Foro en los Andes: la actualidad de la crítica de arte

El Departamento de Arte y Humanidades de la Universidad de los Andes organizó un foro sobre Crítica y Contracrítica durante los días 6, 7 y 8 de Octubre. Parece que el convenio entre la Universidad y el Ministerio de Cultura para el estímulo de la crítica de arte en nuestro país, ha permeado las prácticas artísticas pedagógicas de esta universidad. Un fruto no esperado está madurando. El premio de crítica ha ido más allá del estímulo de la crítica de arte y está articulando un proyecto pedagógico para los programas en artes. Asunto relevante para la educación universitaria, ante el poco interés práctico que han mostrado las universidades para poner en marcha proyectos pedagógicos efectivos que beneficien las prácticas artísticas y académicas, las expectativas de la juventud y los principios de justicia que aún esperamos para las sociedades contemporáneas. Si la crítica de arte contemporánea es útil o inútil, no es una pregunta relevante. Tenemos suficiente con saber que se le reconoce como crisis, como actualidad: toda actualidad es crisis: desajuste.

Pensar la crítica es pensar el arte como desequilibrio para el hombre y la mujer contemporáneos, es la apertura a posibilidades inéditas de ser. Este ejercicio fortalece a la crítica de arte porque genera discursos, teorías e historias, condiciones indispensables para sobrevivir en nuestra selva de impulsos y signos, condiciones que quizá han determinado a todas las épocas. La situación que caracteriza nuestra época parece ser sólo la más dramática. Los artistas contemporáneos son conscientes del dilema que se plantea el crítico de arte contemporáneo: crear o desaparecer. Crear es sorprender las cosas en sus tejidos de silencios para escucharlas, comprenderlas y escapar con ellas a otras regiones del ser y del saber: escapar del Dirty Boulevard: la vida: el crimen. El dilema contemporáneo consiste en dejarlas ser o enajenarse en proyectos anticipatorios que, o bien coartan la libertad de los artistas para elegir qué y cómo pensar, o bien obligan a las cosas a someterse a un régimen economicista de explotación y horror. También son conscientes de la solución pragmática que les presenta el curador institucional: investigar y adaptarse al nuevo régimen correctivo. No existe investigación sin empresas que la financien. La investigación determina y controla de antemano todo lo que ha de pensarse. Ante la ausencia de pensamiento en torno a la institución de la curaduría, la crítica de arte está resurgiendo de sus cenizas. Esta parece ser la conclusión del Foro de Los Andes: la crítica de arte nunca estuvo muerta, tan sólo permaneció silenciada por el régimen epistemológico y económico que instauró a las curadurías como institución encargada de redefinir el arte y diseñar aquello que los artistas podían o debían pensar, o investigar. La crítica de arte puede liberar al arte de los aperos –frenos y cabezales– que le proporcionó gratuitamente el Instituto Colombiano para el Desarrollo de las Ciencia y la Tecnología –Colciencias. La crítica de arte contemporáneo considera que es una obscenidad hablar de investigación artística.

Lisbeth Rebollo recordó que las curadurías surgieron con el arte contemporáneo y que se han convertido, en el museo, en un lugar para ejercer la crítica. Por supuesto, debemos localizar esta crítica dentro los parámetros de la investigación, es decir, controlada por las empresas que la financian. Observamos además que se ha dicho un “lugar para la crítica”, y no para la “crítica de arte”. Para el régimen en boga, el arte no es de mayor interés, es caso juzgado en términos hegelianos; en el mejor de los casos es un epifenómeno. La diferencia es notable, pues determina la actividad de los artistas contemporáneos. Con la institucionalización de las curadurías como administradoras del pensamiento artístico contemporáneo, los artistas realizan investigación para los curadores. La creación se convierte en asunto menor para los artistas contemporáneos, en algo delegable, cuando no deleznable. Llama la atención que sean los y las artistas jóvenes colombianos que tienen un pensamiento consolidado quienes están comprometidos con el rescate de la crítica de arte. Supongo que intuyen que al hacerlo, rescatan la dimensión creativa que ha caracterizado el espíritu emancipatorio que anima la actividad artística. No cabe duda que existen profesionales altamente calificados en Colombia, e internacionalmente, que han abordado con seriedad y responsabilidad, pero sobre todo con convicción, las variopintas funciones curatoriales, no obstante, el problema aquí no es un asunto con personas. Es ingenuo reducirlo a este ámbito. La crítica a las curadurías es una crítica a la “mano invisible” que gobierna el pensamiento del curador, al proyecto de pensamiento instrumental instaurado en la modernidad, del cual él se hace instrumento dócil. Este modelo consiste en proyectar la realidad a partir de un Sujeto que impone a las cosas su medida e intereses y las conmina a responder a ellos, a satisfacer sus expectativas. La investigación y el método de los cuales hace eco el curador, se ponen al servicio de una racionalidad que reduce a medios todas las cosas, una racionalidad paradójicamente de ficción, de enajenación. Algunos artistas contemporáneos no han podido resistirse a su empuje avasallador.

