desaparecidos en el MamBo

Cuando matar era como cortar flores 

Cuando matar era como cortar flores

Justificada o no la crítica institucional, este no es aquí el asunto, Desaparecidos es una exposición que todos los ilusos que creemos en la igualdad y en la libertad debemos ver, y no una vez. Lamentaba en días pasados que las campañas en favor de los derechos humanos se promueven al interior de instituciones famosas por su interés en ellos. Hoy el Museo de Arte Moderno de Bogotá muestra a las bogotanas y los bogotanos el pensamiento de los artistas latinoamericanos con respecto a este tema, al que intuitivamente le sacamos el cuerpo. Aunque la ciudad se ha mostrado poco interesada por esta exposición, por los menos las universidades y los colegios del Distrito Capital sabrán aprovechar esta oportunidad para dialogar sobre el cultivo de la humanidad. Sabemos que el interés de nuestra ciudad está, incluidos sus administradores, en los desfiles de comparsas como los que transitaron por la carrera séptima el domingo pasado, no obstante, tenemos la esperanza de que los centros de formación sí se interesen por las reflexiones que hoy los artistas ponen a nuestra consideración. Mientras el domingo pasado miles y miles vitoreaban y aplaudían comparsas y carrozas colegiales, tres gatos deambulábamos en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. En esta oportunidad el museo ha hecho lo suyo, nos falta a nosotros hacer lo nuestro.

Desaparecidos nos recuerda que el olvido de los muertos incrementa silenciosamente el peso de la carga que arrastramos cuando hemos padecido alguna agresión por parte de nuestros semejantes. El olvido es una enfermedad silenciosa. El olvido no es bálsamo, tal y como ha creído el sentido común. El alivio se da cuando recordamos nuestros olvidos por medio de las artes. Desaparecidos nos plantea que el pensamiento artístico surge como estrategia, como la posibilidad de no olvidar lo inolvidable, –de no olvidar que para vivir hemos perdonado lo que no se podía perdonar. Que perdonamos con un solo propósito: no olvidar. Cuando no perdonamos, el rencor nos obliga a olvidar: las heridas se enconan peligrosamente. Perdonamos por medio del canto, de la música, de las artes. Bocas de ceniza, video de Juan Manuel Echeverría, es un ejemplo. Sus protagonistas, todos cuentan mediante el canto la misma historia de despojo de su humanidad. Sus recursos artísticos rudimentarios confieren dignidad a esta acción, su ingenuidad la legitima. Echeverría realiza retratos cantados con el propósito de que protagonistas y espectadores, como la tragedia griega, realicemos una catarsis. En planos Bergman, retrata a una comunidad maltratada, lastimada y oprobiada que sabe que debe perdonar si quiere vivir, y no olvidar si quiere recuperar la humanidad de la cual fuimos despojados.

Los protagonistas de Bocas de Ceniza son testigos de una tragedia nacional: la masacre de Bojayá. Saben que la única posibilidad de liberarse del rencor, del dolor y del trauma, es mediante el canto. Intuyen que el arte le fue donado al hombre, menos para adornar ricas estancias y más para curar y cuidar nuestras heridas de guerra. Nos recuerdan que si humanidad significa cuidar en el habitar uno con el otro, esta responsabilidad es más un deber para con los muertos que para con los vivos. En su origen el arte fue elegía, canto fúnebre. En este orden de ideas, deberíamos preguntar a nuestros amigos, menos por sus familiares vivos, y más por la salud de los familiares muertos. La salud de unos y otros la procuran las artes. El estadista prudente sabe que hablar de las artes es plantear problemas de salud pública. Los artistas presentes en el Mambo miran nuestra realidad unheimlich [1] y cuidan de nuestras heridas. La realidad sólo permite que la aprehendamos estéticamente. Por eso el artista es su favorito. Los artistas contemporáneos no deben olvidar esta vieja máxima que nos recuerdan los residentes hoy en el Mambo.

