La estética del narcotráfico

En mi opinión, lo primero que es importante notar es que la estética del narcotráfico en Colombia ya no pertenece solamente al narcotráfico sino que forma parte del gusto popular, que la ve con ojos positivos y la copia, asegurando su continuidad en el tiempo y en las ciudades.

Observaciones [para arquitectos] sobre la estética del narcotráfico en Colombia

Hablar de la estética del narcotráfico hoy, con una mirada desprejuiciada, es una empresa difícil y sobretodo contradictoria. Por un lado, los códigos estéticos del narcotráfico en Colombia, hacen parte de la identidad y el devenir nacionales, por lo que es superficial descartar la estética ‘narco’ en nombre del buen gusto. Por otro lado, es una estética ostentosa, exagerada, desproporcionada y cargada de símbolos que buscan dar estatus y legitimar la violencia. Seria deseable que la arquitectura no fuera uno de sus medios.

Resulta casi imposible el recuerdo de mi ciudad obviando la realidad del cartel de Cali, que produjo una economía boyante y ficticia de la que hoy vemos ruinas y consecuencias; dejando como herencia visible una estética que ya todos podemos identificar a través de fachadas de portones griegos forradas de mármoles y enrejados dorados, carros estridentes y cuerpos de hombres engallados con oro y mujeres hinchadas de silicona. Cali es una ciudad marcada por el narcotráfico y contaminada por las influencias de su estética. Durante las ultimas tres décadas ha pasado de ser la capital de la salsa a ser la capital de la mafia y de la cirugía plástica. Estos procesos que caracterizan a Cali, sin embargo, son comunes a muchas ciudades del país, entre las que podríamos incluir a Bogota, según recientes declaraciones del alcalde Garzón al periódico El Tiempo, en las que afirmo que “Bogota se esta llenando de traquetos”.

A pesar de todo esto, quisiera tratar de crear una mirada positiva sobre el fenómeno de la estética del narcotráfico, enfatizando que no es mi intención avalar el tipo de arquitectura que esta produce o discutir si esta estética y el gusto que de ella se deriva están bien o mal. Mi interés radica en la curiosidad por analizar un fenómeno que existe y que no podemos obviar, proponiendo la posibilidad de crear una nueva interpretación. Me pregunto como pensar específicamente en la arquitectura del narcotráfico, no como un grupo de edificios ilegales y de mal gusto, sino como un compendio de evidencias útiles para arquitectos.

En mi opinión, lo primero que es importante notar es que la estética del narcotráfico en Colombia ya no pertenece solamente al narcotráfico sino que forma parte del gusto popular, que la ve con ojos positivos y la copia, asegurando su continuidad en el tiempo y en las ciudades. La difusión de la estética del narcotráfico es una evidencia del vacío institucional Colombiano: no hay un sistema de cohesión social mas fuerte que sea una alternativa al modelo del poder y la justicia social que ha proporcionado el narcotráfico. Como lo describe Alonso Salazar en el libro Drogas y Narcotráfico en Colombia :

Los ‘hombres de honor’ tienen de si mismos una imagen positiva de defensores del orden y ejecutores de la justicia esencial que las autoridades constituidas no son capaces de garantizar… En la medida en que el estado dejo de ser un instrumento de justicia, la clase política tradicional dio muestras de descomposición y la iglesia no respondió a las demandas de los nuevos tiempos, la sociedad se quedo sin paradigmas y los traficantes tuvieron un terreno despejado para convertirse en referentes de identidad

Drogas y narcotráfico en Colombia, Alonso Salazar, Editorial Planeta, Bogota 2001, p. 65-66

Dentro de este fenómeno la arquitectura, realizada por auto-construcción en barrios de invasión, o por encargo; juega un papel fundamental como medio difusor de la estética ornamentada, ostentosa y desproporcionada que el narcotráfico ha utilizado en una gran cantidad de edificaciones. Podemos como arquitectos aprender de estos fenómenos que caracterizan nuestras ciudades y utilizarlos para crear arquitectura que no enfatice la representación de lo narco sino un gusto popular acumulado que puede transformarse en una propuesta arquitectónica de alta calidad y a la vez, atada al contexto?

