La Bienalización de la Realidad: el turismo comprometido

Tal parece que, después de todo, el arte contemporáneo con compromiso social ha logrado tener un impacto sobre la realidad, no al transformarla o dignificarla sino al museificarla. Puede que, pese a la insistencia cotidiana con que defiende el mantra que recita diez mil veces su «esencia política», esa cualidad publicitaria sin la cual sus baratijas valdrían apenas nada, no solo no tenga un impacto sobre las condiciones y la interrelación de las contradicciones del capitalismo tardio, sino que por el contrario haya ayudado a éste a solidificar la perduración de la verticalidad de sus estructuras de clase a través de la estetización y la noción de comunidad.

El «arte contemporáneo» es  la varita mágica del hada Morgana que pretende congelar por 200 años más la permanencia de la pobreza y el conflicto estetizándolos en nombre del capitalismo con una sola licencia: la crítica retórica y ritual a éste. De dia te condeno y te insulto. De noche dormimos y nos reproducimos juntos como íncubos. La libertad, la marginalidad y la subversión solo son hermeneúticas y previamente pactadas como en cualquier fraternidad de Yale. El delirio del conservador contemporáneo es subversivo y marginal.

La «realidad» es entendida como la parte traumática y conflictiva del mundo. El equilibrio, el goce y el placer no solo son inmorales sino más aún «irreales». Todo lo que es equilibrado bello y placentero es samsara, apariencia pura.

La fetichizaciçoin del pobre y la posmodernización de su espacio son una consecuencia directa  del espectáculo creado por el «arte contemporáneo», las bienales y la cultura. Las bienales y los grandes eventos del arte nos han enseñado, como ya el antimoderno Burke en el siglo XVIII, que la pobreza, la muerte y la desgracia ajena despiertan en nosotros «sensaciones límite» (cutting edge) tan extremas como el rafting, el everestismo o el bungee jumping, solo que más «cultas», conceptualizadas y sobre todo con un añadido fundamental: la sensación nirvánica de, al mostrarlas, ser responsable ante la comunidad consistorial-cultural que nos observa constantemente pidiendo la justificación de cada acto . El posmodernismo, fiel a su orígen calvinista, no solo inaugura un nuevo tipo de trabajador de la cultura, el artista vicario y el espectador feligrés sino que también crea el guía turístico y el turista comprometidos.

Las experiencias de «Peligro seguro» y «Sensación límite controlada» representan un nuevo y excitante terreno en el área del turismo de aventura que resulta demasiado parecido a las experiencias posmodernas del ejercicio estético que se realiza en el espacio del museo. Los turistas-espectadores, cansados de los deportes extremos tradicionales, pueden ser captados hacia programas de visitas a comunidades africanas recientemente inmersas en situaciones de violencia y zonas de combate donde pueden hablar con sus protagonistas. Para quien no queda satisfecho con la instalación hipostática de un acto violento o traumático en un museo o en una galería, en Sierra Leona se ofrecen tours por zonas restringidas por su gran probabilidad de ser voladas en pedazos. También existen los «reality tours de desastre» en el Nueva Orleans devastado por la furia del Katrina en 2005 y en Tailandia y Sri Lanka para ver los efectos del tsunami de 2004.

El  Museo no es ya más el recipiente de la «realidad», entendiendo por «realidad» la noción  tendenciosa y demagógica de lo real como lo exclusivamenta traumatico. «El arte debe mostrar la realidad»…¿Es que una simple rana o una araña no son reales?¿ A qué reino pertenecen pues? Lo contrario, el placer, lo bello, es el sueño alienado y reccionario -Mouffe, Haacke- del vulgo ignorante. Con el Turismo Comprometido la realidad traumática ya es el Museo mismo. El intemediario que es el artista bien puede pasar de la obra de arte y convertirse en lo que siempre quiso ser. Un guía peripatético y caminante de la conciencia a través del paisaje abierto de la realidad de la que el mismo quiso alejarse desde su cuna de clase media y la que quiere ver y mostrar para recordar a dónde NO puede ir a parar jamás. A su vez el guía turistico es el nuevo artista autodidacta que imparte conciencia a través del tour.

Si no quiere llegar a tales extremos, el turista-espectador puede optar por el llamado «pobrismo» (poorism) que no representa ningún riesgo o si acaso la sensación cosquilleante de uno mínimo. Si no le basta el niño ruandés de Alfredo Jaar o las marchas mosaicas campesinas de Salgado o Alÿs, están los toures a comunidades de los estratos más bajos de la sociedad como las «Villas miseria» de Buenos Aires, la Villa 20 en Lugano de preferencia, con el fin de experimentar en carne propia su pobreza, su identidad cultural claro, compartir con ellos un «asado de clase trabajadora» y convivir con la multitud de inmigrantes ilegales bolivianos y paraguayos. O pasar una noche en Soweto en Johannesburgo con desayuno incluído o visitar las favelas de Rio de Janeiro por 60 dólares.

