En torno al arte contemporáneo en Colombia

Apreciados amigos de Esfera Pública y de Columna de Arena. Quiero compartir con ustedes un hecho muy importante para el país, pero al mismo tiempo muy lamentable para las artes plásticas contemporáneas de Colombia.
El suplemento cultural del diario La Jornada de México, dedicó los números 450 y 451 correspondientes al domingo 19 de octubre y al domingo 26 de octubre, a Colombia. En la edición del 19 de octubre hay textos sobre diferentes áreas artísticas de los cuales se destacan el artículo de Héctor Abad sobre la narrativa colombiana actual -texto que ya había sido publicado en Semana- y el artículo “El Teatro en Colombia” de Carlos José Reyes. La otra edición es dedicada a la literatura con publicaciones sobre Darío Jaramillo Agudelo, María Mercedes Carranza, Álvaro Mutis, y un texto sobre la Comuna 13 de mi autoría.

Gloria Posada: Apreciados amigos de Esfera Pública y de Columna de Arena. Quiero compartir con ustedes un hecho muy importante para el país, pero al mismo tiempo muy lamentable para las artes plásticas contemporáneas de Colombia.

El suplemento cultural del diario La Jornada de México, dedicó los números 450 y 451 correspondientes al domingo 19 de octubre y al domingo 26 de octubre, a Colombia. En la edición del 19 de octubre hay textos sobre diferentes áreas artísticas de los cuales se destacan el artículo de Héctor Abad sobre la narrativa colombiana actual -texto que ya había sido publicado en Semana- y el artículo “El Teatro en Colombia” de Carlos José Reyes. La otra edición es dedicada a la literatura con publicaciones sobre Darío Jaramillo Agudelo, María Mercedes Carranza, Álvaro Mutis, y un texto sobre la Comuna 13 de mi autoría.

Los artículos de la primera edición hacen un recorrido panorámico sobre la cultura artística de nuestro país, pero como ustedes saben, las artes plásticas siempre son la cenicienta en publicaciones coordinadas por especialistas de otras áreas. Por ello quien escribe el texto sobre los artistas colombianos es Andrés Hoyos. El artículo se titula “Artes Plásticas en Colombia: más menos que más” y si lo buscan por internet -aunque no sé si está en la página del periódico- no se despisten por el nombre de quien lo escribe “Armando Hoyos”, pues en la edición 451 dedicada a la literatura -afortunadamente- sale en la última página una Fe de erratas donde dicen que el autor es Andrés Hoyos.

Sobre el texto de Hoyos, puedo decirles que es una escritura pobre, con pocos matices, ritmos o énfasis contundentes. Este hecho aunado a la falta de investigación y conocimiento de la historia de las artes plásticas del país, y a los prejuicios ortodoxos del autor respecto al arte contemporáneo; hacen de la lectura de la publicación un hecho bastante desafortunado. No obstante lo enunciado, los invito a que asuman ésa labor como una responsabilidad con la imagen que dicho autor quiere proyectar del arte colombiano a nivel internacional.

A pesar de todo, lo más preocupante es pensar en quién es Andrés Hoyos en el medio de las artes plásticas colombianas, para que haya tenido un despliegue de ése tipo en un periódico tan importante a nivel internacional. ¿Es investigador, crítico, curador? ¿Estudió arte o historia del arte?. Quienes hemos leído sus textos y escuchado sus argumentos llegamos a la conclusión de que son meras opiniones personales, sin una sustentación fundamentada, ni una altura intelectual en su expresión.

Andrés Hoyos es un escritor, no se si de calidad pues nunca lo he leído ni me ha interesado su trabajo, aunque sus amigos dicen que es muy bueno. Por lo que conozco de sus artículos me imagino que ése calificativo sólo se refiere a la literatura. Hoyos tiene una revista literaria creada -según dicen algunos- con la herencia de su familia, en ella en muchas ocasiones se auto publica sus opiniones sobre las artes plásticas, y aparte de la literatura le da cabida esporádicamente a algunos textos sobre arte que él edita intencionalmente llegando incluso a descontextualizar enunciados, a cambiar significados, o incluso a ridiculizar a los autores. ¿Pero por qué precisamente a él se le pide un texto sobre el arte colombiano para publicar en México?. En realidad no encuentro ninguna explicación, ¿será por desconocimiento de lo que se hace o se escribe en Colombia? ¿o porque su revista llega a todas partes y les parece muy importante? ¿o porque los editores no se toman el trabajo ni el tiempo para investigar?. Como lo expuse en párrafos anteriores esto no sucedió ni en el área de literatura ni en el área de teatro, pues publicaron a especialistas y personas dedicadas desde hace muchos años a éstas disciplinas -Héctor Abad, Carlos José Reyes-.

Es como si a nuestros críticos, investigadores, curadores o escritores sobre artes plásticas, les publicaran un texto sobre literatura, teatro, danza, música…. Acaso José Ignacio Roca, Carmen María Jaramillo, Eduardo Serrano, quienes desde hace varios años son curadores y críticos de arte en Colombia y en el exterior, e incluso éste último con varios libros publicados ¿Se han atrevido alguna vez a escribir sobre literatura, o incluso a opinar sobre la obra de algún escritor?.

Desafortunadamente, el novelista Andrés Hoyos cree que sabe de todo, y cree tener la dimensión ética e intelectual para decir lo siguiente:

“(…)En fin, pintores jóvenes de mérito hay más, lo que se acabó fue el espacio.

En lo que hace a la segunda vertiente del arte plástico, la postmoderna, los nombres más mencionados son Doris Salcedo (1958), José Alejandro Restrepo (1959), María Fernanda Cardoso (1963) y Elías Heím (1966). Protegidos todos por instituciones del Estado, por las revistas y por la academia nacional e internacional, los artistas adscritos a esta vertiente llevan las de ganar, y se les ve pavonearse muy contentos y orgullosos. No es para menos: contar con un gran aparato de promoción oficial y ser profeta en la propia tierra y extraña… ¿que más puede uno pedir? Pero a mí sus obras me interesan muy poco por razones que no alcanzaría a discutir aquí. Baste con decir que en Colombia, como en el resto de los países occidentales, se plantea desde hace cosa de veinticinco años una revolución institucional para las artes plásticas, de naturaleza e ideología no muy distinta a otras que fracasaron en la música (dodecafonía, serialismo, etcétera) y en las letras (realismo socialista, literatura comprometida, poesía panfletaria). En éste caso el fracaso se debe a la hegemonía ejercida, por encima de los propios artistas, por burócratas: curadores, profesores universitarios y críticos, quienes han decidido que es viable estimular e imponer una vanguardia artística desde el poder (….)”

Como pueden constatar el autor se da la atribución de señalar que fracasó en las artes plásticas, la literatura, la música… prescindiendo de contextos de emergencia, negando la importancia histórica de éstos lenguajes para una época y cultura específicas, desechando cualquier valoración de los procesos sociales que conllevaron esas búsquedas, y borrando algún aporte para las artes en general.

Por lo demás, despreciar de esa manera a Doris Salcedo, José Alejandro Restrepo, María Fernanda Cardoso, Elías Heím… como protegidos del Estado y títeres del arte contemporáneo, es afirmar el dicho popular de que “la ignorancia es atrevida”. Al parecer, el que éstos artistas hayan expuesto en la Bienal de Sao Paulo, en la Bienal de la Habana, en la Bienal de Venecia, en la Bienal de Estambul, en la Bienal de Johannesburgo, en la Documenta de Kassel… y que estén en las revistas de arte más importante del mundo -al lado de otros artistas colombianos igualmente destacados-, es según Hoyos, algo que les cayó del cielo por hacer bien el juego a los curadores y críticos.