Aristóteles consideró que el temor y la compasión son las emociones que estructuran nuestra experiencia del mundo. La emoción tiene una función: establecer un nuevo orden: intervenir allí donde todo se desmorona a nuestro alrededor. La emoción es el resultado de un acto de magia ejecutado por el artista para transformar el mundo; por eso es un acontecimiento, por eso se constituye en la esperanza de que podemos comenzar de nuevo, de que el perdón y el no olvido es la única salida digna de nuestros traumas. La vida es imposible sin el perdón. El perdón es una prerrogativa de quien encarna valores morales, de quien procura que se les cuide. La compasión y el temor son las emociones correctas que caracterizan al hombre y la mujer que se consideran humanos. Nos ponemos en la situación de quienes padecen y nos horrorizamos de que un humano se desmorone moralmente a causa de las agresiones padecidas. La tristeza que nos embarga cuando padecemos alguna desgracia, aunque legítima, es solo una excusa para eludir nuestras responsabilidades.

Las emociones animan nuestro espíritu y cambian la realidad, la estetizan si se quiere, pero en el más noble de los sentidos. Cuando el artista nos devela historias silenciadas, descubrimos en ellas nuestra condición humana. La experiencia cruel que padecieron pueblos amigos hace tres décadas, ha sido elaborada por medio de los recursos que el arte pone a disposición del artista. Pueblos amigos como Argentina, Uruguay, Venezuela y Chile, entre otros, anticiparon el dolor que padecemos otros pueblos en nuestros días.

La instalación fotográfica Identidad, en el primer piso, cumple su propósito: incorporar en carne y hueso al hombre y a la mujer en la situación que padecen los hombres y mujeres oprobiados. Las mujeres retratadas son mujeres que fueron capturadas en estado de embarazo; estas mujeres perdieron a sus hijos o murieron en prisión. El montaje ha dispuesto parejas de retratos con intervalos que son cubiertos por espejos que capturan al espectador, que nos obligan a pensar que también nosotros hemos sido oprobiados. El artista nos conmina y nos interpela: ¿dónde estabas, qué hacías, qué pensabas en la época de las torturas y los descuartizamientos de tus semejantes? ¿Concibiendo un esteticismo de nuevo cuño? ¿Acaso, realizando crítica institucional?

A pesar de ser arte contemporáneo y de recoger ideas de diferentes artistas, la significación en Desaparecidos es plena, compacta, no requiere interpretes, ni exige mayores especulaciones. La instalación de Arturo Duclos, Sin título, construcción de la bandera de Chile con fémures humanos, es impactante, sin pretender la espectacularidad que aman aquellos que confunden sensaciones con emociones. Su presencia no deja lugar a ninguna duda, en torno a su fisicalidad se han cerrado todas las compuertas interpretativas; así de contundente es esta reflexión. Por eso, la única manera de acceder a estas presencias que exigen nuestras presencias, nuestro cuerpo y nuestras emociones, es asistir a la exposición del Mambo. Podremos apreciar el pensamiento de artistas tan importantes como Luis Camnitzer, Iván Navarro, Luis González Palma, Fernando Traverso, Marcelo Brodsky y Nicolás Guagnini, entre otros.

Nos quedan algunas inquietudes. La instalación de Antonio Frasconi, en el segundo piso, contiene monotipos que registran testimonios de quienes padecieron la guerra que el artista documenta artísticamente. Cada uno de los 56 monotipos son cartas cantadas. Su destinatario son los pueblos de habla inglesa, por eso los testimonios escritos están traducidos al inglés. Pareciera que todavía los países latinoamericanos no estamos preparados para atisbarnos a esa realidad unheimlich, que aún falta mayor estetización para que se dé el acontecimiento de la comprensión de estos episodios traumáticos. No obstante, la curadora ha debido traducir los textos al castellano, para no dejar los vacíos que deja la diferencia de lenguajes. La instalación de Ana Tiscornia, en el tercer piso, contiene frases pequeñas en inglés y fueron traducidas al castellano. Lo mismo observamos en la instalación de Camnitzer en el cuarto piso. No entiendo, entones, por qué no se hizo la traducción de los testimonios recogidos en la instalación de Frasconi.

