El estado de incertidumbre (tras los resultados del plebiscito sobre el Acuerdo de Paz en Colombia)

El episodio del pasado domingo en Colombia hace evidente una vez más que una realidad aterradora persiste. Los resultados del plebiscito sobre el Acuerdo de Paz/Acuerdo sobre cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas firmado entre el Gobierno Nacional y las FARC, nos mantienen en el estado de desasosiego e incertidumbre, ese, en el que durante décadas muchas generaciones hemos tenido que vivir…

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El episodio este domingo en Colombia hace evidente una vez más que una realidad aterradora persiste.
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Los resultados del plebiscito sobre el Acuerdo de Paz/Acuerdo sobre cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas firmado entre el Gobierno Nacional y las FARC, nos mantienen en el estado de desasosiego e incertidumbre, ese, en el que durante décadas muchas generaciones hemos tenido que vivir.
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Ayer por primera vez en la historia de nuestro país, teníamos la oportunidad de cambiar ese estado por el de sosiego: aplacar, suavizar, mitigar; pacificar, establecer la paz donde había guerra o discordia, reconciliar a quienes están opuestos o discordes, tratar de asentar paces; mitigar la cólera.
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Era una posibilidad que ayer estaba abierta de la mejor de las formas, mediante el voto como acto democrático, por si alguien no lo recuerda, la democracia es esa forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos. Votar en el Plebiscito 2016, era un mecanismo de participación ciudadana establecido por el Congreso para la refrendación popular del Acuerdo de Paz alcanzado por el Gobierno Nacional y las Farc en La Habana, Cuba. Un acuerdo que se había logrado tras los diálogos/negociaciones de paz entre las partes, luego de más de cuatro años de trabajo (4 de septiembre de 2012 / 26 de septiembre de 2016), que tuvieron lugar, en su mayoría, en Oslo y en La Habana, un trabajo de centenares de personas y organizaciones, tanto nacionales como internacionales, participes del proceso de paz en Colombia, un proceso que consiguió su objetivo, llegar a un acuerdo final de paz para dar fin al conflicto armado (1) que durante más de cincuenta años ha sufrido el país y poner así fin a la violencia e impedir que haya más víctimas, al poder concentrar todos los esfuerzos en construir una paz estable y duradera. Sólo faltaba que ayer mediante el plebiscito, la voluntad del pueblo refrendara dicho acuerdo, para que se activará el Acto Legislativo para la Paz que disponía que éste entraría a formar parte de la Constitución y que tanto el actual gobierno como futuros presidentes se verían constitucionalmente obligados a respetarlo.
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¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera? Esa era la pregunta del Plebiscito 2016. SI o NO sus posibles respuestas.
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Hasta ayer confiaba en la soberanía del bien, para que la elección, como medio a través del cual se hacen efectivos los derechos políticos de los ciudadanos, en este caso, en el proceso de toma de decisiones democrático en el que los ciudadanos votan por una opción ante una pregunta de carácter relevante, tuviera como mayoría un resultado afirmativo. Porque considero la vida como el asunto más relevante que existe, el de mayor importancia, por encima de cualquier otro. La mayoría del NO, ese 50,21%, y las abstenciones, ese 62,57%, son cifras aterradoras, que representan una realidad aún más aterradora.
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Creo que esa mayoría de votantes por el NO, pone en evidencia al enemigo, tras su desenmascaramiento, enemigo ya que el enfrentamiento armado, como parte de una guerra, como conflicto socio-político, le tiene entre sus partes, en tanto que contrario. A cada uno de los ciudadanos colombianos que votó por el NO, en un acto que considero malvado, los considero cómplices de esta realidad aterradora y atroz, por haber truncado la única posibilidad real que en décadas ha tenido nuestro país para la solución del conflicto armado. Su decisión, tal vez, sólo puede ser explicada, en la relación que su negación tiene con la maldad, tomando a esta, como acción nociva, perjudicial. La maldad como capacidad moral de hacer o intentar cualquier acto inapropiado que produzca daño o dificultades a otras personas. Lo que en este caso es innegable, porque cada voto por el NO, tiene algo de perverso; por una parte, en el sentido de actuar con mala intención, al corromper el orden, el orden como buena disposición de las cosas —sujetos— entre sí, y por otra parte, al corromper también el estado natural de las cosas, porque aunque el conflicto armado en Colombia tenga un largo historial de 52 años, no es ese el estado natural de una sociedad.
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Cada voto por el NO, nos duele a muchos, porque pone de manifiesto una falta de bondad, la necesaria para sentir empatía por los otros, por cada uno de los aproximadamente 220.000 asesinados; 5.712.506 víctimas de desplazamiento forzoso; 25.007 desaparecidos; 16.340 víctimas de asesinatos selectivos; 27.023 secuestrados; 1.754 víctimas de violencia sexual; 6.421 víctimas de reclutamiento forzado y las 1.982 masacres consecuencia del conflicto armado (2), pero también nos duele al constatar la incapacidad de cada uno de aquellos votantes por el NO para sentir empatía con cada uno de aquellos que fuera de las estadísticas, hemos sufrido, en menor o mayor medida, sus consecuencias y también al constatar la incapacidad, que cada votante por el NO demostró, de pensar el futuro, su incapacidad de comprender el posible daño y dolor que aquellos que probablemente, en el futuro, puedan ser parte de estas cifras sufrirían.
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Han pasado varias horas y sigo aún estupefacta, me pregunto cómo puede ser que la maldad sea tanta, pero mi estupefacción es sobre todo por darme cuenta que la maldad es en muchos casos fruto de la ignorancia y del sentimiento de venganza.
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«¡Pueblo indolente! ¡Cuan diversa sería hoy vuestra suerte si conocieseis el precio de la libertad!» «Pueblo miserable, yo os compadezco; ¡algún día tendréis más dignidad!» Policarpa Salavarrieta
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Que pertinentes hoy las palabras de Policarpa Salavarrieta, porque nada justifica el horror al que eventualmente los votantes por el NO hallan condenado a nuestro país, ni tampoco nada justifica el estado de incertidumbre al que nos habéis abocado. Y cuando digo nuestro país, me refiero al mismo que el sentido común me dice deberíais amar, vosotros los que habéis apoyado el NO. Que lejano está ese «deber amar» del hecho de haberos hecho participes de la barbarie.
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Sobre los abstencionistas, sólo puedo decir que creo que el país nunca había necesitado tanto de ellos, de aquellos que apoyan el Acuerdo de Paz y cuya opción era el SI, nunca habíamos necesitado tanto la confirmación mayoritaria de la voluntad de paz, como pueblo.
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No sé que sucederá hoy, ni en los próximos días, quisiera creer que lo imposible se convirtiera en futuro, ya no como un milagro, sino como respuesta al absurdo.
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Por fortuna y a pesar de los resultados, hay muchos indicios para seguir creyendo que la paz es aún posible: El Comunicado de las FARC-EP luego de los resultados del plebiscito: «Las FARC-EP mantienen su voluntad de paz y reiteran su disposición de usar solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuro». Las declaraciones de la presidencia de la República: «El cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo sigue y seguirá vigente». Las miles de manifestaciones de los votantes por el SI, ese 49,78% que cruzo el umbral mínimo del 13% que se requería, determinado por el alto tribunal de la Corte constitucional de Colombia. Las miles de manifestaciones de apoyo que otros ciudadanos a nivel nacional e internacional han hecho publicas, que demuestran que hay una preocupación global por la resolución del conflicto armado en Colombia, como parte de la resolución de los conflictos armados mundiales. Por último, uno de los indicios más conmovedores de que la paz será posible es que los resultados dejan ver claramente como las zonas que han sufrido de forma más directa y cruda el conflicto armado fueron las que optaron por el SI. Bojayá, Chalán, Mitú, San Vicente del Caguán, Toribio, Turbo, entre muchos otros, son ejemplos de humanidad, el mejor ejemplo de ética y moral, ciudadanos que han hecho posible que el bien haya prevalecido por encima del odio, a cada uno de sus habitantes, a cada uno de los votantes del SI en esos lugares, todo mi agradecimiento, mi más alto respeto y mi mayor admiración, por su digno comportamiento, humano, tan humano.
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Por cada una de las víctimas, por las generaciones futuras, yo y muchos, seguiremos apoyando el Acuerdo de Paz, para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, como camino posible, con la confianza en que cese la horrible noche y la certeza de que el bien germinará.
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Erika Mabel Jaramillo*
Barcelona, 3 de octubre de 2016
*publicado originalmente en su perfil de Facebook
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1. Al respecto recomiendo ver el Documental «No hubo tiempo para la tristeza»: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/…
2. Informe «Basta ya. Colombia: Memorias de guerra y dignidad»: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/…
Todo lo que necesitas saber sobre el proceso de paz / compilación de todo el material pedagógico sobre el proceso de paz, que te ayudará a entender el contenido de los Acuerdos: http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/…

