Una mirada al 2020. El año de la puerilidad

Con preocupación afirmo que el 2020 es el año de la puerilidad del arte, en la que el arte más inofensivo y más infantil celebra su triunfo: una carroza conducida por KAWS, Robert Nava, Andy Fischer, Liz Markus, Katherine Berndhardt y muchos más, unidos a sus coleccionistas, sus curadores y galerías.

En un año complejo, con movimientos civiles compartiendo espacio y tiempo con las medidas para la contención de la pandemia, podría esperarse que el arte con compromiso político y social, con causas ecológicas y ambientales tuviese una mayor participación dentro del mercado del arte, en galerías,  interés por parte de la prensa, curadores, y por supuesto por coleccionistas, instituciones y museos.

Sin embargo, el panorama parece ser difuso. En particular con la pintura. Los artistas afroamericanos absorbidos en los años pasados por el mercado primario, fueron devueltos (para no decir, regurgitados con el sello “black live matters artists”) rápidamente al secundario alcanzando en las últimas subastas precios superiores. Como sucedió este año con Titus Kaphar, cuyas subastas alcanzaron precios de hasta 854.000 dólares.[1] En años pasados, Kaphar sólo tuvo una obra en subasta por año, con precios entre 4,000 y 15,000 dólares.

El interrogante de quiénes son los compradores aún sigue abierto. ¿Son coleccionistas o instituciones que desean corregir su acervo, dando entrada a otras obras y otras miradas, o es sencillamente un gesto de moda el ser políticamente correcto?

El panorama es difuso además, pues una interpretación ideológica de justicia social originó dentro de las estructuras del sistema del arte un sistema de cohesión y control disputado en twitter, instagram y demás. No hay duda que las demandas sobre casos de abuso han producido resarcimiento y corrección. En otros momentos, desató una cacería de brujas, o desplegó la “cancel culture”. Como gran paradoja, obtener un salvoconducto ya no es otorgado por el sistema judicial, sino por tener un gran número de followers en Instagram: es el caso de un afamado galerista de Berlín, cuyos abusos sexuales no pueden salir a la luz a través de ese medio porque él es allí omnipresente.

It eats sadness, Robert Nava.

La complejidad de la vida, y en defecto, la realidad social cuyos fenómenos tienen un nuevo nivel de visibilidad, producen en el mercado de arte un efecto particular: Con preocupación afirmo que el 2020 es el año de la puerilidad del arte, en la que el arte más inofensivo y más infantil celebra su triunfo: una carroza conducida por KAWS, Robert Nava[2], Andy Fischer[3], Liz Markus,  Katherine Berndhardt y muchos más, unidos a sus coleccionistas, sus curadores y galerías.

Triunfo en imágenes. Durante las protestas de black live matters, saqueadores rompen la vitrina de una galería en Beverly Hills para robar KAWS. ¿por qué no fueron destruidos? Los juicios ante el saqueo de KAWS fueron benévolos; gran paradoja si recordamos las discusiones por las estatuas de derrumbadas durante la protesta. En el mundo del arte pueril, la iconoclasia es desterrada, porque la obra no puede ser sujeto de un juicio o argumentación moral ya que un niño jamas es sexista, jamás es racista, jamás es político, un niño no es capitalista, etc.

La obra de arte pueril evade la critica formal, porque ella no puede separarse de la condición moral prístina de su creador, (la de un niño). Por este isomorfismo el arte pueril evade las estructuras de autorregulación del mundo del arte, y ser, como es en el caso de KAWS, saqueado, más no destruido, y simultáneamente aparentar ser una critica al arte de blancos.

Jerry Gogosian fue llamada envidiosa, entre otras cosas, cuando dijo que la entrada de Robert Nava al Pace gallery era una buena opción de la galería para continuar el éxito mercantil del formalismo zombie.[4] Los comentarios argumentaban que ella estaba celosa y omitía el carácter bondadoso del artista, su buen carácter moral. La comparación formal fue interpretada como una descalificación moral, confirmando que el isomorfismo entre moral prístina y obra de arte determina la naturaleza del arte pueril.

Ivanka Trump en su casa.

