Del medio y los medios

¿Debe el medio del arte expresar su voz por vías distintas a la opinión?, ¿cómo ir más allá de la acción individual para incidir en el diseño de políticas, presupuestos y prácticas institucionales?, ¿a través de agremiaciones que nos representen ante las instituciones?, ¿acciones simbólicas en el espacio público?, ¿cartas con firmas?, ¿derechos de petición?, ¿activismo digital?, ¿convocatorias y textos en redes sociales y espacios de opinión?

Conversación con Guillermo Villamizar

[audio:http://esferapublica.org/existelmedio.mp3]

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El medio, busca sus medios. ¿Pero cuál es ese medio? Guillermo lo modela con preguntas pero es un sector de gestores, pensadores, creadores; una mezcla de lo anterior: Dónde está el público, es un colectivo con representatividad dada por quién?

Unidad de propósitos básicos sobre políticas de arte de representantes de este «medio» que existe, pero no de una manera aislada, debates como el de la Ley Lleras serían los escenarios para que la opinión pública lo perciba como colectivo.

Tal vez la creación de un nuevo medio del arte y una nueva «manipulación económica» del arte, pudiese llegar a modificar todo ese tipo de problemas. Ya que mirar mas allá de lo que se ve y los espacios pudieran llegar mas lejos de los común. Partiendo del simple hecho que la «Industria de la Cultura» se esta cayendo a pedazos, por el mimo hecho del medio que sugiere nuevas expectativas dentro de la Arte (Se hace referencia a musica, teatro, artes plásticas, audiovisuales y demás) y tener una filiación directa a un <<Industrial>> es un suicidio económico y cultural para el Artista. Solo deja pensado que el artista no es consiente de sus finanzas y ni mucho menos de vender sus propias obras, cosa que es una vil mentira.

Recuerdo una idea que planteaba «El Banquero anarquista», en el cuento homónimo, El Banquero anarquista», de Fernando Pessoa.

Planteaba el banquero que para que el Anarquismo tuviera éxito, cada uno de los anarquistas debían trabajar individualmente, cada uno en su intimidad, sin encontrarse para nada; pero todos unidos en la misma causa: derribar el sistema tiránico que los oprimía.

La razón para no reunirse, era evitar la implementación de la tiranía por parte de ellos mismos; porque el ser humano se hallaba tan viciado de esta práctica de la tiranía, que era imposible escapar a ella. Él, se apoyaba en su experiencia : en el pasado se había reunido con sus colegas anarquistas -que lo eran de corazón, afirmaba-, pero quienes al poco de reunirse para dar desarrollo a sus estrategias, todo terminó en fracaso, porque unos empezaron a designar a otros qué deberían hacer. Así volvieron a una situación de jerarquías [Tiranía], donde nadie deseaba estar abajo recibiendo órdenes y todos querían estar arriba dándolas.

Esta fábula todo tiene que ver con nuestro gremio.

No quisiera ser escéptico, pero solo con mucha inteligencia y con mucho más corazón que inteligencia [para no dejarse arrastrar por el egoísmo natural], sería posible que una iniciativa colectiva, llegara a ser buena para el gremio en general, podría conseguir cambiar algo.

Yo me inclino por tratar de cambiarme a mí mismo, me parece lo más viable.

No tengo ninguna autoridad moral, para pedirle a un colega que esté pasando necesidades de cualquier naturaleza, que renuncie a satisfacerla si, con un soborno, le ofrecen hacerlo. Y no tengo autoridad moral, no porque me hayan sobornado a mí, y piense entonces que otro es incapaz de resistirse; sino porque no vivo en carne propia su necesidad, como para exigirle que de su flaqueza saque el vigor necesario para resistir.

Mucha suerte de todas maneras.

