El jaque de Avelina

Causa bastante curiosidad que encumbrados jerarcas del mundo de la crítica, el profesorado y la curaduría (Desde la Patagonia a Tijuana) tengan entre sus angustias, las consideraciones de creciente popularidad de la crítica mexicana Avelina Lesper quien padece el epíteto institucional de ser alguien semiculto y de pensamientos fáciles y poco profundos. Son muchos otros quienes, por fundadas razones, piensan lo opuesto.

Sin embargo, al hombre de buen juicio no le basta que las razones sean emitidas por una autoridad respetable como la iglesia, el estado, la prensa, el MOMA o el mismísimo Duchamp y sus discípulos. El hombre agudo desea indagar por sí mismo; aspira adecuar sus pensamientos a la realidad y a purificarlos mediante un raciocinio juicioso, prolijo y sencillo.

El hombre probo, hambriento de justipreciar las cosas, no se queda con la imagen de señora fanática sino que prefiere leer entre líneas aquello que se esconde entre las posiciones, sin duda apasionadas, de Lesper y sus opositores ideológicos. Ambos discursos sugieren cosas importantes dilucidadas por el lector agudo. Este texto busca ser un aporte a los momentos de silencio que surgen entre las palabras.

Abrazado a la disciplina concreta del buen pensar, al sensato le preocupa el calificativo peyorativo contra quien cuestiona la institucionalidad, tal y como lo ha padecido Avelina Lesper al señalar que las universidades e instituciones culturales han dedicado sus esfuerzos sólo a ciertas áreas de las artes dejando abandonadas otras áreas de igual o mayor importancia.

El hombre prudente no se suma docilmente a las fanaticadas sino que prefiere preguntar antes de tomar partido o alejarse discretamente de la discusión.

El hombre sagaz entiende que la historia tiene avances y retrocesos y no cree necesariamente, que el relato del vencedor contenga indiscutibles conclusiones de aquello que es la verdad y el bien. El hombre integral duda y se pregunta:

¿Es acaso mentira que la revolución de la vanguardia ha atropellado al oficio artístico considerado como la mejor llave hacia la comprensión y adaptación de múltiples lenguajes visuales? ¿Es falso que el oficio artístico es un patrimonio cultural que no debe ser afectado por ninguna doctrina estética o filosófica por la simple razón de que allí se encuentra un acumulado histórico que es propiedad de todos? ¿No es verdad que un aspirante a escultor clásico no hallaría en nuestro país ningún apoyo ni espacio que permita su formación? ¿Es un gran pecado suponer que la relatividad no da patente de corso a los profesionales titulados por las facultades de arte que ignoran el oficio artístico? ¿Es falso que, en su afán de adoctrinar en los dogmas de Duchamp, los pénsum de las carreras de artes fueron deformados a tal punto que la acumulación de conocimiento artístico no es viable? ¿Están obligados los estudiantes a ser talentosos y además tienen que ser adivinos de sus herramientas básicas? ¿Es incuestionable que la poesía pelea con el abecedario?

¿Es injusta la queja de Avelina Lesper?

Sin querer abrazar sus tesis de una manera apresurada, el transeunte puede pensar que las demasías discursivas de Avelina Lesper tienen por raiz un desequilibrio institucional muchisimo más excesivo y perjudicial. ¿Qué hacer? (Quizás esa sea la pregunta capital de este escrito) ¿Reconocen las universidades y las instituciones del arte sus descuidos y excesos o son presas del conservadurismo cómodo? ¿Tomarán algunas decisiones equilibradas o preferirán eternizarse en sus dogmas?

Monsieur Moustache afirmaba que el artista no se debe a su tiempo sino a su pueblo. Quizá veia ese temible señor que un artista que se debe a su tiempo se convertiría en borrego de las modas y desatendería las peculiaridades de todas aquellas cosas y personas que lo rodean. ¿Atenderán las academias a ese inteligente reclamo o seguirá siendo más sencillo hablar con grandilocuencia de orinales usando juicios de autoridad, hombres de paja, envenenando pozos y usando todas las otras falacias argumentativas con que esperan sostener la presunción de que una estética subalterna es la conclusión indiscutible de la historia del arte?

¿No es ridículo que, pese a la comunión exitosa entre el monumento y la artesanía, probada por miles de obras maestras durante toda la historia, se insista en la necesidad de que el gran artista debe ser, preferiblemente, un lisiado a menos que desee ser considerado por los “entendidos” como un semiculto incapaz de mandar a hacer sus obras?

Bajo el miedo absurdo de repetir el pasado, el burócrata del arte se dedica a acumular olvidos en pos de su búsqueda de lo esencial del arte; no recoge ni acumula conocimientos de otros momentos, purifica dogmáticamente mediante la amnesia y el monopolio educativo e institucional. ¿Cuánto conocimiento en oficios artísticos se ha perdido? ¿Corresponde a las futuras generaciones un trabajo de reconstrucción y rescate del conocimiento artístico?¿Cuál es el camino institucional que conducirá a reconstruir el conocimiento del oficio que con tanto fanatismo fue destruido por los estetas de vanguardia del siglo XX y sus epígonos del XXI?