Esta vez el Mambo ha publicado oportunamente el catálogo de la exposición, asimismo, les proporciona de manera gratuita a los visitantes un plegable bien editado que contiene información oportuna y pertinente. Destaco que el plegable sea gratuito porque en el Museo Nacional ya no se conceden esas gracias. Una última observación, la papelería, catálogo incluido, ha sido diseñada con color tristeza, en negro luctuoso. La compasión tiene otro color, exhorta al cuidado y a la esperanza.

POSDTA DIALOGO

Por la salud de Bogotá la pugna entre el Mambo y los artistas contemporáneos debe cesar. La inversión que durante décadas el Distrito Capital y la Nación han realizado en el Museo de Arte Moderno no puede perderse. Es hora de que las dos entidades territoriales propicien un diálogo entre unos y otros, inclusive que condicionen posteriores auxilios económicos al resultado de estos diálogos.

La experiencia del pasado puede ser de mucho provecho. A comienzos de la década de años setentas Eduardo Serrano fue un crítico acérrimo de Gloria Zea. Una manera de poner a los artistas que seguían las ideas de Serrano a trabajar del lado del Mambo, fue incorporar a Serrano con funciones curatoriales. Las directivas de este museo deberían considerar abrirse al diálogo con sus críticos contemporáneos e incorporar a algunos de ellos con funciones parecidas a las que tuvo Serrano en el pasado. Pienso en Jaime Iregui, en Lucas Ospina, inclusive la experiencia administrativa de Jaime cerón no debería soslayarse en un proyecto de rescate reciproco de esta envergadura. De la Universidad Nacional puede pensarse en Santiago Rueda y Ricardo Arcos-Palma. Todos ellos han tenido una formación acorde a la exigencia de nuestros tiempos. Por supuesto, la lista puede ampliarse a nivel nacional por medio de este foro que tanto está aportando a la discusión del arte contemporáneo. Al Mambo le urge relegitimarse ante la ciudadanía bogotana, fuente principal de sus ingresos; a su vez, el arte contemporáneo no está menos urgido de lugares que propicien la difusión y la comprensión de sus ideas y esperanzas. La moraleja que nos deja Desaparecidos es que no es bueno para la humanidad propiciar la desaparición de nadie. Sea pues esta una oportunidad para dialogar. Lo cierto, finalmente, es que los recursos públicos que se han invertido en el Mambo no pueden desaparecerse por una quiebra moral del Mambo.

POSDATA UHÍA

Las ideas recientes de Fernando Uhía merecen más que una posdata. No obstante, son muchas las cosas importantes que no alcanzan a transitar por los nuevos medios, por ejemplo el proyecto sugestivo y delicado de Fernando Pareja y Leidy Chávez presentado en la Galería Mundo. Debo decir que me sorprendieron las pinturas de Uhía en la Galería Valenzuela y Klenner. Hemos defendido que la pintura como técnica sigue siendo un instrumento importante para el artista contemporáneo. No obstante, parece que la experiencia de Uhía en el Luis Caballero no dejó mella alguna en su pensamiento. Esta vez, las expectativas y el interés que suscita el pensamiento de los artistas que se van destacando en nuestro medio fueron defraudadas. Uhía sabrá encontrar un lugar en el que quepan la pintura como técnica e ideas sencillas como las elaboradas en su experiencia del Luis Caballero. Las ideas no pueden ir por un lado y las técnicas por otro. Las primeras deben poner a su servicio a las últimas, asunto complejo para solucionarse plásticamente.