Lo sucedido en España con el movimiento M-15 establece una diferencia clara entre la cultura de la red y la de las instituciones del Estado. Es una diferencia a tener en cuenta sobretodo si pensamos que nuestro precario medio local se comunica más por internet y tiene unas reglas propias que son muy distintas a la de los paquidérmicos y obsoletos canales de interlocución institucional. En ese orden de ideas, en la cultura de la red las jerarquías que crearía un llamado a la agremiación tendrían poco futuro, como lo señalan Iregui y Dìez.

Lo que puede hacer Guillermo Villamizar y otros entusiastas de representar a los artistas es circular un comunicado convocando a una reunión para aquellos que tengan interés en trabajar en una iniciativa como las que él propone. Lo de buscar «respaldo» o «apoyo» lo puede lograr creando una carta en sitios web que permiten el endoso con firmas.

Mejor dicho, le toca hacer campaña política.

Con Talón de Aquiles

Los artistas contemporáneos en Bogotá tienen Talón de Aquiles. Han pretendido darle “voz a los que no tienen voz” y no han sido capaces de darse esa voz a sí mismos. El artista en Bogotá no existe porque no tiene cuerpo al cual darle voz. Sólo a los que tienen cuerpo se les puede dar voz y reconocérseles políticamente. Negándose a sí mismo, el artista contemporáneo en Bogotá ha optado por darle voz al Otro cultural o marginado políticamente. Quienes sospechan de esta moda tienen algo de razón: ¿cómo puede el artista comprender el cuerpo de las víctimas que llaman su atención, si ni siquiera puede comprender el suyo propio, si no puede visibilizarse a sí mismo como cuerpo político, es decir, con voz y voto. El artista contemporáneo en Bogotá no ha visto la víctima más evidente de este régimen económico; él mismo. Paradójica o perversamente, él mismo es víctima de un régimen que ha asimilado muy bien. Algunos artistas contemporáneos son críticos acérrimos del régimen capitalista pero sólo se mueven bajo la promesa de un premio económico. Si no hay dinero de por medio ya no hacemos nada. Respiran sólo si hay dinero.

He dicho que aquellos que de una u otra manera se han visto exaltados por encima de sus colegas, adquieren una responsabilidad moral con la ciudad y con el campo del arte, así éste sea por ahora un signo de interrogación, pedazos de intereses que son han logrado discernir qué es lo que quieren. Esta responsabilidad consiste en devolverles algo para que contribuya a que otros y otras puedan aspirar a esta distinción. Ante la catástrofe de las políticas culturales en Bogotá, sigo sorprendido por el silencio de los ganadores del Premio Luis Caballero; me preocupa que sigan encogidos de hombres ante su desdibujamiento y su inminente desaparición. ¿Se habrán enterado de la crisis? ¿Habrán pensado algo? Me da la impresión que los ganadores de este estímulo han tomado y guardado la bolsa y no le han aportado nada a la ciudad que los ha destacado. Pero el asunto no se limita a los ganadores, también los nominados al premio adquieren una responsabilidad. Hablo de responsabilidad porque el artista que respetamos de nuestros días no es el esteta de antaño. El artista contemporáneo pregona y se ufana de tener un compromiso ético con la sociedad de la cual hace parte, pero, en muchos casos, es sólo de dientes para afuera, es decir para sacarle provecho económico a este estado de cosas. Guillermo Villamizar lo ha dicho de manera cruda pero certeramente: el ADN de los artistas es el mismo de todos y todas las colombianas: en el momento de asumir una responsabilidad, “todo el mundo tira por su lado”.

