Desencuentro en la institucionalización de las prácticas artísticas

Tengo un sin-sabor desde hace un par de semanas, tras el “Cuarto encuentro de investigaciones emergentes”, dedicado a La institucionalización de las prácticas artísticas, que se llevó a cabo en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Este malestar se debe al silencio consecuente después del encuentro, como si no hubiera pasado nada, como si la labor de IDARTES desde su creación fuese plana, como si este tema no fuera espinoso en Bogotá, más bien como si todos los asistentes hubieran quedado pasmados por el encuentro o porque no pasó nada en la reunión.

emergentes

Tengo un sin-sabor desde hace un par de semanas, tras el “Cuarto encuentro de investigaciones emergentes”, dedicado a La institucionalización de las prácticas artísticas, que se llevó a cabo en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Este malestar se debe al silencio consecuente después del encuentro, como si no hubiera pasado nada, como si la labor de IDARTES desde su creación fuese plana, como si este tema no fuera espinoso en Bogotá, más bien como si todos los asistentes hubieran quedado pasmados por el encuentro o porque no pasó nada en la reunión.

Fue una lástima que Víctor Manuel Rodríguez no haya abierto el encuentro. Su presentación fue excelente y era la perfecta introducción para un foro álgido. Él abordó el tema de encuentro de una forma crítica, que permitía a los espectadores tener un espacio para la opinión, el cuadro que mostró expresaba esas disputas entre arte y cultura, entre lo auténtico y lo no auténtico, entre la obra maestra y el artefacto, se deslizó por el post-estructuralismo para entender la relación del arte y la institución, hasta le alcanzó el tiempo para reseñar a Douglas Crimp y su texto “En las ruinas del Museo”.

Sin embargo, el formato del encuentro hizo que el resto de los ponentes básicamente se dedicaran a leer/mostrar sus proyectos, que por supuesto son importantes y vienen al tema de discusión, pero sus presentaciones giraron muy poco en torno al tema del encuentro, tal vez a causa de las doce cuartillas que le pidieron a cada ponente para su presentación. De este formato, los únicos que al parecer incumplieron la norma fueron Paulo Licona, que presentó a través de Facebook todos sus proyectos auto-gestionados desligados del sector público de las artes y Manuel Kalmanovitz que era el único invitado que no hacía parte de ningún sector “hegemónico” de las artes, y que su presentación fue clave para entender procesos como la feria de publicaciones La Independiente, que es un evento que sin el apoyo de la gerencia de plásticas de IDARTES desde Cristina Lleras y continuando con Catalina Rodríguez no hubiera sido posible.

Entonces aparecen estos dos nombres, pero en el foro no oímos sus voces, ni el testimonio de Cristina Lleras en sus años al mando de la gerencia, en los que se gestaron unas mesas “sectoriales” como la de espacios independientes, de graffiti, o la mesa de dibujantes de la 7ª, momento también en el que se hizo el Premio Luis Caballero en ciertos lugares no “institucionalizados”, proyectos ambiciosos como la reforma del paisaje de la calle 26 y también proyectos pequeños pero que daban movimiento a la galería Santafé de Teusaquillo; tampoco se escuchó a Catalina Rodríguez o de Julián Serna sobre el estado actual de esta galería.

También hicieron falta los opositores, los Don Nadie, que han generado tanta crítica pública en redes sociales y en foros de discusión a la relación entre IDARTES y los Espacios Independientes, que discuten abiertamente el desarrollo que ha tenido el “graffiti” en la ciudad. Por estos días se estaban pintando los murales en Bogotá resultado de la convocatoria “Intervención artística urbana Carrera 10”, entonces ¿Dónde quedaron las voces de esos ganadores de la beca que al igual que Manuel Kalmanovitz, no hubieran podido hacer sus grandes “graffiti” sin el apoyo de la institución?, ¿Dónde está la voz salvaje, vándala y diametralmente opuesta de quienes hacen graffiti aún al margen de los proyectos generados por el sector público? ¿Dónde queda la opinión de ese sector que le apuesta al Arte Turístico? ¿Los grupos que trabajan con la copia, lo popular y el antiarte? ¿En dónde quedaron representadas las fundaciones e industrias culturales que se la juegan con el “arte” para cambiar modos de habitar en sectores vulnerables a la violencia o el desplazamiento? ¿Qué hay de la institucionalización del Bogotá art-district? Todas estas preguntas y muchas más vienen al tema de encuentro: Sobre la institucionalización de las prácticas artísticas.

