expediente, intervención de lucas ospina: respuesta al vistazo crítico a Goya

Apreciado maestro Ricardo Arcos. Tiene razón en casi todo lo que usted ha manifestado en su Vistazo Crítico. En nuestra época, un expediente cuelga sobre nuestras cabezas, como espada de Damocles: todos somos culpables hasta no demostrar lo contrario. Cuando el crimen logra desbordar las ficciones de los artistas y amenaza con devorarnos, quedamos sumidos en el miedo y sin terreno firme al cual asirnos para obligarnos a parir un pensamiento. Del secuestro de Goya nada sabemos, excepto que regresó sano y salvo a su casa y que se limpió la imagen de Bogotá como ciudad amante y respetuosa de los imaginarios de los artistas que ya no pueden importunar a nadie. Tiene razón: esa era nuestra preocupación. Como siempre, olvidamos lo que no debemos olvidar: la guerra perpetúa en Colombia.

Usted lo ha recordado oportunamente: murió la verdad. Goya hubiera dicho que el sueño de la verdad produce monstruos y que con los monstruos napoleónicos no se juega; –que ni siquiera los artistas contemporáneos se pueden permitir estas licencias poéticas. Nos diría que la verdad se vuelve un monstruo incontrolable cuando se la dopa. Usted sabe, que los artistas, precisamente, crearon la sátira y la ironía como antídoto contra la tiranía de la verdad dopada. Estoy de acuerdo con usted: la intervención artística de Lucas Ospina provocó un tifón mediático que amenazó levantar todo el tejado de Esfera Pública, construido con tesón y dificultad. La verdad dopada se hizo sentir en el campo de las artes. Algunos estamos recuperándonos del impacto, otros, perturbados por el impacto de algunos editoriales, han buscado otros refugios o aún permanecen silenciados, horrorizados con el poder que ejerce la vida en nuestra frágil psicología artística: el crimen siempre sabe sacar provecho de esta debilidad. Goya pasó sin pena ni gloria por Bogotá. Más que una pena, es una vergüenza, no con Goya ni con los españoles, sino con las víctimas de los desastres de las guerras en Colombia.

Sin duda, este acontecimiento artístico será de interés para los historiadores. Más que un profesor, como insisten en presentarlo los medios masivos de comunicación, Lucas Ospina es un artista de nuestra época; es decir, como usted y como yo, hacemos parte de una tradición de pensamiento artístico que se inicia con las vanguardias históricas del siglo XX, las cuales, recuerde, se mostraron refractarias a todos aquellos dictados que provenían de las instituciones artísticas comprometidas con la campaña de egoísmo económico iniciada desde ese entones por el capital. Expediente, como llamo a esta intervención de Ospina, en mi opinión, intentó mostrar que los rostros compungidos de las élites artísticas y académicas, de las cuales hacemos parte, frente a los horrores de la guerra, no son más que una mascarada, que son sólo lágrimas de cocodrilo. Sabe el artista que ninguno de nosotros hemos hecho lo suficiente para terminar la barbarie de nuestra larga noche septembrina.

Nos disgusta sobremanera que hayamos sido timados por el artista, esto es lo que molesta al espíritu racionalista que cree poder anticiparlo todo; cuando el arte incursiona en la vida procedemos a sacarlo a patadas: la vida mata al arte: el arte es un enemigo para la vida. Pero, maestro Arcos, ¿no ha sido el arte siempre un bello engaño? ¿No ha sido esta la virtud, la belleza, lo que le ha permitido acercarse a la verdad para despertarla de sus letargos inducidos? ¿Osaremos culpar al artista porque se atrevió a pintar unas uvas de manera tan real que algunos pájaros hambrientos rompieron sus picos cuando quisieron picotearlas? ¿Tal mal estamos? El artista sólo es culpable, por, en su consternación, haber reducido su intervención artística a ser una parodia similar a aquellas que se realizan en la televisión local, una payasada, cuando era algo mucho más interesante para el arte contemporáneo y para nuestras esperanzas de una sociedad menos cruel.

Contrario a su propósito, creo que Ospina hizo más por Goya en Bogotá, que cualquier comentario nuestro sobre el particular. Por supuesto, hubiéramos esperado más reflexión sobre los horrores de las guerras que destruyen a Colombia. Pero, ¿qué más podemos decir sobre estas guerras? Usted lo ha dicho descarnadamente: ¿a quién diablos le importan? ¿A los artistas? ¿Qué pueden decir los artistas contemporáneos sobre las guerras nuestras que, con creces, no sepamos ya nosotros? En mi opinión, muy poco, a no ser que como Ospina, vuelvan a hacer uso de su imaginación y decidan salirse de la Escuela de Ingeniería Estética en que se convirtió para algunos artistas la práctica artística contemporánea. Eso que usted hoy afirma oportunamente es lo que nos planteó Ospina con su intervención artística: no sigamos siendo hipócritas trayendo exposiciones sobre Los Desaparecidos y Los Desastres de la Guerra, para simular ante los extraños que yacemos compungidos ante el dolor de aquellos que han sido tratados con crueldad extrema, cuando en verdad hacemos muy poco en nuestras prácticas cotidianas para acabar con lo que alimenta todas nuestras guerras. Ospina sabe, que el propósito de estas exposiciones es que el Estado, todos nosotros, tengamos la oportunidad de lavarnos las manos en la jofaina reluciente de las artes. Pues, si su interés fuera hacer cesar la guerra, con seguridad, las élites colombianas haría mucho tiempo le hubieran ofrecido a su pueblo un camino serio hacia la paz.