He planteado que la tradición que se ha constituido en torno al premio Luis Caballero es el cuerpo que nos puede hacer visibles políticamente ante el próximo alcalde. He propuesto a los lectores de este medio propiciar encuentros con los candidatos a la alcaldía y generar diálogos directos con ellos para que se nos reconozca como cuerpo político, es decir, como un campo frágil e importante dentro de la ciudad, campo que ha decido, ya no “darle voz a los que no tienen voz”, sino darse voz a sí mismo. Pienso que este estímulo alejado de la tradición que lo ha constituido y a la cual muchos han contribuido, no podrá sobrevivir en un espacio cualquiera, improvisado. El tema del traslado de la Galería Santa Fe lleva años en discusión y no ha producido una sola propuesta en concreto. ¿Qué adelantos entregó la Fundación Gilberto Álzate Avendaño al Idartes? ¿Cuáles fueron las razones que impidieron que este estímulo creciera? ¿Por qué no se pudo financiar por lo menos otras cuatro iniciativas adicionales a las ocho actuales? Nadie sabe ni lo sabremos. A nadie le importa. Parece que los recursos fiscales del estado sólo sirvieron para mantener una nómina con su respetiva clientela. Parece también que muchos son los que ahora esperan hacer parte de la clientela en la cual se “legitimará” el nuevo Idartes. Mientras unos piden participar equitativamente de los recursos, otros se entregan a las lisonjas para poder sorberse los recursos de los demás.

Jaime Iregui y Guillermo Villamizar han puesto sobre la mesa algunos de los problemas que están desdibujando las artes plásticas y visuales en el Distrito Capital. Poco a poco, los artistas están quedándose por fuera de la ciudad. Carecen de un lugar porque no han logrado constituirse como un cuerpo político que haga presión efectiva sobre la burocracia institucionalizada que diseña políticas culturales para garantizar prioritariamente su propia sobrevivencia. Los problemas que Jaime y Guillermo nos han planteado se constituyen en el primer insumo para construir una agenda propia para comenzar un diálogo con las instituciones que tienen el deber de administrar los recursos que el Estado destina a la promoción del pensamiento artístico. Sí: debe haber diálogo con las instituciones que administran nuestros recursos. Pero la agenda debe ser concertada, no impuesta por los administradores de turno que convocan a los artistas para comunicarles sus decisiones. Guillermo ha evidenciado el problema con claridad: parece que no existe un campo del arte en Bogotá, porque los bogotanos solemos “tirar cada uno por su lado”.

La conclusión entre Jaime y Guillermo parece ser la siguiente: nos urge crear un campo en el cual los artistas puedan constituir una voz legítima que se alce en medio de la catástrofe ad portas. No se trata de que fulanito, sutanito o menganito tomen la vocería de un campo inexistente, un campo que, con esta característica, se administra con facilidad, y por ello mismo, se corrompe rápidamente. Bienvenidos los cambios realizados para la administración de nuestros recursos, pero debemos tener siempre presente que estos recursos le pertenecen a los artistas y que, por lo tanto, deben ser objeto de vigilancia; su inversión debe contar con nuestro consentimiento. Estos recursos no deben ir a parar a los bolsillos de las clientelas tradicionales que en el pasado se han denunciado y que son las responsables del desdibujamiento del arte como opción de pensamiento libre en Bogotá. Estas clientelas son las que han hecho del arte un lucrativo negocio privado con dineros fiscales, que ni siquiera favorece a los artistas que manipulan.

El punto más importante que se ha tocado en esta conversación entre Jaime y Guillermo, consiste en la responsabilidad que tienen los artistas que lograron hacer una carrera, que tienen, digo, para con los jóvenes. Son muchos los artistas que actualmente se gradúan en las universidades y que una vez graduados no pueden hacer nada porque no existe un campo del arte en el cual moverse con igualdad de oportunidades. También las universidades son responsables a este respecto, son ellas las que actúan con mayor irresponsabilidad. Y no son universidades cualesquiera: Los Andes, La Nacional, La Distrital, La Tadeo, La Javeriana, son universidades de prestigio moral y cuentan con profesores de arte que no han contribuido a conformar un campo del arte desde la academia. Su interés por la educación en muchos casos es sólo un interés económico: también en la academia “cada uno tira por su lado”. Sólo que en la academia es más reprobable, porque se engaña impunemente a los jóvenes acerca de las posibilidades de su futuro.

