El libro mide casi lo mismo que un iPad

Qué bueno comentar un libro que mide casi lo mismo que un iPad, que a la vez sirve para confirmar que este año sí habrá Encuentro Internacional MDE (su publicación es el primer acto de ese evento) y que corrobore también el apego de nuestros gestores culturales por la absurda costumbre que impone que un catálogo de arte colombiano deba ser lanzado con varios años de retraso (para el caso de este libro, tres décadas), o nunca. Se sabe que el mundo, todo el mundo, está emocionado por su publicación y por la exquisitez de haber mandado hacer recortes redondeados en las esquinas de la edición física. Es más, si un espíritu sensible llegara a dormirse acunado por la delicadeza de la tibia sensación de la pulpa suavemente tajada –y por un texto teórico de baja calidad- podría soñar que allí reside una paradoja de diseño editorial: algo que estimula el goce táctil puede disminuir la apreciación intelectual.

“Necesario hacer notar, sin embargo, la necesidad de un mayor conocimiento y profundización del mundo de Marcel Duchamp”

Fondo editorial Museo de Antioquia, Museo de Arte Moderno de Medellín, Memorias del primer coloquio latinoamericano sobre arte no-objetual y arte urbano, Medellín, 2011.

Qué bueno comentar un libro que mide casi lo mismo que un iPad, que a la vez sirve para confirmar que este año sí habrá Encuentro Internacional MDE (su publicación es el primer acto de ese evento) y que corrobore también el apego de nuestros gestores culturales por la absurda costumbre que impone que un catálogo de arte colombiano deba ser lanzado con varios años de retraso (para el caso de este libro, tres décadas), o nunca. Se sabe que el mundo, todo el mundo, está emocionado por su publicación y por la exquisitez de haber mandado hacer recortes redondeados en las esquinas de la edición física. Es más, si un espíritu sensible llegara a dormirse acunado por la delicadeza de la tibia sensación de la pulpa suavemente tajada –y por un texto teórico de baja calidad- podría soñar que allí reside una paradoja de diseño editorial: algo que estimula el goce táctil puede disminuir la apreciación intelectual.

Y este hecho también tendría que ver con la notoria irregularidad de los textos incluidos o con que este libro empiece en una larga obertura de 32 páginas. Ya aquí se extraña la presencia de un editor que hubiera eliminado la Presentación firmada por Alberto Sierra (a pesar del regaño postmortem que le hace a Marta Traba y por no terminar de convencer –ni de convencerse- del carácter no-objetualista de la obra de Débora Arango); le hubiera exigido un poquitico más de rigor a Mirko Lauer con la sarta de cabos sueltos que deja en sus Notas para un prólogo; y hubiera puesto la Guía al lector al comienzo, sobre todo para que fuera eso, una guía para el lector.

Hizo falta el editor para evitar dar la apariencia que estas Memorias del Primer (y único) Coloquio de arte no-objetual de Medellín estaban dirigidas exclusivamente a un público conformado por personas que podrían reconocerse como “no- objetualistas mirando no-objetualistas”. Pero, a pesar de tantos tropiezos, el libro sí empieza. En el ensayo La Fiesta del No-objetualismo. Polémicas sobre arte contemporáneo en América Latina, Augusto del Valle nos devuelve la esperanza al mostrar el contexto donde se desarrolló un ansioso evento de pretensiones latinoamericanistas y proyección internacional, cuyo interés principal fue el de posicionar una tendencia que se venía fraguando desde 1978 bajo la batuta de diversos críticos y gestores, entre quienes se destacaba Juan Acha.

En este análisis, del Valle destaca la saludable ausencia de consenso entre los invitados respecto a la categoría que le daba su nombre al encuentro y los ataques y defensas que recibiera desde diversos frentes teóricos. De igual manera, sirve como mapa de ruta para mostrar cada uno de los puntos que discutieron los ponentes permitiendo observar qué perfil han terminado asumiendo con el paso del tiempo: o aparecen avejentados por la rápida obsolescencia de su optimismo programático (García Canclini, Juan Acha) o se les puede ver renovados en ejercicios similares puestos en juego veinte años después (por parte de ese 60% de participantes que luego hizo Versiones del Sur en el MNCARS) o aparecen como sujetos completamente oportunistas (a excepción de Silvia Arango, todos los ponentes del país anfitrión pasaron de ser teóricos responsables de rudimentarias teorizaciones sobre el no-objetualismo (Serrano, Barrios) a eximios mercaderes de cualquier tipo de objetualismo).

El difícil trasegar por unos escritos que documentan el afán ingenuo, pero genuino, de no llegar tarde a la fiesta de la postmodernidad, se alivia un poco en la sección que recoge las polémicas suscitadas alrededor del evento y que, al contrario de lo que afirma Augusto del Valle, no tienen punto de comparación con el miniencontroncito que se dio entre Pascual Gaviria y Carlos Uribe respecto al MDE07. Hay que leer cada uno de los apartes del Debate sobre arte No-objetual que se dieron en simultáneo con la exposición de 1981, notar que carecen de un estudio en esta edición y asentir al reclamo que hace Miguel López López, cuando señala que no sólo basta con publicar memorias de encuentros que se mantuvieron empolvadas por la desidia, pues a esa decisión hay que sumar

“un segundo momento de reflexión en la elaboración de esas nuevas operaciones cartográficas (…) no se trata ya de alojar incansablemente nuevos sucesos en el contenedor inagotable que creemos es la historia, sino de detectar en qué situaciones éstos reaparecen y cumpliendo qué nuevos papeles.”

Está claro, ¿no? O ¿alguien de quienes fuimos a la reinstalación de la exposición de piezas relacionadas con este Coloquio durante el MDE07 entendió que la lucha del no-objetualismo terminaba siendo burlada por su misma actualización acrítica? Yo no, a mí me pareció una muestra divina (y hasta ahora me acuerdo de decir algo sobre tan plana argumentación curatorial).

 

Guillermo Vanegas