Crítica en Directo # 32: La Escena del Arte en 2014

¿Cuales son las obras relevantes detrás del llamado boom del arte colombiano? ¿Hay más visibilidad para los coleccionistas que para los artistas? ¿Se está normalizando el medio artístico? ¿Ha perdido espontaneidad y capacidad de experimentación? ¿Qué artistas e instituciones toman riesgos y son impredecibles? Conversación con Lucas Ospina en torno a su percepción del medio artístico en este año que termina.

¿Cuales son las obras relevantes detrás del llamado boom del arte colombiano? ¿Hay más visibilidad para los coleccionistas que para los artistas? ¿Se está normalizando el medio artístico? ¿Ha perdido espontaneidad y capacidad de experimentación? ¿Qué artistas e instituciones toman riesgos y son impredecibles?

Conversación con Lucas Ospina en torno a su percepción del medio artístico en este año que termina.

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En esta segunda parte de la conversación con Lucas Ospina se aborda el tema de la normalidad en proyectos y espacios específicos, entre ellos esferapública, que cumple próximamente 15 años de vida.

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Lucas, evidentemente, habla desde su deseo y fantasía de escape a la normalidad, ya que, como prudentemente aclara al principio, es un espectador de escritorio, de escritorio de universidad.

Gran parte de su comentario lo fundamenta en la ausencia de obras-iconos, y justo ahí quizá está el problema. ¿Donde están las obras?. A lo mejor lo que pasa es que no necesitamos más iconos, ya no se maneja, o está desgastada, esa narrativa histórica que justifica momentos, ánimos y nación con objetos como evidencias. ¿Para quién son esas obras? Lucas sabe mejor que muchos esa respuesta, la sabe de sobra.

La «normalización» puede también interpretarse como un estrategia de infiltración, como diría Scholette en su Materia Obscura al respecto de las instituciones hechas por artistas. Del arte como trabajo, del artista como trabajador. Quizá otra vez Ospina comenta desde su experiencia dentro de la academia, de que pasa cuando el arte entra en contacto con otro contexto o grupo (como los coleccionistas) y sale de ahí perdiendo.

Llama a un cambio pero sin que nada cambie realmente. Lo que coincide con la lectura más negativa sobre el concepto de sostenibilidad; cambiarlo todo para que no cambie nada. Lo que quiere decir, hacer cambios que hagan posible mantener nuestro sistema de producción, consumo y crecimiento desproporcionado. En este caso, de artistas para un mercado laboral que no existe.

Por último, sería increíble ver un ejemplo de anormalidad en su sitio de trabajo; ¿que tal si rajan deliberadamente a toda una cohorte de artistas?¿Quién se daría cuenta?.

El ejercicio de llevar la contraria sistemáticamente puede agotarse, puede llevar a no decir nada, a simplemente aplicar la fórmula de llevar la contraria. Lucas, con tal de llevar la contraria, se opone a todo y no destaca casi nada, y se queda nada más que llevando la contraria. Y, como en el texto de Arcadia que escribe en este mismo momento, aquí intenta establecer una definición de arte rígida, un ideal de arte en el que no cae casi nada de lo que llamamos arte hoy. Y casi todo queda fuera de lo que pueda ser arte para Lucas Ospina.

Yo comparto del todo el romanticismo, ese ideal de arte que rompe la normalidad. La cuestión es que todo, cuando ya es real, cuando ya es concreto, se vuelve en alguna medida normal. Así que nos vemos enfrentados siempre al sueño romántico y a la banal realidad cotidiana. Y nos toca lidiar la contradicción. Pero no está mal seguir exigiendo lo imposible. En ese sentido, lo de Lucas funciona muy bien como llamado, pero pobre como diagnóstico.

De todos modos, como bien señala Santiago, puede ser engañoso buscar íconos, en un momento en que más que íconos lo que se destaca es una escena. Lo que ha fascinado a los turistas del arte es en gran medida una escena vital. Muchos vienen de un contexto donde todo ya sabe prefabricado y han encontrado un contexto donde todavía hay impulsos, donde hay reflexión, y donde hay disfrute, unas ciudades llenas de contradicciones, una serie de artistas muy diferentes con rabias muy particulares. Hay quejadera también, pero eso también hace parte de la vitalidad.