¿Exagera Avelina cuando nos muestra a las academias actuales buscando lo que Papini llamó “El espejo que huye”?

Al parecer, los jerarcas del mundo del arte afirman que mientras Doña Avelina Lesper no esté sintonizada con el lenguaje institucional, sus juicios resultan demasiado facilistas, demasiado simplones, demasiado básicos, y sin rigor académico alguno. Ellos prefieren discusiones más agudas, como el decolonialismo, la deconstrucción, la transcorpopolítica, la poscontemporaneidad y los lios lyotardianos de “Pensar lo impensable”.

Se afirma categóricamente que las preguntas de Avelina no son pertinentes porque ya han sido superadas ¿Es de iletrados preguntar?

¿No es cierto que antes se usó el término “superar” para suprimir de la discusión universitaria conocimientos cuya validez actual es indiscutible?

¿Es ilícito preguntar a los jerarcas de la última vanguardia (que tanto exigen que se desatiendan las quejas de Avelina) porqué son tan dóciles con aquellos argumentos enrevesados e hilarantes que confirman su doctrina estética? ¿Porqué creen que renuevan el arte sólo con usar toda suerte de prefijos (pre, post, contra, trans, de, neo)?

¿Es acaso la señora Lesper una iletrada en asuntos de alta filosofía contemporánea y por ello no comprende la trascendencia de lo que denomina el arte VIP? ¿Son igualmente incultos otros autores como Marc Fumaroli, Tom Wolfe, Mario Vargas Llosa, Carlos Granés, Nicolás Gómez Dávila, Roger Kimball y muchísimos otros quienes señalan el deterioro de la cultura por efecto de la charlatanería pseudofilosófica? ¿No es evidente que, en su libro “Imposturas intelectuales”, Alan Sokal y Jean Bricmont ponen en ridículo las pretensiones científicas de autores recurrentes dentro de los discursos curatoriales como Guatari, Delleuze y Virilio?

¿No abundan en los textos de arte contemporáneo las falacias de causa falsa del tipo: “Los balones de fútbol son de cuero, el cuero sale de las vacas, las vacas comen pasto, luego los balones deben ir al pasto”? Basta con mirar las explicaciones del “Gran Vidrio” de Duchamp para que esta pregunta sea inevitable.

¿Es necesario cercenar la duda razonable? ¿Es un imperativo de la comprensión del arte contemporáneo suponer que no existe la idea errada, el farsante de buena fe ni la confusión?

Alguien confundido pone algo en el museo y es arte.

Alguien confundido pone una bicicleta en el aeropuerto y se transforma en avión.

Alguien confundido halla un diploma de Harvard en el baño y cree que es papel higiénico.

Alguien confundido encuentra un cadáver en la calle y cree que es mobiliario público.

En el evangelio actual las cosas son aquello que determina el espacio en el que se hallan.

¿Para ser digno ciudadano de la república de la cultura avantgarde es necesario creer que el futuro del arte nos condena a un infinito Duchamp reloaded?

¿Es erróneo opinar que la estética iniciada por Duchamp se funda en una falacia argumentativa llamada “Juicio de autoridad”? ¿Es mentira que todo juicio de autoridad genera relaciones primitivas semejantes a las del fanático religioso con su pastor? ¿Validar la naturaleza artística de algo porque el artista lo dice o porque la institución lo cobija es un acto de recontextualización o es un simple juicio de autoridad tan primitivo como todos los otros juicios de autoridad? Obviamente, el juicio de autoridad institucionalizado explica la creciente importancia de los curadores y los críticos dentro de la dinámica del arte actual.

El nexo social, la posición desde la cual se valide una obra, y la firma empiezan a tener mayor importancia que la obra en sí misma precisamente porque lo valioso no es la obra sino la autoridad institucional, el prestigio del artista o del curador que le cobija y como dice Hughes: “El alto precio con el que se acallan las voces críticas.”

¿Alguien es intelectualmente menos respetado por no creer en un juicio de autoridad al que venden como la cima de la reflexión artística?

Si el discurso del arte último está repleto de falacias argumentativas…¿es menos docto quien no las acepta como alto pensamiento?¿Porqué razón las falacias argumentativas no se estiman como valiosas en ninguna otra disciplina del conocimiento y se consideran la piedra filosofal en el conceptualismo artístico?

El problema de Avelina Lesper no es, en realidad, la flojedad de sus discursos (cargados en ocasiones de un chocante sentido común) sino el jaque exitoso con que amenaza a la burocracia del arte.

Pese a su gran altoparlante cultural, la actual vanguardia no es la cumbre del arte porque en el arte no existe la evolución, ni el pasado, sólo los centros y la voluntad estética.

