El olor de la ilusión: Para los tiempos que corren, Adrián Gaitán

El olor de la ilusión: Para los tiempos que corren, Adrián Gaitán[1]

Muchas de las exposiciones que recorremos, mucho del arte que visitamos, se reduce a la ilusión que en nosotros produce la pantalla desde la que lo observamos. Acostumbrados u obligados a ver arte desde la distancia que permiten los dispositivos electrónicos, terminamos creyendo que en esto consiste la obra. En esa imagen plana, brillante e inolora, que acercamos o alejamos desde el movimiento casi involuntario de nuestros pulgares. Ver, por el contrario, es una acción corporal, lo sabemos. Ver mientras se huele, recorre o se escucha el cuchicheo de quienes, con nosotros comparten sala. La exposición de Adrián Gaitán, para la actual versión del Premio Luis Caballero, convincentemente nos recuerda que el arte es una práctica que ocurre en vivo, y no porque como en el teatro implique algo que acontece ante nuestros acomodados cuerpos de espectadores, sino porque depende de nosotros que la cosa acontezca. En este caso eso que acontece es la ilusión: “Lo que leemos en esas formas accidentales depende de nuestra capacidad de reconocer en ellas cosas o imágenes que nos encontramos almacenadas en la mente”[2], también depende, obviamente, de la capacidad del artista de reconocer y tramitar la dosis necesaria del estímulo -desencadenante-, que garantice que la ilusión se complete.

El proyecto Para los tiempos que corren (2022) distintas materias se organizan y disponen. Unas, se relacionan directamente con aquello que tradicionalmente asociamos con el trabajo del artista, en este caso en el rol del pintor. Otras con el trabajo de gestión y logística que difícilmente vemos expuestos en una galería, y que garantizan que la muestra se realice.

Comenzando con lo que vemos en la sala, la ilusión que Adrián Gaitán propone parte reproducir varias representaciones en claroscuro (sin flechas) de San Sebastián, la diferencia radical en la experiencia respecto de la iconografía de este santo cristiano, es que aquí las pinturas sobre madera usan como pigmento “las manchas viscosas de gasolina o diésel que, por fuga, dejan automóviles en el piso de los estacionamientos”[3]; recorremos y reconocemos al santo, no solo porque junto a las pinturas en una repisa se incluyen dos fotos, una de la obra “real” y otra de la copia de Gaitán; además de documentos escritos, sino ‘y sobre todo’, porque el artista logra desencadenar en quienes observamos la ilusión de que estamos viendo este tipo de pinturas. Ver, en el sentido que aquí se propone tiene que ver con expectativa, es decir, con la capacidad que, como observadores, tenemos de reconocer en las formas, cosas que tenemos almacenadas en la mente. Esta ‘clasificación perceptiva’, explora la inmensa capacidad de la imaginación -posibilidad de producir imágenes-, a partir de estímulos insignificantes, como cuando reconocemos formas en las nubes, aquí, lo que imaginamos-reconstruimos es la experiencia que conforma la visión de este tipo de pinturas.

Para que sea creíble la ilusión, Gaitán inventa en esta bodega una capilla o sala de museo con arcos laterales, luces cálidas de lámparas hechas con alambres enredados, y tarros de plástico reutilizados. Poco importa que para ingresar atravesamos una puerta metálica a medio abrir, como la de cualquier tienda o ferretería de barrio (con marcas de soldadura producto de alguna reparación reciente), o que, al fondo, en el lugar que ocuparía el altar veamos una habitación hecha de tablas de construcción, ligeramente elevada del suelo gracias a los listones de madera, bajo esta instalados: “El espectador bien predispuesto responde a la sugestión del artista porque goza de la transformación que ocurre ante sus ojos. En este goce, una nueva definición de arte fue emergiendo gradualmente y casi sin ser notada (…)[4]. El artista le da al espectador cada vez “más que hacer” lo atrae al círculo mágico de la creación, y le permite experimentar algo del estremecimiento de “hacer” que fue un día privilegio del artista”.[5] Poco importa que tras la cortina, en una sala del tipo cubo blanco[6], en la fuente del paraíso realizada con llantas de camión, lo que burbujee sea aceite usado de automóvil, o que el insoportable olor que este produce, obligue a salir pronto de la sala, lo cierto es que cuando entramos a esta sala, entramos a una experiencia distinta, una en la que Rodin comparte espacio con lo peor del proyecto moderno y su agenda de combustibles fósiles, en función de un supuesto progreso. Gaitán logra que algo del infierno y el paraíso coexistan en la misma artesanal sala. Esa es la ilusión.

La otra materia que se dispone en la sala es la que tiene que ver con la logística del arte. Antes había mencionado la repisa junto a las pinturas (realizadas en el mismo tipo de tabla ‘burra’, y con gruesos marcos de cartón), en las que además de las fotos, se presentaban unos documentos. En las hojas vemos el membrete de la empresa Somos arte en movimiento[7] junto con una nota a mano en marcador rojo sobre cinta de enmascarar que dice: ‘POR ENVIAR’. La nota y los documentos despertaron mi curiosidad ¿de qué se trata este pendiente? ¿Cuál es la razón para que el artista decida hacer visible el componente logístico de una exposición? En la sala también se encuentran cajas en las que seguramente se transportaron, además de los soportes metálicos o racks en los que se almacenan pinturas. Contacte a la empresa de logística, y pregunte directamente por la participación en la exhibición del Luis Caballero, ellos respondieron de forma inmediata lo siguiente: “Adrián nos contactó en principio, para transportar a Museos de arte internacionales, las piezas de arte para su proyecto. En el camino le propuse un descuento en el transporte y participar como patrocinadores de su proyecto y aceptó.”[8]; pese a la respuesta, mi curiosidad continuaba, ¿porqué la nota POR ENVIAR, acaso no habían sido enviados? Además ¿Qué importancia tenía para el proyecto este trámite? Por lo que continúe preguntando, la respuesta que me dieron es la que me interesa aquí exponer, primero porque es el artista quien decide hacer visible el trámite logístico, y segundo porque considero que, frente al otro componente de la obra, plantea cuestiones interesantes sobre la práctica artística:

Yo (en chat con la empresa): ¿Porqué la nota ¿POR ENVIAR?

Somos arte en movimiento: No lo sé, no hemos hablado de eso específicamente. Tendría una hipótesis, supongo que quería enviar más obras (ya enviamos 4 piezas a Madrid y están en tránsito para su retorno) y por eso dice “por enviar»: es decir, creo que es una expectativa. Las obras que transportamos fueron remitidas a Madrid, al Museo del Prado únicamente[9].

La historia al respecto, entonces, trata de que la empresa de logística remite por solicitud del artista cuatro pinturas al Museo del Prado, pero el Museo no las recibió. Por lo que en este momento se encuentran en tránsito para su retorno. Hasta ahí la respuesta de la empresa.

Quisiera terminar este texto pensando en otro tipo de ilusión, en esta: un artista colombiano pretende que su versión de San Sebastián, realizada con aceite quemado de motor, y producida para un Premio local, logre entrar, supongo que temporalmente, o a una bodega, al menos, debido a la serie casi infinita de requisitos que debe cumplir cualquier obra, para ingresar así sea de forma temporal al Museo del Prado. ¿Suponía Adrián Gaitán que el Prado le daría la bienvenida gustosamente? Lo dudo. Lo cierto es que el trámite de ida y de regreso y la ilusión o imposibilidad de exhibición resultan muy interesantes. Sin embargo, ¿qué importancia tiene esto para el proyecto? Mientras recorro la exposición pareciera que ninguna. El tema finalmente es, también, lo adiestrados o no que están los artistas en temas logísticos, respecto, como en este caso, el trámite burocrático que hace que sea posible o no, que un proyecto para el Luis Caballero entre en diálogo institucional con un Museo europeo. Resta por escuchar al artista, ¿Qué ilusión presenta la nota POR ENVIAR, que decidió hacer visible en su muestra? La pregunta queda planteada.

Actualización mayo 16

Ayer ví el recorrido que realizó Elkin Rubiano, con Carlos Camacho por la exposición: Para los tiempos que corren, de Adrián Gaitán, la pregunta planteada en el texto, a modo de una conversación en sala, de la semana pasada, quedó más que respondida. Resulta que los ‘San Sebastián’, continuarán viajando a diferentes museos, viajarán a la espera de ser recibidos o no. Lo cual es lo más seguro. Según lo que allí se explica, no sólo viajaron a Madrid (era la información de destino que hasta ahora sabía), también a Rusia. Entonces viajarán como parte de un proceso en busca de la tan anhelada legitimación institucional. Viajarán de ida, y de vuelta seguramente, probando que la materialidad del proyecto también es otra, en éste caso la del trámite, la del Proceso como en Kafka, supongo. Por lo que entonces es un proyecto de largo aliento y presupuesto (quemando aceite, obviamente) que va más allá del Luis Caballero.

Finalmente al mártir le corresponde ahora otro tipo de pena, una en la que la representación lo es todo.

 

Notas

[1] Ayer inauguró la exposición, lo que en este texto se propone tiene el carácter de “conversación inmediata”, como las que sostenemos mientras recorremos la exposición. El objetivo de escribir tiene que ver con acompañar las imágenes que circulan en redes de forma instantánea, de ninguna manera supone un análisis académico sobre la obra. Escribo convencida de que vendrán textos reposados y académicos sobre la exposición.

[2] Gombrich, H. E. Arte e Ilusión: Estudio Sobre la Psicología de la Representación pictórica, Editorial

Phaidon, 2008. Capítulo: La imagen en las nubes. Pág. 154-168

[3] Según Emilio Tarazona en el texto curatorial.

[4] Duchamp llamaba a esta capacidad el ‘coeficiente de arte’ que tiene cualquier objeto, seguramente Gombrich no la tiene en mente cuando propone su teoría de la ilusión pictórica, pero seguro coinciden.

[5] Gombrich, H. E. Arte e Ilusión: Estudio Sobre la Psicología de la Representación pictórica, Editorial

Phaidon, 2008. Capítulo: La imagen en las nubes. Page.169.

[6] El cubo blanco tan preferido desde las décadas del sesenta, suponía que nada del exterior ingrese e interfiera en el espacio expositivo. Noción extraña esta, en términos de recepción del arte, cuando en la práctica todo es exterior, incluyéndonos, y tal espacio límpido es mera ilusión.

[7] Empresa de logística: Somos arte en movimiento In Bonds  https://somosartenmovimiento.com/es/index.php

 

[8] Diana Naranjo, directora para Colombia de https://somosartenmovimiento.com/es/contactenos.php

[9] Es decir, el término remitir – (Shipper) es como técnicamente se llama a consignar la AWB (Air Waybill o guía aérea).