Para el novelista Hoyos -con una imaginación desenfrenada e ideologizada por sus propios intereses-, los directores del Museo Reina Sofía en España, de las galerías de la IFA en Alemania, del Museo de Arte Moderno de Nueva York, del Museo Sofía Imber en Caracas, del Museo de la UNAM en México… están todos equivocados, pues en éstos lugares y en muchos otros han expuesto los llamados despectivamente por él “artistas postmodernos colombianos”.

Lo más preocupante es que Hoyos critíca el “realismo socialista, la literatura comprometida, y la poesía panfletaria”, pero sus métodos y valoraciones del arte contemporáneo son muy similares a la ramplonería y ortodoxia de ésos lenguajes, sólo que pasadas varias décadas de su emergencia, él intenta acercar sus opiniones a las formas actuales. No obstante, si se analizan detenidamente sus escritos, la esencia es la misma.

Por lo demás, poner a unos artistas como los “pobrecitos” cuando son los que comercialmente tienen más presencia en el país y pertenecen a las colecciones de arte de los magnates de las comunicaciones y la industria, y situar a los “otros” como los usurpadores, es una argumentación manipuladora y oportunista ¿Cuáles de los artistas que él critica viven de la obra?. Para nadie es un misterio que en Colombia no existe educación sobre el arte contemporáneo, algunos que se creen especialistas en historia del arte, sólo conocen y valoran el arte colombiano hasta la década de los sesenta del siglo XX, otros como Hoyos subestiman el conocimiento llamándolo “academia”, y las élites económicas que sustentan el mercado del arte no son la excepción. Entonces, ¿por qué ver en éstos artistas valorados internacionalmente, una amenaza? ¿Será porque las inversiones realizadas en años anteriores no se cotizan a largo plazo, y quieren revestir sus críticas con la aureola de hermanitas de la caridad?.

También es inquietante que en el caso de la literatura no se argumente que los escritores con mayor reconocimiento internacional, son escritores postmodernos legitimados por el Estado Colombiano y por críticos internacionales que están irremediablemente equivocados ¿por qué será?. ¿Acaso la literatura puede vivir en una contemporaneidad que le es negada a las artes plásticas?,¿o es que Héctor Abad en su ensayo sobre la narrativa colombiana, no fue lo suficientemente crítico y mordaz?.

Por todo ello, los invito a leer “Artes Plásticas en Colombia: más menos que más”, y a que analicen la revista El Malpensante y se respondan a sí mismos sobre quiénes legitiman ésa revista, porque en el orden de lo expuesto por Hoyos referente a las artes plásticas colombianas, quienes son publicados están en el círculo de poder y de los anunciantes ¿o es que acaso el país de la literatura es diferente al país de las artes plásticas?. No lo creo.

Igualmente,les pido que entre todos contestemos las siguientes preguntas ¿Qué artistas colombianos están en la colección particular del señor Hoyos y de su familia?. ¿con el dinero de quiénes financia dicho magnate de las comunicaciones su revista?.

Según me contó en una ocasión el fallecido profesor universitario, narrador, poeta, y ensayista colombiano Jaime Alberto Vélez -por lo demás columnista de El Malpensante-, Hoyos pertenece a una de las familias mas adineradas del país, quienes tienen el emporio de las grasas y de los aceites. Y como en Colombia ninguna gran fortuna está creada desde la transparencia o el humanismo ¿quién es Andrés Hoyos para hablar del poder de lo institucional, si en Colombia el Estado y los grandes terratenientes, industriales,y dueños de los emporios económicos, entán en Concordato?

Pero bueno, mejor dejo las cosas así, pues es hasta peligroso meterse con gente tan adinerada y poderosa, o si no que lo digan los campesinos desplazados de éste país…

Manuel Kalmanovitz: Qué bilis en la respuesta de Gloria Posada al artículo de Andrés Hoyos. Hay varios comentarios que me gustaría hacer al respecto:

1. La reiteración de la situación económica de Hoyos me dejó perplejo. ¿Qué importancia tiene dentro de la discusión si la familia de Hoyos “tiene el emporio de las grasas y los aceites”? ¿O si “tiene una revista literaria creada -según dicen algunos- con la herencia de su familia”? Se ve claramente la malevolencia detrás de ese “dicen algunos” pero ¿qué sentido tiene? Y sí, Hoyos viene de una familia adinerada. ¿Y? El padre de Engels era un industrial riquísimo y el dinero que pagaba a su hijo por dirigir una fábrica de textiles en Manchester financió la escritura de El Capital y el Manifiesto Comunista (Engels también financio diversas publicaciones, si eso es lo que molesta).

2. Dentro del debate de ideas en occidente, la posición que Hoyos defiende ha sido derrotada. La clase de arte que puede verse en los grandes eventos de las artes plásticas del presente (como los que enumera Posada: Bienal de Sao Paulo, Bienal de la Habana, Bienal de Venecia, Bienal de Estambul, Bienal de Johannesburgo, Documenta de Kassel) pertenecen justamente a la “otra” vertiente, el arte que Hoyos llama postmoderno, que no le parece valioso. Tiene derecho a su opinión. Y el hecho de que estos artistas (Salcedo, Cardoso, etc) sean seleccionados para participar no es, según el argumento de Hoyos, muestra de su calidad sino de que confirman el discurso dominante en las artes plásticas del presente.

3. Dice Posada esto: A pesar de todo, lo más preocupante es pensar en quién es Andrés Hoyos en el medio de las artes plásticas colombianas, para que haya tenido un despliegue de ése tipo en un periódico tan importante a nivel internacional. ¿Es investigador, crítico, curador? ¿Estudió arte o historia del arte?.

Y esto en una discusión es un argumento simplemente ridículo. ¿Hay que estudiar historia del arte para hablar de arte? ¿Historia del cine para hablar de la última película de Nicole Kidman? ¿Cocina para describir el efecto de una milhoja? ¿Cuántos diplomas hay que tener para poder hablar del color del cielo?

Hoyos desde el principio se presenta como un observador externo. Da a entender también que a pesar de su carácter externo (de no ser crítico, ni curador, ni historiador del arte) tiene contacto con estos artistas -que es lógico, seguro usa parte de ese dinero que tanto perturba a Posada para comprar pinturas. Y también demuestra estar interesado en el asunto, si no no se pondría a discutir lo que discute. Ahora, si lo que le molesta a Posada es que sea un reaccionario esa es otra cuestión. Ser reaccionario o querer volver a un pasado que se ha perdido no implica necesariamente ignorancia. Hay críticos de arte que no les gusta el estado del arte contemporáneo (Jean Clair, un crítico de arte francés, dice “hemos pasado de la época del gusto a la época del disgusto”), que tienen todos los títulos que se puedan desear. Mejor dicho, es posible entender el arte contemporáneo y aún así no disfrutarlo o no encontrarlo valioso. El valor del arte contemporáneo se puede discutir, desde luego, pero criticar a Hoyos por no ser ‘alguien’ en el medio de las artes plásticas colombianas simplemente refuerza el argumento de él de que hay una confabulación de críticos y curadores interesados en sofocar cualquier discusión y en evitar el surgimiento de artistas que no respondan a cierto modelo crítico-teórico.

Esas son los comentarios que se me vinieron a la mente. Lo que más me perturbó del texto de Posada es el tono personal de todo el asunto (de nuevo, las alusiones al patrimonio de Hoyos y al final ese “hasta peligroso meterse con gente tan adinerada y poderosa, o si no que lo digan los campesinos desplazados de éste país…” ¿Ah? Hoyos queda no sólo como ignorante, mal intencionado, rosquero sino como el culpable del desplazamiento en Colombia y un posible verdugo, perseguidor de sus contradictores intelectuales).

Queda el pésimo sabor en la boca de que en Colombia no pueden haber discusiones racionales porque el contrario es satanizado hasta no dejarle ni un rastro de humanidad.