Jorge Peñuela

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1 comentario

Estimado Jorge Peñuela, si es cierto el arte por fortuna no es nada serio y también sabemos que es un engaño. Engaño el orinal de Duchamp, paradigma del arte contemporáneo, cuando en 1917 él «engañó» al jurado de premiación del cual hacía parte. Engaño también el de Zeuxis y Parrhasios como usted lo dice. Eso nadie lo discute. Como tampoco discuto el acto de Lucas Ospina, con el cual todos nosotros nos hemos divertido mucho; a quien no creo que le haya divertido es al mismo artista pues hacer frente a la REALIDAD, con jueces y todo a bordo y la policía pisándole los talones, no debe ser muy divertido que digamos. «Cuando la comedia se convierte en tragedia…» yo ya había leído esta frase antes. Lo que si dije, estimado Peñuela, en mi anterior intervención, es que todo ese despliegue mediático, frente a un hecho jocoso e insignificante, como el «el chiste» de Lucas Ospina sobre el Goya robado, se convirtió en el cerilla que dejó escapar una espesa humareda que nos impidió ver la exposición de Goya y realizar un ejercicio crítico. Si cierto sobre Goya se ha dicho bastante, pero creo que es labor de la crítica, labor que tanto usted como yo pretendemos ejercer, decir algo. Asi de simple, una exposición que vuelvo e insisto es pertinente para el contexto en el cuál vivimos, pues como usted bien lo dice parafraseando a Goya «el sueño de la RAZÓN produce monstruos».
El gesto de Lucas es importante eso no está en discusión, la parodía, el panfleto, la burla y el chiste también lo son, ya Jaime Garzón nos dió muestras brillantes al respecto y el propio Ospina lo ha hecho en este espacio de Esfera Pública, con sus innumerables seudónimos. Pero de ahí a que ese gesto sea tomado como una obra de arte.. bueno tendremos pantalla de internet para discutir sobre esto en otro momento. Mi crítica va al despliegue medíatico que se le da a un hecho, lo cual termina opacando lo que en realidad debemos ver. Lo acontecido terminó reduciendo la obra gráfica de Goya en el pretexto de una telenovela de muy mala calidad. Frente a las preguntas que usted hace estimado Peñuela, le hago otras a manera de respuesta: ¿Tenemos que negar exposiciones de estas como los Desaparecidos (MAMBO) o Los desastres de la guerra de Goya (Alzate Avendaño) bajo la excusa que tenemos suficiente violencia en nuestro país y que en realidad son los políticos que deben solucionar eso? Claro que no. Cuando en esas dos exposiciones yo ví a varios estudiantes de colegio y personas que no tienen nada que ver con el mundo mundibulo mundano del arte, al cual usted y yo pertenecemos (así nuestro fuero sea académico) creo que hay una verdadera labor pedagógica que insiste que el arte no solamente es divertimento. No logro imaginarme ni por un instante a Goya haciendo sus grabados pretendiendo engañarnos y tomándonos del pelo, como si puedo verlo riendo cuando pintó a los Reyes de España para quien trabajaba. Lucas nos ha hecho reír mucho en este espacio de Esfera Pública, reducido por los medios de comunicación, a un espacio donde se hacen parodías y chistes. Pero les recuerdo que el mismo Ospina también nos ha hecho pensar mucho de una manera muy seria y contundente.
Dejaremos de lado este impase sin lugar a dudas. Lo recordaremos como algo jocoso pues el «chiste» de Ospina en verdad creó algo, más allá del nubarrón, y que gracias a usted lo he podido ver: al menos hemos hablado de Goya así sea por los laditos, y eso ya es algo. Otra punto a favor de Ospina y el de los medios de comunicación, es el haber hecho circular la imagen del grabado robado hasta el hastío, dejando esa imagen en una opacidad insonsable donde ya no hay nada que ver: destino implacable de las imágenes mediatizadas. Mientras todo esto acontece, lo invito -y a todos los esferistas-, a la inaguración de la I Cátedra Franco-Colombiana de Altos Estudios, Arte, Cuerpo y Pensamiento, en homenaje a María Teresa Hincapié que se inaugura mañana 16 de octubre a las 5:00 p.m en la sala de conferencias del León de Greiff de la Universidad Nacional. Y a propósito de Hincapié, y creo usted está de acuerdo esto, ella fue una artista que miraba la realidad de otra manera; con menos humor digamos, de una manera más grave, como el mismo José Alejandro Restrepo y Doris Salcedo. Para reir tenemos tiempo, para reflexionar muy poco.

Ricardo Arcos-Palma