POSDATA PICTORICA JOVEN

La Facultad de Artes-Asab de la Universidad Distrital expandió, a partir del 05 de Agosto y durante quince días, su Sala de Exposiciones a otros espacios de la facultad con el propósito de instalar los proyectos de grado de sus estudiantes de artes plásticas. Esta muestra presenta diversos logros. Como todavía las y los estudiantes gozan de una inmunidad pedagógica, mencionaremos dos proyectos de pintura que han llamado la atención de esta comunidad. Jimmy Espinoza, con Santos Óleos, y Katia Ariza con En espera. Espinoza reflexiona sobre cómo nuestra disposición natural a la metafísica ha sido colonizada por otros dioses; nos sugiere, cómo las madonas renacentistas y barrocas que tanto influyeron en nuestra formación, han sido reemplazadas por otras Madonas. Quienes realizan nuestras esperanzas hoy en día no son ellas, sino el Smith Wesson. Ariza piensa nuestra contemporaneidad como una época de espera de un acontecimiento que nunca ocurrirá; inventa y caracteriza personajes que desde sus campos pictóricos interactúan en estas salas de esperas que albergan al humano contemporáneo. En éstas todo está dispuesto, las revistas, los periódicos de entretenimiento y los televisores que apaciguan las angustia de hombres y mujeres puestos y dispuestos a esperar. Las pinturas no fueron instaladas en la pared para ser contempladas, al contrario, establecieron lugares de retención, presencias para persistir en la reflexión de un humano que ha entrado en lista de espera de no se sabe qué. Tanto Ariza como Espinoza pintan. Si persisten en esta pintura que erige lugares en torno suyo, que se instala dentro de la cotidianidad, estos artistas pueden abrirse paso en su profesión. Es probable que estos dos proyectos hagan parte de los nominados por la Universidad Distrital a la muestra de trabajos de grado que se realizará en el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá.

Jorge Peñuela

[1] Siniestro

7 comentarios



El pobre museíto

Se inauguró “Los Desaparecidos” en Bogotá, una exposición de arte que genera fricciones por muchas razones: porque trae a la memoria una práctica criminal común a muchos países, porque la lectura que hace del pasado sirve para leer el presente (sobre todo ahora que los jefes paramilitares desaparecen extraditados con sus crímenes a bordo), y porque la muestra se exhibe en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, una institución que cuenta con sus propios “desaparecidos”.

La más notoria es Marta Traba, su fundadora, que murió en un accidente aéreo cuando regresaba a Colombia, con muchos planes en mente, como volver al museo y hacer contrapeso a los avances de una administración recia, voluntariosa y voraz.

Otro “desaparecido” es la escuela de guías, que dirigió Beatriz González y contó con Doris Salcedo, Daniel Castro, José Alejandro Restrepo, Claudia Fischer, Carolina Ponce de León y Enrique Ortiga, entre otros. Un “desaparecido” más es la curaduría, que mal que bien funcionaba con el antropólogo Eduardo Serrano y el historiador Álvaro Medina, pero que en los últimos años no existe, a no ser que “curaduría” sea un infomercial sobre muñecas Barbie, el montaje y desmontaje de una colección permanente cada vez más reducida, unos salones de arte joven (¿hay arte viejo?), una bienal que se celebra cada seis años y “homenajes” a grandes, medianos y pequeños maestros con un salpicón de citas protocolarías y un montaje de tres pesos en unas salas cada vez más oscuras.

Otro “desaparecido” es el público, que sólo acude en masa a las inauguraciones (¡fluyan las libaciones!), o que asiste a extensiones del museo como al Bar El Sitio, en el norte, donde se armó la exclusiva “rumba del MAMbo” con el fin de recaudar dinero —“bono de donación” de $450.000— para construir una pirámide, perdón, un nuevo edificio de más metros cuadrados para mostrar la abundante inopia.

Un último en la lista es Alfonso Rodríguez, conocido como “El Gordis”, el contador del museo que luego de colaborar durante años arreglando libros “desapareció”. Sus obras de contabilidad, sopesadas en detalle, contarían la historia reciente del MAMBo y otras “desapariciones”. El museo es un mausoleo para el arte, pero aún puede ser un mouseion (“casa de las musas” en griego): un lugar de inspiración para todo el que se atreva a rastrear el destino de los dineros públicos que recibe esta institución.