Gloria Posada: Creo que mi artículo se refería a muchos más aspectos y problemáticas que las que el señor Kalmonovitz quiso enunciar. Mi referencia a la “economía” de Hoyos es simplemente un juego “literario” frente a los señalamientos tan graves que hizo dicho autor de los “otros” artistas colombianos llamados por él “postmodernos”.

Las reiteraciones del novelista sobre los “protegidos por instituciones del Estado”, sus alusiones acerca de las manipulaciones de poder -que en nuestra sociedad no son exclusivas del medio de las artes plásticas, y que son regidas principalmente desde lo económico, e incluso desde las adineradas familias-, y el tono peyorativo y de “bilis” en la última parte del artículo “Arte en Colombia: más menos que más”, sumado a sus escritos anteriores sobre arte; hacen que mi artículo se sitúe en algunos párrafos en la misma dimensión abierta por el dueño de El Malpensante.

En numerosas ocasiones éste autor ha sido irrespetuoso con artistas y curadores, incluso juzgando aspectos que podrían catalogarse como de la vida personal de dichos creadores, porque ¿qué sabe él del proceso y de la obra, y de los eventos en que han participado Doris Salcedo, María Fernanda Cardoso, Elías Heím, o José Alejandro Restrepo?. O más bien, deberíamos juzgar el Currículo de Hoyos y analizar los eventos donde ha participado. En éste sentido, ¿qué luz nos darían sobre ello sus colegas novelistas que no son sus amigos?

Pero para situarnos en un ámbito no personal, independientemente de las implicaciones ideológicas de lo que Hoyos enuncia ¿Su artículo aporta al conocimiento de las artes plásticas colombianas?. En muchos aspectos su texto es sólo descriptivo, enumerativo, anecdótico: “Es de veras lamentable que Lorenzo Jaramillo, nacido en 1955, haya muerto tan joven (en 1922), víctima del SIDA (…)” O por ejemplo: “Freddy Serna (1971) es el más joven de los artistas que mencionaré aquí. Miembro de una familia de nueve hermanos, Freddy es por más señas un hijo de las comunas de Medellín, donde vive todavía. Su vida en un entorno tan belicoso, por lo tanto ha de ser agitada(…)” Para la información del señor Hoyos toda la ciudad de Medellín se divide en Comunas y el Poblado -el sector más elitista de la ciudad- es la Comuna 6 como lo publicó recientemente en un artículo Héctor Abad. Pero bueno, no sigamos con las ironías con el señor Hoyos, porque al parecer tiene muchos defensores. Les recomiendo leer todo el artículo de La Jornada -e incluso compararlo con el artículo sobre la narrativa colombiana y con el artículo sobre el teatro en nuestro país-, pues al parecer el mayor despliegue verbal y analítico de Hoyos, se encuentra en la última parte, cuando el autor habla de los artistas “postmodernos” y enuncia en un momento de iluminación y revelación, sus grandes verdades.

En mi texto hice demasiadas preguntas que el señor Kalmonovitz no se interesó en responder, espero que lea nuevamente mi artículo para que en otra oportunidad me ayude a clarificar mis dudas y los errores e injusticias que pude haber cometido con Andrés Hoyos.

Para terminar quiero enfatizar que el artículo “Artes Plásticas en Colombia: Más menos que más”, fue publicado en un periódico de difusión internacional y no en el ámbito folclórico de lo local, en éste sentido el señor Hoyos con su vocería asumió una responsabilidad frente a todos los artistas, críticos, y curadores colombianos, y frente a esto no entiendo el reclamo del señor Kalmonovitz.

 

Lucas Ospina: Como lector ha sido sido placentero leer todas las intervenciones ocurridas gracias – muchas gracias- al artículo de Andrés Hoyos. Cada opinión ha estado cargada de pensamientos que tal vez no habrían salido a la luz si no fuera por la provocación de Hoyos, y aunque a veces sale tanto a la luz que termina uno hasta mostrando hasta el cobre, me parece que la cantidad de matices y replicas detalladas de cada intervención demuestra que “hay alguién leyendo”, lo que a veces no parece ocurrir en otras esferas (“exponer, mostrar, hacer”, pero, ¿hay alguién viendo?).

 

Fernando Uhía: Me parece que Hoyos no tiene ni idea de lo que está escribiendo. En la tradicion -desconocida para él, por supuesto- de las cantaletudas “Máquinas Solteras” de Roussel, Hoyos se muestra totalmente inofensivo para nuestro medio artístico. Son sólo ganas de participar en un medio en el que nunca podrá entrar -ni ser invitado- por razones obvias.

Andrés Hoyos: Como abrebocas para la polémica en torno al arte posmoderno, que sin duda debe seguir, les adjunto un artículo que salió esta semana en el Observer de Londres. Lo importante del mismo es que Matthew Collings, el que ahí opina, tiene una trayectoria muy significativa en la presentación de los premios Turner y, en general, se le consideraba un símbolo del nuevo Establishment artístico.

Por si acaso, el link está en: http://observer.guardian.co.uk/screen/story/0,6903,1086082,00.html

 

Pedro Falguer: Está como grave la falta de respuesta por parte de los artistas frente a los flojos y parciales argumentos de Hoyos. Otra señal de la vulnerabilidad intelectual del gremio (por algo habran delegado funciones en su ejercito de enfermeros). La falta de formación cultural, por asi decir, no fortalece su criterio. Cualquiera que medio escriba los pone contra la pared. Obviamente no es negándose a responder como va a avanzar el debate.

O es que solo les interesa cuando supone consenso de su parte?

Juan A. Gaitán: En respuesta al mensaje de Falguer, me parece que es muy facil acusar una falta de respuesta (aunque me parecio a mi que las respuestas han sido varias y extensas, a menos que estemos hablando de otro Hoyos) y pues, en medio de todo, hemos tratado de abordar problematicas desde diferentes angulos, y hemos tambien tratado de abordar diferentes problematicas. Pero, por que no mas bien nos ilumina con una critica suya acerca del tema? O es suficiente andar acusando la falta de critica sin entrar a llenar los vacios?

Siguiendo el foro de discusion, es de notarse que cuando hay acusaciones directas los mensajes proliferan (y desafortunadamente este mensaje mio cae dentro de esa categoria) pero cuando la discusion apunta a problematicas mas generales, a criticas mas agudas, no hay contribucion ni respuesta. Creo que todas las problematicas que se han planteado son validas y es necesario acudir a ellas, pero no entiendo de donde salen acusaciones como la de Falguer, quien esta claramente irritado por la falta de critica, pero no lo suficiente como para proponer sus propias perspectivas sobre los temas que se han puesto “sobre la mesa”.

Se que hay lectores silenciosos (los conzco personalmente, y los respeto) que no se hacen presentes en estas discusiones. En la mayoria de los casos yo soy uno de ellos. Hay tambien muchas opiniones y puntos que discutir, algunos se han quedado atras, otros son momentos de reflexion que los lectores han querido “obsequiar”, y no es este acaso el acto mas generoso dentro de una comunidad de artistas, lectores, escritores? Entregar opiniones y responder, no con acusaciones, sino con problematizaciones sobre lo que se ha propuesto?

Toda critica tiene sus vacios, fragmentos sobre los cuales el tiempo no nos ha permitido reflexionar y, en el mejor de los casos, alguien mas nos obliga a reflexionar sobre ellos ofreciendo un punto de vista alterno, paralelo, ni simplemente acorde, ni simplemente opuesto. Obligarnos a pensar es, en mi opinion, el proposito de estos foros.

Pedro Falguer (desde el público): No acuso, constato. Despues de las primeras reacciones al texto de Hoyos, lo que prometia algo mas de fondo en un tema que va mas alla de las personas involucradas, tomo como ejemplo de falta de argumentacion la negativa de un par de mensajes recientes (Uhia, Merchan ?) orientados a disminuir el debate con silencio. Mala señal, pues con el pretexto de que es ‘obvio’ que Hoyos no sabe de lo que esta hablando, ya que no pertenece a la comunidad de creyentes, se evita la responsabilidad de tener que entrar en detalles.