De todos modos, debemos reconocer que lo que ha llamado la atención a muchos viajeros del arte son los íconos. Desde hace más de una década, Doris Salcedo a consolidado internacionalmente una obra contundente, que invita las miradas sobre su país de origen. Y en este momento Óscar Muñoz, país a país, ha llamado la atención sobre su trabajo de toda una vida, y ha colaborado en que muchos se pregunten por su lugar de creación. Y con el tiempo se le va reconociendo a Antonio Caro, por parte de historiadores y críticos, su lugar muy particular en la historia del arte latinoamericano y a partir de la translocación que hace Latinoamerica de la idea de arte mundial, su lugar en la historia del arte sin apellido. Y una película como Agarrando pueblo, se ha ido saliendo de la esfera del cine para convertirse en un símbolo en los espacios del arte, por algo similar a lo que consigue Caro (y Salcedo y Muñoz), y es iluminar y transformar desde América Latina, y en particular desde Colombia, lo que se entiende por arte.

Por otro lado está el trabajo de todos los que no son artistas: donde el más reconocido hoy es Jose Roca, que desde la consolidación del área de arte del Banco de la República, y en sus curadurías internacionales, que han incluido siempre artistas colombianos, pero sobre todo una mirada colombiana que a aportado a las distintas maneras de mirar y exponer el arte, y ha entrado en la discusión internacional sobre el arte y la curaduría. (He trabajado ya por años con él, y he aprendido muchísimo).

Jose Roca ha sido crucial, como Carolina Ponce, Jaime Cerón, Jorge Jaramillo (y muchos que se me quedan fuera), a consolidar una escena que hace que se trate mucho más que de nombres sueltos. Y quedan por mencionar muchas personas, grupos, colectivos, iniciativas, espacios, semillas de instituciones e instituciones, que le dan la razón a Santiago de que al buscar los íconos quizás erremos la mirada, y que la perspectiva universitaria no es excusa, ya que por allí pasan todos.

El recuento que hacía Juan Peláez para esta misma serie de entrevistas del momento de los espacios independientes da cuenta de algo más que puede volver esta escena atractiva para el que la ve desde fuera, y es que las cosas apenas se están dando, apenas están surgiendo. Para muchos que vienen de visita, resulta emocionante en cuanto les recuerda un momento en su pasado en el que vivieron algo semejante. Como sucede con los grafitis, Bogotá parece Nueva York cuando apenas se estaban inventando cómo pintar paredes y otras superficies públicas. Y esa sensación de algo nuevo, de emergencia, siempre es atractiva.

Por mi parte, presenté una visión posible de la escena actual del arte colombiano con la exposición (¿Quién nos conduce?) El diablo probablemente (https://eldiabloprobablemente.wordpress.com/), donde estaban incluidos tanto Lucas Ospina como Santiago Piynol a través de su colaboración con Laagencia. Y junto a ellos varios artistas que yo considero mucho más valiosos que muchos de sus pares internacionales que hoy dan vueltas por las bienales. En cada caso, los escogí porque veo un aporte radical y fuerte y muy diferente. Todos gentes con tripas y muy metidos en la contradicción que implica hacer arte aquí hoy.

Así Lucas diga que los curadores debamos criticar a los artistas que incluimos, creo que también nos toca dar la cara por la elección que hacemos, y si los exponemos (nos exponemos con ellos) es porque confiamos en ellos y encontramos valioso su trabajo. Claro que los podemos criticar, pero no sé si sea lo que debemos hacer mientras los exponemos. Aunque se puede proponer como un juego más que se puede hacer. Así sea por llevar la contraria. Pero es algo que ni Lucas mismo ha hecho cuando ha jugado a ser curador. Y no sé si es la manera de ser crítico del curador, es una posible, pero creo que la crítica principal del curador es la selección. Que luego vengan los que escriben (que nunca llegan) a criticar.