En 1909, Adolf Loos, arquitecto vienes, escribió el texto Ornamento y Delito , que a mi modo de ver, es aun vigente no solo para la practica de la arquitectura en el mundo, sino en el contexto local colombiano. Loos condeno el uso del ornamento como una fachada que utilizaba superficies y formas ornamentadas y copiaba estilos del pasado para simbolizar el esplendor de las instituciones monárquicas de Viena en ese momento; cuando en realidad atravesaban un periodo inestable de lucha con el poder liberal. Estas fachadas pretendían también dar estatus a la burguesía emergente, que buscaba desesperadamente demostrar que acumulaba riqueza y podía acumular también ‘buen gusto’. Esto a los ojos de Loos, era un síntoma de degeneración intelectual que alejaba a su pueblo de los tiempos modernos. Para el la cultura y el acceso a la educación tenían como consecuencia lógica el abandono del ornamento . Ausencia de ornamento es signo de fortaleza intelectual . Loos dirigió su texto exclusivamente a los aristócratas de su tiempo, argumentando que eran ellos quienes podían alcanzar el clímax de su existencia a través del arte y no a través del ornamento.

Las cosas ornamentadas causan verdaderamente un efecto inestético cuando han sido ejecutadas con el mejor material y con el más alto esmero, y cuando han requerido un largo tiempo de trabajo….

La persona moderna, que considera sagrado al ornamento, como signo de derroche artístico de épocas pasadas, reconocerá inmediatamente lo atormentado, lo penosamente conseguido y lo enfermizo de los ornamentos modernos. Ningún ornamento puede nacer hoy de alguien que viva en nuestro nivel cultural.

Distinto es con personas y pueblos que todavía no han alcanzado este nivel…

¿Predico a los aristócratas. Soporto los ornamentos en mi propio cuerpo si constituyen la alegría de mis conciudadanos. Entonces son también mi alegría. Soporto los ornamentos del cafre, del persa, de la campesina eslovaca, los ornamentos de mi zapatero, pues ninguno de ellos tiene otro medio para llegar a las cimas de su existencia. Pero nosotros tenemos el arte, que ha sustituido al ornamento.

Escritos I, Ornamento y delito, El Croquis Editorial, Madrid, 1993, pp. 353-354

Las fachadas de inmuebles construidos para el narcotráfico en Colombia tienen también la intención de dar estatus a una burguesía emergente, y además instaurarla como institución. A diferencia de la situación que Loos describe en su ciudad y en su tiempo; estas fachadas pretenden reemplazar el poder de las instituciones, que su dinero puede comprar, por lo que se construyen sobre la destrucción de la institución oficial. En este sentido, son piezas importantes de nuestra historia reciente y evidencia de instituciones débiles y valores trastocados, y por lo tanto relevantes para un análisis formal y simbólico que concierne a la arquitectura de nuestras ciudades.

En 1972, Robert Venturi y Dense Scott Brown publicaron Aprendiendo de la Vegas , un libro que partía de la intención de buscar aprender arquitectura de Las Vegas, la ciudad que en estados Unidos y en el mundo simboliza el vicio, la degeneración, el valor exagerado dado al dinero, la prostitucion y el alcohol. Treinta años después de publicado Aprendiendo de Las Vegas , cuyo subtitulo dice el simbolismo olvidado de la arquitectura , haciendo referencia a la importancia de rescatar el simbolismo, mas que el espacio arquitectónico como tal. Vale la pena preguntarse si queremos olvidar el simbolismo o si optamos por utilizarlo sin acudir al manejo de lo que representa, como una estrategia formal que construye la cara de nuestras ciudades y que después producirá nuevos significados.