A diferencia de Jaime, pienso que la conformación del campo del arte en Bogotá debe tener líderes “naturales”, sin que esto impida que muchas voces puedan manifestarse. Digo “naturales” por su responsabilidad social, en este orden: 1) La academia. 2) Los nominados y los ganadores del premio Luis Caballero. 3) Los maestros con carreras pedagógicas meritorias, responsables con el futuro de sus estudiantes. 4) Los espacios virtuales que se han abierto en Internet y que han dado origen a la expresión afortunada de Jaime Iregui: “activismo digital”. Con respecto a este último liderazgo, pienso que debe dársele cuerpo y la legitimidad que le preocupa con razón a Guillermo Villamizar.

De las ideas que planteó Jaime Iregui, pienso que la mejor es la que tiene que ver con la activación del Pabellón de la Independencia. Se puede convocar a la academia, a los estudiantes, a los maestros pedagogos, a los artistas no mercantilizados, ya sea en algún campus universitario o en la Media Torta del Parque de la Independencia. Con un único propósito: construir una agenda propia para dialogar con aquellos que administran insatisfactoriamente nuestros recursos.

¿Cómo se desliga uno de su propio yo..?

Entiendo que estando en una sociedad, es imposible escapar; o mejor dicho: no se logra salir del atolladero sín dar la pelea; se logra ganándola.

Como ciudadano, existimos en virtud de un documento: Cédula de Ciudadanía; por medio de este, nos gravan a todos con impuestos sin importar que nos reúnan: nos tienen seguidos.
Así, por medio de este mismo método, debe existir la posibilidad de exigir que sigan nuestra opinión.
Los votos han sido la manera de legitimar o dominar a otro políticamente.

Existe un grave problema en este punto: los cargos que pueden decidir políticamente en arte, son designados y no están sujetos a elección alguna: aquí reside un foco de corrupción del sistema. Mientras no cambie esto al menos, es casi inútil obtener algún progreso general, y se seguirá en el «sálvese quien pueda -hacerse amig@ de….-»

La pantomima de las elecciones de los dirigentes políticos, pervierte cualquier idea seria de Democracia, toda vez que ofrece soborno a quien vota: «tanto por ciento de descuento en sus compras, si vota». A todos nos gravan con impuestos, vote o no vote; y esto debe bastar.

A las facultades de arte, les cuesta permanecer dentro de las universidades; nunca han pasado de ser el Patito Feo de la institución, que no ha renunciado cómo a ellas porque en últimas son un negocio muy lucrativo: mantener una «carrera fácil» de creciente demanda por aspirantes a artista, que requiere poquísima inversión. En el mejor de los panoramas, el diálogo es una papa caliente; porque en su sistema de formar decoradores de toda índole, no han dejado de convencer a los A-lumnos [los que no tiene luz], que hay unos Señores que demandan toda clase de ornamentos a quienes el artista debe satisfacer.

Se necesita de seres libres para poder generar un cambio. Con esta falta de formación libre ¿cómo van a haber artistas libres?, ¿facultades de arte libres?, ¿institutos libres?, ¿funcionarios libres? ¿pensadores libres?

Lo creo improbable en un régimen de, Fundamentalistas del Capital, como en el que vivimos ahora de manera abierta.

No se cómo dar la batalla ante un enemigo abstracto, ¿pidiendo que se elimine la designación automática de dirigentes..?

¿Qué somos los artistas? Personas con una vocación, disciplina y, ojalá, el talento para conmover trascendentemente a la sociedad por medio de objetos bidimensionales, tridimensionales, espacios intervenidos o creados, mezcla de estímulos táctiles, visuales, olfativos, o acústicos, etc. Se logra esa conmoción haciendo coincidir las inquietudes individuales del artista, con las experimentadas por el público.

Se supone que en una sociedad económica, intelectual, espiritual y culturalmente mas coherente (comenzamos a chocar con la realidad), ésta misma sociedad identifica a los artistas como una necesidad que validan permitiéndole vivir realizando su aporte.

Analizar el por qué lo anterior está lejos de ocurrir es suficientemente complejo y demanda conocimientos mas ilustrados que los míos. Pero puedo aventurar un par de reflexiones.