Tambien quise ir por partes: primero un mensaje corto, donde reclamo con alguna espontaneidad la actitud general sugiriendo que el silencio podria resultar de un efecto paralizante. Y ahora que Gaitan me responde, y que ademas me pregunta, lo que es una manera de conversar punto por punto como se juega el ajedrez por correspondencia, les mando uno mas detallado.

La banalizacion del debate (conciencias de clase, derecho de opinion, excomuniones) indica lo poco que se ha avanzado en esta ya tipica polarizacion sin matices: los que desconfian de la posibilidad de que aparezcan nuevos valores, defendiendo los placeres y familiaridades del gusto consagrado, frente a los defensores a ultranza de todo lo que se presenta como novedad descalificando muchas veces, en una irreductible logica vanguardista, cualquier cosa del pasado como irrelevante.

El articulo del The Observer, Give me Titian, not Tracey, que Hoyos propone como ilustracion y respaldo a su punto de vista, tampoco va muy lejos. La frase, Clement Greenberg, the great modernist theoriser, said that it’s all pop art after 1960, and I agree with that. Pop art is fun and good; I’m not against trivia at all. It’s just that I see the difference between trivia and greatness, evidencia el centro del problema. Precisamente Greenberg, el gran modernista derrotado por la gracia popular del readymade. La conversion ‘religiosa’ de criticos como Matthew Collings, como los cambios radicales de opinion, no son garantia de nada. Lo que no quiere decir que no se pueda estar de acuerdo con suspicacias alrededor de mecanismos de promocion (y consecuente valoracion) como en el caso de la Saatchi generation. Un publicista brillante cuyo hobby es transformar, cual Midas, estudiantes de arte en figuras mundiales. El safari-Saatchi que llaman; lo que no deja de ser excitante. Su nuevo museo compitiendo a orillas del Tamesis con la Tate.

Otros criticos, Jean Clair, como recuerda Kalmanovitz (no se si escribo bien su apellido), o George Steiner, moviendose en las mismas aguas de Collings, argumentan parecido y mas largo. El asunto tiene que ver con un punto critico en la continuidad de valores de la cultura occidental, con la imposibilidad de relacion entre High (greatness) & Low (trivia o arte popular; a new tradition of contemporary art, which has photography and the movies and advertising as the top things, como bien dice The Observer).

La resistencia o incapacidad de asimilacion de algunas de las ideas artisticas importantes del siglo XX es algo comun en gente cultivada. La impermeabilidad de una cultura construida sobre el principio exclusivo les impide asimilar, entender. Por eso no discriminan, convirtiendo lo que deberia ser una opinion precisa, enfocada, en generalizaciones difusas. A muchos de los llamados melomanos (no exactamente amantes de la musica sino mas bien fanaticos de su liturgia) o literatos adictos al efecto calmante de cierto sistema retorico, se les salta el fusible cuando tienen que enfrentar variaciones mas o menos radicales de sus construidas identidades o gustos culturales (mi pintura, mi musica). El arte como bien y propiedad.

En este sentido -conozco el barniz literario de El Malpensante- el texto de Hoyos corresponde a una cantaleta que viene ofreciendo como demostracion de sus reflexiones artisticas, pero que por lo visto no ha logrado desarrollar en ninguna direccion diferente a la cristalizacion limitada de sus inclinaciones personales. Y no que importe en si mismo ese ultimo texto descuidado y parcial, publicado en La Jornada Semanal, cuya unica gracia es la de ser provocativo desde una consciencia liviana del propio privilegio, sino por lo que representa como cliche reaccionario dentro de los varios que rondan el mundillo del arte.

Los artistas, mientras tanto, como decia en mi correo anterior, parecerian estar a merced de cualquiera que les organice la palabra, llamense curadores o criticos, periodistas culturales, editores de revista o cualquier saltimbanqui que salte improvisadamente a escena so pretexto de intelectualidad -cada cual aprovechando a su modo el mutismo cada vez mas fragmentado de la tribu bohemia. De ahí que tengan que acudir, unos y otros, como quien pide muletas (al contrario de la sanacion repentina del milagro) a las construcciones y al lexico de las filosofias de turno. Como si el arte no tuviera en si mismo por donde pensarse. Lo que fue el tema de mi primera intromision en esferapublica.

Ante la indiferencia del publico, los artistas se han ido camuflando en un hibrido entre periodistas esteticos, diseñadores de proyectos, investigadores sociales y trabajadores de campo, intentando de este modo competir con los medios masivos en su inscripcion laboral. De ahí que pocas sean las obras que no se justifiquen hoy dia desde su simple pertinencia politica o servicio social. El caso de Doris Salcedo para no ir mas lejos, con su sofisticacion del desarraigo provincial transformado en retorica oportunista de una realidad nacional, o las antropologias taxonomicas de Jose Alejandro Restrepo, o las dependencias de primera pagina de Beatriz Gonzalez en interlocucion adecuada a una sociedad de periodistas como la colombiana (todo un proyecto estetico-peletico-tanatico subordinado al morbo emotivo del dedo en la llaga). Maria Fernanda Cardozo, en cambio, anda mas por los lados del diseño ecologico, del naturalia chic, si es que tal categoria del buen gusto aparece registrada.

Lo bueno de Collings (y por ahi derecho de Hoyos), recomendable a los jovenes mas televisivos e inmediatos es que, al contrario de muchos de sus practicantes, reconoce en un destello postmoderno la importancia de lo historico: “But now, for his new TV series, he’s looking back, way back – he’s going past the Fifties, the last decade to produce art that he feels was ‘great and serious and profound and meant something’, and back into Sister Wendy territory”. De acuerdo con lo del territorio de Sister Wendy, la apasionada monjita voladora de la historia del arte; no con lo de que serio, profundo y significativo contradiga, por principio, lo trivial. Pues esa es precisamente la parte innegable, el merito especifico del arte del siglo pasado.

Según parece desprenderse, la idea o el problema central del esquivo y esquivado debate, esta en la dificultad de unos y otros, artistas electricos y literatos cultivados, de negociar sus valores respectivos.

La dificultad comunicativa de este y cualquier otro espacio reflexivo (para obligar a pensar, como dice Gaitan, y arriesgando la hipotesis) se debe entonces, entre muchas otras cosas, a un fenomeno siquico de lo mas contemporaneo:

Ante la progresiva complejidad de los problemas, artisticos u otros, se responde con el facilismo de la reduccion. Lo que no puede asimilarse inclusivamente considerando el efecto negociado y reciproco de un conjunto de variables, se simplifica fanaticamente desatendiendo la substancia del caso especifico, la ejemplaridad de la situacion particular. Lo que no deja de ser un mecanismo de defensa. Ejemplo: en las lineas telefonicas ofrecidas a potenciales suicidas, uno de los recursos diseñados para enfocar la confusion del solicitante consiste en preguntarle cual es su equipo de futbol favorito… Ante la licuefaccion de un sistema x de creencias, la identidad momentanea y totalizante del fanatismo personal.

Por otra parte, ya para terminar, quisiera decir que desde mi ultima comunicacion, despues de un enredo de listas entre esferapublica y columnadearena, habiendome distraido en mi comentario con eventos locales imprevistos (Schwarzenneger gobernador), escribi algunas lineas relacionadas con las particularidades de estos espacios de discusion y que aprovecho para complementar lo que venia diciendo.

… A pesar de lo que tienen en comun, ser listas de arte actual con enfasis en asuntos colombianos, los formatos de los 2 espacios funcionan diferente. Mientras columna provee articulos escritos por su director como base para una eventual discusion, lo que le da una referencialidad y un control mas preciso, mas de autor, esfera se propone como un foro de estructura abierta controlada por su moderador director que actua desde el fondo, lo que le da mayor autonomia e iniciativa a sus participantes. Es claro que esta diferencia cambia significativamente el ritmo y los protocolos de ambos espacios. El segundo formato (esfera) negocia con niveles mas altos de ‘randomizacion’ garantizando menos el factor ‘calidad’ mientras resulta en cambio ser mas sintomatico, mas preciso como informacion ambiental. Y es asi como lo leo, meterologicamente.

