Jano patrono de los artistas

Una vez Dios hubo creado el  universo realizó su primera pintura, la contempló, reflexionó y dijo: «no es bueno que el arte esté solo»: creó entonces la crítica de arte. Con tal ascendencia ésta no puede ser parcial, apasionada, ni politiquera, eso sí, ha de ser creativa, –colocarse a la altura de aquello que ha de complementar. Crítica de arte y construcción artística son lados complementarios de la forma artística. Una construcción artística cae en el vacío cuando no encuentra su lugar en el mundo; una crítica de arte que no sondee imaginativamente el adentro de una construcción artística ha de conformarse con ser parcial, apasionada y politiquera, de esta manera distrae su debilidad creativa.

No suelen hablar bien los coleccionistas sobre la crítica de arte. Han logrado que las lógicas de las reformas económicas contemporáneas  determinen el pensamiento artístico. Para el coleccionista, arte es sinónimo de feria, pocas veces de reflexión preconceptual sobre nuestro mundo. Conforme a esta filosofía, el mercado ha tratado de asumir la tarea de proporcionarle  legitimidad a la construcción artística. Al igual que las empanadas, si se venden son buenas: la publicidad reemplaza la crítica: ¡esto es ser pragmáticos!  Al parecer los coleccionistas han tenido éxito, así el dinero no pueda ofrecer el mundo que demanda toda construcción artística.

Guillermo Vanegas ha tematizado uno más de los muchos desplazamientos forzados que operan silenciosos en Colombia, el de la crítica de arte. Ignoro si el contexto de  ‘el autoexilio’ de Carolina Ponce de León  es psicológico, político, económico o artístico. En cualquiera de los casos, es afortunada la distinción que introduce Vanegas: ¿este ‘autoexilio’ refleja algo más que un problema personal? ¿No refleja el autoexilio de muchos  artistas colombianos? ¿No refleja el autoexilio de la sociedad en su conjunto, su ensimismamiento? ¿No refleja nuestra voluntad de silencio? Los devotos preferirían hablar de resignación. Ahora, ¿las curadurías de los Salones Regionales han contribuido de alguna manera a reforzar  este estado de minoría de edad, de desprecio de sí mismos? ¿Existe alguna incompatibilidad entre la crítica de arte y las curadurías artísticas? Por lo menos, la semántica de pastoreo religioso que lastra el término cura es premoderna, a diferencia del espíritu  crítico que caracteriza al pensamiento moderno.

Los colombianos y las colombianas somos críticos conformistas: somos críticos pero somos renuentes a los cambios; cuando los aceptamos no planeamos con posteridad las evaluaciones correspondientes; carecemos de cultura de evaluación; muchos de nuestros guías culturales son empíricos, carecen de cultura pedagógica. Aceptamos las críticas  y los cambios que aquéllas sugieran, porque sabemos que las cosas van a seguir igual para que podamos seguir siendo el país más feliz de mundo: ¿quién nos podrá entender? El ensimismamiento puede ser el indicador que explique nuestra felicidad.

Guillermo Vanegas hace una de las primeras evaluaciones sobre los Premios de Crítica de Arte en Colombia, si no es la primera; considera que su impacto ha sido positivo, que ha animado a muchas personas a tratar de restaurar la cabeza cercenada del inmovilizado dios Jano. Vanegas realiza un balance entusiasta, habla de un reverdecer crítico en Colombia, muestra los indicadores respectivos para darle objetividad a sus juicios. Sugiere que algo está pasando después de haber pasado muy poco en este campo. Parece decirnos que hemos comprendido que  Jano con una sola cabeza es un dios inútil.  No obstante, matiza su entusiasmo: este reverdecer puede ser flor de un día: la endogamia sería fatal. Recomienda abrir más horizontes. Exhorta a nuestras instituciones a reforzar sus estímulos a este respecto. No obstante, le faltó decir que si existe un reverdecer de la crítica es porque los artistas colombianos están regresando de su autoostracismo, –que se están saliendo de las órdenes mendicantes en las que los matriculó la posmodernidad, –que  están recuperando la voz silenciada por todo tipo de ruidos, –que se  están reconciliando con las tradiciones artísticas, –que están recuperando su voluntad de conversación, –que están experienciando, como aquél niño convaleciente del que hablaba Baudelaire, un renacer. Es cierto que por ahora el fenómeno está restringido a ámbitos especializados, pero es susceptible de ser ampliado.