La gloria es cosa del pasado, lo de hoy es un pobre museíto “sin nadita que comer, sino carnes, frutas, dulces, tortas, huevos, pan y pez…”

—Lucas Ospina

http://www.elespectador.com.co/impreso/cultura/cultura/articuloimpreso-el-pobre-museito


Sin título de Arturo Duclos, con postdatas*

Me afirmo en la idea de que no es suficiente ir una sola vez al Museo de Arte Moderno de Bogotá, a ver la reflexión de los artistas latinoamericanos sobre la vocación de animalidad presente en algunos de nosotros, los llamados seres humanos. En esta oportunidad me demoré frente a Sin título, instalación de Arturo Duclos. Sin título es todo lo que alcanza a decir el artista a propósito de su construcción: ¿hay algo más que podríamos decir? Sus ideas son tan claras que es inocuo pretender decir algo más. No obstante, todo artista espera que sea mucho lo que se pueda decir de sus ideas. En efecto, si la humanidad es el motivo de su reflexión, o si su metáfora sugiere que la animalidad que promueve nuestra época ha roído hasta sus huesos a la humanidad, es mucho lo que podemos decir a este respecto. No obstante, estas dos interpretaciones son redundantes, la energía que transportan  los elementos con que fue construida la instalación invalida cualquier interpretación, esta energía se ha convertido en la presencia misma de la humanidad en el Museo. Estos elementos construyen el lugar, la memoria, el monumento, si se quiere, que orientará nuestra comprensión en adelante. Duclos afirma: una nación no se construye con base en la violación de los derechos humanos. Y si logra hacerlo no debe olvidarlo. Nos pregunta: ¿dónde están los monumentos que nos recuerdan nuestros muertos? ¿Qué inteligencia mendaz intenta desaparecerlos una vez más  de nuestro horizonte de comprensión? Los artistas contemporáneos responden que el arte ya no hace monumentos. Tienen razón cuando sospechan que hablar de monumentos es legitimar el proyecto humanístico con base en la idea de progreso. Se equivocan si se conforman con esta reducción de la humanidad.  Y nosotros, quienes no somos artistas, ¿qué le responderemos a Duclos?

POSDATA LUCAS OSPINA

Con el ánimo de persistir en una salida negociada al conflicto estético bogotano, sugerí, entre otros, los nombres de espíritus críticos con rostro como los de Lucas Ospina y Jaime Iregui para asumir responsabilidades en las instituciones que reciben dineros públicos. El lugar que ha construido este último, Esfera Pública, es el resultado de inquietudes e ideas plásticas que legitiman su participación en un proyecto de transformación de las políticas que dirigen nuestras prácticas artísticas en la ciudad.

Ahora, el Estado no puede justificarse en Botero y seguir haciéndose el de la vista gorda, sin hacerse responsable de una malversación de fondos públicos; si persiste en ignorar los reclamos que le hace la ciudadanía bogotana conocedora de estos asuntos, se deslegitima también junto con las instituciones involucradas; si insiste en delegar sus responsabilidades en instituciones privadas sin hacerles ningún tipo seguimiento efectivo, es decir, no burocrático, con base sólo en papeleos que tramitan secretarias y contadores. Debe comprender que si las universidades no pueden existir sin estudiantes, las instituciones artísticas tampoco tienen razón de ser sin artistas, que éstas no sobrevivirán sin la participación activa de sus artistas.

He mirado los argumentos estéticos recientes de Lucas Ospina desde otra perspectiva, para los económicos no soy competente. Menciona a Eduardo Serrano, a Beatriz González, a Doris Salcedo, a Alvaro Medina, a José Alejandro Restrepo, a Carolina Ponce de León, todos ellos reconocidos protagonistas de la vida artística de nuestro país. ¿No quiere decir esto que por el Museo de Arte Moderno han pasado, por no decir que allí se han formado, ilustres hombres y mujeres del arte? De ninguno de estos personajes nacionales podemos decir que han desaparecido, Dios no lo quiera, lo digo sin ironía; al contrario, todos ellos están produciendo obra importante.

En el fondo, coincido con la angustia de Lucas Ospina: ¿por qué, si antes ocurrían tantas cosas interesantes alrededor de las instituciones responsables del estimulo a las artes nacionales, por qué, repito, hoy sentimos que pasa tan poco, o casi nada, así nos dé la impresión de que pasan muchas cosas? Ospina parece articular las sospechas de muchos artistas contemporáneos: ¿debemos resignarnos a conformar  una comparsa o una carrosa más de feria para solaz y deleite de las masas en el día en que la solidaridad se vuelve espectáculo, es decir, vitrina de ventas, en la promoción de una imagen positiva para difundir en los medios masivos de comunicación?