La incuestionable y cómica cojera filosófica de los seguidores de Duchamp, (aunque quieran blindarse con camisetas de Hegel y Kant) nos brinda una mera importancia antropológica, un interés estético pequeño y cientos de capítulos, repletos de jocundia, que harán las delicias de los historiadores del futuro.

Se acusa a quienes no comparten como propio al jucio de autoridad nacido en Duchamp de estar afectados por una melancolía por el pasado. ¿Y qué? ¿El pasado es un camino prohibido? ¿Cuál es el pasado que repitió el renacimiento? ¿Cuál es el pasado que repitió el neoclasicismo? ¿Cuál es el pasado repetido por los nazarenos? ¿Cuál es el pasado repetido por los prerrafaelitas? ¿Cuál es el pasado que repitió el academicismo del siglo XIX? ¿Se teme al pasado o a la ruptura de un monopolio?

En épocas oscurantistas repletas de dogmas y analfabetismo, el patrocinio de la brutal aristocracia y del clero manipulador se volcaba sobre los esfuerzos de miles de artesanos humildes que durante generaciones, construyeron palacios, catedrales, geniales pinturas, soberbias esculturas y mil cosas serviles que poco hablan de la gloriosa autonomía del individuo. Hoy, época en que la razón impera de la mano de una democracia crítica y de mil artistas letrados, inteligentes y autónomos, el patrocinio fluye aún y los actuales «doctos» muestran, como efigies de su alta cultura, letreros de sopas enlatadas, edificios de oficinas, grietas en el piso, orinales blanqueados y enlatados llenos de mierda.

La dignidad del árbol está en sus frutos.

 

Gustavo Rico Navarro

 

PD:

Pero no todo es feliz.

Ante estos cuestionamientos, los gritos desesperados y desencajados de “¡Charlatana! ¡Charlatana!” emitidos por un desnudado Antonio Caro, hablan del drama humano de quien desperdició su vida por creer ciegamente en que algo es “algo” porque la autoridad lo dijo.

(Guadalajara, México- 2016)

10 comentarios

Avelina Lesper y en nuestro ambito Carolina Sanín son escritoras valiosas que han sabido ganarse el respeto dada la profundidad de sus adjetivos y generalizaciones radicales. Un impulsó al feminismo es simple bienvenido así intente imponerse el conservadurismo de tomo y lomo del patriarca macho.

Uff contundente mi querido Gustavo, la dignidad del árbol está en sus frutos…o…por sus frutos reconocerán el árbol.. Pobre A. Caro y quienes le secundan.

Gran columna.

Le agrego otro factor: la «comunidad artística» como gremio con un alto sentido de identidad de clase. Hijos, hermanos y nietos de las altas burguesías, que con sus artefactos justificados con la genuflexión literaria a media filosofía continental, justifican vidas de lujos inmerecidos e inalcanzables en buena lid. Pero sobre todo, justifican un permanente traspaso de fondos públicos, es decir, de los impuestos ineludibles por ese mismo público despreciado, hacia intereses privados. Vacaciones pasadas por «residencias» que terminarán en un album de fotos en Facebook.

Avelina Lésper podrá errar el tiro en su intento de afirmar el arte en la neuroestética o en su lectura del valor como juicio de habilidad y uso del tiempo (creo que no acierta del todo, pero sí en lo suficiente), pero el escándalo que genera, el odio que provoca en mentes que llevan media vida eludiendo el conflicto diario de la supervivencia bajo el confort del academia, dan a entender que su ataque sí tiene muchas razones para tomarlo en serio. Sobre todo, como dice Gustavo, porque no es el argumento «de» Avelina, sino el de muchos que por décadas han visto el fraude pero han guardado silencio, por desánimo o por imposición.

Y hablas de la grieta en piso, pues no me preocupa por que alguien dijo: toda publicidad es buena.
Un sincero abrazo.

No sobra indicar que quienes escriben estas columnas elogiosas sobre la crítica mexicana Avelina Lesper son Ortiz y Rico, dos pintores locales de oficio, tradicionales, neoclasicos, muy de la onda del Art Renewal (un movimiento artístico de extrema derecha en la pintura estadounidense). Estos pintores están muy apegados a una visión decimonónica del trabajo artístico y por lo tanto es lógico que les caiga como anillo al dedo defender en sendos y elogiosos artículos a la señora Lesper.

Leyendo ambos artículos, se observa cómo Ortiz y Rico rápidamente se excusan de que la dama sea considerada poco versada en los temas que trata, en particular sobre el campo del arte contemporáneo, arte que la señora se dedica a atacar, siendo este ataque constante el único tema que se le conoce hasta la fecha. Porque más allá de estar en contra de determinadas manifestaciones artísticas, la señora no configura ninguna reflexión de profundidad en el campo de la estética o del pensamiento teórico sobre arte, no produce ninguna teoría o propuesta discursiva relevante y sustentada (además hay que ver los pintores que dice apoyar, todos de obras muy dudosas en términos no solo conceptuales sino estéticos). Así pues, la crítica que propone Lesper no logra configurar ninguna opción o salida a la crisis artística en la que supuestamente anda el medio del arte, ya que simplemente se limita a opinar denigrando de determinadas manifestaciones artísticas actuales.