Si Vanegas tiene razón, y los responsables de las instituciones culturales de nuestro país se interesan por lo que piensa la comunidad artística, sugeriría llevar más lejos los Premios de Crítica de Arte, –traerlos a nuestra cercanía, –enlazarlos al día a día de las prácticas artísticas colombianas. ¿Por qué no estimular que las críticas registren lo que pasa en el año artístico en Colombia? La crítica de una construcción artística que no vimos los colombianos, no resulta tan interesante como una que hayamos presenciado en nuestras ciudades, así aquélla sea de una artista famosa en una ciudad del único mundo. ¿Por qué esperar un año para conocer el pensamiento crítico del arte colombiano?

Las críticas de arte no deberían escribirse para los concursos, tendrían más impacto si acompañaran el día a día de los artistas y no sólo de los consagrados en nuestro medio. No me imagino a Marta Traba, ni a Carolina Ponce de León, escribiendo crítica de arte para un jurado, que en muy contadas excepciones ha escrito sobre arte o se ha interesado por sus vicisitudes. Si no reconocemos  la especificidad de los lenguajes artísticos, ¿quién se los va a reconocer?  Percibo poco riesgo en algunas críticas de los galardonados. Registrar las bondades de las construcciones de artistas colombianos consagrados como Doris Salcedo y Miguel Ángel Rojas pueden resultar
superfluas, así los textos estén muy bien escritos. Esta fórmula de éxito no es buena señal. Ignoro qué acompañamiento crítico tuvo el trabajo de Raúl Cristancho, Mercedes Angola y los artistas convocados al Viaje sin Mapa, en la Biblioteca Luis Ángel Arango. ¿Fue pensado este esfuerzo por los  críticos que participaron en el concurso del Ministerio de Cultura? En mi opinión este esfuerzo no fue suficientemente valorado por la crítica, aunque sí fue apreciado por la ciudadanía bogotana. ¿La crítica no debería visualizar todos estos esfuerzos de los artistas colombianos? ¿No debe registrar lo que acontece en nuestras ciudades?

Los gestores de Esfera Pública han logrado encauzar los intereses del arte colombiano, a través de un medio que garantiza libertad y democracia y que, además, es muy atractivo para los jóvenes. Este es un reconocimiento que es necesario hacer. Entre otras informaciones, por Esfera Pública podría circular el día a día de la crítica de arte en Colombia, no tendríamos que esperar un año para enterarnos qué ha pensado la crítica sobre las construcciones artísticas que surgen en nuestras ciudades. Por supuesto, esta modalidad obliga a introducir cambios, uno de ellos es cómo otorgar los estímulos institucionales: ¿este reconocimiento no puede construirse y decidirse más democráticamente, acorde con los nuevos medios?  ¿Es muy loco proponer que todos los libres conversadores de Esfera Pública podrían participar en este proceso y dejar obsoletos aquellos jurados que se interesan por el arte en sus periodos de vacaciones? ¿Estas innovaciones no animarían  más el arte colombiano? Estoy de acuerdo con Guillermo Vanegas en que los estímulos a la crítica de arte han cumplido un papel importante en nuestro país; no obstante, ¿no es el momento de realizar algunos ajustes?

 

Jorge Peñuela

POSDATA: Si la organización del premio Luis Caballero ha logrado sostener la idea de que los  trabajos de madurez de los artistas colombianos  se pueden construir sin tutorías, ¿con la concurrencia de la nación no se puede realizar un proyecto  más abarcante, como complemento a las curadurías regionales?  Estas curadurías son benéficas para artistas con poca trayectoria, pero poco estimulantes para aquéllos que han trasegado por esos procesos una y otra vez y que tienen una obra consolidada. Tomémonos en serio la hipótesis de Guillermo Vanegas: si en verdad el arte colombiano está reverdeciendo, las instituciones correspondientes deben procurar que este entusiasmo no se frustre. Convenzamos a nuestra Ministra de Cultura de que el Concejo de Bogotá se equivoca cuando asimila el arte al entretenimiento y al deporte, démosle la oportunidad de comprender las especificidades de las artes.