Los artistas críticos tienen razón. No obstante, finalmente, sin ser artista, ¿qué es lo que queremos? ¿No es mediante el diálogo que podemos realizar las ideas que tenemos para el arte colombiano? Muchas intervenciones en Esfera Pública, han pedido que pasemos de la crítica a la acción. Por supuesto, esto sólo lo pueden realizar quienes tienen rostro en la red. Por eso he propuesto a quienes tienen rostro, no se trata de un concurso estético, sino de pensar ideas que revitalicen el arte colombiano, así en principio no estemos de acuerdo con ellos. El diálogo es el principio para la acción. De otra manera nuestras instituciones artísticas recibirán un mensaje equivocado: que la crítica institucional sólo es un género artístico más. Es decir, que es esteticismo sin más, que las críticas no pretenden introducir mejoras en el mundo, que es una modalidad más de expresión, y ya.

POSDATA VICTOR ALBARRACIN

La crítica se pervierte cuando la concebimos como polémica, como guerra, Polemos es el padre de todas las guerras. El crítico de arte no le hace la guerra al arte, al contrario, lo comprende, indaga por sus límit
es, trata de apuntalar sus desmesuras, lo acompaña en sus aventuras por las libertades; lejos está la crítica de arte de ser negatividad pura. La crítica de arte no tiene que ver con la pasión que manifiestan algunos comentaristas de futbol; la crítica es juicio, es un saber relacionar. Como vemos se constituye en el alter ego del artista, no poca cosa. La actitud crítica que  caracteriza al pensamiento moderno no puede reducirse al coraje del que hablaba Kant. Cuando Kant habló del coraje de atreverse a pensar para ser mayor de edad, no estaba pensando en la crítica como negatividad pura. La pensaba para establecerle  límites al pensamiento, para no llevar a la humanidad a un despeñadero.     

POSDATA GLORIA ZEA

Consecuente con mi primera apreciación de Desaparecidos, volví al Mambo otro día. Estaba en la recepción, y, de repente, un grupo importante de ciudadanos y ciudadanas ingresaron al Museo. Satisfecho me dije: «qué bueno que vengan jóvenes ejecutivos al museo». Un minuto más tarde me di cuenta de que todos habían ingresado al restaurante, a suplir otras necesidades: en las otras salas los mismos tres gatos. Un poco más tarde, aquéllos charlaban, satisfechos reposaban su almuerzo en la sala del segundo piso, sin percatarse de lo que tenían a su alrededor. ¿De qué hablaban los amigos con sus amigas? No creo que se ocuparan de algo tan trivial para el pensamiento pragmático como es el destino de la humanidad.    

Gloria Zea, mejor que nadie, sabe que el nacimiento del Mambo no surgió de un único útero, que su fortalecimiento no estuvo a cargo de una sola persona, que muchos artistas aportaron sus ideas, sus inquietudes y por supuesto sus obras; que el estado sigue invirtiendo recursos importantes en su consolidación, así algunos consideren que hoy agoniza. Tiene claro que cuando Marta Traba pensó en su nombre para la dirección del Mambo, lo hizo porque sabía que ella no dejaría que naufragara esta esperanza de una cultura que no estuviera constituida por bellotas para cerdos, tal y como la conciben los modelos económicos liberales.   

Los artistas contemporáneos han captado nuestro presente más allá de ese tiempo mítico del que dan cuenta Botero, Obregón, Villamizar, y Negret. Esta es una oportunidad para que el Mambo invite a sus críticos, más que a  sus amigos lisonjeros, con el propósito de escuchar sus propuestas. La mía es que ingrese un grupo de artistas jóvenes de espíritu, a promover en el Museo actividades que relegitimen ante la ciudadanía bogotana esta institución. En principio, se puede pensar en un grupo conformado por maestros de los Andes, la Nacional, La Javeriana, La Tadeo, la Distrital, para reactivar el arte público en nuestra ciudad. Las facultades de arte de la ciudad, sus jóvenes, pueden llevar al Mambo el emblema que las identifica: el ave fénix. Por supuesto, otros actores pueden considerarse. Hablo de las universidades, porque éstas, mediante acuerdos con el Mambo, pueden facilitar la participación de sus maestros y estudiantes en el rescate del arte público para Bogotá, no se trata ni siquiera de rescatar moralmente al Mambo, el proyecto sería más ambicioso.

