Instituto de visión

Que una imagen se fije en la mente es cosa extraña, por ejemplo, al cerrar los ojos, luego de mirar fijamente el sol, un halo de fuego queda atrapado en la mirada, y no solo como residuo retinal, también es un círculo de luz que se dibuja en la memoria.

La exposición Instituto de visión de Nicolás Consuegra, expuesta en la Galería Nueveochenta hasta el pasado viernes, ofreció una suerte de experimentos que trascendían el destino único del regodeo visual y se adentraban con decisión en los terrenos de la imaginación: 21 fotos de fachadas de edificaciones mostraban la tipografía fantasmal y ruinosa de empresas del pasado: “Copias del centro”, “Ritmo de la noche”, “Circular”, “Palacio de Justicia”, “Edificio Montoya Jaramillo”, “Radio TV”, “Banco Caja Social”, “De Todo”… ( habría que incluir ahora “ DMG”). Cuatro discos giratorios con frases en espiral formaban trabalenguas y trabaojos para una sesión de hipnotismo patafísico: “Con este puñal de acero me desnarizorejaré, con este puñal de acero me desproconsitriparé; si me naturalizo me desnarizorejaré, si me naturalizo me desproconsitriparé”. En un cuarto hermético encerró el azar un esferódromo, ese arbitrio criollo, engendro de ruleta, póquer y rodadero de bolas de billar, y lo nombró con una promesa familiar de exclusivo bienestar: “Club El Primo”. Finalmente, en un cuarto oscuro, un video: una serie de pequeños puntos blancos hacían tránsito galáctico del centro a la periferia de un salvapantallas negro, metafísica banal de un aparato que descansa en la oficina.

Instituto de visión cumplió con recuperar la imagen para la imaginación, fue una composición escéptica ante esa astucia miope que percibe la imagen —sea foto, grabado o cuadro— solo como fenómeno visual. Este examen de optometría imaginaria, de ceguera autoinducida, es necesario ahora que la oferta incesante de aparatos para la vista y la reproducción parece ser lo que da origen a las obras y no los artistas los que obran a través de la técnica; artistas que critican los medios mientras usan los mismos iconos que los medios proveen; prima la utilidad y descreste del diseño, panfletos visuales con ataques de hipo conceptual, se da forma solo para informar y jactarse de estar informado. Y la imaginación se empobrece…

“Sol puntual, sol fatal, sol de Col-ombia”, decía a la entrada en un letrero de neón, el anuncio ya no está, pero Instituto de visión dejó una buena impronta y, en medio de tanto salón, feria y curaduría, recordó el poder que tiene una exposición individual.

Lucas Ospina