Existen en Rio al menos doce operadores ofreciendo tours por la Rocinha, la más célebre de las favelas. En la mañana, algunos operadores visitan primero la selva húmeda y los árboles de tamarindo y en la tarde se visita a los pobres. En los «Jungle Tours» se visita la favela en jeeps camuflados.

video favela tour

Por ejemplo la agencia «Favela Tour» ofrece el siguiente programa:

Salidas:
El tour realiza dos salidas al día y la duración del paseo es de 3 horas.
Inicio a las 9:00 o 14:00 con salida del hotel.

9:30 or 14:30: Llegada a Rocinha. Se dan explicaciones de la arquitectura del lugar, los servicios públicos, carnaval, seguridad y otras curiosidades sociales. El grupo es llevado a una «terraza» local con un panorama increíble, ideal para hacer fotos. Enseguida se baja a la Calle de Gavea, se hace una parada en el centro comercial y mercado de artesanía.

10:30 or 15:30: Llegada a Vila Canoas. Se visita a la escuela de la comunidad que realiza proyectos con el resultado de la renta de la «FAVELA TOUR» y de la venta de productos de artesanía a los visitantes. Al caminar por las callecitas estrechas de la «favela» , se reciben explicaciones acerca de temas como: los proyectos sociales, la política, religión etc. La parada final en un «buteco» (bar típico) es opcional. Regreso a la Van.

11:30 or 16:30: De camino al hotel, se cruzan las playas de la zona sur mientras se escuchan  más explicaciones sobre la sociedad de Rio y sus contrastes sociales.

Existen variables del tour un tanto más «edge» en la Rocinha como el recorrido por la «boca de fumo», ollas de la Via Apia de donde salen las drogas tanto  para los habitantes de la misma favela como para los consumidores de clase alta de São Corrado y la Barra da Tijuca. También existe un hotel,  la Pousada Favelinha en la favela Pereirão entre los barrios Laranjeiras y Santa Teresa, si se quiere experimentar la favela por un mayor lapso de tiempo o tal vez las vacaciones completas.

Es obvio que ante la duda ética del acto de abuso parafílico se debe crear una razón de justificación moral. La ayuda a la comunidad. Favela Tour «trabaja con la comunidad»  y dice dedicar un porcentaje de sus ganancias a la escuela «Para Ti», que brinda aulas de día a los niños de la favela. Marcelo Armstrong, el joven de São Corrado que creó esta empresa en 1992, quizo desde el comienzo que así fuera, para diferenciarse de otras visitas y para demostrar su compromiso con la comunidad. Como dice en sus folletos imitando una retórica de tipo ético: «No é voyeuristico».

Pero la verdad, según David Fennell de Brock University y autor de «Tourism Ethics», el porcentaje real que suelen dedicar las agencias de «Turismo Comprometido» a la comunidad fetichizada no suele ser de mas del 4%. Es decir  que, según el Principio de  Carnegie y por una bicoca, bien publicitada desde luego, la fetichización queda astútamente oculta tras un leve «twist» de reponsabilidad social corporativa. El acto de usura parafilica y usura mercantil pueden desarrollarse sin culpa alguna de cara a posibles reproches éticos. Es el mismo principio mediante el cual el artista social usa a los otros por un espejito para vender luego su fetichización, la obra de arte, a precios exorbitantes en el mercado internacional, antipándose a posibles reproches éticos de críticos y compradores.

Quien se beneficia de la guerra y la pobreza debe comenzar su discurso con una retórica ética, como el matador que recibe al toro con una portagayola en la puerta misma del chiquero. Quien se tome el trabajo, verá que toda declaración artística social comienza al menos con un par de parrafos en lenguaje ético. El abuso en general, como bien lo sabe la siquiatria, siempre se encuentra precedido por una declaración de tipo ético. Pero como percibían los oradores romanos todo preámbulo ético es siempre sospechoso pues lo que es verdaderamente ético no requiere de explicaciones.

El posmodernismo no puede dar rienda suelta a sus perversiones, la misofilía en éste caso, pues el monopolio del Estado se resquebrajaria (Sade, Reich). Pero sí nos permite realizarlas en pequeñas dosis con la condición de que, si somos sorprendidos practicándolas, debemos decir que en realidad lo hacíamos, según el viejo truco de la «práctica de la perversión con fines pedagógicos dirigidos a los buenos ciudadanos» (Laclos), en acto de protesta contra la perversión misma.

Y como no, claro está, para adquirir y crear conciencia social.

Carlos Salazar


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*Video Favela Tour en You Tube http://www.youtube.com/watch?v=6jgiMRdauiI

**Austin Zeiderman,The Fetish and the Favela:Notes on Tourism and the Commodification of Place in Rio de Janeiro, Brazil The Right to the City and the Politics of Space (14 April 2006) Cultural and Social Anthropology, Stanford University.

***http://www.theglobeandmail.com/servlet/story/LAC.20070120.REALITY20/TPStory/Travel/?pageRequested=all