Vale la pena revisar que la comparación que hizo Jerry Gogosian de Nava con el formalismo zombie propone una evidencia histórica que es interesante para los sociólogos del arte: que el coleccionista está comprando un arte cada vez más pueril. Los coleccionistas del formalismo zombie, cuya edad media es entre 55 y 35 años, pertenecen a la generación que hereda el dinero de los baby boomers, cuya realidad social es diferente a la de aquellos que nacen y viven en confrontación con dificultades sociales y económica: Que mayor ejemplo que la foto de Ivanka Trump con el Ostrowski de su colección. Recordemos que las pinturas de Lucien Smith, Jacob Kassayson, Ostrowski carecen de un interés social, concentradas en el hedonismo y al life style, pobres discursivamente, promueven de esa manera un arte que es aun más alejado de los conflictos y realidades sociales, de procesos y colaboraciones con otras alteridades, y de la complejidad que es la vida misma.

Hace algunos años el cine re-descubrió a los personajes de Marvel para producir record en los box office. Una explicación sobre el éxito y la producción de las infinitas secuencias de esas películas (Batman, 1,2,3,4,5,  etc)  se encuentra en el término man-child que describe adultos que jugaron (y aun juegan) con Superman, Hulk, Batman y similares, y que aun mantienen altísimos comportamientos infantiles. Cuando las películas llegaron al cine, añadiendo toda la mercadería alrededor de ellas, los man-children contaban con los medios económicos no sólo para comprarle los juguetes a sus hijos, sino a sí mismos, y los juguetes se convirtieron poco a poco en juguetes de lujo.

Podemos arriesgarnos y trazar una correlación entre grupos generacionales y el mercado del arte. Podemos además invertir el proceso de las estrategias de marketing, que define un conjunto generacional para ofrecer o crear un producto, siéndonos posible a partir del producto, en este caso, de la obra, definir los intereses del conjunto generacional: ¿que implican KAWS, Navas, Fisher, etc en el mundo del arte? Primero, junto al coleccionista-child, emerge también el artista-galeristacurador- child. El dinero no parece ser ningún problema para el coleccionista-child, que adquiere la simulación de un dibujo infantil por encima de los 20,000 Dólares.

De igual manera que el man-child con sus héroes de Marvel divide el mundo simplista en una dicotomía entre buenos y malos, en el que justicia social es realización y garante de un “otro” que posee superpoderes alienígena; eximiéndose de la vida y la lucha por una justicia social, los participantes del mundo pueril del arte evaden la complejidad y lo histórico, a su vez, que se declaran inoperantes frente al mundo.

En una entrevista asegura Fisher que él admira el rigor con el que los niños dibujan. Sin duda los niños tienen un rigor para muchas actividades. Pero pareciese que Fisher no conociese nada de la historia del dibujo. Incluso, no es necesario ir a un museo o a un gabinete de dibujos. Si Fischer hubiese tan sólo hubiese visto “el contrato del dibujante”[5] de Greenaway tendría que abandonar su definición de rigor.

Que la puerilidad tiene el mundo de las artes atrapado debería producir desconcierto. Hasta el momento no he descubierto un compositor de música serio, y que asegure un éxito en el mercado asegurando que él compone y produce toda su obra de la misma manera como lo hacen los niños; simulando las estructuras básicas del ritmo que los niños producen, su balbuceos, y repeticiones.

ADDENDA,

En conversaciones con mi hermano, él me dio una respuesta a la pregunta ¿quienes coleccionan KAWS y compañía? Revisemos este artículo sobre la casa de J Balvin destacada en A&D.

No es asunto ahondar como la casa con sus techos de concreto y pisos de madera, más parece un galpón de lujo que un esfuerzo de arquitectura y diseño. El vacío conceptual de un KAWS se acomodan perfectos a una biblioteca vacía, al espacio frio de esa casa, defecto que viene a ser reemplazado con la sospecha de ser un lugar espiritual: pero ¿de qué espíritu hablamos? Sin libros, sin historia y sin conciencia social, muchos déspotas autoritarios y políticos mediocres, (presidente-child) pueden ser considerados “bacanes”


[1]    https://www.sothebys.com/en/buy/auction/2020/contemporary-curated-3/titus-kaphar-page-4-of-jeffersons-farm-book

[2]    https://robnava.com/home.html

[3]    https://www.andifischer.com/

[4]    https://news.artnet.com/opinion/history-zombie-formalism-1318352

[5]    https://es.wikipedia.org/wiki/The_Draughtsman%27s_Contract