La imposibilidad para Lesper de configurar un discurso que salga de la órbita de la simple opinión (por cierto la de ella bastante chocante) ocurre porque el trabajo de esta señora se limita a la presentación de un juicio que no responde a ninguna investigación con alguna metodología clara o coherente sobre los temas que trata. Sus textos son simples opiniones carentes de solidez argumentativa.

Sin embargo esto parece no importarle a los pintores Ortiz y Rico quienes se apresuran a considerar que esta señora es «un símbolo».

De hecho basta entrar al blog de la susodicha dama para entender de qué se trata la crítica que realiza. Podemos atrevernos de esta forma a darle un chance a la opinión casual que carece de investigación. ¿Qué encontramos? En decenas de artículos, Lesper se va despachando sin ningún pudor en adjetivos e insultos denigrantes a toda propuesta de arte actual que medio le huela a Marcel Duchamp. Según su retórica, ella ataca un arte que ella misma bautiza como «arte VIP»(video instalación performance) y según dice todo lo que quepa allí en esos medios es basura (gran esfuerzo de generalización).

Ahora bien, una vez continuamos la lectura de sus escritos de opinión y si por simple falta de oficio nos dedicáramos a quitar los adjetivos denigrantes de los textos de la dueña del blog (todo parece limitarse a un simple blog), lo que resulta es que no quedaría mayor argumento que pudiéramos analizar para realizar un análisis.

Resulta tan así el asunto que a estos pintores de tan encumbrados realismos les toca venir a socorrer teóricamente a la dama e inventarse y sacar argumentos de donde sea para justificar las exclamaciones e improperios constantes que expele la señora frente a todo lo que no le gusta. De hecho, el único argumento de Lesper parece ser finalmente que si a ella no le gusta algo es porque es basura. Es decir ella es la que decide qué es arte y qué no lo es, ella es quien si sabe qué es arte y nos lo revela al resto de mortales, (que somos – al parecer – unos incultos, unos adoctrinados, unos tarados o hasta unos farsantes por apoyar el arte «vip»).

De otro lado, cualquier estudiante universitario puede advertir que los textos de esta dama, aparte de carecer de nociones elementales de historia del arte y de filosofía estética, ni siquiera serían aprobados en un pregrado de una universidad pública por falta de argumentos fundamentados que definan al menos históricamente lo que esta mujer llama el «verdadero arte». Y nombramos este término tan solo por citar una de esas expresiones que utiliza esta señora sin ni siquiera cuestionarse de donde surge la misma expresión que usa o cuándo aparece o qué validez puede tener hoy.

Viendo así la falta de rigor argumentativo, de ausencia absoluta de consciencia histórica y de conocimientos teóricos sobre los conceptos utilizados, resulta singular sin embargo advertir que los pintores tradicionalistas que salen en defensa de la señora (ahora convertidos en prestos columnistas) subrayan que esta mujer no solo es un símbolo ejemplar de los menospreciados artistas del oficio, sino que además también estamos frente a una estrella conocida «desde la Patagonia hasta Mexico».

El delirio puede ser pertinente en el arte, pero hay limites para ello en lo que se refiere a la sobreactuación. Ortiz y Rico parecen imitadores de Don Quijote mirando a una pobre mujer que han convertido de repente en Dulcinea: a Lesper si a mucho la conocerán unos cuantos renegados y en especial algunos desempleados que se dedican a leer los comentarios que se escriben en las cloacas artísticas de internet.

Pues bien, resulta algo penoso que estos pintores de pincel de cerda gruesa para completar anden defendiendo un adefesio creado expresamente por El malpensante, revista de derechas recalcitrantes, cuyos dueños revelan sin tapujos su real nivel de cultura al publicar el librito de esta señora. Afortunadamente, Lesper ya tuvo sus quince minutos de gloria que le vaticinó Warhol a pesar de ella misma. Finalmente la dama se ha encargado de sepultarse en medio de sus adjetivos y generalizaciones pendencieras que realiza como gran performance chocante (lo que ella misma dice criticar es lo mismo que hace).

En resumen, creer que semejantes disparates y salidas de tono de una pobre mujer con un blog son relevantes y que las mismas le hacen algún rasguño a la academia es ser muy ingenuos o es estar muy faltos de lectura y de oficio. Si el nivel general de cultura es tal que la líder de los pintores colombianos es una mexicana de mala cara que escribe en un blog y que no tiene conocimientos mínimos de las materias artísticas de las que habla, pues esta situación solo refleja lo mal que va la pintura por estos lados.

Yamile:

Agradezco muchísimo su interés en mi artículo.