Creemos que los arquitectos, salvo unos cuantos obcecados, empiezan a comprender que aquellos que aprendimos de Las Vegas, y que por implicación, ellos también deberían aprender, no consiste en colocar anuncios de neon en Los Campos Eliseos o un aviso “2+2=4”, en el tejado del Edificio de Matemáticas, sino de reafirmar el papel del simbolismo en la arquitectura, y de paso, aprender una nueva receptividad a los gustos y valores de otras personas y aplicar una nueva modestia a nuestros diseños y a la idea que tenemos de nuestro papel como arquitectos en la sociedad. La arquitectura debería ser, en el ultimo cuarto de este siglo, socialmente menos coercitiva y estéticamente mas vital que los porfiados y ampulosos edificios de nuestro pasado reciente. Los arquitectos podemos aprender esto de Roma y de Las Vegas, y de cuanto veamos a nuestro alrededor, siempre que se nos ocurra mirar.

Denise Scott Brown, prologo a la edición revisada 1977 de Learning from Las Vegas

En nuestro contexto, el simbolismo y la iconografía son importantes, y la estrategia de la copia ampliamente difundida. Como arquitectos estamos acostumbrados a copiar modelos. Aprendemos con ejemplos de la arquitectura del primer mundo, o de América Latina legitimados por la historia y por publicaciones reconocidas. Muchas de las obras que reconocemos como modelo de la arquitectura de nuestro país, están inspiradas en modelos internacionales. El primer mundo influye en la construcción de nuestra arquitectura y esto a mi modo de ver, no excluye la posibilidad de mirar en otra dirección. Así como podemos aprender de Las Vegas, Viena o Roma, podemos aprender de Cali o Medellín o de cuanto veamos a nuestro alrededor.

Barrio El Ingenio, Cali, 2005

Vale la pena anotar que la estética del narcotráfico se ha ido transformando. La tercera generación de los carteles de la droga ha cambiado la estrategia de la ostentación por la del camuflaje, en la medida en la que el comercio ilegal de drogas ha exigido diversificación, ramificación y ‘sofisticación’. El ornamento ha dado paso a superficies lisas y persianas de aluminio que copian las casas ‘modernas’ de ejecutivos jóvenes y destacados de grandes empresas, que a su vez son copias de residencias que podemos encontrar en revistas de arquitectura que vienen de Europa o Estados Unidos. Ya no se sabe quien copia a quien, y en la compleja yuxtaposición de modelos que estos procesos evidencian, encontramos replicas tanto de iconos como el Capitolio en Washington como fotos estándar de fachadas hechas de persianas de aluminio, y pintadas de blanco con algunos toques de amarillo, combinación que ha causado furor en la arquitectura de Cali.

En la secuencia de fotos abajo, podemos ver los tipos de fachada que se ha ido construyendo en el barrio El ingenio de la ciudad de Cali, en un lapso de mas o menos diez años. Desde la fachada voluptuosa con balcones redondeados, columnas doricas, mármoles y rejas doradas, pasando por espejos exteriores y combinaciones de enchapes diversos, llegamos a superficies blancas y lisas, rejas rectas y opacas y enchapes de piedra muñeca; estética que tanto en casas como en edificios se ha impuesto en los últimos años en la construcción de este barrio, identificado en Cali como un barrio ‘traqueto’.

Barrio El Ingenio, Cali, 2005

La última foto es una copia de casas que como arquitectos hemos visto en muchos catálogos y revistas. ¿Y las otras tres? A pesar de que las casas de suburbio norteamericanas han sido un modelo típico de la arquitectura del narcotráfico, éstas casas no están copiando modelos específicos y han sido copiadas por la arquitectura popular. ¿Quién copia a quien? No se trata de rescatar el modelo, que en algunos casos ya no se puede identificar, sino la estrategia formal que aunque congestionada, es menos insulsa en las primeras fotos que en la ultima.

Como arquitectos podemos optimizar el uso del ornamento sin descartar la riqueza en la combinación de materiales y formas que podemos observar en fachadas como las que muestran las primeras fotos, creando una arquitectura local sin malgastar material o fuerza de trabajo. En palabras de Loos El ornamento es fuerza de trabajo malgastada y, por ello, salud malgastada. Así fue siempre. Hoy, además, también significa material malgastado, y ambas cosas significan capital malgastado.