Efrén Giraldo, joven investigador de la Universidad de Antioquía, reflexionó sobre el ensayo como la forma más adecuada para realizar el ejercicio de la crítica de arte en Colombia. Hizo referencia a los autores colombianos que más se destacaron en este ejercicio literario durante el siglo XX. Intentó rescatar la pureza de este modelo expositivo como estrategia de persuasión de ideas estéticas. Entre otras cosas, se lamentó de la perversión de la crítica de arte en medios como la Internet, de su frivolidad y falta de profundidad. Nos recordó que la frivolidad y profundidad son vicios que la filosofía, desde el mismo Platón, ha imputado a las artes poéticas libres. Si la filosofía es el sumun de la profundidad, la frivolidad es la negación de los fundamentos de una determinada actividad. Por supuesto, el propósito de Giraldo es pedagógico y obedece a una causa nacional: leer y escribir bien. No obstante, ¿sólo el ensayo garantiza este propósito? ¿Por qué Nietzche, por ejemplo, optó principalmente como medio de expresión el aforismo? ¿Un grafiti callejero, preciso y audaz no dice más que un ensayo pesado y repleto de citas eruditas como algunos de los que llegan al Premio Nacional de Crítica? ¿Porqué no pensar que un híbrido literario contemporáneo podría reflejar con más precisión nuestra época? ¿No es este el fin de todo arte en cualquier época?

Giraldo ha abordado asuntos importantes para el pensamiento del arte contemporáneo en Colombia. Sin embargo, desconocer la rebeldía de los jóvenes de nuestra época en contra de las viejas aristocracias, quienes aún hoy reclaman derecho de pernada y se permiten decidir asuntos constitucionales fundamentales para hombres y mujeres, como quién puede estudiar y quién no, quién puede trabajar, a quién se le pública, quién puede ingresar a un doctorado, o quién se puede graduar y quién no. Todo esto resulta antipático, por no decir que ofende los principios democráticos que deben imperar incluso en las academias. En otras palabras, defender estas aristocracias académicas es más perverso que las libertades compositivas que se experiencian hoy en la Internet. Ciertamente, Giraldo le ha dejado tareas al Premio Nacional de Crítica. 1) Recuperar la noción de arte para el título de la convocatoria. 2) Habilitar otras formas de escritura como el aforismo, así sean más complejas y exigentes. 3) Estimular la creación de otras estrategias de escritura. 4) Considerar otras alternativas para el juzgamiento de los escritos presentados al Premio Nacional, que sean más democráticas e inclusivas. 5) Reformular las ideas de Carolina Ponce de León, en especial aquellas que plantean, equívocamente, que el propósito de la crítica de arte es comunicarse con las grandes masas que no saben leer. ¡Tántalo no llegó a imaginar este suplicio! Finalmente, para eso estaría el periodismo cultural.

Víctor Quinche abordó la crítica de arte desde la tradición hermenéutica, actividad que le ha abierto al pensamiento horizontes de libertad alternativos. De manera apretada para un auditorio de artistas, recordó la tradición de pensamiento estético anglosajón, desde David Hume hasta George Dickie. Asunto denso, si tenemos en cuenta que en medio de estos dos autores están las elaboraciones que realizó Kant sobre el juicio de gusto. Quinche conoce a Gadamer y sabe que él reflexionó sobre el gusto y sobre su importancia moral. No obstante, no quedó claro si está recomendando recuperar la tradición hermenéutica que piensa el gusto con relación a lo bello, como referente conceptual para abordar la comprensión del arte contemporáneo. Dado que el texto disponible en la página web de Crítica y Contracrítica no es el mismo que leyó en el auditorio, quizá por este medio el profesor Quinche nos pueda aclarar estas dudas. En especial: ¿cómo se podría justificar dejar de lado las ideas de Freud en una explicación sobre el arte y la crítica de arte contemporáneos, cuando los teóricos más leídos del momento, consideran que son imprescindibles? Por lo menos deberíamos dar razones para no hacerlo de esta manera.

