El rizo de oro del diablo

El arte muestra trágicamente toda su inutilidad cuando trata de modificar los comportamientos del hombre masa a quien se le tiene prohibido existir. Pese a los duros cuestionamientos y a la rica controversia con que fue favorecida en el VII Encuentro de Perfomance y Política, gracias a la teoría la propuesta de Bruguera se sostiene con firmeza en el mundo del arte, pero se derrumba estrepitosamente cuando se relaciona con las masas, las cuales han sido introducidas premeditadamente para que funjan como saboteadores, el triste rol que deben desempeñar como función pública absurdamente privilegiada.

DANTE EN LOS INFIERNOSCon perspicacia Pablo Batteli y Lucas Ospina nos han anticipado en Esfera Pública el «uso» politiquero que el régimen mediático hará de la propuesta artística de Tania Bruguera, contrario a lo que ella buscaba, una vez hemos escuchado y leído de su puño y letra la teoría psicológica detrás de la imagen creada para su participación artística en Bogotá. No obstante, la teoría no debe hacer olvidar al artista que su pensamiento circula esotérica y exotéricamente, es decir, fluye libremente en medios que están en capacidad de comprenderlo para cuestionarlo, y en otros se instrumentaliza como arma política para manipular las masas de descerebrados que obstaculizan el ejercicio de las libertades. Aunque nadie puede prever todos los efectos de una acción en un espacio en que el pensamiento artístico fluye en libertad, si es fácil hacerlo cuando se trata de enfrentarse con el Hombre-Maza, o masa, que es lo mismo.

El arte muestra trágicamente toda su inutilidad cuando trata de modificar los comportamientos del hombre masa a quien se le tiene prohibido existir. Pese a los duros cuestionamientos y a la rica controversia con que fue favorecida en el VII Encuentro de Perfomance y Política,  gracias a la teoría la propuesta de Bruguera se sostiene con firmeza en el mundo del arte, pero se derrumba estrepitosamente cuando se relaciona con las masas, las cuales han sido introducidas premeditadamente para que funjan como saboteadores, el triste rol que deben desempeñar como función pública absurdamente privilegiada. Paradójicamente, la judicialización del pensamiento artístico para escarnio de las masas, ha auratizado a la inmolada, como muchos sospechábamos, puesta la crítica  ante el dilema de cuestionar, o callar y otorgar. Ahora la pregunta es: ¿toda esta barahúnda ha sido calculada perversamente, o, por el contrario, es una prueba más de que la vida no perdona los arrebatos libertarios de los artistas por más ingenuas que sean sus propuestas?

El agujero negro acaba de suprimir la discusión inteligente; precisamente, esa es la función de los administradores de la vida. Ésta retoma la palabra y sermonea a la galería. Después de haber sido debatido prolíficamente por el medio artístico en Esfera Pública, el trabajo de Bruguera ya no es cuestionado o debatido sino trivializado para alimentar el morbo de las masas. En el cuestionamiento, libre de coacción, la totalidad del pensamiento artístico se enriquece, se revitaliza, revisa y aclara sus fundamentos, amplía sus horizontes; al contrario, la trivialización de sus ideas lo inmola a los intereses de la vida, en nuestra época la mercantil. La discusión de la acción plástica de Bruguera ha pasado al último círculo, ha devenido performance mediático, el rizoma más anhelado para algunos artistas contemporáneos, el rizoma de oro, el rizo por el cual, más temprano que tarde, vendemos nuestra alma al diablo.

La Esfera Pública se silencia para escuchar a los críticos naturales. Por un lado el señor Cardenal circunspecto, por el otro flanco la señora Ministra anonadada con la conducta de la artista. Estos críticos empíricos capitalizaron la discusión artística en favor del debate del consumo mínimo, asunto que ninguno de los abonados a este foro nos interesó. No porque carezca de importancia, sino porque la preocupación de la artista era acicatear el espíritu ciudadano, supuestamente para que la ciudadanía se empodere y se atreva a debatir las secuelas silenciadas de la guerra, según sus propias aclaraciones. En su momento, mi crítica consistió en plantear que si el artista contemporáneo se aventura legítimamente a la acción política, debe comprender que en la esfera pública, no todos los medios son lícitos para alcanzar nuestros fines, así la práctica política día tras día nos proporcione profusamente ejemplos en contrario.

A estas alturas de la construcción del discurso crítico en torno a la puesta de Bruguera y oídas su intervenciones mediáticas, rescato de ellas el que tiene claro lo que se propuso realizar, así algunos de sus planteamientos teóricos sean frágiles y difíciles de sostener en el ámbito teórico especializado. Finalmente, esto último  cuenta poco para la formación de nuestra opinión. No obstante, reitero que por más nobles que sean nuestros propósitos en la vida, cuando miramos desde el arte la esfera pública e incursionamos en ella, debemos cuidar que los medios que empleamos para su consecución no violenten nuestro consenso en torno a lo que es lícito en sus mínimos éticos. Ejemplo paradigmático de esta violencia lo constituye el Nacionalsocialismo en Alemania. En la vida privada, los artistas pueden asumir todos los riesgos que nuestras libertades modernas nos permiten. Recuerdo ahora los riesgos mortales que asumió Rudolf Schwarzkogler de manera privada. Por supuesto, queda abierta la pregunta, ¿en qué momento y circunstancias las propuestas artísticas devienen públicas? El evento con público experto, esotérico, en La Nacho, ¿puede considerarse público, a pesar de las restricciones que tenía formalmente?

Jorge Peñuela

2 comentarios

Jorge comparto muchos de sus conceptos pero decir que «la propuesta de Bruguera se sostiene con firmeza en el mundo del arte», lo que hizo Bruguera no se sostiene en ningun contexto y artisticamente es trivial!!! les invito a revisar Marina Abramovic, testimonio de gran arte de la sociedad en que vivimos.

Il Ghirlandaio. Comparto en algo su escepticismo, mucho más si miramos los resultados pésimos de la acción plástica de Bruguera en el imaginario colombiano. Sólo hemos hablado de la cocaína y no de las secuelas de la guerra, lo cual no era lo previsto en la teoría, sino todo lo contrario. Nos hemos olvidado, quizá seguimos escondiendo, reprimiendo esa verdad, de que ésta no es una guerra por la cocaína. Los espontáneos que han cruzado opiniones en Youtube reflejan en sus comentarios que a su entendimiento sólo llegó un problema personal con las drogas y no un problema político y social de vieja data, que en su origen no tuvo nada que ver con drogas ilícitas.

Tiene razón cuando afirma que es necesario matizar mis ideas en torno la fortaleza de la propuesta de Bruguera en el mundo del arte. Usted me ha dado la oportunidad. Me refiero a una fortaleza teórica, así tenga muchos puntos insostenibles en un debate teórico entre pares. Usted estará de acuerdo conmigo en que no podemos desconocer el encanto que ejercen las teorías en el mundo del arte contemporáneo. Y la verdad, las reflexiones teóricas de Bruguera son sugestivas. A eso me refería: que a pesar de que logró otra cosa de aquello que se propuso, existen exploraciones teóricas interesantes, es decir, que seguramente replanteará. Pero, por supuesto, usted tiene razón, si lo entiendo bien: las argumentaciones cuentan poco en arte, así sea contemporáneo: lo fundamental son las emociones que suscita en los ciudadanos y las ciudadanas. Si esta es su opinión, estoy completamente de acuerdo con usted: las emociones son los juicios más importantes en el primer acercamiento que hacemos a una propuesta artística, así sea contemporánea.

http://www.youtube.com/watch?v=l4axx4u_mW8