Primero:
Si el artista pierde contacto con la opinión del público, lo que está perdiendo es el termómetro que, como un espejo, le indique con qué grado de eficacia su obra conmueve a ese público. Veo que con demasiada frecuencia el artista joven, el que comienza a construir el alfabeto plástico con que expresarse y comunicarse, se convierte en conejillo de indias de algunos teóricos del Arte, que ni siquiera tienen la responsabilidad de someter a prueba con el público (máximo juez) la validez de sus teorías. Uno de los resultados podría ser que ese público no responda adquiriendo la obra. El consolador de costumbre es convencer al artista de que su arte no es comercial (pecado mortal) y que su complejidad intelectual lo convierte en un incomprendido. El siguiente paso ha sido convencerlo de que sobreviva dando clases, vendiendo zapatos, haciendo cualquier cosa la mayor parte del tiempo, y que en las escasas horas que pueda dedicarse al Arte se vuelva esporádicamente trascendente. Esto último lo deberá demostrar acompañando una obra que nada le dice a buena parte del público con un discurso fotocopiado de la verborrea pseudo – intelectual del crítico – vedette de turno. Pero también es un hecho que ese artista no encuentra donde mostrar libremente su obra. Los pocos espacios públicos tienen al crítico anteriormente descrito de filtro. Y una galería (cuyo criterio a veces es también un desafío para el artista) tiene que ver que puede lucrarse difundiendo esa obra. No van a ir a pérdida… Y nadie lo haría.

Segundo:
La economía global está dando tumbos como para que la gente medianamente pudiente piense en adquirir Arte…

Internet está abriendo nuevas posibilidades de difusión y comunicación a los artistas. Pero ésta aún es una etapa de transición. Los principales compradores de arte (algunos, coleccionistas) acuden principalmente a las glamorosas instituciones de costumbre. Si estas instituciones no modifican su manejo del Arte, estarán estableciendo las pautas de su propia transformación.

¿Cómo producen su obra los artistas jóvenes?

Nicolás: Una de las ideas más interesantes expuestas por Guillermo Villamizar es la siguiente. El Estado debe propiciar proyectos para que los artistas tengan un lugar propio para pensar su obra. Creo haberle entendido que podemos proponerle al Estado crear esos espacios. Puede ser un conjunto de talleres financiados a largo plazo para que los artistas creen el campo desde el cual pueden ser reconocidos estética y políticamente. La idea es tan buena que parece irrealizable. Pero lo es. Ahora, ¿por qué este conjunto de talleres no puede tener un espacio comunal para que los artistas muestren sus trabajos, sin mediaciones curatoriales, el mal de nuestra época? La curaduría como institución es un mal porque se le creó al artista una discapacidad: el artista contemporáneo fue convencido de que no puede salir al encuentro de la sociedad sin un lazarillo que no tiene el talento que tiene el artista.

Esta idea parece extravagante, pero no lo es. Es una respuesta concreta a una necesidad real: cientos de artistas graduados en universidades importantes terminan sus estudios y no encuentran un lugar ni en el mundo del arte, ni en la sociedad. Es tan real el problema que, si las universidades fueran más responsables y supieran en qué mundo van a rodar sus graduados, deberían suspender por uno o dos semestres el ingreso de estudiantes y poner a sus cuadros docentes a pensar el campo del arte y a diseñar un proyecto de ley que recoja las inquietudes del campo. Por supuesto, esto nunca va a ocurrir, porque, según dice, no se sabe quién, el artista prefiere no existir a verse enredado en un gremio. Este “no se sabe quién” ignora que los artistas que lograron configurar una carrera estuvieron vinculados a grupos de trabajo en los cuales gestaron proyectos de creación e intervención de la sensibilidad adormecida de todas las épocas.

Nicolás: comparto su idea según la cual el artista importante es aquel que logra hacer coincidir sus obsesiones privadas con una necesidad pública. Estos son los artistas imprescindibles para tener una sociedad libre, abierta a transformaciones permanentes.

Saludos.