Pero volviendo a la tipificacion de las formas anteriores y actuales del arte, a la vigencia y valor relativo y simbolico de la pintura frente a videos e instalaciones, se me ocurre una pregunta que no por elemental resulta menos practica:

Si entre gustos no hay disgustos, si la diseminacion de referencias eterniza y atomiza las discusiones artisticas, cómo saber si alguien sabe de arte o no?

Juan A. Gaitán: Entre los cuestionamientos y preguntas que hace Falguer en su ultimo mensaje, quiero retomar la ultima, que me parece a la vez sumamente evocativa y sumamente difícil de responder. Falguer pregunta “Si entre gustos no hay disgustos, si la diseminación de referencias eterniza y atomiza las discusiones artísticas, cómo saber si alguien sabe de arte o no?” Quiero cuestionar, primero que nada, la validez o utilidad de preguntarnos sobre la posibilidad establecer el que alguien sepa o no de arte. Para responder a esta pregunta, primero es necesario saber quién hace la pregunta, cuál es el lugar de enunciación de aquel que cuestiona, es decir, a quién representa (o pretende representar) este individuo que cuestiona, y qué relación tiene esta “entidad” (el público) frente al objeto cuestionado (la autoridad del crítico, historiador o curador del arte). Pues es claro que en esta situación, la pregunta no es exclusivamente individual: el fin de la pregunta no es satisfacer una curiosidad personal.

Es en la firma donde encontramos una pista (y, de una manera u otra, el transmisor de esferapublica ha notado esto también). El mensaje está firmado “desde el público”. Es decir, el problema lo tiene el público. Y ahora debemos identificar quién es ese público del cual el autor de este texto forma parte, para lo cual deberíamos establecer un adentro (artistas, críticos, historiadores, etc.) y un afuera (un público pasivo). O, para ir más allá, tendríamos que localizar al público (pasivo) como un intermedio entre el adentro (artistas, etc.) y el afuera como un conjunto completamente desinteresado en las artes.

Con el perdón de Falguer, quiero hacer un cierto viraje a la pregunta que él hace: Si entre gustos no hay disgustos, si hay una atomización de las discusiones artísticas, para qué queremos saber si alguien (en particular) sabe de arte? Creo que con esta pregunta revelamos un problema paralelo al anterior. En este momento tenemos en el horizonte un deseo de establecer, dentro de toda la confusión que es el arte en la actualidad, alguien que represente propiamente una institución legitimante del arte. El historiador, el curador, el crítico, el artista no son suficientes, queremos algo más concreto, o menos fragmentado. Y los grados de educación (maestría, doctorado) sabemos bien que sólo sirven para legitimar algo que es resueltamente especulativo: la autoridad. Lo que vemos revelado aquí es que la noción según la cual cada individuo tiene el derecho de formarse su propia opinión (es decir, el derecho a la subjetividad) es una promesa que aún está por realizarse, y cuya realización está impedida por una serie de resistencias de orden social, cultural, pero más que todo institucional. Es decir, el problema que tenemos es que el arte debe permanecer (o residir) dentro de un sistema de valoración que sea aparentemente lógico y aparentemente objetivo, y que le permita circular como una comodidad capitalizable. El problema es entonces que “el público” se encuentra capturado dentro de una relación de interdependencia institucional, donde las instituciones se necesitan las unas a las otras para poder controlar, justificar y ensanchar su posesión sobre los objetos que circulan bajo la categoría “Arte”.

Pero aquí está lo más fascinante del problema: el que el público esté a la búsqueda de una autoridad legitimante quiere decir que el público está igualmente disuelto, y participa igualmente en la perpetuación de este sistema. Entonces vemos que no es una cuestión de oposición entre el público y las instituciones, sino un problema de participación. Curiosamente, la autoridad se encuentra bajo tela de juicio casi exclusivamente entre las esferas que están participando más activamente, es decir, los que tenemos más en juego somos los que cuestionamos la institución. Entonces, si Falguer habla por un público que quiere aparecer ingenuo, distante, y más que todo confundido, esto es por una de dos razones: o bien los cuestionamientos que hemos venido proponiendo han llegado al público “en general” (es decir, algo hemos logrado); o Falguer está intentando una posición de empatía con un público imaginario al cual estas cuestiones no le son tan pertinentes (es decir, una suplantación que le permite abogar por un sujeto desplazado). La cuestión permanece abierta.

La segunda cuestión que quisiera abordar, aquí más brevemente (y en unísono con Falguer) es sobre Hoyos y El Malpensante. Es una cuestión aparentemente pequeña: en El Tiempo se publicó una entrevista cuyo título indica que EL Malpensante intenta ayudarnos a dejar atrás el provincialismo, acusando posiciones como la de Antonio Caro quien, según Hoyos “se ufanaba de no haber salido de la Sabana de Bogotá”. Primero hay que aclarar (no sé si la vergüenza le cae al reportero o al mismo Hoyos) que el nombre es Antonio José Caro Lopera, o Antonio Caro para aquellos que no quieren dar el nombre equivocado, Miguel Antonio Caro fue el co-fundador del Instituto Caro y Cuervo. Segundo, la frase de Hoyos reduce la posición de Caro a un nivel de terquedad absurda sin dar cuenta de las implicaciones políticas y sociales que ha tenido la obra de Caro. Este es un acto semejante al que denuncié hace unos días en este mismo espacio cuando hablé de la reducción de la obra de Beatriz González a una seudo-fenomenología que prácticamente la hacía equivalente a la obra de Teyé. La pregunta que se le hacía a Hoyos sobre la cantidad de textos traducidos no necesitaba un ataque semejante, pues tiene otras respuestas más interesantes como, por ejemplo, el simple hecho de traspasar a un público local de lectores una serie de críticas que se han venido desarrollando en otras partes. Y no podemos también decir que, en medio de todo, la necesidad de traducir apunta al hecho de que los textos están siendo traídos de Nueva York, Londres, quizás París (los centros del arte actual) y no de Buenos Aires, Lima, Ciudad de México, donde se publican en español muchas cosas de muy alta calidad?

Andrés Hoyos: Dice Juan A. Gaitán que Miguel Antonio Caro fue fundador del Instituto Caro y Cuervo, a lo que habría que comentar que a lo mejor sería su fantasma, porque el Instituto se fundó en 1942 (por paradójica iniciativa de una administración liberal), mientras el propio personaje murió en 1909. Se me cae, pues, la cara de vergüenza pero me siento en la pedagógica necesidad de recordarle al amigo Gaitán que Miguel Antonio Caro, el que se ufanaba de nunca haber salido de Bogotá, fue además redactor de la constitución de 1886 y presidente de la república entre 1892 y 1898. Un tipo importante, aunque muy poco atractivo por su cerrero catolicismo. No sé si estará emparentado con el artista Antonio Caro, pero en el contexto de la entrevista es obvio que yo no estaba hablando de él.

Es una sugerencia nada más, pero a algunos polemistas no les sobraría leer las cosas con cuidado antes de salir a embestir con sus opiniones cortopunzantes.

