José Aramburo «Artecámara se ha convertido en un termómetro más afinado que el Salón Nacional»

Se han presentado cambios profundos en la escena artística local en los últimos diez años. Estos cambios están asociados a la consolidación de un mercado especulativo cada vez más activo  que ha venido diluyendo la figura tutelar de la institucionalidad; es así como Artecámara se ha convertido en un termómetro más afinado que el Salón Nacional, por ejemplo […] En la otra orilla se puede observar la consolidación de espacios independientes como Lugar a Dudas, Odeon o La Usurpadora que le han apostado a los procesos, haciendo contrapeso al inmediatista paisaje dibujado por la mano visible de la cámara de comercio y sus agremiados. Parafraseando algo que leí en hace un par de meses en Facebook: “estamos peor pero estamos mejor, porque antes estábamos bien pero era mentira, no como ahora que estamos mal pero es verdad”

En esta nueva entrega, nuestro invitado es el crítico y escritor José Aramburo, quien responde a las preguntas sobre la escena artística local, la crítica y la incidencia de las redes sociales.

Desde su punto de vista ¿qué cambios de fondo ha percibido en la escena del arte (local y/o nacional) en la última década?

José Aramburo Se han presentado cambios profundos en la escena artística local en los últimos diez años. Estos cambios están asociados a la consolidación de un mercado especulativo cada vez más activo  que ha venido diluyendo la figura tutelar de la institucionalidad; es así como Artecámara se ha convertido en un termómetro más afinado que el Salón Nacional, por ejemplo. Si bien es cierto que el surgimiento de nuevas galerías y espacios expositivos se tradujo en una proliferación de escuelas de arte/artistas, esto también contribuyó a un vertiginoso aumento de exposiciones y productos artísticos que dificultan su estudio en cuanto a proceso. Parece que el producto –dentro de esta lógica de mercado- es lo único visible y el ejercicio crítico terminó siendo apabullado por las dinámicas casi bursátiles del arte como inversión. En la otra orilla se puede observar la consolidación de espacios independientes como Lugar a Dudas, Odeon o La Usurpadora que le han apostado a los procesos, haciendo contrapeso al inmediatista paisaje dibujado por la mano visible de la cámara de comercio y sus agremiados. Parafraseando algo que leí en hace un par de meses en Facebook: “estamos peor pero estamos mejor, porque antes estábamos bien pero era mentira, no como ahora que estamos mal pero es verdad”

El auge de las redes sociales ha incidido en la forma de hacer visible momentos de la vida cotidiana, obras y modos de pensar. Los algoritmos curan la información y contenidos que pueden ser de nuestro interés. Lo que no interesa sale del horizonte y si hay desacuerdos, se bloquea a los que los propician. En un contexto así ¿qué opciones ve a mediano plazo para la crítica o las miradas que cuestionan el estado de cosas? 

José Aramburo Sin lugar a duda las redes sociales -como una colosal maquinaria democratizadora de la opinión pública- han sacado las discusiones y controversias de los espacios cerrados -y de alguna manera piramidales- donde se desarrollaban tradicionalmente. La naturaleza anárquica de estas plataformas, donde la voz de un crítico espontáneo /aficionado compite en igualdad de condiciones con el pensamiento académico/profesional, hace que la síntesis y el humor sean herramientas discursivas con mayor impacto para la resolución visibilidad de los puntos de vista; los memes y las nuevas  herramientas confrontativas como el bloqueo o el insulto personal -que raramente ocurrirían en un ámbito social, si bien limitan la posibilidad de de profundizar en algún tema específico, sacan a flote elementos subyacentes y antes velados como los celos profesionales, la intolerancia política y prejuicios sociales, por ejemplo. Dentro de las características de este laboratorio social se ha abierto una variedad de estilos críticos que van desde los memes de arte colombiano al revés hasta la crítica académica clásica de esta plataforma, lo que en mi opinión diversifica positivamente las posibilidades de expresión, opinión y crítica. La paradoja está en que esta democratización del estado de opinión tiende a segmentar -en una especie de tribus conceptuales- los espacios de opinión  de tal manera, que las posibilidades de que un cuestionamiento llegue a cambiar algo en el establecimiento sean muy limitadas y francamente no puedo adelantarme al desarrollo de ingeniería social que  podríamos llamar ciencia fricción porque evidentemente el poder comunicativo del mensajero y el mensaje se diluyen ante el artificio del tinglado algorítmico.

