hecho por artistas, que tiene sus reminiscencias en un mítico Ciudad Solar, y que 80 años después aún sigue siendo financiado inicialmente por recursos familiares. O, ante la frustración consecuente por aplicar a recursos públicos o privados nos convirtamos –radicalmente- en un sector que niegue las instituciones y sus políticas. Hay que tomarse el tiempo  de leer observaciones como las que se hacen en esta editorial[3] sobre la generación de hoy: “Hacen y defienden a capa y espada lo que la gran industria no les ofrece: libertad”.

 

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SALÁ LA CONVOCATORIA from Dektol on Vimeo.

 



[1] La ciudad de unos pocos buenos amigos, publicado en Blanco y Negro, el único ejemplar del periódico editado por el 41 SNA y el Festival de Performance de Cali.

[2] Asociación de cámaras de comercio del Suroccidente