Juan A. Gaitán: Me excuso con el señor Hoyos, pues claramente la verguenza me cae a mi, por un error que, ademas del anacronismo que el buenamente hace notar, le dejo un espacio para evadir mi pregunta central. Entonces, ya dejado a un lado el hecho que yo hablaba de un Caro y el de otro, queria saber porque cuando le preguntan al señor Hoyos sobre la cantidad de textos traducidos, el responde que debemos dejar a un lado nuestro provincialismo. Yo me imagino que hay algo mas a fondo, seguramente El Malpensante ha recibido criticas en contra de la presencia de estos textos traducidos. Y mi pregunta era entonces, por que no poner algo que, claramente es necesario, como la inclusion de textos venidos de afuera, en terminos mas amables. Como, por ejemplo, el simple hecho de dar a conocer una serie de opiniones que se han presentado en otros lugares, etc.? Pues si la mision de El Malpensante es proporcionar una vision critica, por que recurrir a estas estrategias de la ilustracion? Veo, por ejemplo, la importancia de incluir textos sobre fotografia como el de Susan Sontag, quien sabemos escribio un texto relativamente fundante del discurso sobre la fotografia. Pero, si este es el proposito, por qué no inlcuír la polémica completa, con los críticos de Sontag que han sido demasiados para nombrar aquí? Entre la publicacion de On Photography y el presente, el discurso sobre la imagen fotografica ha sido incesante, y en gran medida ha premanecido dentro de los circuitos de la academia norteamericana, entonces abrir un espacio al debate en lugares como Colombia puede resonar con un publico listo a traducir estos discursos a un contexto local. Y estas respuestas locales en relación a la fotografía pueden, en el sentido contrario, sacar al discurso de la fotografía de su carácter provinciano, e incluír cuestiones más amplias. Es decir, si por provincialismo entendemos lo mismo (que las personas que habitan un espacio delimitado entienden este espacio como el principio y fin del mundo) entonces qué es más provinciano que Nueva York, que se ve como una feria mundial perenne por donde pasa, en un momento u otro, todo el mundo y sus conflictos? No es acaso que Nueva York es visto como un mini-globo, con sus Little Italy, Chinatown, etc.? Dado que la fotografía es un problema “universal” en la medida en que está presente, de una forma u otra, en todas partes – turismo, antropología, políticas nacionales, etc. – no es entonces necesario dislocar un debate que se ha dado casi exclusivamente en la academia norteamericana y de Europa Occidental? Quiero recordar que la producción intelectual de America Latina, por ejemplo, encuentra innumerables obstáculos en el momento de entrar a participar en los circuitos norteamericanos y de Europa Occidental mientras que la filosofía “occidental” y sus ramificaciónes en el campo de las humanidades entran a participar en las academias latinoamericanas casi de inmediato.

Entonces acepto la buena corrección de Hoyos, y la veguenza me cae a mi a la larga, que por intentar defender a alguien que creí estaba siendo equivocadamente criticado, resulté dejando notar mi ignorancia sobre otros temas que debería tener más claros.

Jorge Orlando Melo: Los vínculos genealógicos de Miguel Antonio Caro con el arte son indirectos, aunque no escasos, y su relación con Antonio Caro es puramente conceptual: don Miguel Antonio fue padre del primer gerente del Banco de la República, Julio Caro, con un apellido muy apropiado para el cargo, y Antonio Caro ha insistido siempre en que, pese a los esfuerzos de Miguel Urrutia (también pariente, más remoto, de don Miguel Antonio), todo está muy caro. Su sobrina Margarita Holguin y Caro (con el “y” que le gustaba a los sabaneros) fue pintora. Su bisnieto Camilo Umaña Caro (nieto del gerente del Banco de la República) es diseñador. Su sobrina nieta Margarita Holguin Nieto se casó con un sobrino nieto de Gauguin, don Juan Uribe Holguin. Otros sobrinos nietos y biznietos también han tenido algo que ver con el tema. Andrés Holguín intentó educar muchas damas bogotanas en el tema del arte, poniéndolas contra el muro. Antonio Caballero es un buen caricaturista y crítico de arte, y Luis Caballero es uno de los artistas considerados grandes por los críticos que pretenden imponer su autoridad al público. Mis apuntaciones críticas sobre la oligarquía bogotana no me dan más información, e ignoro, por ejemplo, si el pintor Santiago Uribe-Holguín tiene alguna relación con él, pero supongo que sí.

Martha Calderón: Veo que la importante polemica que desato el articulo de Hoyos publicado en Mexico se desdibuja en asuntos de genealogias, en sustantivos autorizados por la Academia de la Lengua y en otros terminos propios del Ministerio de Defensa de este pais en guerra. Por esto mismo, es decir por el contexto dentro del cual se desarrolla esta discusion me permito insistir en retomar el planteamiento original de Hoyos, o lo que el denomina textualmente: un problema no misterioso donde por un lado van las grandes instituciones del Estado y de la Academia y por el otro un publico desconcertado y aburrido y entre ambos y ademas al margen estan los artistas. Aclaro de una vez que no comparto en absoluto la explicacion que para esta situacion de desencuentro ofrece Hoyos. Pero percibo como el, este grave problema.

Dar cuenta del estado de las artes plasticas en este pais latinoamericano que diariamente produce noticias infames es sin duda una tarea compleja. Y cualquier reporte, incluso el mejor escrito sera insuficiente. Me considero analfabeta es decir no soy buena en Lenguaje, pero compenso mi debilidad con un conocimiento sobre las imagenes. Las imagenes en Artes Plasticas constituyen un sistema que genera conocimiento. Y al igual que las palabras estan sujetas a visibilidades que ponemos a prueba en el uso diario. Puede confiarse en una imagen cuando significa algo preciso dentro de un grupo y porque comprobamos que su uso transmite certezas. Las imagenes tienen genealogias, provienen de familias ancestrales, mas aberrantemente catolicas que las mencionadas en esta discusion. Su uso se legitima en consejos de especialistas tan versados y mas lejanos que los de nuestra Real Academia de la Lengua. Las imagenes de vanguardia cumplen funciones estrategicas, por fortuna ocultas a la inteligencia del establecimiento. Creo que las instituciones en Colombia, el Estado y la Academia juntos, pueden reportar exito total en ocultar la genealogia de las imagenes que usamos. Unos llenan sus agendas con retrospectivas cuyo unico contexto son muros en blanco, apoyan publicaciones de centenares de paginas a color sobre historia de arte producidas por contabilistas mientras los otros, graduan maestros en artes plasticas que desconocen la existencia y la aplicacion de la historia del arte. Este eficaz sistema desarrollado por las mas altas jerarquias en la produccion de visibilidad de las imagenes solo puede producir el publico que percibe Hoyos, un publico desconcertado y aburrido.

Un publico que desconoce la existencia del goce, el placer del analisis abstracto, las infinitas relaciones de espacio, la sublime certeza de la propia conciencia, todas emociones que emanan de imagenes del arte. Para miseria de nuestro gran publico, ni nuestros intelligenti con Hoyos a la cabeza, escapan a esta desgracia. Y asi deambulan, y nos conducen ciegos por caminos sin salida.

El esquema de Hoyos que reduce la larga cadena de las Artes Plasticas a tres eslabones, artistas, publico y jerarquia, invisibiliza precisamente los eslabones sobre los que su discurso se asienta, los del relator, el critico, el historiador, el especialista, el conocedor. Funciones que en Artes Plasticas, dependen de la intensidad con las que el ser humano que se decide a ejercerlas asuma su presente. Por eso la frase inicial del discurso de Hoyos, el pasado fue mejor, marca el tono equivocado de su discurso. Su relato tambalea y no le queda mas recurso que culpar a otro, al postmodernismo, para intentar mantener la coherencia. En este lamentable final pierden por supuesto los mejores artistas.

Lo rescatable para este sitio de discusion sobre Artes Plasticas, me permito insistir, es que por fin se hizo visible el desencuentro. Situacion peligrosa especialmente en este contexto belicoso que padecemos.

