Editorial en El Espectador

Goya se extravía y pone a pensar

EL PASADO 11 DE SEPTIEMBRE, MIENtras se conmemoraban los siete años de los ataques a las Torres Gemelas y los 35 años del asesinato del presidente Salvador Allende, el grabado Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer, perteneciente al artista español Francisco Goya, fue sustraído de las instalaciones de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño.

De los 82 grabados de la serie “Los desastres de la guerra”, la muestra promovida por la empresa Old Masters Art Brokers, con la participación de la Alcaldía de Bogotá y de la directora de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, María Alzate, se compone de 79 grabados alusivos a la Guerra de la Independencia en España. El grabado en cuestión, cuya noticia ha sido ampliamente difundida en diferentes medios de comunicación, es el primero de la serie y, como los otros, fue asegurado en cuatro mil euros.

Mientras la Policía intentaba dar con el paradero de la obra, una carta firmada por el “Comando Arte Libre 11-S” le fue remitida a la propia directora de la Fundación bajo el subtítulo de “Por la lucha contra la burocracia del arte”, seguida de dos fotografías en las que aparece el alcalde Samuel Moreno el día de la inauguración de la exposición y en un fotomontaje en el que su mirada, de perfil, se dirige a un grabado previamente intervenido por los autores de la nota.

La carta, titulada “Goya, tu grabado vuelve a la lucha”, es también un plagio del comunicado expedido por el M-19 en el momento en el que el grupo guerrillero protagonizó la mediática escena del robo de la espada de Bolívar. Su contenido, y bueno es puntualizar que no se sabe con certeza si se trata en realidad de los verdaderos captores del grabado, arremete contra las instancias burocráticas que presuntamente impedirían el acceso del “pueblo” al arte.

Visiblemente molestos con el hecho de que la Fundación Gilberto Alzate Avendaño cobre la entrada a la exposición, a pesar de ser una institución pública, y agraviados por la participación de quienes consideran son falsos mecenas del arte, el grupo supone que con su gesto le estaría devolviendo la esencia misma al grabado -que no es más que una copia del original y por tanto no tiene un valor económico relevante en el mundo del arte- al permitir que éste circule virtualmente.

La participación de la Old Masters Art Brokers, siguiendo este orden de ideas, no hace más que incendiar los ánimos del grupo en tanto su función en el mundo del arte es también la de incentivar su comercialización -la de ponerle un precio al arte-, en este caso de la mano de los grandes maestros. De ahí las referencias a un arte ajeno a su público que se enmohece tras las paredes de un museo.

Chanza de mal gusto o simple transgresión, lo cierto es que con el robo del grabado, que como se dijo en esencia está hecho para circular, si quienes firman la carta realmente lo tienen en su poder, probablemente se llegó al punto en el que una muestra de arte, a diferencia de muchas otras que pasan inadvertidas, lleva a cuestionar y a hacerse preguntas.

En adelante, bueno sería conocer las razones que condujeron a que la exposición se hiciera en un espacio que no es el ideal y que no cuenta con un sistema de seguridad apto, así como los motivos por los que se decidió cobrarle al público para acceder a la muestra. Igualmente, ahora que las miradas se centran en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño y el presunto clientelismo que aqueja al manejo de la cultura en el Distrito, también sería positivo que los mecanismos utilizados para escoger quién dirige una actividad fuesen públicos y por todos conocidos.

Todo lo cual, como es obvio, no deja de ser problemático y contradictorio, ya que se estaría aceptando que el robo es justificable si con él se consiguen otros fines. Una actitud irreverente que mal haríamos en celebrar. Bogotá, cuya imagen internacional es la gran perjudicada, requiere que la obra sea devuelta lo más pronto posible. La noticia le ha dado la vuelta al mundo y de una ciudad que se interesa por la difusión del arte se pasó a una en la que la inseguridad campea sin que las autoridades puedan impedirlo.

 

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