Del «giro comercial» o el mercado como cánon

«Todos sabemos que lo que menos le interesa a una feria como esta es que haya justamente un pensamiento crítico; y con esto no estoy diciendo que esté mal participar en ella; a lo que me refiero es que esto es una forma muy fácil de adoctrinar a cualquier incauto y así, el sistema de poderes que rigen el arte en Colombia se protegen y siguen tranquilos en sus roles, porque además, todos quieren participar de ARTBO directa o indirectamente, todos parasitan esta suerte de marca, todos quieren hacer parte de esto» – Ursula Ochoa

En esta segunda entrega a partir de la pregunta sobre el estado y los cambios de la escena del arte, nuestra invitada es la crítica Úrsula Ochoa, quien escribe para la revista de arte contemporáneo Artishock, el suplemento cultural Palabra y Obra de El Mundo y en la sección de Cultura de El Espectador.


Esfera Pública: Desde su punto de vista ¿qué cambios de fondo ha percibido en la escena del arte (local y/o nacional) en la última década?

Primero debo decir que mi experiencia no es tan extensa como la de otros agentes del arte, pero en los años que tengo en esto, sí que he notado cambios en la escena, y uno de los más relevantes es que ahora absolutamente todo está relacionado con el mercado; y esto se debe justamente, al desarrollo y el poder de influencia que alcanzó a tener una feria como ARTBO. De esto a nivel local hablo un poco en un texto que titulé El mercado como canon.

Digamos que con la configuración y la evolución de ARTBO (desde su influencia en el medio, no en la calidad de la feria), hubo una especie de “giro comercial” que opera como la base de todas las manifestaciones artísticas, paradójicamente incluso de aquellas que se dicen “no son comerciales”. Todo el año esta maquinaria nos está recordando que la feria es lo más importante y que todo orbita a su alrededor. Entonces existen estos programas como ARTBO Tutor quienes dicen han “diseñado un conjunto de talleres, módulos y seminarios […] cuyo enfoque transversal es el de la construcción de un pensamiento crítico y la identificación de metodologías de trabajo personal por parte de los artistas participantes”. Por una parte, esto suena muy bonito, pero todos sabemos que lo que menos le interesa a una feria como esta es que haya justamente un pensamiento crítico; y con esto no estoy diciendo que esté mal participar en ella; a lo que me refiero es que esto es una forma muy fácil de adoctrinar a cualquier incauto y así, el sistema de poderes que rigen el arte en Colombia se protegen y siguen tranquilos en sus roles, porque además, todos quieren participar de ARTBO directa o indirectamente, todos parasitan esta suerte de marca, todos quieren hacer parte de esto.

Luego está ARTBO fin de semana donde las galerías, los museos, los espacios autogestionados y hasta las fundaciones se organizan en pro de la difusión de los artistas, pero, evidentemente de los artistas que están dentro de este aparato comercial y esto ha causado otro fenómeno tremendamente dañino para el sistema, a saber: la creencia de que un artistas insertado en una galería influyente sea un artista que por ello tenga mérito de hacer parte de eventos importantes como Salones, Bienales o exposiciones de gran relevancia en museos o eventos internacionales, lo cual es una absoluta falacia. No vamos a decir que los espacios comerciales no tengan buenos artistas, pero de hecho, hay arte muy mediocre y que poco o nada aporta a las conversaciones de las artes visuales o las artes plásticas más allá de que sus productores pertenecen a determinadas galerías, y por otro lado, hay tantos artistas fuera de esta red de relaciones con propuestas tan significativas, que uno se sorprende de cómo algunos artistas prosperan y cómo otros artistas siguen en la sombra. Esto se lo debemos al juego de contactos que maneja esta dinámica y los curadores son profundamente responsables de ello.

