Debora en singular

La descripción de la serie de “obras” de Débora Arango expuesta por estos días en el Museo de Arte Moderno de Medellín es imposible por la barahúnda de temas y la aglomeración de retratos. Mezcolanza de figuras simbólicas, dibujo indigente, caricaturas deformes y ejecución rudimentaria sin orden ni concierto, sin composición, sin perspectiva, sin verosimilitud, sin proporciones, en una palabra, sin arte. Micciones turbias de opacas coloraturas, muestra de una enfermedad espiritual. El que no sólo una mujer sino una persona de sangre antioqueña pudiera producir cosas así de despreciables y deficientes, con las que pretendió afirmar puerilmente una atroz dictadura estética, es un libelo que la verdadera crítica debe desenmascarar, un sartal de mentiras, una mancha en nuestra historia cultural.

La exposición esta plagada de panegíricos de variada calambre, el coro sofista y seudo-literario elogia a esta fantoche a rabiar, ¡Ay del que no reconozca el número y la marca de la bestia divina!: un atrasado, un reaccionario del arte, un intonso, un deplorable provinciano. Pero qué es lo que defienden: seres lisiados, deformes, migrantes y cretinos, mujeres que sólo pueden despertar repulsión, hombres perezosos más cercanos a bestias que a seres humanos, niños que si viviesen en tal estado caerían bajo la maldición de Dios. Si los «artistas» realmente ven las cosas de esta manera y creen en lo que representan sería necesario abrir una investigación para determinar si sus defectos visuales son de nacimiento o un puro error mecánico. Si esto último es lo que ocurre, sería algo profundamente lamentable para estos pobrecitos; si ocurre lo contrario, sería cuestión del Ministerio de Interior encargarse de anticipar y prevenir cualquier transmisión hereditaria de esos defectos visuales tan apabullantes. Pero si estos enfermos no solo creen en la realidad de tales impresiones sino que buscan endilgarle sus engañifas a la gente por otras razones, su comportamiento cae dentro del espectro de la ley criminal.

Hay que detener esta alquimia diabólica. Ya lo dijo don Gilberto Alzate Avendaño: “El mestizaje no suma sino que resta, no multiplica sino que divide”. Lo hecho por Débora Arango fue una degeneración artística irreflexiva: la experimentación impenitente de un ave pasajera.

Lucas Ospina
http://lucasospina.blogspot.com/

Bibliografía: “El expresionismo como síntoma de pereza e inhabilidad en el arte”, Laureano Gómez (1937) y Catálogo de la Exposición “Arte Degenerado”, Partido Nacional Socialista Alemán (1937).