Crónica de la expulsión (y explosión) de «un debate»

Se propone un texto crítico sobre la obra de Mario Opazo, Expulsión del Paraíso, en el marco del premio Luis Caballero. Se analizan los detalles de la muestra, incluyendo (i) la entrada a la galería que obliga al visitante a inclinarse para ingresar; (ii) el texto, “más que curatorial”, con el que se inicia el recorrido; y (iii) una reflexión sobre cada una de las obras…

Se propone un texto crítico sobre la obra de Mario Opazo, Expulsión del Paraíso, en el marco del premio Luis Caballero. Se analizan los detalles de la muestra, incluyendo (i)  la entrada a la galería que obliga al visitante a inclinarse para ingresar; (ii) el texto, “más que curatorial”, con el que se inicia el recorrido; y (iii) una reflexión sobre cada una de las obras. Igualmente, se analizan (i) la forma como el artista se propuso “habitar” el espacio de la galería; (ii) la obra como una acción plástica que “no es una acción en sentido estricto” y que está hecha para el oído; y (iii) la relación entre el contexto creado por el artista y el visitante. Finalmente, se expone que (i) “un visitante más familiarizado con la historia del arte” no se arriesgaría a decir que, después de ver el conjunto de objetos en la galería, “la imaginación ha sido expulsada del reino de la imaginación; (ii) que debe tenerse presente la función ritual, terapéutica y política de los objetos en el pensamiento de Beuys, lo que evitaría criticar la obra como sumisión a los objetos de consumo masivo destinados a reverenciar la cultura pop; y (iii) que no hay elementos de juicio para decir que la obra alude a “heridas de guerra” que son simuladas, por lo que se debería creer que los objetos dispuestos en la galería permiten “acceder a verdades silenciadas… en principio personales pero de interés universal”.

Con lo anterior, todo está dispuesto para un debate crítico sobre la obra de Opazo, que podría tomar múltiples caminos. Pero inmediatamente se “lanza una bomba” que expulsa (y explota) estas posibilidades: se cuestiona por parte de la artista Muriel Angulo una posible falta ética de Opazo porque éste conoció su proyecto que iba a ser presentado al mismo concurso y nunca le mencionó las “coincidencias” que tenía con el suyo, a pesar de que “la solución formal es diferente”. Angulo demanda que Opazo “exponga sus razones y responda públicamente”. Ahora el debate es sobre una posible falta ética del artista.

 

Sobre esto, otro participante menciona que “los planteamientos que definen la obra… no son nuevos” y que la exposición del proyecto de Angulo tiene “inconsistencias teóricas”. Una nueva opinión afirma que el “respeto entre los colegas” implicaría haber mencionado que “casualmente investigaba algo similar”, al tiempo que se reclama un escenario preliminar para hablar sobre las obras en proceso, y un premio sólo para mujeres artistas (como para otro debate). Se mencionan supuestos antecedentes de “indelicadezas” del mismo artista, mientras otro participante reflexiona sobre las ideas como “un fluido que llega a muchas cabezas” e invita a sentir envidia “de la buena”. Muriel reclama que el debate se ha desviado y que “el asunto es de comportamiento ético”.

Acto seguido, un interviniente hace precisiones históricas y culturales sobre ambos proyectos argumentando sobre sus diferencias, afirma que el proyecto de Opazo viene de tiempo atrás y que es evidente la “falta de investigación” en el tema por parte de Angulo. Interviene Opazo, quien expone los antecedentes de su proyecto, le dice a Angulo que tienen lugares políticos “distintos y distantes”, y se refiere largamente a la manera como aparece el turbante como “presencia plástica” y el uso que él le da en su obra, concluyendo que “es posible que un pedazo de tela no sea de nadie”.

Se publica una imagen de una obra de Oppenheim en la que “cada cierto tiempo la cabeza se sacude para golpear la campana…” al lado de la imagen de la acción de Opazo tocando la campana; aparece una felicitación al artista por “su excelente exposición”; y Angulo publica imágenes de su proyecto reclamando que no hay disculpa para el silencio de Opazo, que “existen unas reglas mínimas de convivencia”, y que Opazo tuvo acceso a su trabajo y ella no al suyo.  Se introduce una entrevista con una curadora que habla sobre un proyecto de “representaciones árabes contemporáneas”; y Angulo cita el texto “orientalísimo” de Edward Said sobre la diversidad cultural. Ahora el debate es sobre la “cultura árabe”.

