El Despropósito del Arte. Salón de Artistas Censurados y Enclosetados

Todo está muy bonito para el arte, pero allá. Donde no lo vea nadie y donde no incomode, allá metido en los salones que muy poco público externo sino el mismo gremio visita, museos y grandes montajes parte de un circuito de artistas para artistas, para artistas de talla gorda y también para los “skinny” artistas que van a antojarse de otros artistas top, élites tal vez para ver si un día son como ellos. Los curadores del momento, los alternativos de antes que se convierten en importantes directores de entidades, se transforman a lo público, luego se vuelven vedettes, o cadettes invitados por doquier a múltiples actos, conferencias, inauguraciones, cenas, desayunos y hoteles. Y así el propósito se olvida y el despropósito del arte queda en un primer nivel. Sin embargo nadie puede afirmar hasta el momento que el arte deba tener un propósito.

Veo al arte enfrentar de nuevo una de esas situaciones que lo saca de su zona de confort, si es que existe hoy un confort para el arte en Colombia.

Luego de los acontecimientos relacionados a la reciente censura del mural en el exterior del Centro Colombo Americano en Bogotá en donde voluntariosamente se pinta de blanco sobre los dibujos hechos por los artistas Lucas Ospina Y Power Paola en el marco del 45 Salón Nacional de Artistas, me hace inquietar sobre el propósito y el despropósito del arte en la ciudad y el país.

Está bien saber que cuando algo sucede o sale a la luz, no era ni la primera ni sería la única vez que sucedería. Una situación sale a la luz en el momento en que necesita detonar acumulados. Como un autollamado, una señal de alerta. Es el resultado de una situación posiblemente corriente, en este caso la participación de dos artistas en el 45 Salón de Nacional de Artistas, la cual se intermedia y se rosa con la institucionalidad del país y por ende con el poder. Todo está muy bonito para el arte, pero allá, donde no lo vea nadie y donde no incomode; allá metido en los salones que muy poco público externo sino el mismo gremio visita, museos y grandes montajes parte de un circuito de artistas para artistas, para artistas de talla gorda y también para los “skinny” artistas que van a antojarse de otros artistas top y élites, para ver si un día son como ellos. Los curadores del momento, los alternativos de antes que se convierten en importantes directores de entidades, se transforman a lo público, luego se vuelven vedettes, o cadettes invitados por doquier a múltiples actos, conferencias, inauguraciones, cenas, desayunos y hoteles. Y así el propósito se olvida y el despropósito del arte queda en un primer nivel. Sin embargo nadie puede afirmar hasta el momento que el arte deba tener un propósito. Igual.

A que me refiero con esto, a que el arte es poderoso mientras se encuentre silencioso, a salvo, encerrado y custodiado. Oscilando en medio de su propia esferita pública, navegando en zonas de confort donde está seguro, donde no lo rasguñen, donde al contrario lo feliciten, lo premien, lo admiren, lo adulen y hasta le paguen por existir. El sueño de todo artista. Los presupuestos del Ministerio de Cultura, de la Secretaría de Cultura y del Idartes, los de las alcaldías locales y gobernaciones son repartidos por funcionarios y hacedores por medio de convocatorias y proyectos. Todo se queda en casa, lo cual no «debería» molestar ni incomodar a nadie, no es el punto de este escrito hablar del gran pastel del arte, de cómo se reparte y de quienes por ejemplo no se logran beneficiar ni con las moronas del estado ni con la inclusión de sus ideas dentro los circuitos oficiales como lo es el Salón Nacional de Artistas.

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Esto no solo le ha sucedido a las artes plásticas. También le sucede a la música y a la danza, a la poesía, a la literatura. La concepción general está en aplaudir a un artista, si “pinta y canta” bonito, si logra cobrar millones para decorar la casa del mafio o de la modelo de turno. Eso es lo que significa el arte en Colombia. Mera decoración y “buen uso” del tiempo libre. Como si se tratara de una materia de relleno, una terapia de autosuperación o como si fuese la única opción posible para el equis que fue artista, porque no le cuadró nada más. También para el que lo fue por convicción. Porque la defensa del arte inicia desde el momento mismo en que tienes que explicar a la sociedad por qué eres artista y justificar tu éxito o tu falta de éxito. Defender el por qué decides seguir una carrera universitaria o no, tal vez con un propósito, tal vez no el dinero, tal vez con un despropósito, benigno o maléfico. Neutral si es que se puede ser neutral. El hecho es que pareciera mejor comer arte callado.