Transgrediendo el formato impuesto a los otros expositores, en cuanto a forma y tiempo, Lucas Ospina mostró que la crítica de arte on line es creativa y no sólo argumentativa, como creen Efrén Giraldo y Víctor Quinche y todos aquellos que consideran que el ensayo es el único género literario capaz de dar cuenta de esta actividad artística. Las fuentes de Ospina no son filósofos sino literatos, tan frívolos como él mismo. Citó en varias oportunidades al más frívolo de los esteticistas modernos: Oscar Wilde. De manera indirecta, mostró que la crítica de arte no tiene porqué demostrar nada, –no tiene por qué proponerse objetivos claros y distintos, –no tiene por qué dar cuenta de para dónde va. Así transcurrió su larga y a veces fatigosa ponencia, no obstante, de cuando en cuando refrescada con destellos de gran perspicacia crítica que sorprendieron al auditorio. El ejercicio de Ospina nos permite considerar que la crítica constituye el pensamiento del artista. La crítica como creación abre lugares de emancipación; a diferencia de la investigación que difícilmente logra constatar y corroborar los espacios de sumisión y reclusión, dulcificados con la ideología de las culturas. Como el artista, la crítica de arte se dirige a trescientos puntos a la vez de manera simultánea: su norte está en muchas partes: no se deja atrapar por ninguna red cultural. Al contrario, si de redes se trata, como en efecto lo es, el artista crítico es quien las construye. Si quiere ser consecuente con el trabajo artístico, la crítica debe responder creativamente, nunca reducirlo a un apéndice para hacer sensible de manera lúdica un argumento político o social. Rescatar la crítica de arte de manos de la curaduría, de la investigación, es exigir el reconocimiento del arte como un pensamiento tan relevante como el que elaboran la ciencia y la tecnología, pero diferente en su proceder y despliegue. El arte y la crítica contemporáneos no se dejan reducir a apéndices. Si los cineastas colombianos lograron garantizar la libertad de su pensamiento mediante la Ley de Cine, las demás artes están en mora de iniciar una campaña por el reconocimiento político de su pensamiento a través de una Ley de las Artes.

Un diálogo entre los ponentes, entre ellos y el público, cerró el foro. En este momento, Lucas Ospina, al referirse a algunas personas que participan en Esfera Pública, recordó con otras palabras lo planteado por Voltaire: «no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo». Llamó «gente importante» para el arte contemporáneo a aquellas personas con las cuales ha mantenido acres controversias en Esfera Pública. En mi opinión, este reconocimiento no sólo abre muchas posibilidades de diálogo entre los protagonistas de la vida artística bogotana, sino que nos muestra otra fase de la personalidad del artista: sus ironías, sornas y sátiras, en menor grado parodias, son otra manera de convocar al diálogo. Ospina cree que la perversión de la forma clásica de escribir sobre arte, no deslegitima el pensamiento crítico sobre arte que está floreciendo en ese “no lugar” que está siendo colonizado por la juventud de nuestros días. Antes bien, estas alternativas literarias nos muestran de manera fehaciente que algo está pasando en la realidad de las aristocracias académicas más rancias. Si tenemos que resolver la pertinencia del arte o la crítica para nuestra época, los artistas jóvenes son quienes tendrán la última palabra.

Una observación final: la comprensión de las ideas expuestas en el foro se vio entorpecida, porque los ponentes, en su afán de ajustarse al tiempo concertado, procedieron a fragmentar, suprimir o comprimir muchos párrafos, lo cual no facilitó la comprensión de sus tesis, ni las discusiones posteriores. Para la sesión del día miércoles, se adicionó un panel con todos los expositores. Esto fatigó al auditorio. Ha debido preverse una sesión adicional para el día jueves con este propósito, pues, cuando se inició la charla entre los panelistas, y entre estos y los espectadores, ya todos estábamos exhaustos. Creó que a esta altura de la noche, quienes resistieron lo hicieron más por cortesía que por interés.