Pedro Falguer: Con nerviosa prontitud, Gaitan no solo introduce “un viraje a mi pregunta”, sino a todo lo demas. La cuestion es mas sencilla y no necesita de tanta elaboracion. La pregunta final, que puede resumirse en “cómo saber si alguien sabe de arte o no?” retoma en principio la desautorizacion inicial de Uhia a Hoyos (“obviamente no sabe de lo que esta hablando”) despues de haber expuesto, por mi parte, un argumento relacionado con simplificacion y polarizacion frente a la supuesta complejidad de las situaciones actuales. En este ‘sanduche’, la pregunta, al principio y el final, es el pan que acompaña el jamon del argumento; aunque parece que prefiere el primero.

Cuando dice “Quiero cuestionar, primero que nada, la validez o utilidad de preguntarnos sobre la posibilidad establecer el que alguien sepa o no de arte”, el que la pregunta no pueda responderse con facilidad no significa que carezca de sentido. Por impertinente, obvio o absurdo que parezca, es el punto ciego, la parte censurada de todas las discusiones sobre institucionalidad, legitimacion y tantas otras angustias paternas. Todos sabemos que la autoridad (bien entendida, sin radicalizaciones) no se obtiene solamente a partir del entrenamiento academico, aunque constituya un ejercicio deseable que asi no agregue capacidades naturales (Salamanca no presta lo que Natura no da) sí va a fortalecer y refinar las que se tengan; precisamente por el rigor implicado en la confrontacion con figuras de autoridad. Para eso va la gente a las universidades, compra revistas y libros y se interesa por otras culturas. Si no fuera asi nadie citaria a Susan Sontag en relacion a la fotografia, este uno de acuerdo o no con lo que diga. De modo que la referencia autorizada no solo es natural sino necesaria. Por eso una buena monarquia es preferible a una mala democracia.

Acerca de que a quién represento cuando firmo “(desde el publico)”, tampoco necesita de la complice invocacion misteriosa del ‘transmisor de esferapublica’: la polaridad fundamental de la actividad artistica se representa concretamente en el artista y el publico. Un publico que al igual a los artistas posee toda clase de matices y pelos, incluyendo historiadores, curadores y criticos; que los hay malos, regulares y buenos. Y como la experiencia directa del arte siempre ha necesitado de un cierto adiestramiento o induccion, a quién le corresponde diseñar esa estructura mediatica?

Sobre todo si tenemos en cuenta las consecuencias de un cierto principio general que gobierna sutilmente los procesos de intermediacion y que explica en parte el auge de las curadurias:

Todo medio de comunicación comienza como un vinculo o puente entre la gente y las cosas y termina como un substituto de las cosas con las cuales establecio inicialmente el nuevo contacto.

Si el puente esta quebrado, con qué lo ‘curaremos’?

Manuel Kalmanovitz: La pregunta que Pedro Falguer es, básicamente, imposible de contestar. Para toda persona que diga saber de arte es posible encontrar otra que sabe más, que sabe de periodos que la otra desconoce, que se especializa en otros géneros, movimientos, técnicas… Saberlo todo es imposible aunque no sé si eso es lo que pida Pedro (no lo conozco y no sé si esté bien hablar de él con su nombre de pila, pero no sé cuáles son las reglas de etiqueta electrónica en este foro).

Eso de pedir una autoridad superior que todo lo sepa concuerda con aquello de que “es mejor una buena monarquía que una mala democracia”, que tal vez sea producto inevitable de experimentar el caos democrático (anárquico, más bien) de la vida cotidiana en Colombia, pero que igual es algo con lo que no estoy de acuerdo.

No sé si a nivel práctico sea cierto, me imagino que podrían argumentarse las venatajas de un gobierno que maneje a sus súbditos como ovejas y los ponga a hacer lo que le interese al líder y a los herederos del líder. Pero la idea de la democracia es que cada quién tiene derecho a buscar su felicidad (mientras no perjudique a nadie). Y esa es una gran conquista de occidente. También es posible que la felicidad no resida en la libre elección sino en sacrificarse por algo más grande que el individuo y para demostrarlo ahí están los movimientos de masas del siglo pasado, comunismo, fascismo, nazismo y los nacionalismos del siglo XIX… que pueden haber sido derrotados, pero igual el auge que tuvieron demuestra que ahí hay algo que resulta terriblemente atractivo.

Si a alguien le interesa todo ese tema, Masas y Poder, el libro de Elias Canetti, se pregunta sobre la dicha del hombre metido en la masa. Y alerta sobre el peligro que acecha al caer en las manos de la tiranía de las órdenes.

En fin… lo que quería decir es que cada régimen político tiene ramificaciones morales y a estas alturas alabar la monarquía, con esa visión del mundo basada en castas sociales inflexibles, resulta moralmente repulsivo. Claro que igual, ahí está Colombia y su inflexibilidad social, y supuestamente es una democracia.

Los ideales democráticos de la ilustración terminaron llegando a la costa de las artes en el siglo XIX y posiblemente su corona sean los ready-mades de Duchamp (y, claro, todo el arte conceptual que generó). Ad Reinhardt, el pintor abstracto que se dedicó a hacer cuadros negros entre 1953 y su muerte en 1967, en los 40s hizo unas tiras cómicas con ‘clip art’ para PM, un periódico liberal de Nueva York, que tenían como objetivo explicarle el arte moderno al ‘gran público’ y eso es lo que dice en varios de sus tiras cómicas.

Acá va una cita (la traducción es mía):

Vimos como la pintura en el pasado se liberó de “trama”, “tema” y “talento”, de ideas “fijas, finales”, de “flujo, fusión, sentimiento” y “parpadeo” para dejar de ser una imagen y pasar a ser un “campo” de actividad de color. Hoy la pintura tiene un significado mayor a una imagen. Antes que sucumbir a la presión (que también produjo al fascismo) de las pinturas hechas a mano (que asesinan la mente) libérate de tus frustraciones y pinta por tí mismo. El arte no es una bolsa de trucos o de talentos mercenarios, propiedad de unos pocos, sino una propaganda peligrosa para cambiar y controlar el mundo para que todos puedan ser creativos.

Pero bueno, después de todo eso a mí, como público de arte, me queda una duda. ¿Qué hace que una obra X sea mejor que una obra Y? Y acá no hablo de las justificaciones vacías que uno puede leer en cualquier museo -neutras, mortecinas, cínicas en el fondo por usar cientos de palabras en un esfuerzo de no decir nada- sino de la experiencia visceral que despiertan ciertas obras.

Porque todo ese cuento de la democracia, por más correcto que sea moralmente, no se aplica a mis experiencias estéticas. No siento lo mismo leyendo el periódico que leyendo a D.H. Lawrence. O viendo una foto de Diane Arbus y las fotos de una fiesta de quinceañera recién reveladas en un Foto Japón (aunque tengan su encanto).

Lo que me parece tonto de toda la discusión con Andrés Hoyos (y que Luis Luna dejó claro en su intervención) es que la frontera entre pintura y medios ‘postmodernos’ no es clara. Y pensar que una obra X hecha en un medio Y es, por definición, mejor que la obra Z hecha en un medio W es absurdo y sólo empobrece el mundo del espectador que decida ver las cosas así. Pero es su elección y está en su derecho.

Si lo que quiere hacer es un “concurso de medios” para ver cuál medio es el más berraco, el más macho, lo que debía hacer es comparar una pintura bien macha con un video bien macho también (tal vez Andrés Hoyos diga que de eso no hay) a ver qué. Porque comparar pinturas buenas con malas instalaciones o pinturas mediocres con videos malos sólo es útil para reproducir el mito de la especificidad mediática, tan moderno pero tan poco flexible y tan desconectado de nuestra experiencia más bien fluída de la realidad.