Las características que menciona de la crítica en época de las redes sociales me recuerda lo que escribió William López a mediados de la década pasada -y que luego repitieron otros autores- para referirse a la crítica que surgía en Internet y que, a diferencia de la crítica en medios impresos, podría definirse como una escritura espontánea, con altas dosis de emotividad, ironía y humor, cuyos debates dejaban ver pugnas entre distintos grupos de interés y donde a veces campeaba el insulto y la mala ortografía. Se refería la crítica en algunos portales como Ojotravieso y Esfera Pública. Con el paso del tiempo, los debates y el auge de las redes sociales, ese tipo de discusión “en caliente” pasó a Facebook y a Twitter.
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El auge del mercado no solo normalizó la discusión crítica, sino que las discusiones en portales web y redes sociales ha llevado a que muchos de los críticos se autocensuren por temor a retaliaciones de típo laboral dado que el uso de la ironía y el humor suele asociarse con el bullying o matoneo. Para algunos autores que han escrito en esta y otras plataformas, estas son apenas algunas de las razones por las que -salvo contados casos como Ursula Ochoa y Jose Aramburo- no se ha dado una suerte de “relevo generacional” a voces como las de Guillermo Vanegas, Lucas Ospina, Víctor Albarracín y otros tantos que escriben en la red. En una escena del arte donde los aspectos laborales y de mercado cada vez son más relevantes ¿qué piensa usted de este tipo de diagnóstico? ¿Hay autocensura y/o temor a la retaliación laboral o legal?
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José Aramburo La autocensura por miedo a retaliaciones laborales o legales debe existir en alguna medida -sobre todo para quienes tienen trabajo-, pero creo que es un fantasma que no impide que los temas sean debatidos públicamente. Creo que el amiguismo ha promovido más autocensura que el temor a la retaliación. El caso es que este miedo no nos impedirá  seguir disfrutando antagonismos ventilados públicamente -con los respectivos memes, chistes y bloqueos que dejan en las plataformas y redes sociales como una huella efímera de la miseria humana 2.0-

La crítica de exposiciones es cada vez más escasa. El juicio de valor en torno a las obras hace décadas que quedó suspendido y aproximarse a las obras requiere de enfoques que pongan en juego nuestra capacidad de interpretar una obra y el contexto en que se inscribe. En sus textos daba cuenta de momentos, situaciones y lugares relacionados con una exposición y dejaba en suspenso los procesos de valoración, lo que despertaba aún más el interés por acercarse a obras y exposiciones. ¿Cómo nació su interés por escribir y cómo ve ese proceso actualmente?, ¿desde su punto de vista, ¿cómo imagina el futuro y los soportes (Instagram, Facebook, portales) de la crítica a mediano y largo plazo? 

José Aramburo Pienso que los textos  críticos de exposiciones se desarrollan casi siempre desde un lugar muy alejado del público general, lo que se traduce en un estado de prevención e incertidumbre para ese público: alejándolo. Hay en la mayoría de críticos una suerte de arribismo académico que parece ver en esa distancia un lugar seguro para construir un nicho impenetrable. La mayoría de textos críticos no presta mayor atención a  lo anecdótico, gratuito y trivial inherente en  los procesos creativos, siendo estos asuntos de gran importancia para la vida de un hecho artístico. Mi interés estaba en hablar de esos elementos  dentro de un estilo de crónica literaria, con lo que pretendía trivializar el  abordaje críptico, pedagógico  y no pocas veces condescendiente, para privilegiar la observación superficial y la descripción de paisajes sociales que no son tenidos en cuenta usualmente. Hace varios meses dejé de escribir estos textos críticos para dedicarme a terminar una novela de ficción que ha ocupado la mayor parte de mi tiempo, pero sin duda volveré a escribir sobre exposiciones en un futuro cercano.  Con respecto al futuro que imagino para la crítica dentro de los soportes virtuales, creo que se abrirán espacios con todo tipo de estilos y puntos de vista que aportaran nuevos ángulos de percepción que ayudaran en conjunto a tener una visión más global de los temas y fenómenos del arte en detrimento de la profundización académica. De cualquier forma los espacios académicos no dejarán de existir; eso sí, tendrán que competir con los jugadores de la inmediatez y el efectismo que parecen estar ganando terreno en estas plataformas. Como sacar el boxeo del cuadrilátero a las calles, donde los malandros tienen una clara ventaja.

2 comentarios

Pareciera que José se hubiese levantado de un coma profundo inducido hace 10 años y al abrir los ojos lo recibieran con estas preguntas. Que nivel de confusión. Pareciera que percibiera lo que pasa con el arte en Colombia a partir de corazonadas epilépticas…

Considerar la comedia de José Arambro como crítica de arte es una franca sobrevaloración de su condición como cuentachistes patológico.