El evento contó con muy buenos invitados, de eso no hay duda, sin embargo todo el encuentro se tornó muy plano, muy cordial, muy políticamente correcto. Comprendo que definir o más bien diferenciar qué es una práctica artística o qué es una práctica cultural es muy difícil, justamente por la disputa que se da entre arte y cultura, que además se presenta en absolutamente todos los campos del arte (museos, galería, mercado, obra maestra), donde hoy lo INTER, CONTRA y TRAS disciplinario está a la orden del día en muchos proyectos individuales y colectivos del arte. Entiendo que este tema es gigantesco y merece mucha más investigación, mucho mas estudio, pero también sé que el encuentro era de INVESTIGACIONES EMERGENTES, que me sitúa como espectador a escuchar investigaciones, autores, referentes, bibliografías, apellidos, o voces como Foucault, en torno a la institucionalización de las prácticas artísticas, que es realmente un tema muy espinoso, azaroso y potente, mucho más en este momento en donde el IDARTES apoya la práctica responsable de Graffiti, el Ministerio de Cultura favorece con una convocatoria a un espacio independiente capaz de exhibir por primera vez en Colombia una obra de Doris Salcedo y el Salón Regional de Artistas Zona Centro es representado en parte por una Escuela de Garaje que en teoría debería concluir en una publicación, no una exposición de objetos, al menos así fue presentado.

 

Santiago Castro

4 comentarios

Ahora que el espacio autogestionado se convirtió en un modelo ultra-viable y que su carácter «A Prueba de Todo» ya no es un eje temático y operacional válido, es hora de plantear nuevos núcleos de discusión como los que Santiago menciona. A esos me permito adicionar unos mas:

¿Quá aporta al campo local el gestionar proyectos como llenar minutas? ¿Se piensa en la relación cantidad/calidad?

¿Ha identificado La Gerencia -y sus orbitantes- medidores para algo tan resbaloso como la incidencia y efectividad de sus iniciativas?

¿Qué estrategias se plantean para que lo gestionado no quede en lo pintoresco y anecdótico?

¿Qué pasa cuando se instaura un Conducto Regular de prácticas buenas, vistosas y positivas?

vistoso

‘La institucionalización de las prácticas artísticas’ era un tema que, como su nombre lo anuncia, prometía ir al grano, pero no sucedió. Sobre todo porque no creo que haya otro asunto que pueda resultar más sintomático, y causal, del estado de decadencia y confusión generalizada que estamos viviendo, escamoteado por actividades que se suceden sin concierto y sin descanso en su afán de visibilizar cualquier cosa y ‘hacer por hacer’. Diagnóstico : anestesia completa resultado de la extirpación total o parcial de órganos básicos útiles a la reflexión o simples actos de conciencia. Comenzando por la presentación del evento que fue una demostración inaudita de pereza mental, carente del menor asomo de energía y entusiasmo ( lectura mecánica del folleto en lengua-de-sopa ) en un gesto de negligencia formal-institucional totalmente irrespetuoso de las espectativas del público.

Atendí la primera y segunda ponencia solo para sumergirme en el predecible letargo académico que ya conocemos. Sencillamente no aguanté el tono, la falta de espíritu y substancia en las ideas, y la desactivación de la menor suspicacia que el tema sugiere ( de las ponencias que siguieron, seguramente me perdí de dos o tres cosas ), y regresé por donde había venido rumiando maldiciones a diestra y siniestra en mitad del aguacero. Un fiasco.