Creo que una de las partes que más disfruté en su escritura fue cuando apliqué, juiciosamente, la revisión de las falacias argumentativas vigentes en el arte contemporáneo. Le ofrezco un enlace simple al respecto https://cazadebunkers.wordpress.com/2014/03/11/13-tipos-de-falacias-argumentativas/

Ilustrarse en torno a la detección de las falacias argumentativas permite que el pensamiento fluya de una manera más clara y precisa, y sobre todo hace que el alma descanse alejada de prejuicios.

Veamos ejemplos sacados del primer párrafo de su escrito:

«No sobra indicar que quienes escriben estas columnas elogiosas sobre la crítica mexicana Avelina Lesper son Ortiz y Rico, dos pintores locales de oficio, tradicionales, neoclasicos, muy de la onda del Art Renewal (un movimiento artístico de extrema derecha en la pintura estadounidense). Estos pintores están muy apegados a una visión decimonónica del trabajo artístico y por lo tanto es lógico que les caiga como anillo al dedo defender en sendos y elogiosos artículos a la señora Lesper».

Dentro de las falacias argumentativas una de las más comunes es el «Juicio ad hominem» y es cuando se intenta desacreditar una serie de argumentos a partir de un juicio contra la persona que emite esos argumentos. Yamile: comprenda que una verdad es una verdad aunque la diga Satanás. Identificar los juicios ad hominem permite que la discusión se haga sobre las ideas y no contra las personas. Buena parte de nuestra violencia política se evitaría si nuestro pueblo fuera más agudo en torno a la detección de este tipo de falacia argumentativa y obrara en consecuencia. ¡Anímese Yamile! Usted puede hacerlo

Ahora bien, es necesario hacer precisiones en torno a sus calificativos. El primero es que resulta muy particular que pretenda que un pintor no puede defender posiciones a favor de la pintura, justamente por tener el pecado original de ser pintor.

La segunda imprecisión de su primer párrafo es la falsa generalización que haría palidecer a los mas radicales acusadores de la generalización denominada «arte VIP». Yamile: no es posible meter en un solo paquete neoclasicismo, art renewal center, oficio, decimonónico, tradicional, extrema derecha estadounidense etc.

El arte promovido por el art renewal center se basa en el método sight size que no tiene nada que ver con el neoclasicismo el cual se basa en la imitación del dibujo griego hallado en sus vasijas y en la proporcionalidad y economía expresiva de las esculturas clásicas, todo ello sumado a muchas particularidades que hallará en los libros de Winckelmann y en el proceso pictórico de Mengs y David.

Conozco el método sight size pero quienes conocen mi trabajo saben que no utilizo ese método de dibujo en mis obras por varias razones que no quiero enumerar. Si quiere conocer un maestro colombiano del sight size debe mirar la obra de Wilson Guevara en Florencia Italia.

El art renewal suma una serie de maneras de pintar de sucesión discipular en las que brilla por su ausencia la tradición neoclásica pues ninguno de los artistas de ese movimiento busca el espíritu y el estilo del arte griego clásico. Allí no encontrará ningún Thorvaldsen y sus dibujos no tienen mucho que ver con el dibujo neoclásico, pero es notoria su filiación con el dibujo sight size. En el art renewal center hallará la tradición de ilustradores norteamericanos maravillosos como Albert Dorne, Andrew Loomis y Norman Rockwell más aportes posteriores de pintores como Ginsburg y Nelson Shanks.

Creo Yamile que comete otro desaguisado artístico cuando en la misma frase mezcla oficio y neoclasicismo cuando es justamente en el periodo neoclásico cuando se extravían por algún tiempo varios elementos del oficio pictórico tradicional en el área de los soportes y su preparación. El deterioro de varias obras neoclásicas en el museo del Louvre lo muestran.

No es posible acusar al art renewal Center de pertenecer a la extrema derecha norteamericana ni a ninguna tendencia en particular pues allí figura un artista como Max Ginsburg quien muestra en sus obras la tragedia familiar por el soldado asesinado en guerra injusta y las expropiaciones de las casas de las personas humildes por parte de los bancos. Creo que a un ultraderechista norteamericano no aplaudiría obras en las que el american dream se convierte en nightmare. No son obras que me enloquezcan pero adivino en ellas muchos aprendizajes.

Del maestro Ortiz sé que es hombre demócrata y de izquierda y en mi hallará a un pefecto monarquista reaccionario enemigo del uribismo y de la democracia, entre cuyas filas tengo grandes amigos al igual que a la izquierda. También conozco pintores uribistas que hacen abstracción o pop art.

Me pregunto, Yamile: ¿Qué busca demostrar al señalar la filiación política de las personas?

Finalmente, usted señala que estoy muy apegado a la visión decimonónica del trabajo artístico. Ello es otra falacia argumentativa con la que sugiere que si es del siglo XIX entonces ya no sirve. Me refiero al argumento ad novitatem el cual es es una falacia que sostiene que una idea es correcta o mejor simplemente por ser más moderna. Quizá Yamile, usted misma haya sido víctima de esa falacia durante su formación académica, debería reflexionar en torno a ello.