Escritos I, Ornamento y delito, El Croquis Editorial, Madrid, 1993, p. 351

Cuando el gusto por la estética del narcotráfico se traspasa al gusto popular, ocurren excesos como el que se muestra en la foto, que se repiten a lo largo de nuestras ciudades. Las escaleras excesivamente ornamentadas y trabajadas que contrastan con una edificación a medio terminar y hacen pensar en una inversión innecesaria. Viviendas como la que nuestra la foto se construyen por etapas, y es evidente que aquí la necesidad de alardear mostrando la balaustrada, tiene prioridad sobre la tercera etapa de construcción. Para mí sin embargo, con balaustrada o no este tipo de escalera destacada en fachada, tiene muchas bondades. Las escaleras exteriores son un símbolo importante para muchos hogares, además de ser una necesidad practica para independizar el segundo piso. Si fueran usadas como un elemento constitutivo repetido en los proyectos de vivienda en los que la renta por pisos es conveniente, no solo asegura mas espacio interior y la felicidad del cliente, sino el uso activo del anden como espacio publico, y la riqueza visual de cuadras y manzanas.

Haciendo énfasis en las fachadas sus símbolos y riqueza potencial, se puede lograr una buena ciudad, cuidando el mal gasto de recursos, tanto económicos como simbólicos. No solo las escaleras externas sino los portones de entrada, las ventanas y el uso de combinaciones de materiales pueden crear un patrón homogéneo, como en el ingenio, que se puede observar destacando cualidades. Este barrio tiene andenes activos y antejardines abiertos, cierta regularidad en el las alturas y patrones formales como balcones sobre los portones de entrada, que lo hacen un barrio espacialmente mejor que las comunidades cerradas, separadas de la ciudad por vayas de seguridad y policías. Si este tipo de bondades se repitieran en proyectos de vivienda, seguramente tendríamos una ciudad mas amable y diversa. Por su calidad de barrio abierto, además, El Ingenio se ha convertido en un evento navideño famoso en Cali. Miles de personas visitan el barrio en diciembre y enero, haciendo paseos nocturnos para apreciar los adornos de luces que los habitantes crean en las fachadas.

A pesar de la lucha frontal que nuestro país ha conducido contra el narcotráfico, las cifras indican que la producción de coca y la exportación de cocaína no han disminuido. El consumo continua creciendo y la diversificación de las actividades de los carteles como la comercialización de la heroína en el mercado, es mayor. Con esta perspectiva la legalización de la droga es el único camino viable frente a un problema que se ha demostrado imposible de combatir y que al ser penalizado ha producido mercados que alimentan la violencia de guerrillas, además de las arcas de los grandes bancos que en el exterior captan las ganancias producidas con nuestros productos.

La revista The Economist ha presupuestado que en la segunda década de este siglo XXI se podrían estar legalizando las drogas.

Drogas y narcotráfico en Colombia, Alonso Salazar, Editorial Planeta, Bogota 2001, p. 18

Así como la legalización de las drogas supone encarar y regular un problema con una estrategia diferente a la penalización, la inclusión de la estética del narcotráfico como una fuente de construcción de la ciudad; llevada a cabo ya por sectores informales como un proceso natural, puede constituirse en una herramienta para la arquitectura colombiana. Los arquitectos podemos contribuir en la construcción de la ciudad sin descartar varios de los patrones estéticos que la arquitectura del narcotráfico ha formado, y sin ‘penalizar’ su calidad estética, o excluir su evidencia con la distancia elitista de quien en nombre del buen gusto copia el buen gusto aceptado por los magazines internacionales, pero condena las copias surgidas desde el contexto de las ciudades de Colombia.

 

Adriana Cobo*

* Adriana Cobo es arquitecta y actualmente trabaja como profesora de la Escuela de Arquitectura y Construccion de la Universidad de Greenwich, en Londres. El texto Es el ornamento un delito? hace parte de su Proyecto Panorama, una serie de textos, exhibiciones y talleres que explora las elaciones entre forma y proceso en contextos urbanos contemporaneos.