el lobito bueno

“Lo terrible de este mundo es que cada uno tiene sus razones”

Las Reglas del juego

Jean Renoir

A mitad de este año tuve contacto con los organizadores del Festival F11 de la revista El Malpensante. La razón se debió a que durante el festival se iba a estrenar la película “Un tigre de papel” de Luis Ospina. La película gira en torno a Pedro Manrique Figueroa, precursor del collage en Colombia, y yo, Lucas Ospina, al fungir en los últimos diez años como curador de la obra de este artista, fui invitado a participar en el F11 para hacer una exposición de arte.

El espacio ofrecido fue el de la Galería Quinta Galería (http://quintagaleria.com/QuintaGaleria.htm). Tuve en cuenta las condiciones del espacio, hice una propuesta y se la envíe a la creativa Rocío Arias, productora del F11, y a Andrés Hoyos, director de la revista El Malpensante. Les propuse una exposición llamada “Pedro Manrique Figueroa, precursor del collage en Colombia / ¡Nosotros hacemos pintores! Arte y narcotráfico 1981-1982”*.

Recibí, casi de inmediato, un correo de Andrés Hoyos donde desestimaba la propuesta; sus argumentos resaltaban la importancia de respetar la narración expuesta en la película “Un tigre de Papel” y de no confundir al público “metiéndole una nueva ficción”. Hoyos sostenía que la propuesta tenía que ver más con una tendencia reciente del arte a hacer “viajes conceptuales” que lo esperado de un artista colaboracionista del F11. Pensé, con una sonrisa, que Hoyos o cometía un hábil error o pecaba por falta de información; le mandé un correo donde hacia un recuento de las exposiciones que había curado de Pedro Manrique Figueroa —de todos esos «viajes conceptuales» que generaron el material que estructura, en gran parte, la película «Un tigre de Papel».**

Me propusieron una reunión en el espacio de exposición. La reunión fue con Mauricio Quintana, director de la Galería Quinta Galería, y con Rocío Arias; el galerista mostró gran entusiasmo en llevar a cabo la exposición (no supe si Mauricio Quintana había leído la propuesta pues no se habló de narcotráfico —el galerista estaba tan encantado con la película que preferí no disturbar su tierna ensoñación). Se habló, eso sí, del montaje y del número de piezas originales de Pedro Manrique Figueroa que habría en la exposición; me comprometí a conseguir unas seis o siete obras y dejé en claro que los originales, por pertenecer a colecciones privadas, no estarían para la venta. Hice énfasis en que la exposición mostraría la obra de Pedro Manrique Figueroa en su etapa final cuando ya convertida en mercancía es apreciada y valorada por todos aquellos que quieren hacerse a ella: galerístas, coleccionistas, curadores, periodistas, documentalistas, productores creativos y académicos. También dije que con las imágenes de las obras de Pedro Manrique Figueroa el F11 podía hacer lo que quisiera —pendones, postales, camisetas, llaveros, mugs—, pero que las piezas originales sólo serían mostradas en un espacio tradicional de exposición. Nos despedimos y quedamos en hablar para precisar las fechas y materiales necesarios para el montaje en la Galería Quinta Galería.

Una semana después, en una reunión con Rocío Arias, ella sondeo la posibilidad de cambiar el espacio de exposición; le reafirme que mi propuesta estaba hecha para las condiciones del espacio de la Galería Quinta Galería; además, luego del entusiasmo mostrado por el galerista, miré con sospecha lo que ella insinuó como una opción. Lo que siguió fue una serie de cruces de correo donde la Galería Quinta Galería desapareció del panorama y Rocío Arias me ofrecía áreas del Gimnasio Moderno para mostrar la exposición. El interés para el F11 no era que la exposición fuera autónoma sino un apéndice que sirviera de apoyo y promoción a la película «Un tigre de papel». Les repetí lo importante que era el espacio de la galería como escenario de transacción. Mi reticencia como curador a exponer la exposición en un corredor, carpa o pared del Gimnasio Moderno marcó el fin del contacto que tuve con el F11.

Es posible que el director de la Galería Quinta Galería haya sufrido un cambio de opinión y luego de un entusiasmo febril pasó a un estado atemperado de precaución —después de todo es su imagen y la de su galería lo que está en juego. Por otro lado, así como un curador decide que hacer con una exposición, esta misma autonomía la tiene el Festival F11 para decidir que hacer y que no hacer con su evento —después de todo, es su imagen y la de sus patrocinadores (incluido el periódico El Espectador) lo que está en juego. Sin embargo, cada vez que leo el autopromocionado eslogan del Festival, “Piensa mal y acertaras”, y veo que el evento se autoproclama como “genuino e innovador” y que “se abordaran grandes temas de la actualidad contemporánea al estilo descomplicado de El Malpensante”, y que “según lo comprobamos en el F-10, la dinamita metafísica, que es en últimas el mejor antídoto contra la dinamita real, funcionó de maravillas”, no entiendo porque una exposición sobre “arte y narcotráfico” no puede ser útil para meterse de manera invasiva con muchos temas que le son aledaños al arte y hacer un ensayo de imágenes y texto que se dirija no sólo a un grupo de diletantes —con pretensiones de literatos, burócratas o ilustrados— sino a un lector interesado, a cualquiera que se acerca a este tipo de exposición a ver el ensayo gráfico de collage, escultura, pintura y textos que se propone. Ése, claro, no es un invento de los artistas conceptuales o de los nuevos curadores: el ensayista primordial, don Michael de Montaigne, ya demostró que la óptica del ensayo sirve para hablar de casi todo (también podrían acompañar a Montaigne, los ensayos a manera de conferencias y exposiciones de Aby Warburg, Walter Benjamín, Harold Szeemann, Robert Smithson, o José Alejandro Restrepo).