Para mí es muy difícil definir lo que sea arte, y poner barreras de lo que no sea, y en la exposición incluí justamente los artistas que me han enseñado lo que es arte. Y cuyo trabajo valoro y me inquieta. Y el tema mismo, el mal y los caminos por los que nos conduce el diablo, tiene que ver con una veta que para mí es clave para pensar el arte y que se aleja con la visión moralizante de los artistas que muchos quieren imponer. Yo no sé por qué desde hace un tiempo parece primar esta idea de que los artistas son buenos artistas si son buenas personas. Y que una obra se juzga moralmente, ya sea por los patrocinadores que la pagan o por el discurso que la justifica. Y se impone la sensación de un pulso moral (yo soy mejor que usted) que muchas veces se olvida del arte.

Creo que la discusión moral (y política y económica) sobre el arte es muy interesante, pero siento que muchas veces se confunden los planos.

En ese sentido, aunque ya llevo un buen tiempo en terapia por parte de los artistas en el arte del juicio, sigo viendo el arte como veía el cine, donde se valoran las películas así quienes las dirijan sean pésimas personas y se hayan pagado de la peor manera. Las obras maestras del cine (donde sí, se habla de obras maestras) en gran medida fueron pagadas por la maquinaria capitalista monopolista o por los gobiernos totalitaristas comunistas. Lo que no quiere decir que no podamos estudiar esos sistemas y criticar esos sistemas de producción. Pero como yo soy un romántico como Lucas, al final veo las obras, y más que nada, a la hora de juzgar el arte me interesan las obras.

En este momento, a mí lo que me inquieta es esa importancia desmedida que se le está dando al mercado del arte. Está bien que la Feria de Arte se ponga al nivel de sus rivales internacionales, pero no soporto que un evento tan aburrido, tan esquematizado, que por distintas fuerzas siempre tiene que ser igual con sus largos corredores y sus cajones blancos, ha de ser el que conduzca y marque los tiempos del arte nacional. Que la venida de los coleccionistas internacionales sea la que nos pone a todos a correr y a mostrarnos me parece una aberración. (Yo mismo tuve que correr porque la agenda de la exposición en la que trabajé, con la beca MISOL, estaba dictada por el «mes del arte» que señala Artbo).

Esos mismos artistas que hicieron parte de la exposición (y unos pocos que se me quedaron fuera y con los que espero poder trabajar pronto) me introdujeron a un mundo del arte que no sólo estaba fuera del mercado sino en gran medida opuesto al mercado, o por lo menos era crítico del mercado. Que ese mismo arte gire ahora de manera desmedida alrededor del mercado me parece una locura. Pero quizás es inevitable. Esa inseparable relación en la cuestión del «valor» en el campo del arte quizás nos condene así. O quizás sea un espejismo que pronto nos abandone y volvamos a la sensatez de un mundo donde nadie gasta millones en cosas absurdas que se hacen por razones absurdas.

De todos modos, yo no dejo pasar la oportunidad (este «mes del arte») para que se aproveche este «momento colombiano» para crear otras escenas, otros tiempos donde el arte pueda jugar con alguna independencia del mercado. ¿Por qué perdió toda fuerza la Bienal de Bogotá? ¿Qué pasa con el premio Luis Caballero? ¿Qué sucede si se lo internacionaliza? ¿Qué otro momento puede plantear la ciudad para que no todo suceda alrededor de la Feria? ¿O no es mejor evitar todo evento espectacular y conseguir que todo el año sucedan cosas en lugar de agolparlas en un único momento?

Veremos. Está bueno que de todos modos esta sobredosis de adrenalina del «mes del arte» ha servido para que Esfera Pública hile la discusión con estas entrevistas, que hacía rato no había nada que nos pusiera a todos a hablar de lo mismo.

1. Lo extraordinario de lo cotidiano:

Los raros, respecto al contexto de la entrevista, lo son en virtud de ser consecuentes con sus principios; esto los hace extraordinarios. En mi opinión es lo que Lucas extraña realmente.
Desde otro ángulo, creo que el poder que detenta el artista, reside en hacer de lo cotidiano algo extraordinario. No de otro modo ha crecido el mundo -y digo crecido con toda intención-, porque el cosmos entero es una celda para una inteligencia estrecha, ciega -y digo ciega intencionadamente-: ser artista no se trata de ser simplemente un enfermo, mas un artista es antes que artista, un ser humano.

