convocatrorias, hegemonías, autorías

Transcripción de un fragmento no escrito de un diario que sí debió haber sido escrito:

Primera anotación: digresión: la imposibilidad lógica de ser autor

Ultimamente, frente a la linea de acción que propone la pérdida del peso egocéntrico del edificio de la personalidad en favor de una idea, de una cadena de símbolos (¿o son signos?) de lenguaje, acordonada la unión de intencionalidades con la soldadura de tres o mas o varias intervenciones esféricas, me he dado cuenta de lo risible que le resulta a la idea el que el fulano que se ufana de concederle existencia pretenda desdibujarse en un anonimato sobre el que no le concierne decidir… Es como ver esa película «los otros» en donde nos damos cuenta que nosotros somos los «otros de los otros», gente que ya murió y que cree ver fantasmas cuando tiene contacto accidental con la superficie del mundo de los vivos. La idea parecería ser el único organismo permanente y nosotros mero soporte asegurador de su continuidad; no es casual que un hombre desee postular una idea que le supere mas allá de su muerte; no son sus deseos los que se expresan -un soporte no tiene intenciones, solo cualidades-, sino los deseos de la idea (mencionar que la definición de la palabra idea es tan difícil como la de dios mismo, además, la definición de idea es también una idea) Los que llamamos humanos serían solamente significantes mortales en la relación entre significado y significante.

La misma inversión ocurre con el tema de las políticas de gobierno, de gestión, de acción funcionaria (revisar el siguiente tema: el curador como alcalde) Las políticas permanecen y los funcionarios perecen; su recuerdo tal vez permanece, pero dado que todos los hombres tenemos un tiempo medido, una cantidad de pulsaciones que están adjudicadas por un azar amoral e inmisericorde, las políticas nos anteceden, nos antecederán y nos suceden y nos sucederán. Nosotros somos las ficciones de las políticas que creemos que hemos trazado; de esta forma servimos a un proyecto a veces en la forma pretenciosa de la función de «autor». La autoría, desde esta perspectiva, es una imposibilidad lógica y no depende de la correspondencia matemática entre idea y autor: el «autor» será siempre un significante con caducidad mortal, humana.

Segunda anotación: pragmática: ¿Por qué presenté «una propuesta» a la convocatoria para el pasado salón regional?

Cansado de quejarme de la excesiva concentración de poder, figuración y «usurpación de funciones» de algunos curadores, o varios o único funcionario público -y de las solidaridades y lealtades implícitas entre grupos de curadores y artistas privilegiados con sus curadurías- vi con esperanza la aparición de una convocatoria en esfera pública para el salón regional de Bogotá. Si se la miraba con atención la convocatoria contenía un equívoco que debería haberla hecho parecer sospechosa: decía que el plazo para presentar trabajos vencía el día lunes 6 de septiembre de 2005. Por determinismo calendario, el 6 de septiembre resultó ser martes, por ende, técnicamente es posible alegar que la convocatoria aún no ha cerrado (¿Pero a quien le importa en este momento después de tanta exhibición de amistad?) Sin embargo, la convocatoria surtió efecto, y casi nadie objetó la discrepancia entre la fecha y el día, antes de presentar su trabajo ni tampoco después. Si se la miraba con cuidado, la convocatoria también señalaba que la curaduría «contemplaba» una convocatoria abierta (pero no que fuese su único mecanismo)

Tengo la esperanza en que una curaduría ejercida por una persona en cierto modo ajena a lo que yo creía eran los circuitos mas cerrados de poder de administración de los asuntos artísticos podría mirar mi trabajo son cierta imparcialidad, con cierta distancia pasional. Aquí es entonces donde surge el tema de la idea como significado que subordina a una cadena infinitamente larga de significantes mortales en permanente procreación: el discurso es superior al individuo, la obra presentada es descalificada con el siguiente argumento: «Propuesta # 16: Son buenas fotografías. Sin embargo, las imágenes por sí mismas resultan herméticas. Es necesario explorar la incidencia o en el espacio o en el espectador». ¿Tenía razón la curadora? Para los que han seguido con paciencia esta íntimo ejercicio pragmático les diré que la obra en cuestión se refería a las imágenes publicadas en el Observatorio ( http://www.elobservatorio.info/lentescontra.htm ) ahora bajo el título de «Todo lo que puedes tocar», que participaron también en la curaduría itinerante realizada por Fotología 4, acompañadas de este simpático texto a favor de la gestión administrativa sobre el espacio público: «Todo lo que puedes tocar es aquello que permanece una vez descartado todo lo que no puedes tocar. La ciudad parece florecer bajo el axioma de la defensa de un espacio público, pero persiste una contradicción, y es el aumento de lo que no se puede tocar. A medida que crece en el territorio del espacio público la presencia de lo que no se puede tocar, la definición de lo público se empobrece hasta quedar reducida a un mero slogan intrínsecamente ligado a las estrategias publicitarias que lo defienden». Los espacios que no se pueden tocar entonces son los intocables; allí están las instituciones, los curadores, los funcionarios, los comités de selección, los fallos inapelables, el diesel de los buses, el espacio público… ¿Qué otras instancias tienen en común la «intocabilidad»? ¿Bryan de Palma?