Los Don Nadie, los no enganchados, los no enchufados, los que no han inclinado en genuflexa compostura su trabajo para poder acceder a las becas y premios empastelados del ministerio de cultura y sus adláteres. Para este señor los vándalos, (los que para hacer un grafiti no buscan paredes subvencionadas y exponen su pellejo bajo puentes y extra-muros en donde los vigilantes y guardianes de verde oliva pueden hacer diana en sus corazones bajo la luna ulcerada) no aparecieron por su auditorio ya que estaban escondidos o seguramente temblando de pavor.

Para nadie es un secreto que la institucionalización del arte es la domesticación del arte. Así de sencillo. Y quienes posan de rebeldes desarrollando arte crítico pero que se benefician de estas dadivas oficiales demeritan y descafeínan su trabajo, le quitan la carga crítica y lo convierten automáticamente arte subvencionado. Y de ninguna marte arte el subvencionado puede contener una carga crítica ya que el dinero que el estado da a estos artistas, los convierte en bufones ácidos de una corte bien pertrechada que permite ciertos deslices a cambio de un discurso suavizado. Un discurso autocensurado que debe adaptarse para entrar por el aro. Institucionalizar el arte de las academias y los museos claro que sí, pero institucionalizar el arte de los vándalos y los salvajes solo es la ilusión de comisarios bien pagaos, que medran a la sombra de los castillos en donde de vez en cuando, los señores feudales abren una ventanita y les arrojan unos mendrugos de pan y un par de flautitas y una mascarita de vodevil para su comparsa.

Aún desde cierta distancia obligada a la que la gerencia ha terminado avasallando a sus críticos, resulta fácil observar cómo los eventos de su discursividad institucional, parecen lamentablemente gestionados para negar las verdaderas posibilidades de la discusión, el debate, el diálogo… o en últimas, de la academia misma, restableciendo con preeminencia la jerarquía de una comunicación unidireccional con «los públicos»; tal como logran señalarlo aquí los reducidos y desafortunados asistentes a estos desolados auditorios, lugares de los que se hace más viable desertar que permanecer.

A diferencia de la mayor parte de aquella sub-utilizada silletería, sus podios son exclusiva e indefectiblemente ocupados por los mismos de siempre y en un segundo plano, se visibilizan pálidamente algunos sometidos y esperanzados candidatos a sucederlos. Allí, una y otra vez se programan eventos que si bien, resultan inocuos e intrascendentes a un nivel general, parecen significativos para aquel grupo cerrado de infundadas auto-legitimaciones personales que mantienen, ya desde hace rato, el mal-funcionamiento de las instituciones «artísticas» en cabeza de una corruptela en pleno ejercicio del poder.

Y es que en manos de ciertas ilustres «funcionarias públicas» y su séquito, estas reuniones que pretenden convocar al medio a nombre de unos pocos, son transfiguradas en un tradicional besamanos a los nuevos prospectos del viejo pero determinante estereotipo de las Damas de La Cultura, por parte de aquellos segundones que se le miden a legitimarlas, aún a costa de eludir toda crítica a su pérfida gestión, la que incluso pretenden tapar, no sin nerviosismo, con agradecimientos apologéticos y créditos inmerecidos.

Todo ello es orquestado al ritmo de auto-aplausos en una ridícula mascarada, en honor y a conveniencia de tales perfiles biopolíticos, oficiando una triste farsa para mantener su propia hegemonía, que de cualquier otra forma diferente a tal confabulación, sería difícilmente justificable. Si bien, a todas miras, semejantes «ceremonias solemnes» resultan hartas, patéticas y delatan una evidente decadencia, persisten a un nivel «institucional», pues parecen ser efectivas por lo menos como homenajes al reinado sempiterno de aquellas figuras, lo que por supuesto no sería posible sin el favor pago de su corte de favorecidos.

Mientras tanto, los cuestionamientos lanzados por los Don Nadie, desde los espacios que ellos mismos se procuran y con grandes dificultades, inicialmente son «respondidos» a conveniencia, con silencio o mentiras, aunque éstas resulten evidentes. Para luego, ser objeto de exclusiones directas (incluso de eventos programados gracias a sus contribuciones) a través de inescrupulosos mandaderos que por muy lenguasopa que sean, no vacilan en declarar empoderados que “Quienes estén en buenos términos con la administración» son los únicos ciudadanos que gozarán de sus plenos derechos a expresarse y participar dentro de la Institución Pública, que a fuerza quiere hacerse incuestionable.