2. La diferencia vital:

Hubo un tiempo, no hace mucho, en que era totalmente corriente y aceptado, opinar de un artista con una palabra como «mediocre», y nadie se arrancaba los cabellos.

Hoy, se desea obligar a mentir, a traicionarse en sus principios; ¿qué otra cosa puede deducirse en casos como en el de la pataleta de Sánchez Cristo, porque Halim Badawi cuestionara en su momento la calidad de un «maestro» como Oscar Murillo [una verdadera pseudo-reencarnación de Basquiat, que Julio Sánchez Cristo y Alberto Casas Santamaría -descaradamente- deseaban traer a Colombia para hacer negocios en su galería Casas Reigner], para quien necesitaban una opinión autorizada que validara por medio de una crítica favorable a su futura veta comercial. Unos auténticos negreros.

Pero creo que en las curadurías se puede hallar el germen que trata de aniquilar, por esa maldita manía de darle coherencia a la muestra, esa enfermiza idealización de un guión antes que nada; como si la vida tuviese un guión menos interesante, menos inteligente. De ese guión, debieran aprender que en la variedad está lo mejor.

3. Los íconos y la escena [especulación] creada:

Por los íconos del pasado muchos se decidieron a caminar por este rumbo; algunos nunca lo supimos con claridad, y simplemente aceptamos que en la vida éramos cautivos de una incomodidad que no pudimos eludir.
En el tránsito, entendimos que esto no es algo que deba centrarse en un intervalo pequeñísimo de la existencia donde -casualmente- coincidió nuestra generación. Los íconos, o los personajes del arte, son necesarios.
Cuando menos, la humanidad exige todavía de esas figuras que socialmente encarnan a los héroes; poca o ninguna importancia tiene que nos guste.

4. Vender es el objetivo, pero es distinto vender lo que se hace a hacer lo que se vende:

El artista siempre tendrá problemas para vender su trabajo, pero su trabajo asumido con riesgo, no significa que esté dedicado a la decoración; y nadie cambia dibujos u otras cosas por vivienda, gasolina, alimentos, ropa, en fin; todo es intercambio, comercio: algo que a otro sobra, el trueque ha ayudado a movilizar el mundo. Lamentablemente a la mayoría le interesan esos grabados que el banco fabrica, se han ido por ese trueque especializado, abstracto, que sirve[n] para cambiar por casi cualquier cosa.

Otra cosa es dedicarse a ir sobre seguro y vender especulativamente, es decir: hacer lo que se sabe que gusta. Vender y Hacer son dos verbos diferentes.

5. La grandeza de una obra no está en el tamaño físico:

La Gran Muralla China es una gran obra; como lo son el Empire State y el edificio Murillo Toro, el de Bogotá, es como el primero: una construcción llena de compartimentos donde se suceden los más diversos dramas en la vida de seres humanos, ¿qué situaciones desconocidas y de trascendencia habrá tenido lugar allí..? El tamaño importa pero no es lo que más importa.

El arte me llegó por libros, y habitualmente mostraban cuadros, esculturas, edificios y otras cosas que no estaban ante mis ojos sino en las páginas del libro; cosas que nunca había visto, cosas que no he visto y que no me inquieta ir a conocer.

Hace unos años descubrí yendo a otro lugar de mi propio país del que siempre me hablaron maravillas, que me hizo fantasear con un mundo extraordinario, que no se trataba nada más que de un mito. La imaginación no solo es un refugio de los hombres; es también un valioso y poderoso instrumento. De niños lo tenemos seguro, aunque no claro.

6. La insoportable corrección de la palabra:

Es una real mierda que deseen anestesiar la palabra.

7. El Mundo del Arte Vs. El Mundo Social del Arte:

Son dos lugares diferentes: en uno, se entra por talento con independencia de la sangre; en otro la sangre pretende inventarse el talento y excluye a quien no pertenece a la familia real.

8. Los sponsors y la ética:

El mercado global impone condiciones para negociar, pero no artísticas; sin embargo, no es común encontrar vendedores de arte que sepan de valores plásticos, artísticos.

La ética de los fundamentalistas del capital, es respetar la ganancia… en la medida en que puedan obtenerla.