Fiesta

Comenzó un año donde parece que la ya bautizada Franquicia del arte contemporáneo colombiano va a resultar altamente valorizada y, lo mejor, sus réditos supremamente reñidos. Habrá que ver dentro de once meses, quiénes sacaron partido de esta cresta de visibilización internacional. Han llegado los Thyssen y Obrists (o sus representantes). ¡Salud! Se anuncian exposiciones de artistas colombianas que poco han mostrado aquí. Esta semana se inaugurarán presentaciones de trabajos de grado y muchos espacios alternativos que funcionaban en Bogotá han modificado su trayectoria

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Chéveres las fotografías de locomotoras borrosas. Imagen tomada de aquí.

Comenzó un año donde parece que la ya bautizada Franquicia del arte contemporáneo colombiano va a resultar altamente valorizada y, lo mejor, sus réditos supremamente reñidos. Habrá que ver dentro de once meses, quiénes sacaron partido de esta cresta de visibilización internacional. Han llegado los Thyssen y Obrists (o sus representantes). ¡Salud! Se anuncian exposiciones de artistas colombianas que poco han mostrado aquí. Esta semana se inaugurarán presentaciones de trabajos de grado y muchos espacios alternativos que funcionaban en Bogotá han modificado su trayectoria (los que no  han desaparecido son cada vez más fuertes). Se pondrá a prueba el nuevo modelo del Premio Luis Caballero y durante el mes que funcione ArtBo seguramente veremos nuevos aires en la producción y gestión de las artes visuales del país. Todo eso está muy, pero que muy bien. Y, por si faltara algo, se verá el comienzo del trabajo del espacio dirigido por José Ignacio Roca (al cual habrá que seguir de cerca para comparar sus resultados con la gestión de este en la Tate Gallery) y, quizá entre a operar un nuevo modelo administrativo en el potentemente regimentado Museo de Arte de la Universidad Nacional.

No dejo de alegrarme por las personas que ingresen a ese circuito. Ya hay algunos que han entrado silenciosamente a colecciones internacionales y sobre cuyos nuevos proyectos se escuchan comentarios optimistas. La locomotora del arte contemporáneo va a toda. Mejor no quedarse. O saber cómo montarse. Y dónde bajarse.

Por una parte, habría que observar la manera en que los productores menos experimentados interpretarán esta alborada en su trabajo. Si se repetirá el auge que tuvo el  dibujo en los últimos años, o si se atreverán a realizar propuestas menos asequibles al comercio, o si se decantarán por explotar otros medios. Así mismo, será necesario que reclamen -si quieren reclamar- que la producción editorial finalmente los incluya como algo más que ilustradores de libros y les ofrezcan  propuestas de edición sobre el trabajo que han venido desarrollando. Hay artistas jóvenes, pero no hay literatura en la cual revisar sus propuestas. Hay quienes escriben, pero ya va siendo hora de que se enteren que el Premio Nacional de Crítica no es la única salida donde lo sólo vale escribir sobre obras de mujeres artistas que no han visto. O sobre artistas que se afianzaron hace diez años. Anímense a asociar teorías alrededor de los trabajos con menor poder de circulación. Hagan monografías que superen las tesis de Maestría. Si quieren, por supuesto, el trabajo es difícil. Muchos le sacamos el cuerpo deliberadamente.

El asunto es ver cómo nos aproximaremos a la experimentación que se ofrece tan seguido en encuentros, exposiciones y salones. Una manera de contribuir con esa tromba de voluntarismo en gestión podría ser la de comenzar a analizar lo que ha venido pasando. De pronto la sonrisa se vuelva más prevenida y quizá sea posible notar que los indicadores (“hemos hecho N mil exposiciones al año”) van por un lado y la recepción de los proyectos por otro (“qué buena exposición, y no la vio casi nadie”). Muchos artistas se quejan de que construyen proyectos que no reciben la atención necesaria y muchos escritores se lamentan de no haber encontrado nuevos valores a seguir.  No basta con la reseña corta, hecha de afán o sin interés. Quizá sea tiempo de reunir productores bajo núcleos temáticos y tratar de examinar las reiteraciones que siguen. El modo en que operan, la forma como traducen en imágenes la bibliografía que recitan periódicamente -incluyendo las revistas de donde extraen muy buenas ideas para excelentísimas piezas.