Cuando los artistas contemporáneos critican, quieren decir no están de acuerdo con las políticas con que se dirigen las prácticas artísticas en nuestra ciudad. Hacen énfasis más en la manera de relacionarse con el entorno que en el arte de dirigir estas instituciones. Sus críticas se dirigen hacia la primera. Doctora Gloria, no se deje coger la tarde. Marta Traba no se lo perdonaría. Escuche a sus críticos, créame, en el fondo la quieren; desconfíe de los lisonjeros, ésos no quieren el bien para la institución que usted tanto ama.  

 

Jorge Peñuela 

 


(*) Fotografía cortesía de Ernesto Monsalve, Departamento de Fotografía Museo de Arte Moderno de Bogotá.

Comparto con Jorge Peñuela la idea de que hay que diseñar plataformas de acción ante la desaparición de museos y otros espacios de exposición. Más aún si se trata de instituciones públicas o de instituciones privadas que funcionan con dineros públicos, como es el caso del MamBo.

Sin embargo, ante la invitación que me hace Jorge para asumir responsabilidades en este tipo de instituciones, pienso un par de cosas:

La primera es que así haya propiciado un espacio de discusión como Esfera Pública, sea el editor del portal y sus blogs, siempre he entendido a Esfera Pública como una construcción colectiva, como un espacio de discusión donde el medio artístico intercambia puntos de vista sobre asuntos de interés común, prácticas institucionales, exposiciones, eventos y situaciones que le preocupan, le afectan directa e indirectamente. En este sentido, las alternativas y posibles plataformas de acción que a partir de sus debates se vislumbren como necesarias, creo que corresponde a los interesados el trabajo de articularlas y hacerlas realidad.

La segunda está relacionada con el hecho de que Esfera Pública se ha propuesto desde un comienzo como un espacio abierto en el cual se puede participar sin necesidad de presentar credenciales tales como ser un crítico reconocido, contar con formación académica en teoría o historia del arte, demostrar trayectoria profesional como artista o haber participado activamente en la articulación de espacios de exposición y discusión.

Teniendo en cuenta estas premisas, creo que para generar un espacio de negociación con instituciones no hace falta que este sea intermediado por personas con credenciales o experiencia demostrada en uno u otro campo relacionado con las prácticas artísticas. No me parece que el tema sea definir «quien nos representa», y mucho menos entrar a debatir quien tiene la autoridad para hacerlo.

Si se habla de responsabilidad civil, creo que todos estamos en el deber de asumirla. Así mismo, si alguien cree necesario abrir un espacio de diálogo y negociación para recuperar instituciones en crisis o evitar la pérdida de espacios de exposición, pienso que el primer paso no es precisamente señalar candidatos mediadores, sino definir argumentos y modos de proceder. Eso es fundamental. Más aún cuando instituciones como el MamBo y la Fundación Alzate necesitan abrir espacios de interlocución con la comunidad que representan, y recuperar así legitimidad ante sus superiores, entidades que los financian, el mismo medio artístico y la ciudadanía en general.

Que bueno que este debate va tomando un curso edificante, y pase de lo simplemente crítico a lo propositivo.
El objetivo principal debe ser el de salvar los pocos espacios que aún nos quedan, donde las ideas, el pensamiento, la crítica, la gestualidad, la expresión o cualquier «manera» artística tengan un soporte, y el museo y/o las salas de exhibición actúen como contenedor y proyector, con criterio, objetividad y responsabilidad.