2 comentarios

Érika….conmovedor tu texto!!
Lo comparto plenamente. Pero el daño ya se hizo con tan pequeña diferencia por el No y tan alta abstención, que pensar con el deseo para revesarlo no lo creo posible.
Podemos salir a las calles, gritar que queremos iniciar un proceso de construir la paz en éste país, que queremos la VIDA, derecho fundamental y único bien que todo ser humano tiene en éste planeta, pero no se podrá volver atrás. Era la oportunidad histórica, era ese el momento de ejercer el derecho de manera libre y conciente de haber expresado de forma contundente y abrumadora, por encima de tod: Si a la vida. Era un imperativo categórico en el sentido kantiano.
No se dió, esa es la realidad!!

Estoy totalmente de acuerdo contigo, en que el deseo no es suficiente para una marcha atrás, como no fue suficiente el deseo de paz de los votantes del NO, que con su voto han obstaculizado el curso del Proceso de Paz para llegar a su objetivo y como tampoco fue suficiente el deseo de aquellos que aunque partidarios del SI se abstuvieron, pues es más que evidente que en este caso su participación era crucial.

Respecto a lo que dices de salir a las calles y gritar que queremos iniciar un proceso de construir la paz, difiero, porque el Proceso de Paz sigue en curso, no el curso previsto o deseado, pero continúa. Así que nuestro salir a las calles y gritar puede tener otras consignas.

Sin duda era una oportunidad única que el voto por el NO y la abstención han impedido, pero no descarto otras vías.

Estoy totalmente de acuerdo en que era el momento de ejercer de manera libre y consciente la voluntad de paz, sin duda alguna era imperativo y categórico, pero también lo es que permanezcamos firmes a dicha voluntad, pues sigo creyendo en la misma como potencia, esa inclinación natural hacia el bien, también en el sentido filosófico.