Y revistas fuertemente apoyadas hay también. Bueno sería que trataran de equiparar la mirada hacia lo que se hace en otros países con lo que se da aquí. O que permitieran que sus editores invitados se comprometieran con lecturas sobre el panorama de lo que ven que es el arte contemporáneo colombiano, qué tendencias perciben, si les parece serio o más bien chistosito que varias carreras hayan terminado ahogadas por la actividad docente, si harían lo mismo en los países donde tienen la sede de sus estudios. Estimados editores internacionales de revistas de arte local, ¿impondrían de la misma manera su mirada superespecializada sobre los movimientos visuales del cono sur, o el arte chicano, o etc., hacia lo que se hace aquí? ¿Organizarían exposiciones dedicadas exclusivamente a artistas criollos en museos de Latinoamérica o Europa? ¿Por qué no lo han hecho hasta ahora?

La locomotora necesita ser dirigida y no basta con las buenas-malas-convenientes relaciones que hagamos curadores y artistas. También hay que redactar libros que nos digan de qué manera el arte contemporáneo local ha superado a la generación auspiciada desde la gestión de los curadores que reemplazaron a los adláteres de Marta Traba entre 1970 y 1990. O matizar lo Transpolítico, por ejemplo. O averiguar por la trayectoria del arte sonoro, que aun se hace, aun circula en un pequeño grupo y ofrece interesantes propuestas de indagación. O buscar a tanto artista que pintaba hace doce años, por decir algo, y volverlo a exhibir. O preguntarse por qué los grupos de investigación en historia del arte han optado por seguir el revisionismo. O qué cánones han instaurado. O por qué se presentan más en el exterior que en la escena local. O qué tipo de historia han empezado a construir. O cómo se han formado las instituciones a su alrededor, para no dejarles hacer nada (la indiferencia post-escándalo Barbies del Museo de Arte Moderno de Bogotá), o para apoyar sus propuestas (los premios de Curaduría histórica o las becas de investigación del Ministerio de Cultura). O porqué el mismo Museo de Arte Moderno de Bogotá tuvo la extraña -en ellos, pero ojalá duradera- iluminación de lanzar una convocatoria de apoyo a investigaciones curatoriales y de qué forma algunos historiadores mostrarán allí el resultado de sus observaciones. Ojalá el plan de medios que les diseñen resulte útil para que no sólo vayamos quienes nos dedicamos a acabar con las viandas de sus inauguraciones.

Otro beneficio de estos documentos, si se hicieran, sería su utilidad como mapas de ruta para tanto curador internacional tan interesado por el dinamismo de la práctica artística colombiana. Hay que darle la mano al amigo extranjero, decirle más o menos cómo moverse y qué mirar. Hay que hacer gala de nuestra buena fama como anfitriones. Y de que estamos entre los más felices de los felices.  Y que somos los más previsores entre los previsores. Que somos gente seria. Que les vamos a garantizar que cuando vengan no caerán en manos de gestores de conferencias que les prometen auditorios a reventar y apenas si logran reunir a sus estudiantes. Que cuando los pongan en gira nacional les den el mismo tratamiento en otras capitales que el que les prodigaron en Bogotá. Que dejen de operar como sus chaperones y les dejen ver el campo artístico más allá de encuentros concertados vía apretada agenda. Que, en últimas, les cumplan con lo que les prometieron y no terminen apenas mejorando su nivel de francés. Que su audiencia conocerá su producción escrita.

Quedará por ver también cómo los más recalcitrantes entre nosotros trataremos de parasitar ese torrente. Si nos apostaremos en una esquina para descalificarlo todo o nos plegaremos a la crítica semi-institucional. Si nos concentraremos en señalar vínculos oscuros entre patrocinadores y artistas. (Y si quienes los señalemos firmaremos con nuestros nombres o le daremos cabida al siempre bien recibido pseudónimo). Si nos deleitaremos con las contradicciones del arte político. Si buscaremos más allá del arte político. Si no. Si nos resignaremos a inventariar las mismas propuestas de diseño gráfico en los catálogos del Estado. Hay tanto por hacer. ¡Salud maquinistas!

 

–Guillermo Vanegas