Es claro que la obra no eran las fotos, sino las fotos acompañadas por el texto «ilustrativo» que por lo visto, no alcanzó a ser suficientemente no hermético. (Si la condición «hermética» fuera un absoluto de naturaleza únicamente negativa diría que más hermético que las fotos me resulta el comentario de la curadora). Miremos ahora la cuestión sobre la exploración del espacio o la incidencia en el espectador: las fotos han recorrido la red en el territorio del observatorio ( http://www.elobservatorio.info/ ) y en forma material ocuparon diversos lugares físicos -plazas, parques, universidades- bajo el recorrido de Fotología. Me parece entonces que la objeción sobre la incidencia en el espacio es bastante débil, pero suficientemente fuerte y contundente enaras de ejercer el despotismo ilustrado del que se ha hablado… (¿Quién será el significante transitorio y mortal de este significado permanente «despotismo ilustrado»?) De otra parte: ¿Cómo se miden los niveles de incidencia una obra? ¿Mediante una «obra curatorial» que logra domesticar a una masa para lograrla incidible? o ¿mediante una planilla funcionaria que coteja técnicamente la asistencia contra el grado de asombro o bostezos?

Entonces prevaleció el significado permanente de «lo colectivo, la relación con el espacio, la interacción con el espectador». Prevaleció la fortaleza hegemónica del discurso homogénico por encima de la figura del curador. El curador prefirió adherirse -o simplemente no tuvo opción como significante o soporte del discurso- a las buenas y prudentes convenciones curatoriales antes de tomar riesgo e intentar siquiera modificar el canon del correcto accionar como curador, de ser esclavizado por otro discurso. Como dice otro significante mortal (significante Falguer), si la obra no sirve como pretexto para que el curador exhiba su conocimiento, entonces no es obra. (La crítica fácil de la acción de autolegitimación le caería encima entonces a cada curador cada vez que intenta una curaduría, amigo mathurin milan)

Ni despotismo ilustrado ni participación demagógica («demagogia participativa») El primero sirve para que sin necesidad de interponer explicación alguna el tirano puede elegir libremente y sin compromiso frente a los excluidos a sus mejores amigos o artistas (que pueden o no coincidir); el segundo para tejer el engaño de que las obras son seleccionadas en función de sus méritos, y así legitimar las trayectorias y los logros dudosos de los mejores amigos del curador. Línea de acción: no puede saberse, el día a día propondrá a cada quien sus opciones; con el apuntalamiento de los privilegios de poder las decisiones serán cada vez menos inocentes.

Tercera anotación: citas comparadas:

Este es un tema que me apasiona, porque puede verse fácilmente cómo el afán por lograr políticas y líneas de acción tan coherentes como un algoritmo matemático conducen a las mas abruptas contradicciones:

«Los proyectos presentados confirman que la investigación curaturial implica distintas instancias: formación, investigación, creación, circulación, gestión, recepción. Muchos de ellos traen propuestas formativas de artistas, públicos, circulación por páginas web, canales regionales, etc. Todos consideran importantes las estrategias de apropiación y formación de públicos.» (Enviado a esfera pública por el significante Carolina Azuero, 5 de octubre de 2005)

» Lo homogeneidad de los discursos y métodos parece ser ahora el principal obstáculo al que se enfrentan las prácticas curatoriales.» (Jaime Cerón, enviado a esfera pública el 16 de octubre de 2005)

De un lado se propone la investigación curatorial como una actividad que inequívocamente presenta las instancias de …(arriba se enumeran), de otra parte, en una intervención que nos quiere encandilar con la ilusión de la capacidad autocrítica, Jaime Cerón «denuncia» la homogeneidad de los discursos de las prácticas curatoriales.

Sobre la necesidad de públicos: ¿los requiere el funcionario porque así puede justificar el presupuesto anual asignado en la razón de costo por unidad de público (ojo, unidad de público es una persona) convocada?. ¿Será útil al artista o a una esperada proyección de rentabilidad electoral de una administración o una alcaldía? ¿Le será útil al artista la utilidad al funcionario? ¿Por qué no existe tan solo un proyecto que no confirme la necesidad de formar públicos? ¿Obedece esto a la homogenización «pioneramente» denunciada por Jaime Cerón? ¿Se acerca el público al nivel de ilustración que pretenden los artistas, o por el contrario, crecen los niveles de asistencia de públicos manipulados cercanos a la condición de analfabetas funcionales? El primer derecho del «público» es el derecho a no ser «público» y a no ser tratado como «público».

En el caso del intelectual funcionario, como puede leerse en una entrada reciente de blogesfera, el carácter de intelectual debe ceder enteramente a la necesidad de que los funcionarios logren exhibir la consistente función de sus modelos de políticas. Prima el carácter de funcionario por encima del intelectual. Y bien ¿qué ha hecho Jaime Cerón en sus últimos diez años para evitar la homogenización de los discursos? (ej: ¿no es el Salón de Arte Bidimensional un lugar de discriminación que confirma el discurso hegémonicomogéneo?) Me gustaría saberlo. Doy por terminada aquí esta intervención porque comienza a terminarse el sentido del humor.

Pablo Batelli

PD. Para Mery Boom: si tomamos la fracción de 17 sobre 200 (8.5%) veremos que es al menos dos veces superior a 4 sobre 100 (4%), lo que quiere decir que la probabilidad de entrar a un salon regional cayó por un 50% de un año a otro, al igual que los aspirantes. ¿Tendrán algo que ver los bajos índices de aceptación de las propuestas recibidas por convocatoria abierta con una deserción de un 50% de aspirantes entre un año y otro? ¿Marcará una tendencia?

PD. Lamentablemente, Pedro Falguer, cuando se habla con nombres propios, se experimenta la retaliación en forma del horrible señalamiento de lanzar «ataques personales». ¿Acaso hay algo más personal que una idea? ¿Acaso hay algo mas personal que una obra? ¿Es posible criticar la obra sin criticar al artista, criticar la gestión sin criticar al gestor?