La verdad es que no estoy muy apegado al trabajo artístico del siglo XIX. Si así fuera, sería mucho mejor artista. Admiro mucho a Muñoz Degrain, a Eduardo Rosales, a Pinazo Camarlench. Sus grandes obras les merecieron un gran sitio en el Prado y es lógico que muchos deseen imitar lo admirable.

Yamile, decir que el pintor pinta, que el académico sigue normas, que el reaccionario es reaccionario, es igual a decir que el perro tiene 4 patas y ladra y es igual a decir que la golondrina vuela porque es ave. Ello no invalida mis opiniones sino que les da la fortaleza de ser construidas desde mi comprensión del mundo. Opine en torno a lo que he escrito ya se origine ello en lo dicho por la señora Lesper o en las reflexiones que suscita el problema a que nos referimos. Lo fundamental son esas ideas. Y procure ceñir esas ideas a patrones estructurados de pensamiento, ya por lógica, ya por ausencia de falacias argumentativas, ya por conocimiento histórico.

Como ve Yamile, su escrito del primero al último párrafo (y sólo me ocupé del párrafo inicial) está rebosante de falacias argumentativas que debe corregir oportunamente porque afectan su juicio. Estoy también convencido de que debe revisar sus nociones elementales de historia del arte y filosofía estética con el fin de que sus escritos nos permitan aplaudir su dignidad intelectual.

Pd: Yamile, su problema con las falacias argumentativas no es exclusivamente suyo. En Los comentarios a Halim Badawi en revista Arcadia me di a la tarea de señalar esas mismas falacias http://www.revistaarcadia.com/arte/articulo/avelina-lesper-colombia-halim-badawi-feria-del-libro/48608

No es un problema personal contra usted o contra el buen Badawi, sino que la raiz de esas falacias está en la formación universitaria muy insuficiente en la que se ha priorizado el adoctrinamiento artístico por sobre la disciplina artística.

Que su razón lo confirme

Le envío un abrazo.
GR

Es admirable que existan individuos dedicados a la academia pictórica del pasado premoderno, pero ello tampoco es del todo extraordinario ya que la libertad del mundo contemporáneo está precisamente en reunir formas de expresión de toda clase y de toda época que aparecen hoy al mismo tiempo.

En su respuesta, un pintor tradicional pasa revista de las diferentes tendencias asociables al centro «Art Renewal», en eso el pintor es un experto y nos corrige: habla de los usos técnicos que conoce a cabalidad a propósito de las diferentes tendencias y clasificaciones del clasicismo, del tradicionalismo y del conservadurismo más extremos en el arte actual.

Sobre el movimiento «Art Renewal» valga añadir en este punto que esta página – y por supuesto la empresa detrás de ella -pertenecen al conocido coleccionista y millonario Fred Ross, quien plantea en su manifiesto filosófico (puede consultarse en línea) un regreso al pasado de un arte glorioso y realista de hace más de siglo y medio y para ello -nos dice- es necesaria la abolición explícita de la totalidad de la plástica moderna y de sus aportes al arte actual.

A Fred Ross se le conoce además, según sus críticos, como un importante representante de la extrema derecha estadounidense y dicho sea de paso el propietario de la firma Art Renewal (hoy convertida en una multinacional con franquicias) comparte intereses y gustos artísticos con Donald Trump: esto último podemos apreciarlo en las fotos de las mansiones que ostentan ambos magnates con obras y murales de la misma y pomposa línea artística.

Resulta indispensable mencionar también que Ross declara como ejemplo a seguir para los artistas «Art Renewal» al pintor francés William Bouguereau, llegando a considerar a este artista tradicionalista como uno de los creadores más importante de todos los tiempos (recordemos que Bouguereau es un artista sepultado hasta hace poco en la historia del arte debido a que encarna la oposición más iracunda a la emergencia de la modernidad artística en el siglo XIX. En efecto, desde la institucionalidad de la época, Bouguereau fue jurado en los más importantes salones parisinos, buscando en cada ocasión negar y destruir, desde su posición de poder, cualquier posibilidad de cambio artístico hacia la modernidad). Por lo anterior, resulta curioso ver a los aliados contemporáneos de los antiguos dictadores del arte del siglo XIX, convertidos hoy en víctimas supuestas de la producción moderna y contemporánea.

Ahora bien, para el artista actual no existe nada de malo en afiliarse a estas tendencia políticas de restauración de viejos órdenes estéticos. El artista de la actualidad tiene derecho a acomodarse y vender cuadros decorativos y neoclásicos o simplemente realistas al individuo de clase media, pero de preferencia le resulta mejor venderlos al gran capital neoliberal que busca decorar con rimbombante elegancia sus vigiladas y excéntricas mansiones. Es claro que venderle arte suntuario a algunos magnates se encuentra en la legalidad y es del todo legítimo, aunque poco de «izquierda» parece quedar en el interés de un artista dedicado a dicha empresa, (igual hoy en día mucha gente se declara católica sin ir nunca a misa y se comporta en realidad como atea.) En resumidas cuentas, la posición política se refleja más en los actos que en los dichos.

