el origen del mundo como presencia

Cuando Robert Buergel decidió incluir a Ferran Adrià entre los artistas convocados a Documenta 12, sugirió que era tiempo de revisar nuestros referentes teóricos para la comprensión y orientación del pensamiento en el arte contemporáneo. Si Buergel nos sugiere volver a la sala de dibujo a repensar las preguntas fundamentales del hombre y las artes, los artistas deben recuperar la presencia, la materia que ha albergado al pensamiento durante siglos. Deben recordar que su actividad está relacionada íntimamente con la cocina, con un saber-hacer como condición indispensable para el ejercicio desestabilizador del hacer-pensar.

Volver a la sala de dibujo quiere decir recuperar la presencia espacial del arte, invadida por el teoricismo –la teoría por la teoría– que padecen las artes de nuestros días; quiere decir recuperar nociones y técnicas básicas. El gusto es una noción de esas, la pintura otra. Ferran Adrià es la metáfora perfecta para estas ideas. Habacuc acierta al llamar la atención sobre la necesidad de recuperar la presencia que nos permite reconocernos como cuerpos. Se equivoca con su estridencia, quizá la única manera que tenemos los latinoamericanos de hacernos escuchar. Ricardo Arcos-Palma hace poco hablaba sobre la recuperación de la pintura, de la fisicalidad de las artes, y sus ideas pueden tener mucha acogida en una juventud que quiere volver a pintar, que quiere volver sobre la presencia antes que insistir en la interpretación y las teorías a la carta que gobiernan las academias.

La algarabía en Esfera Pública se puede comprender por el escándalo que significa un cuerpo en nuestros días en un medio de ascetas castradores. Los elogios a Patricia Santana reflejan el horror que nos producen los cuerpos en la esfera pública, sobre todo en Colombia, un país de ascetas ilustrados. Bien por Habacuc; no obstante, regresar nuevamente a la sala de dibujo a recuperar la presencia, quiere decir que lo sensible en las artes requiere elaboración; Habacuc, o quien sea quien haya provocado este terror estético, no se debe conformar con el escándalo, o acostumbrarse a él. Debe ser consecuente y comenzar a recuperar la presencia de las artes. Es decir, recuperar la práctica artística determinada por la destreza en el manejo de la materia, y en menor grado por las interpretaciones, por el teoricismo que carcome al arte contemporáneo.

Jorge Peñuela