Ricardo Arcos-Palma: ”Desde 1991, una polémica arremete contra el arte contemporáneo. Los acusadores se atacan a las imposturas o a los hermétismos de los herederos de Duchamp y de Warhol. Sus adversarios defienden los valores de una avant-garde envejecida de 150 años. Esta crisis es el índice de un malestar irremediable tocando el papel del arte en nuestras sociedades. Nosotros vivimos el final de la utopía del arte, es decir el fin de una creencia en los poderes de critica, de transfiguración y sobre todo de comunicación del arte. Cuando la escultura deviene un mundo separado destinado al ocio, cuando los valores de la democracia cuestionan la deferencia forzada del publico por los gustos de la élite, cuando este ya no puede tener más, ni profetas ni magos, queda la comedia del vanguardismo del Estado esforzando en vano por producir administrativamente sentido. Esto no impedirá que los artistas, aquellos que son “buenos que a eso” (Beckett) de hacer lo que ellos no pueden evitar de hacer. El arte está en crisis? Adiós a los gestionarios de las vanguardias! Retorno de nuevo a los artistas!” Yves Michaud. La crisis del arte contemporáneo. *

Comparto con Manuel Kalmanovitz Gonzales sus apreciaciones y sobre todo el poner en evidencia el derecho a la opinión (Hoyos), que valga la pena decirlo, no la comparto en absoluto. Ahora bien, el asunto de la “critica” de Hoyos hacia el arte contemporáneo, y en particular el colombiano, parece volver al terreno del debate, pero bien valdría la pena preguntarse para qué debatir algo por el cual ya se ha derramado demasiada tinta? En un contexto local (Bogota) donde ya José Roca, Lucas Ospina, Guillermo Santos, el mismo Hoyos ( Revista El malpensante) y un interlocutor idóneo Jonàs Ballenero* * (que entre cosas a este ultimo, la tierra parece habérselo tragado desde entonces), debatieron en la columna de arena n° 13 en 1999 sobre el asunto y hasta el publico capitalino tubo derecho a una exposición en “defensa” del arte contemporáneo con lo mejor del arte contemporáneo local: “El traje del Emperador”.

En un contexto más amplio, el debate fue originado en Francia en 1991 por las revistas, “Esprit”, seguido por “Télérama” y “l’Evénement du jeudi”. En 1995 se reactiva el debate esta vez generado por revistas y diarios “Libération”, “Le monde”, “Art press”, “Le Débat” y “Krisis”. Entre tanto por la misma época, y hasta 1998, conservadores de Museos, historiadores, curadores y filósofos escriben libros y artículos sobre el asunto: Jean Clair (conservador del Museo Picasso), Yves Michaud (Filosofo y director de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París), Anne Coquelin (Filosofo-profesor y de Estética), Catherine Millet (curadora y articulista en Art Press), entre otros que seria largo citar aquí. Desde entonces el debate parece haber quedado atrás, pese a la amalgama del famoso y perverso affaire Sokal-Brekcmont contra el postmodernismo y sus mayores exponentes. No porque todo haya sido elucidado, ni porque se haya llegado a un consenso. Sino porque eso a estas alturas, 13 años después, parece ya no interesarle a nadie, salvo a algunos nostálgicos.

Qué el publico no entiende el arte contemporáneo. Qué todo lo que se expone como arte contemporáneo es basura, dicen sus detractores y sus defensores saltan a la arena enfurecidos. Lo único cierto en todo este tejemaneje, es que esto no afecta en nada a la producción contemporánea del arte, que valga la pena aclarar no se encierra en una técnica, sino mas bien es toda una actitud de asumir un presente.

Otro asunto es la verdadera critica al arte contemporáneo, que no le invalida pero lo cuestiona: algunos textos de Jean Baudrillard, uno de los más acérrimos críticos, son el ejemplo perfecto (ver su critica a la proliferación de la fotografía en la contemporaneidad considerada como obra de arte). Frente a todo ese derrame de tinta (y de la buena), lo que podamos decir o escribir al respecto, a menos de repetir lo ya dicho, y ahí me incluyo con la modestia de un monje descalzo, es más bien poco.

Asteriscos: *Decidí incluir este fragmento, publicado en 1997, pues considero que es pertinente para el “debate” que ronda los predios de esfera publica.

**No se sabe si Jonàs Ballenero sea un nombre propio o alguien que exista – me dijeron algunos amigos por ese entonces -, quizá sea un seudónimo, – respondí -, o un homónimo o un hétéronimo a la mejor emulación de Fernando Pessoa (no exageremos), o tal vez sea un amigo de Pedro Manrique Figueroa (risas entre mis amigos), pero en realidad poco importa – terminé diciendo -…pues al fin y al cabo, a la hora de opinar pocos son los que se atreven ha hablar con voz propia y eso tiene un valor inconmensurable, sobre todo en una democracia.

Pedro Falguer: Pedro no decir lo que dice Kalmanovitz que dice. El decir algo como lo que decir Manuel, que “después de todo eso a mí, como público de arte, me queda una duda. ¿Qué hace que una obra X sea mejor que una obra Y?”; lo que ser pregunta genuina para su desconcierto, como publico que es.

Pedro tampoco hablar de politica, no gustar, no creer en los beneficios practicos de tal discusion. Lo de la monarquia ser ironico (Kalmanovitz tomarlo al pie de la letra a pesar de la advertencia de Pedro “Todos sabemos que la autoridad (bien entendida, sin radicalizaciones)…”. Tampoco, en ningun momento, pedir “una autoridad superior que todo lo sepa”. Pedro no ser huerfano por dentro, no necesitar ese faro en mitad de la tormenta; él utilizar la palabra ‘autoridad’ como quien dice CALIDAD. Solo pedir calidad como quien pide buena comida, enriquecida, ojala, con idea. El emblema de la corona (monarquia), algo asi como la etiqueta en la caja de fosforos El Rey, funciona entonces como un sello de calidad y tambien como un irritante estomacal, tipo aceite de ricino, para los que se incomodan con la autoridad inherente al autor (no yo, ni mas faltaba). Tampoco Pedro creer que haya nada de “moralmente repulsivo” en alabar la excelencia eventual de los hipoteticos ‘Productos El Rey’(una metafora); al contrario, lo grave es tolerar la mediania democratica (aunque pronunciar esta mitica palabra en medio de las masas promueva su incineracion en la hoguera reservada a los herejes del valor anticipado y comun).

Si hablamos de posicion meta-politica, agradecemos sus comentarios y traducciones del “Monje Negro” del arte abstracto (Ad Reinhardt), un tipo sin duda interesante, que podria encontrar consonancia en otro artista, Jean Dubuffet, que escribio de manera jugosa y libertina a proposito del Arte Bruto, en la marginal region ‘democratica’ (ahh! las promiscuidades de esta palabra), el arte de los locos mas alla del acordonado mundillo del arte. Pero eso es harina de otro costal.

A continuacion, Falguer se confunde un poco con lo que dice Kalmanovitz: “Lo que me parece tonto de toda la discusión con Andrés Hoyos (y que Luis Luna dejó claro en su intervención) es que la frontera entre pintura y medios ‘postmodernos’ no es clara”. Pero bueno, si Luis Luna dejo claro que la cosa no es clara, entonces todo se aclara: la cosa es compleja y no hay que radicalizar. Como dije yo mismo en mi anterior email.

El principio general o idea que propuse como posible explicacion a la curiosa preponderancia del auge de las curadurias, es una cita que aparecio sin las cursivas originales y que escuche en un debate con Camille Paglia, ilustre colega, en un encuentro informal sobre medios en la Universidad de Columbia en Nueva York. A continuacion les va nuevamente, pues creo que lleva substancia:

“Todo medio de comunicación comienza como un vinculo o puente entre la gente y las cosas y termina como un substituto de las cosas con las cuales establecio inicialmente el nuevo contacto.”

En todo caso, a juzgar por la interpretacion especifica de Manuel Kalmanovitz, me parece que la nocion de lo que es un MEDIO deberia revisarse. Muchos lo identifican exclusivamente con medios masivos de comunicación o, en este caso, con tecnicas artisticas, pero sabemos muy bien que MEDIO es practicamente cualquier cosa producida por el hombre (y, para ser sexualmente correcto, la mujer).