Escribir para el arte, pintar para el arte, esculpir para el arte, crear para el arte…entre otras expresiones a lo largo de la historia del arte y de la humanidad misma, han señalado la importancia y la necesidad del hombre en su trascender a su realidad material para apropiar espacios que confluyen en lo etereo de los recuerdos y en la proyección de sus devenires… esto, más que pensamiento crítico, al obligarse como disciplna a repensar en sus haceres, ha conllevado a las innovaciones y a cambiar no solo estilos de vida, del placer por lo culto y docto reflejado en el arte y buen gusto, que tan a tono se jactan los que tienen acceso a su comercio y deleite, sino tambien al dominio de lo cultural, del legado de las naciones a sus pueblos…en esto si bien los mecenas, tratese de cortes o ducados, o incluso del mismo clero…son los auspiciantes primeros de los genios en ciernes…quienes no son los potentis vicarius pero si quienes llegan a pregonar lo que es una realidad Ars longa, vita brevis, con el consabido manifiesto interés puesto en su apropiación gracias al codigo de Justiniano. En consenso Acta non verba.

Estimado Jorge Peñuela, te escribo este conmentario desde la sala de espera en Esfera Pública, sin ánimo de «buscar chamba» como posible curador del Museo de Arte Moderno de Bogotá, le agradezco, no el haberme incluido dentro de los posibles nombres para el cargo meritorio de curador, sino porque Ud. logra poner en evidencia un prejuicio bastante enraízado de «algunos» artistas contemporáneos. El MAMBO si tiene algún pecado es que es considerado «demodé», es decir absolutamente Moderno. Si, si, de acuerdo, los dineros públicos, la ausencia de la Universidad de los Andes y la Tadeo en el «desaparecido» grupo de guías, etc, etc. Lucas Ospina, parece que decidió, desafortunadamente no poner un pie en este espacio y eso le impide ver que hay exposiciones importantes como la que actualmente se desarrolla donde la relación arte y política es esencial, sobre todo por el contexto en el que estamos. No sé de qué espacio hablaba Lucas Ospina cuando afirma en su texto «El probre museito»: «Otro “desaparecido” es el público, que sólo acude en masa a las inauguraciones (¡fluyan las libaciones!)» ¿Será que los grupos de estudiantes (colegios y universidades) entre público en general, que me topé el otro día cuando visité la exposición DESAPARECIDOS, eran producto de mi imaginación o simplemente Lucas Ospina cree esa «inmensa minoria» que no visita el MAMBO es una multitud sin la cual el museo desfallece? Además hay un grupo de guías que realiza su labor como pude comprobarlo. Estimado Lucas, ¿no será que le está pasando como a los pobres caballos que tiran una carreta pesada y se les impide ver a su lado enceguecidos por la zanahoria que tienen delante y el garrote que les da el carretero?
La exposición que Ud. comenta estimado Peñuela, merece revisitarse. De una de esas visitas, realicé el siguiente vistazo crítico públicado en el diario El Tiempo versión digital y que ahora comparto con los lectores de esfera pública:

http://www.eltiempo.com/participacion/blogs/default/un_articulo.php?id_blog=4036597&id_recurso=450012016

Ricardo Arcos-Palma

Aparato crítico

Se dice que es grave que no haya crítica de exposiciones, pero es igual o más grave —tanto para la crítica como para la obra— que solamente se publique una lectura de una exposición (ya sugería este peligro el texto “Asuntos internos”, de G. Vanegas, cuando decía que se esperaba “el retorno de un mesías trabista, dotado de convicción, capacidad para la oratoria, encanto hacia las élites, paternalismo hacia los demás y displicencia y furia contra sus detractores, que venga a poner en orden la casa en plena resaca posmoderna”).

Los textos de Jorge Peñuela y Ricardo Arcos Palma son parte de ese aparato crítico, con sus pesos y contrapesos, argumentos y contraargumentos, que se dedica al análisis de exposiciones de arte ensayándose en la escritura y haciendo públicos sus juicios. Antes todo lo escrito, lo que sigue es ver «Los Desaparecidos» y cruzarla con lo publicado, porque, «la lectura que hace del pasado sirve para leer el presente»…