¿Cómo curar una exposición sobre virus informáticos?

… los desafíos curatoriales del arte contemporáneo mantienen la lógica del bug: trabajando con movimientos que actúan desde afuera de la institución hacia adentro, inoculando bugs que alteran el funcionamiento del museo. Para que el arte no pierda capacidad de contagio.

The Wal-Mart virus

El proyecto suena descabellado, pero puede que no lo sea tanto: ¿cómo curar una muestra de virus informáticos? ¿Dónde radica su belleza? ¿Qué nos revela de la vida? ¿Puede alcanzar esa condición de sublime que se espera del gran arte? ¿Con qué parámetros se lo mide: con el de su existencia virtual o con el de nuestra percepción real? Radar consultó a hackers, curadores y críticos para tratar de entender cómo esas ecuaciones pueden valerse de la belleza abstracta de la matemática para conformar una materia (que parece) viva.

Por Pola Oloixarac

En el informe sobre virus de Patricia Hoffman (una especie de museo online – http://wiw.org/~meta/vsum/index.php – para entendidos, donde se ordenan y clasifican virus del siglo pasado) un ejemplar con intenciones artísticas abre el capítulo argentino. El virus “Anti-D” no dañaba ningún archivo, no estropeaba la pantalla: sólo bloqueaba la tecla D del teclado. “Su autor dijo que era un señalamiento, porque la letra D es el dedo que señala”, recuerda AZ, coleccionista y artífice de varios virus altamente destructivos (su Mordor borraba el disco el día del cumpleaños de su mamá). AZ es también quien puso en funcionamiento el BBS Satanic Brain, cubil informático del virus making pampeano que nucleaba a los creadores de los virus Vinchuca, Malvinas y Paturuzú. Corría la década del ‘90; los mensajes encriptados de Paturuzú leían: “Huija! si sos menemista rezá por tus discos”.

La historia de los virus argentinos registra avances cruciales en el rubro, y una distribución elocuente: en la Facultad de Exactas, el bando de los buenos desarmaba los bichos predatorios de AZ y diseñaba virus teóricos poderosos; desde Satanic Brain, AZ democratizaba el daño con un generador de virus, que ponía al alcance de cualquiera la construcción de virus a la carta. Jugadores de una guerrilla informática que comenzó en los albores de la década del ‘90, y que continúa enmascarándose en actores progresivamente enormes (Microsoft, etc.), para ambos el tema era la intervención divina: el trabajo de quien lo crea.

En 2001 los ceros y unos detrás de 0100101110101101.ORG lanzaron un virus en la Bienal de Venecia: Biennale.py, un archivo en lenguaje python (.py) que se copiaba a sí mismo en otros archivos .py. El asunto causó caos y excitación; para cerrar el círculo, los artistas pusieron el código a disposición de Symantec (compañía antivirus) para que pudiera “capturarlo”. Los artistas trabajaban sobre la histeria que producen los virus informáticos, y buscaban que su acción fuera un antecedente para que virus futuros alcanzaran el estatuto de arte. El virus era totalmente inofensivo, de tecnología viral anticuada, por lo que el disfraz de cazador de Symantec no era más que una jugarreta publicitaria; entre otras ironías capitalistas, Microsoft auspiciaba la Bienal (ergo, el virus) y por 1500 dólares uno podía llevarse a casa un CD-Rom infectado.

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republicado por Mauricio Cruz