La exposición “Pedro Manrique Figueroa, precursor del collage en Colombia, ¡Nosotros hacemos pintores! Arte y narcotráfico 1981-1982” queda por hacer… tal vez a la nueva sede de la Galería La Cometa y a su director, socios y abonados les interese…

Confiteor

¡No!, no esta bien pensar así; me retracto de todo lo que he dicho sobre el Festival F11 de El Malpensante, y de que ahí usen al arte como mera ilustración o vana abstracción —una arte que sirve más para alimentar las portadas de una revista con figuras de un marierismo falsamente naïve que para pensar. Y también me retracto de todo aquello sobre “arte y narcotráfico”. ¡Eso esta mal!, es sólo una suspicacia, una astucia, una ficción; pensar así es ser muy, pero muy malpensado y eso, como me lo ha demostrado el bueno de Andrés Hoyos, no esta bien.


Asteriscos:

* Propuesta de Exposición en Galería Quinta Galería

Pedro Manrique Figueroa, precursor del collage en Colombia

Título de la exposición: ¡Nosotros hacemos pintores! Arte y narcotráfico 1981-1982

Uno de las últimas empresas de Pedro Manrique Figueroa fue la compraventa de arte. Gracias a su asociación con Eduardo Iserra Noguera, el propietario de la Galería Balcón 19 (ubicada en Bogotá en la carrera quinta con calle 19), intentó infiltrar el mercado del arte con obras de Clara Madero. La pintora no existió y las pinturas fueron hechas por un anónimo empleado de banco, que pintaba y esculpía por afición y que le regaló algunas obras a María Elvira Cifuentes, novia de Pedro Manrique Figueroa, como muestra de afecto. La asociación entre Iserra Noguera y Manrique Figueroa fue breve pues tuvieron problemas con Fidel Agudelo Chávez, un testaferro del narcotraficante Gonzálo Rodríguez Gacha. La historia cuenta que Agúdelo Chávez adquirió en la Galería Balcón 19, seis pinturas y dos esculturas de Clara Madero a un precio de $63 millones de pesos y que su decisión de invertir en arte no fue compartida por sus jefes. Agúdelo Chávez intentó que la Galería Balcón 19 le devolviera el dinero que había pagado por las obras, pero su proposición no fue aceptada. Llevó las obras a otras galerías y su conclusión no fue otra que pensar que había sido víctima de una estafa (en la Galería El Museo le dijeron que las obras no costaban ni siquiera el valor del material con que estaban hechas). Agúdelo Chávez le comentó a sus superiores y éstos enviaron un cobrador a la Galería Balcón 19; luego de la visita Manrique Figueroa e Iserra Noguera desaparecieron. La exposición dará cuenta de estos hechos. A la vez se mostraran documentos de la época y algunas de las obras de Clara Madero. También se incluirán algunas obras de Manrique Figueroa y un breve recuento biográfico sobre su vida y obra. El diseño de las invitaciones, los textos de difusión, los comunicados de prensa, el montaje y la museografía serán hechos y supervisados por Lucas Ospina. En la exposición estarán para la venta las obras de Clara Madero. Las obras de Pedro Manrique Figueroa pertenecen a colecciones privadas y no están para la venta.

** Las exposiciones que he organizado fungiendo como curador de Pedro Manrique Figueroa siempre han tenido que ver con el espacio donde se hacen. La primera aparición del desconocido precursor del collage en Colombia fue en una grandilocuente retrospectiva —y además «homenaje»— en la inmensa sala de la Galería Santa Fe del Planetario; la segunda fue llamada «Los años rojos» y se hizo en la casa que lleva el nombre del dirigente conservador Gilberto Alzate Avendaño y se mostraron dos cosas rojas, el comunismo de P.M.F. y el corazón (sus cuatro amoríos que Carolina Sanín escribió y donde yo colaboré con una narración melodramática llamada «Omaira»). La tercera exposición fue en el Bar Escobar y Rosas y ahí se vio la fase «sub-realista» de P.M.F. donde mezcló droga y poesía; la cuarta fue en Filadelfia, Estados Unidos, y se llamó «Cinco collages americanos», era bilingüe y con una traducción amañada —los textos en inglés formalistas y los textos en español panfletarios (también se mostró en Colombia en el espacio La Rebeca dirigido por la colombo-norteamericana Michele Faguet). La quinta exposición fue en Escocia y se llamó «Man with a kilt» (Hombre con falda) y era un circunloquio alrededor de un collage doble con la imagen de Camilo Torres con sotana. La última exposición fue «El museo de la Pobreza» y fue expuesta en Nueva York y en Minneapolis y trataba sobre los americanos blancos y pobres del sur de los Estados Unidos.

—Lucas Ospina