No sobra destacar la magnífica organización de este evento gratuito abierto a la ciudad. La traducción simultánea de la ponencia de James Elkins fue ágil e impecable. Los refrigerios exquisitos ofrecidos en los descansos, fueron una atención inesperada y poco frecuente en este tipo de encuentros abiertos al público en general. Las facultades de arte de Bogotá deberían fortalecer más este tipo de experiencias pedagógicas, estimular a sus estudiantes y maestros para crear otros ambientes de aprendizaje en los cuales puedan encontrarse, para establecer más lazos poéticos, emancipadores, interuniversitarios entre quienes serán los responsables de hilvanar el tejido artístico de nuestra ciudad, tantas veces experienciada con hostilidad por su ciudadanía. La cátedra Cuerpo, Arte y Pensamiento que se realizará a partir del 16 de Octubre en la Universidad Nacional y la Universidad Distrital ASAB, con seguridad contribuirá a alimentar y fortalecer la vida universitaria y la discusión artística en Bogotá.

Jorge Peñuela

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La ONG de los críticos

Bogotá fue visitada por Lisbeth Rebollo, una de las siete presidentes mundiales de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA); dio una de las conferencias del ciclo de charlas “Crítica y contracrítica”.

Rebollo afirmó que la crítica de arte había cambiado de espacio y de actividad: de la prensa al museo, de la escritura a las exposiciones, de los argumentos a los indicadores de gestión, del crítico al montajista. Rebollo es a la vez directora del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de São Paulo, de ahí su visión del museo como aula máxima de la sociedad: “El discurso sobre arte contemporáneo viene asumiendo importancia especial en sus museos y en otros espacios especializados en este arte (…). La exposición de arte, en este sentido, está convirtiéndose en el lugar, por excelencia, del discurso crítico”, concluyó.

La conferencia de la presidenta fue provocadora, generó crítica y contracrítica; corrió el rumor de que todo era una farsa en el que ella hace de astuta burócrata que salta de congreso en congreso, y que su escala en Bogotá fue por influencia de una profesora local, también miembro de la AICA, que devolvía atenciones por una invitación a São Paulo en el 2007. Pero fue tan real el papel que como único consuelo tocó pensar que la presidente estaba siendo irónica: su monólogo expresaba el reverso exacto de lo que en verdad decía. Y si movía sus manos, como enrollando una madeja, diciendo que en el Museo “ellos pensaban mucho la crítica”, o que la exposición Mujeres Artistas era prueba de ello, significaba que no pensaban la crítica, y su manoteo era el gesto falaz de una estatua que aparenta movimiento. A la presidenta de los críticos no parece importarle el sacrificio de su buen nombre ante el altar de la crítica: ¡Qué entrega!

La AICA es una ONG bajo el patronato de la Unesco y cuenta con más de 4.200 miembros repartidos en 62 secciones. Su página en internet, una cantera inmensa de ripios y gazapos (y de más crítica), es útil para todos aquellos grafómanos y comentaristas criollos ganosos de asistir a congresos y de obtener una credencial de la AICA que permite visitar gratis las ruinas de todos los museos del mundo… Sólo hay que escribirle un correo a la presidenta de los críticos en Colombia, Celia Sredni de Birbragher, y preguntar por los planes de suscripción (cbirbragher@artnexus.com).

La viveza común a estas latitudes ha logrado una proeza memorable, el anacrónico ejercicio de la crítica de arte tiene por fin un fin: el turismo cultural.

http://www.elespectador.com/columna88735-ong-de-los-criticos

—Lucas Ospina

Me quedan muy pocas dudas de que Lucas Ospina es más brillante criticando a sus colegas de la crítica del arte que criticando propiamente arte. ¿Será porque tanto él como El Espectador consideran que la critica de los criticos no está afectada por el irremediable anacronismo de la critica de arte?

La burocracia crítica

De los fantasmas sabemos mucho en estas tierras colombianas, últimamente los que persiguen a los parapolíticos y al ministro Santos. De lo mediático hemos aprendido rápidamente en estos siete años de la mano de Uribe y su corte fúnebre. De los actores de pulpito y atril somos verdaderamente expertos, sólo basta con echarle una mirada a los últimos 50 años de historia colombiana y tendremos lo más excelso de la sociedad criolla, que encontramos en los mosaicos de cuanto edificio público existe en el país.

Pero de crítica de arte, sólo sabemos algunas pocas cosas; sin embargo, la tendencia muestra que este ejercicio es un derecho adquirido por quienes se encuentra dentro del discurso del poder, los Doctores del arte de las universidades, los funcionarios del Ministerio de Cultura y, ahora, las Cámaras de Comercio, por aquello de la Responsabilidad Social Empresarial, que buen negocio.

Buen apunte Maestro Lucas