El triunfo de la voluntad

El triunfo de la voluntad es un proyecto de Lorena Espitia que incluye piezas en video, pintura, texto y documentos diversos, centrados en la historia de un cuadro que ha sido exhibido, modificado, destruido y repetido desde el comienzo.

El triunfo de la voluntad es un proyecto de instalación que incluye piezas en video, pintura, texto y documentos diversos, centrados en la historia de un cuadro que ha sido exhibido, modificado, destruido y repetido desde el comienzo. Es la historia de una cadena de errores y de un destino tragicómico que se va tejiendo a partir de elementos narrativos, personajes, acciones y apariciones sociales de una obra que busca sobreponerse a su propia desaparición y que, a la vez, aspira a limpiarse de toda mancha, de las erratas que acarreaba desde el comienzo y de una serie de factores azarosos que alimentaron su historia y que, simultáneamente, la hicieron imposible.

La obra es un conjunto de piezas estrechamente vinculadas entre sí, que surgen de la historia del Manifiesto Antropofágico de Oswald de Andrade sobre caja de dulces de Rodchenko (versión con errata), un cuadro que pinté entre el 2008 y el 2009, siendo exhibido en distintos espacios y con cambios entre una y otra presentación pública; un cuadro que participó en concursos, que fue comentado en columnas de prensa, que obtuvo una mención, que viajó al exterior y que, finalmente, fue destruido por un galerista irresponsable. Así, la obra, puede entenderse como un intento por establecer un panorama específico en torno a mis procesos de producción plástica, a los espacios de circulación de las obras, al error, a la repetición y a la superación de lo fortuito a partir de una voluntad afirmativa que no cesa de tomar lugar y que, en ese sentido, se va revelando como imposibilidad constante.

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El triunfo de la voluntad

Instalación

Dimensiones variables

2011

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La obra incluye:

1 pintura en esmalte y acrílico sobre madera, de 180 x 80 x 10 cms.

1 proyección de video que presenta el proceso de destrucción de un cuadro.

1 libro que cuenta la historia de la pintura que acabó destruida y la forma en que ésta llevó a la producción de una nueva obra.

un conjunto de documentos impresos, bocetos, fotografías, recortes de prensa, postales y documentos institucionales relativos al cuadro

proyecto participante en desencuentros (en bogotá)

7 comentarios

la destrucción enérgica del cuadro me da la sensación de una desprecio (¿consciente?) de la imagen, frente a su banalización y eterno estirar y manir a manos de los traficantes de arte. Los leves gemidos de la artista atestiguan de su carácter menos que apto para la tarea destructora, y esto puede ser entendido en el sentido alegórico del término. Es un acto impulsado por su voluntad, en calidad de prurito destructor, aunque sus manos estén hechas para crear y no para destruir. La mujer es la creadora máxima, y debe tener la potestad de destruir también.

Ay por dios, a ver si dejamos a un lado de una vez por todas los estereotipos de mujer creadora y hombre destructor. «¿Carácter menos que apto para la tarea destructora?», «aunque sus manos estén hechas para crear y no para destruir», «la mujer es la creadora máxima» Qué coños…

procesos creativos de construcción y destrucción el punto para mi es que todo lo que hace el artista tiene un fin, no es el hecho de hacer si no porque lo hago cosa que a veces no entiende el espectador y en eso va la intencionalidad de esta obra

Casualmente, hace unos días vi El triunfo de la voluntad, la película de Leni Riefenstahl que cita en letra gótica el catálogo de Lorena Espitia (en el título y en la página 14), un documental encargado por Hitler para promover su ideal estético y político -en ese orden- pues no hay que olvidar que el diabólico Adolfo fue un artista frustrado y, tal vez por eso, lleno de voluntad de poder, o de ser, da lo mismo. Y también vi, cómo no, The Wonderful, Horrible Life of Leni Riefenstahl, otro documental sobre esta mujer excepcional: bella, vital, talentosa, y cuya única desgracia fue haber trabajado para el infamous ‘redentor de Alemania’ de esa época.

«This movie is fascinating in so many different ways: As the story of an extraordinary life, as the reconstruction of the career of one of the greatest of film artists, as the record of an ideological debate, as a portrait of an amazing old woman.» Roger Ebert, Chicago Sun-Times

«Poco después de su llegada al poder, Hitler me mandó llamar y me explicó que quería un filme acerca de un Congreso del Partido y que quería que yo lo hiciera. Mi primera reacción fue decir que yo no sabía nada acerca del modo en que funcionaba una cosa así o acerca de la organización del Partido, de modo que fotografiaría las cosas equivocadas y no complacería a nadie, aun suponiendo que pudiera hacer un documental, lo que nunca había hecho antes. Hitler dijo que era por esto exactamente por lo que quería que yo lo hiciera: porque cualquiera que supiera todo acerca de la importancia relativa de las personas y grupos y demás podría hacer un filme pedante y exacto, pero que esto no era lo que él quería. Él quería un filme que mostrara el Congreso desde un ojo no experto que seleccionara sólo lo que fuera artísticamente satisfactorio; en términos de espectáculo, supongo que se puede decir. Él quería un filme que movilizara, atrajera, impresionara a una audiencia que no estaba necesariamente interesada en la política.» -Leni Riefenstahl

Y en esa misma semana, curiosamente, me encontré en la televisión con una versión cinematográfica de La piel de Zapa a partir de la novela tejida en 1831 por Balzac alrededor de una piel mágica que se va encogiendo proporcionalmente a los deseos que va concediéndole a su voraz propietario, Raphaël de Valentin, un jóven escritor talentoso y frustrado, igualmente, pero lleno de ansias, y que escribió un libro con este título: Teoría de la voluntad.

“Al principio del libro, el comerciante discute con Valentin «el gran secreto de la vida humana». Este secreto consiste en tres palabras, que Balzac expone con mayúsculas: VOULOIR (querer), POUVOIR (poder), y SAVOIR (saber). El querer, según lo que explica el autor, nos abrasa; el poder (o, en una traducción, «tener tu voluntad») nos destruye; y el saber nos calma. Estos tres conceptos forman la fundación filosófica de la novela.»