El mercado marca la pauta de lo que es supuestamente relevante o no, de lo que debemos o no debemos considerar como algo importante de ver irónicamente en los espacios no comerciales como museos y centros de arte, lo cual resulta engañoso porque eso que nos muestran no siempre es lo más relevante. Yo creo por otra parte que a los curadores que tienen poder no se les debería olvidar que todos no somos idiotas y que las relaciones con las galerías y el aparato comercial se notan al momento de seleccionar a “sus” artistas, y digo “sus” porque siempre trabajan con los mismos, ya ni siquiera se toman la tarea de hacer una verdadera investigación según los contextos y las exposiciones, y lo digo justamente por algo que noté en las últimas exposiciones en los museos de Medellín; paradójicamente a los curadores sus mismos artistas les sirven para todo; ahora hay una muestra donde están participando artistas que hacían parte de la exposición anterior en el mismo museo, y uno se pregunta ¿De verdad no hay más artistas para mostrar? ¿Qué pasa con los demás artistas? Nada, justo ahí está el factor contaminante de estas situaciones.

Es lamentable decirlo pero aquí los artistas no sobresalen por mérito; y con ello no digo que todos los artistas sea unos parásitos de las redes de contactos a nivel local y nacional, solo señalo que lamentablemente esto es lo que mueve ahora nuestro sistema: las relaciones sociales y el mercado. Ya lo escribió Luis Camnitzer -no sin ironía- “arte es aquello que pasa por el mercado, mientras que lo que no cabe, es tratado como algo ajeno a este campo”. ¿Qué es lo que tienen que hacer los artistas entonces? Y ahí la respuesta de Elkin Rubiano fue muy interesante; como mencionaban en su entrevista, digamos que “emprender”, ser un artista emprendedor con sus propios proyectos y trabajos.

En el caso puntual del arte local, es decir de Medellín, así nos moleste aceptarlo, parece que seguimos siendo unos completos dependientes de la capital, en términos institucionales y hasta en lo que pasas con algunas galerías de arte. El centralismo está evidentemente marcado aunque tenemos artistas y espacios que hacen lo posible por estar al margen y proponer sus eventos; sin embargo, aquí hasta le pedimos opiniones a ARTBO para nosotros hacer nuestra propia feriecita. Invitamos a los curadores de Bogotá que además de que ya llegan con su nómina, vienen a decir que aquí no hay nada y por eso vuelven a montar en nuestros espacios a su nómina. Y somos tan ilusos (por no decir otra palabra) que hasta creemos que nos debemos sentir halagados por semejante descaro; es decir, les pagamos con recursos que además muchas veces son públicos para que nos vengan a decir que aquí no pasa nada. Esto es vergonzoso y es más vergonzoso aún que nadie diga nada al respecto porque dicen que cuestionarlo significa cerrarse las puertas profesionales. Eso de que somos dizque muy “avispados” como se la pasan diciendo de “los paisas” es una mentira. (¡Ojo!, esto lo pongo entre comillas porque a mí no me agrada mucho que nos digamos rolos o paisas, pero muchos lo utilizan incluso para nombrar sus obras cuando vienen a hacer sus trabajos acá). Creo que somos muy condescendientes frente a situaciones que marca la capital.

Ahora bien, entendamos que no estoy afirmando que no puede haber un diálogo interesante entre las regiones, que no se pueda trabajar en equipo y que no pueda haber una retroalimentación de procesos artísticos por parte de los artistas de Medellín y los de Bogotá, curadores de Medellín y de Bogotá proponiendo incluso alianzas importantes que permita la circulación de los artistas; de hecho, eso sería una maravilla, sería lo ideal, pero eso no es lo que pasa. Aquí no hay diálogo de nada y  esto hace que la conversación sea absolutamente unilateral. Sería muy positivo que hubiera un diálogo mucho más armónico entre todos nosotros porque así se podrían fortalecer procesos creativos y esto alimentaría mucho la escena a nivel nacional, y no solo digo entre Bogotá y Medellín, sino entre todas las regiones. De verdad que debemos pensar en la escena del arte Colombiano, pero recordando todos que la escena del arte Colombiano no es solo la capital.


 

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Otro claro ejemplo de que, cuando se escribe con el carriel terciado y ondeando la bandera, suelen quemarse los frisoles.