Tal como aparece a partir de Cristina Lleras, la Gerencia de Artes Plásticas y Visuales del IDARTES, donde después de semejante declaración del protocolo de Buenos Términos (por fuera de los que no es permitido referirse a ella), su «autor» fué ascendió de Asistente de Gerencia a Coordinador de la Galería Santafe, nada menos, para continuar desde allí con su tarea de primer escudero de ese reino de las artes, aventurandose en mediocres «curadurías» en las que misteriosamente no aparecerá su nombre y como es de esperarse, configurar otra oportunidad para no incluir a los contradictores de la soberanía de su «ex» jefa, quien aunque finalmente se haya visto empujada a ¿renunciar?, hoy parecería seguir ejerciendo plenamente el mando, desde la sombra y a través de sus súbditos.

Porque sabemos que la condena al destierro progresivo de este imperio del arte local no termina ni terminará allí para los Don Nadie. Pues, como si fuera poco, mencionemos un «incidente» anterior que incluso va más allá de la exclusión selectiva de los proyectos institucionales, cuando se cancela de manera intimidatoria y a última hora, las propias iniciativas en aquel territorio por las legatarias apropiado de la institución pública, como si de sus propios dominios se tratara, heredados por derecho, o derecha, podríamos decir.

Y es que son tan arraigadas las ínfulas de grandeza de semejantes dignatarias, que cualquiera que se atreva a señalarlas, no merecerá menos de ellas que la amenaza de pérdida de su libertad y patrimonio personal. Ello, cuando agotando la instancia del diálogo, posteriormente clausurado por las mismas, se logra librar alguna voz de protesta, haciéndola pública, la que por supuesto parecerá ilegítima, será ridiculizada y negada a pesar de las pruebas o testigos mudos que deberían respaldarla… ¡Y esto seguramente es lo peor de todo!, que las voces críticas raramente merecen eco alguno, incluso al interior de sectores también directamente afectados, pero intimidados a ser cómplices en el silencio si no quieren recibir los mismos castigos ejemplarizantes; incluso, algunos ascienden por su “buena conducta” en la escala profesional, si además replican y le dan continuidad a las políticas de exclusión institucional contra quienes se lanzan a expresar cualquier desacuerdo con este sistema.

¡Felicitaciones a la reina y su corte! Habrán salido del cierre de tan lamentable evento a celebrar, nada menos que el logro de sus argucias acogidas hasta en los auditorios de «la comunidad académica» e incluso nombradas por sus características opuestas: coloquios, charlas, conversatorios, encuentros, etc. Sin embargo, vamos a ver cuánto más les dura su reinado porque este contexto parece, aún en voz de los pocos vitales, ya despertar del letargo crítico característico de la hegemonía correspondiente a «Las Damas de La Cultura» y promulgado por su círculo más cerrado, impuesto aquí como opción única de concurrencia para el medio de las artes plásticas.

¿Acaso no merecemos confluir en algún otro sistema de relaciones sociales diferente y alternativo a la verticalidad que hoy a tantos intimida y subordina? Creemos que si, aunque ello signifique vulnerar legados nefastos del poder que dictan la agenda sombría que siguen ciertos secuaces de las herederas de La Cultura; como parece ocurrir, al interior de aquella gerencia secuestrada, apropiada, de las «Artes Plásticas y Visuales» en el gobierno distrital, para la producción y difusión del retrato oficial de la reina y su reinado, posando sobre el trono de los inamovibles podios institucionales, cuyo peso muerto aplasta todo testimonio del contexto, que por veraz, aquí es censurado como antagónico, silenciado y condenado al absoluto olvido, aún para la curaduría de la colección del nuevo y oficial Museo Efímero del Olvido.

Foto: Encuentro de participantes en el Museo Efímero del Olvido.