Ahora bien, estas someras constataciones de hechos sobre filiaciones y referentes artísticos y políticos no buscan aquí necesariamente plantear un juicio moral. Como decíamos, todo ello está bajo las normas de la legalidad. Por lo mismo como el juicio moral no esta en el texto sino en el lector, no hace falta buscar en cada una de estas línea alguna fórmula «Ad hominem» ya que lo que aquí se plantea es escuetamente un conjunto de consideraciones simples a tener en cuenta por el lector, y que no tienen más objeto que el de contextualizar justamente el origen de determinado discurso.

Así pues, en todo lo anterior no existe «Ad hominem» alguno. Se entiende de todas maneras que el afán de ciertos artistas por buscar algún contra-argumento los haga ver falacias en cualquier papel que encuentran.

Concluyendo el tema, Avelina Lesper es pues la persona más indicada para abrir una franquicia «Art Renewal» en México (con la ayuda de la editorial El Malpensante) ya que por la lora que da parece ser una admiradora furibunda de Fred Ross. Igualmente los pintores Rico y Ortiz pueden abrir franquicias de «Art Renewal» en Bogotá, para que impere en el arte nacional el monarquismo de izquierda que busca vender a millonarios lujosas obras decimononicas pero actuales. Eso si, la postmodernidad da para todo, hasta para este tipo de estrafalarios y rentables negocios.

Lo interesante del arte contemporáneo es que ya llegó a sus límites expresivos. Cada vez son más los espectadores frecuentes que ponen en duda, la calidad de sus obras y ya no se toman muy en serio estas obras, y por añadidura la sociedad en general empezó a burlarse de estas expresiones. Cuando esto ocurre, es señal que el arte contemporáneo con sus performances, instalaciones etc. pisaron sus límites y entraron en decadencia. Seguirá conservando sus posiciones de poder político institucional, se afianzaran con más fuerza y trataran de conservar sus privilegios, pero esto ya se agotó. Todo el mundo se ríe de las ocurrencias y obras del arte contemporáneo. Eso es real, ya la gente no come cuento, por más que se debata de forma sesuda y profunda el arte hoy es un chiste y así lo está leyendo la sociedad. Lo curioso es que la pintura por haber sido excluida durante muchos años, su proceso se encuentra confuso.

Habemos miles quizá millones de personas en el mundo
que pensamos como Avelina

Yamile:

Lamento, de corazón, que en sus respuestas no haya contestado ni una sola de las preguntas que he brindado en mi escrito, ello nos impide un diálogo que quizá habría sido provechoso para todos.

Como ya le indiqué, una verdad y una pregunta son válidas aunque salgan de la lengua de Belcebú. Lo que se debe evaluar es la pertinencia de esas preguntas a la luz de la lógica y el buen ánimo.

En su última respuesta usted parece olvidar que hay artistas que hallan un sentido más inteligente en el embellecimiento del mundo, pues para ver lo feo basta con atender un noticiero y para denunciarlo es mejor el ejercicio periodístico eficiente.

Igualmente, pasa por alto que existen los artistas que prefieren heredar conocimientos para proyectarse que seguir los canales institucionales en los que se premia la obediencia a unos pocos renglones de la historia del arte.

Creo también que debe considerar si en Colombia, la diversificación de las ofertas educativas para los artistas los puede afectar negativamente o si acaso los puede ayudar en el desarrollo de sus procesos. ¿Qué tal si no solo fueran las academias del ARC? ¿Qué tal si además contáramos con una sede de la Academia Illya Repin de San Petersburgo? ¿O cursos de pintura china dictados directamente por maestros de la universidad de Beijing? ¿O cursos de pintura Thangka? ¿O de talla Indonesia?¿O clases de Pintura Mogol? ¿O de pintura ortodoxa rusa? ¿No siente que nos ha empobrecido demasiado la ausencia de una academia de escultura tradicional que permita dar dignidad a las pequeñas moles conmemorativas que envilecen nuestras provincias mientras celebran al héroe local? Recuerde Yamile que las musas son hijas de Mnemosine diosa de la memoria. La función del artista del mañana no es la persecución de las tendencias sino la reconstrucción de los oficios entendidos como el camino hacia la materialización de las ideas.

Estoy convencido de que suprimir el arte tradicional tiene el mismo efecto que la prohibición de un idioma; por ello apoyo un medio en que el artista pueda escoger entre un abanico de opciones y que no se le coaccione dentro de una sola doctrina que implique el mandamiento de no usar las manos ni ser narrativo. Ello me resulta excecrablemente conservador.

No sé cual sería el efecto de una diversificación educativa semejante pero estoy muy seguro de que el ser humano crece fortalecido en la diversidad y que las doctrinas excluyentes lo empobrecen culturalmente, aunque estas ofertas doctrinarias lleven el título de «lo actual» y que se cobijen de la autoridad de los doctores a oscuras.

