El futuro del presente del pasado

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“Mi trabajo comienza donde termina el de Warhol”, afirmó el artista Franklin Aguirre en una entrevista para un artículo de la revista Semana (junio, 2005). Tal vez por afirmaciones así de pintorescas es que el artista Alvaro Barrios decidió hacer una conferencia con el título aleccionador de “El pop no volverá”. La charla de Barrios estaba enmarcada en la programación que hizo la Biblioteca Luis Ángel Arango para la exposición Andy Warhol, Mr. America.

Barrios anticipó por escrito lo que iba a decir: “Dado su atractivo vestido de luces, el Pop Art seguirá siendo de una gran atracción para la juventud integrada al arte. Ponerse ese vestido de nuevo, reponiendo las lentejuelas caídas o colocándolas en otro sitio, será inevitablemente un acto decadente e imposible.” La conferencia misma era una afirmación de lo anterior: Barrios hablaba, mostraba imágenes y cada tanto leía apuntes que tenía en un pequeño cuaderno. Comenzó con la portada de la revista Esquire (mayo, 1969): una lata abierta de sopa y Warhol ahogándose en ella, “La caída final y el colapso total de la Vanguardia Americana” decía el titular. Barrios nombró artistas actuales —Murakami, Hirst, Koons— para contrastar épocas: la sucia y caótica Factory de Warhol con el galpón impoluto de Koons, una línea de producción que ese artista prefiere asociar con “un estudio en la tradición del siglo XVII” donde más de 100 empleados marcan tarjeta. El conferencista parecía estar de acuerdo con todo, repetía que lo importante era “el concepto”.

Barrios contó su historia a punta de detalles y relaciones, pero su parsimonia y neutralidad hicieron extrañar el espíritu irónico de algunas de las respuestas que dio a Gonzalo Arango en una entrevista de 1966: “¿Es el Pop una moda pasajera, o el arte del porvenir? El futuro del Pop no me interesa. Yo evolucionaré hacia otras cosas mucho antes de que el Pop desaparezca, o degenere en academismo. Yo no me quedo en nada, me voy en busca de lo que vendrá, de lo que no existe todavía.” El conferencista mostró, en cambio, una enternecedora candidez, afín a otras respuestas de esa misma entrevista: “¿En qué radica actualmente la inspiración de su obra? En revelar la tira cómica como un nuevo género de arte.” Barrios tenía entonces 20 años, ante sus ojos todo era primicia, novedad, extrañeza; ahora, 43 años después, los criterios establecidos para definir el pop ya han sido trazados, son un recurso simple para hacer memoria.

Barrios no hizo obras para la Historia del pop, algunas de sus obras son históricas porque merecen ser recordadas y releídas (tal vez incluso a la luz del pop), en esto el artista difiere de muchos comentaristas de la Historia que hacen Historia solo para aparecer en la Historia y anteponen sin gracia la categoría a la obra, la opinión común al pensamiento. Por ejemplo, Eduardo Serrano, el gran generalizador del arte en Colombia, incapaz de sopesar semejanzas, similitudes y diferencias entre la obra de Warhol y la de Beatriz González le atribuye a esta última un carácter de plagiaria: “¿no es mucha casualidad que Warhol haya sacado de la prensa noticias de suicidios y que más adelante Beatriz González haya pintado Los Suicidas del Sisga también de una foto sacada de un periódico?” Y encontró más similitudes, tantas que solo le faltó inventar que González, como Warhol, orinaba de pie (¿o sentada?). El astuto comentarista, incapaz de sopesar semejanzas y diferencias, no juega ahí donde el marco teórico se vuelve poroso y las categorías se desbordan, donde el historiador está a solas y el único recurso que tiene es usar su imaginación de forma narrativa, analítica y crítica. Algunos llanamente “historizan”, se embalan a punta de teclear “ibid” y “op.cit”, arman con rigor casas de muñecas para alojar bibliografías; así como rimar versos no garantiza que aparezca la poesía, en las parrafadas de estos escribidores hay una que otra ocurrencia pero la singularidad brilla por su ausencia.

El “pop no volverá” de Barrios intuye el problema de muchos artistas jóvenes y veteranos que dicen pensar el mercado pero es el mercado lo que piensa por ellos, dicen utilizar al bobo pero más bien son bobos útiles; creen, junto a muchos de sus coleccionistas y galeristas, que la historia del arte comenzó con Warhol (en Rubens hay otro buen ejemplo de arte y mercado). Y sobre todo carecen de talento; el gran narrador, analista y crítico de arte Calvin Tomkins en sus apuntes da cuenta del Warhol excepcional, atrapa las características que lo hicieron singular, un icono que se conjuga siempre en presente: “La clarividencia con la que Andy tocó el nervio del arte comercial y la moda, era una energía que emanaba de Dios sabe dónde, la ingenuidad y la no expresividad, el calor, el misterio y el vacío de supersonalidad misma; todo ello sugiere una intuición fuera de lo normal.”

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(Escrito para la edición de noviembre de la Revista Cartel Urbano)