Se publica un escrito (Carlos Salazar) que plantea la discusión entre Opazo y Angulo como una “pelea por la custodia del “otro””, siendo éste (“el otro”) “el plato más apetecido en el banquete global del arte”. En el mismo texto, se lanzan hipótesis sobre los fines y razones de Opazo y Angulo y se denuncia que “la discusión se convierte en lobby” preguntándose “qué pasará con ése “otro” después del premio”. Ahora el debate es sobre “la otredad” y los intereses personales. Otro participante afirma que Opazo “se cita a sí mismo todo el tiempo”, descartando cualquier posibilidad de que haya algo de Angulo en la obra de Opazo. Angulo publica una imagen que titula “David contra Goliat. El intocable mainstream criollo”, y Opazo resume las actividades de apoyo al pueblo Saharaui y reclama por las ofensas recibidas (de Carlos Salazar) preguntando por un supuesto odio de éste hacia él.  Salazar responde a Opazo que no sabe “de su talento como artista… (sino) de su gran talento de lobbista, de licitador y de su estilo cortesano”, y enfatiza en que “las relaciones entre arte político y capitalismo corporativo son unas relaciones de promiscuidad”. (¿El debate es un asunto personal?).

Un interviniente hace un recuento de la discusión, y manifiesta que “el otro surge aquí en esfera pública, como por arte de magia en este debate alrededor del plagio”. Se concentra en la discusión sobre “el otro” citando a Rimbaud y afirmando que “no hay otro” y que ése discurso es “una invención colonial”. Muriel Angulo publica un texto con la genealogía del “concepto los Otros”, citando cifras sobre violencia en Colombia, para sostener que “los otros no son una invención colonial… (ni) un asunto del pasado”. Carlos Salazar cuestiona la cita de Rimbaud para defender la posición sobre el otro, aparecen aplausos por haberse hecho un llamado de atención sobre la “horrorosa ortografía” utilizada, ante lo cual Arcos Palma menciona que la discusión sobre el otro es una cortina de humo para el punto en cuestión: si hubo plagio o no, afirmando que no ha habido tal. Finalmente, Apuntes Críticos hace la última intervención analizando un galicismo utilizado por Arcos Palma y afirmando que “utilizar expresiones del francés en español no es apropiado, porque se puede decir lo mismo empleando una forma correcta en castellano…”. Se abre un debate sobre el uso correcto del español.

Iván Cardona

Para acceder al debate pulse aquí

 

 

 

 

2 comentarios

Vale la pena recordar que el principal motivo de acusación de plagio descargada por Muriel Angulo no tenía que ver con los intereses conceptuales de Opazo sino con la coincidencia del tema y especificamente con la imagen que Opazo uso como entradilla para su proyecto. Curiosamente, ya pasados algunos meses de esta polémica (tonta pues carecía de argumentos sólidos) recorde que Angulo reclamaba la originalidad de esa imagen y yo intervine en un texto señalando que esa imagen era tan genérica que tocaría decirle a Angulo que ella a su vez la había robado de Lawrence de Arabia. Bueno, tal vez no escribí eso pero si lo pense, ya no lo recuerdo. En todo caso, ayer recorde la polémica porque caminando en París, en el mercado de Montmartre me encontre con dos pinturas de artistas de la calle que inmediatamente me llevaron a una súbita risa, repentinamente me había inventado un chiste muy personal. Desafortunadamente nadie me acompañaba para explicarle el suceso, igul no hubiera sido cómico contarlo, incluso aún no lo sea, pero para mi el chiste tuvo mucha gracia: -Ya se de donde Muriel plagió el plagio de Mario!!!-.

Si lees con cuidado, dentro del texto que escribi el pasado julio, nunca mencioné la palabra plagio, aludo eso si, a una «competencia desleal» pero…es curioso: los artistas quieren trabajar con hechos reales, con la cotidianidad, pero no quieren someterse a ella. Cómo se lee el asunto? seres especiales, o Institución corrupta?