¿Qué tal, Yamile, que las universidades proclamaran su independencia de las bienales de arte contemporáneo y dieran un giro que los volcara no sólo a la doctrina de Duchamp sino a una Academia de Oficios del Mundo en el que toda la historia del arte se diera cita en las manos de creadores jóvenes y de productivos maestros?

La historia del arte es un diccionario infinito, Yamile, y consultar esas breves líneas que usted frecuenta exhibe una erudición por formar. Sin embargo, quiero ser generoso con usted e ilustrarle al respecto.

En primer lugar, Bouguereau es importante por su obra misma y en sus composiciones muchísimos pintores aprendemos y admiramos dada la calidad expresiva de sus personajes y la calidad del movimiento general de sus cuadros. Su obra «Ninfas y Sátiro» es una verdadera cátedra pictórica ya en gestos ya en luz y mucho más en la sutileza de sus variantes de color. Los bosquejos preparatorios para esa obra son un ejemplo absoluto de reflexión plástica.https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/61/William-Adolphe_Bouguereau_(1825-1905)_-_Nymphs_and_Satyr_(1873).jpg

Muchas otras cosas se pueden decir de las obras de este maestro que no brilló por oponerse a nada en especial sino que se limitó a ser indiscutiblemente magistral, aunque sobre él pesen acusaciones infundadas nacidas en la historia del vencedor que difundieron con tanto dogmatismo los promotores del arte moderno entre personas de formación mediana. Bouguereau es un maestro con o sin Fred Ross, con y sin ultraderecha, su valor no depende de una legión de áulicos ni de que todas las universidades lo aplaudan al unísono.

El problema real del egresado actual de las facultades de arte no consiste en que pueda teorizar orinales sino que ante Chardin balbucea.

Por otra parte persiste usted en la acusación de que el arte pictórico tradicional es conservador cuando es todo lo contrario. El arte pictórico figurativo es elocuente y narrativo. Habla claro. y Nada hay que afecte más a un conservador que la persona que habla sin pelos en la lengua.

Si quiere algo mudo y conservador vuelque sus prejuicios sobre el arte abstracto cuyo principal patrocinio viene de la CIA, según cuentan varios autores como Stonor Saunders y la misma página de la CIA https://www.cia.gov/library/center-for-the-study-of-intelligence/csi-publications/csi-studies/studies/vol46no1/article08.html

Hasta donde señalan los estudiosos, la guerra fría cultural obedeció a la necesidad norteamericana de contrarrestar la politización de la población por via de las artes y la cohesión social y el nacionalismo que se podrían derivar de obras influidas por el muralismo mexicano que proclamaba reformas agrarias y una via hacia el socialismo. Por ello la tendencia promovida por el gobierno norteamericano a través de la CIA, los Rockefeller, el MOMA y el Museo de las Américas de la OEA en la persona de Gómez Sicre, y en Colombia Marta Traba, consistía en condenar el arte narrativo en favor del formalismo a ultranza sin compromiso político, en promover la abstracción que no es elocuente más allá de los elementos pictóricos, y en impulsar el arte conceptual como el mecanismo de autoridad más eficiente a la hora de excluir o incluir artistas arbitrariamente mientras se fomenta una corrección política que nunca exige vias revolucionarias sino meras medidas de política que no afectan el estado general de cosas. Los elementos crípticos del arte conceptual tienen por función hacer que la población se desentienda de los lenguajes artísticos. Es decir, restan una voz a la población. Trato de explicarle que el juicio de autoridad que se halla en Duchamp es, institucionalmente, la punta de lanza del conservatismo cultural.

Muchos creen con algo de razón que esa guerra fria cultural aun se sostiene y de maneras igualmente poco sutiles.

Pero no vea en mi a un comunista fervoroso sino a un historiador juicioso. Recuerde que soy monarquista fundamentado.

El mecenas de un artista es circunstancial: Goebbels comprando a Otto Dix; Hitler comprando a Arno Breker; Stalin patrocinando a Eisenstein; Van Gogh parasitando de su familia millonaria; Pollock, Warhol, y Rothko comprados por la CIA; o el déspota asesino Lorenzo el magnífico patrocinando a Leonardo, Miguel Angel Y Botticelli; Doris Salcedo bebiendo de Unilever y Warhol bajo la actual promoción de Monsanto

El artista tiene derecho a ser un mercenario porque sus ventas no dependen de sus juicios morales sino de la necesidad de proteger su industria creativa de las tormentas de la economía.

Un pintor no debe morir de hambre para ser más poético ni debe exigir certificado de buena conducta a sus compradores. Pensar lo lo contrario obedece a una visión cándida de quien nunca ha salido a la calle a vivir de su obra.

Debe estudiar mucho Yamile. Cuando así lo solicite le brindaré bibliografía de apoyo porque reconozco en usted a una más de las víctimas de la educación doctrinaria tan ferozmente infundida por las facultades de arte de nuestro país.

Confíe en mi buena intención.

Un abrazo.