Me pregunto: Qué es eso peligroso en un mural más bien caricaturesco, en donde se pretendía con dibujos hacer una analogía entre marionetas representando a Trump con su enorme copete, haciendo de titiritero de Uribe Velez siendo marioneta de Trump y Duque siendo marioneta de Uribe. Como un “menage a trois” un trío de marionetas groseras que juegan con nosotros como juguetes de una realidad que duele, que asesina cada día, una realidad que castra. Mucho se ha señalado por distintos medios lo nocivo de estas fuerzas de poder para la sociedad, para el arte mismo. La realidad nacional pareciera convertirse cada vez más en una sola sábana que nos cobija a todos, hasta a los artistas. La conocemos, aunque realmente existan pocas oportunidades de valentía para denunciarla, expresarla, dibujarla, sobre todo fuera del cubo blanco y fuera de los espacios institucionales permitidos y seguros en donde si sea posible hablar y decir a calzón quitao.

Como lo sucedido hacia el director boyacense Rubén Mendoza, encargado de presentar su película «Niña errante» y de abrir el acto inaugural de la edición número 59 del FICCI Festival de Cine de Cartagena, por expresar su inconformidad con las políticas del gobierno de turno hacia el cine y la economía naranja en medio del discurso de inauguración, ante la presencia vicepresidenta Ramirez quien fue abucheada por el público. Motivo suficiente para que el director fuese castigado, su película censurada y cercada comercialmente, lo cual tuvo mella en hasta en otros países, ofender a la vicepresidenta merece su buen castigo en nombre de la patria. Como Sucedió también con La Peluquería sede Candelaria, espacio cultural en Bogotá el cual fue sellado y censurado por la institucionalidad, por sus múltiples ataques e incoherencias hacia la cultura, sin apoyo alguno por parte del Idartes, por enfrentar de manera solitaria situaciones institucionales bastante complejas frente a alcaldes locales y entidades públicas, por su falta de coherencia con el arte y la cultura, por la vulnerabilidad, el abuso de poder policial y de control hacia los espacios artísticos independientes, sin protección alguna. El arte se sabe castigar y callar. Échele tierrita.

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Lo que es un hecho es una tremenda arrogancia hacia el arte, un abuso e incompetencia institucional, en medio un momento en que el arte debe sacudirse y asomarse por fuera de las paredes del propio medio, salir del cubo blanco mental, tocar la política, la sociedad de la calle, en donde no es intocable y no es el príncipe de la comedia. Bogotá necesita posturas fuertes desde el arte hoy para defender la libertad de expresión, por ende la libertad de todos los ciudadanos y más allá de esto, lograr despertar fuertemente la opinión pública en la esfera nacional, debería entonces seguir llenando las calles de garabatos, los medios de opiniones, los noticieros, los escritos, casi como un movimiento organizado. La interlocución es asunto urgente. Esto con el fin de hacer despertar a la gente hacia un propósito país, hacia un propósito humano, tanta hipocresía agota. El arte en Colombia perderá su carácter democrático, será de élites, de pseudoélites, de perdedores y de falsedades si no es capaz de expresar lo que piensa, unirse seriamente, salir de la cáscara, encarar a la burocracia, a la política y al poderoso sistema que tantas veces le ha callado la boca, le ha cacheteado las ideas, le ha sesgado los sueños y lo ha convertido en un total despropósito.

Gracias por leer.

Este escrito no tiene ningún propósito.

Solo es Libertad de expresión

Meli Paerez

Dir. La Peluquería / Colectivo Peluqueras Asesinas