Carta abierta a Lucas Ospina

Le escribo esta carta para, entre otras cosas, cumplir con un trabajo que me pusieron en mis nuevos estudios. Curiosa situación, ya que alguna vez hace algunos años, fue Usted en su clase de publicaciones quien me (nos) proponía un ejercicio similar. En esta ocasión debo hacer una crítica sobre arte correo y de alguna manera, aplicar lo debatido en mi clase, que gira alrededor de los problemas de la interpretación; hermenéutica y la estética de la recepción…

Barcelona, 7 de junio 2010

Lucas,

Le escribo esta carta para, entre otras cosas, cumplir con un trabajo que me pusieron en mis nuevos estudios. Curiosa situación, ya que alguna vez hace algunos años, fue Usted en su clase de publicaciones quien me (nos) proponía un ejercicio similar.

En esta ocasión debo hacer una crítica sobre arte correo y de alguna manera, aplicar lo debatido en mi clase, que gira alrededor de los problemas de la interpretación; hermenéutica y la estética de la recepción. Revisé varios clásicos del arte correo pero ninguno me sedujo realmente, aunque debo confesar que tampoco tenía el tiempo suficiente para hacer una buena revisión crítica. Así que pensé en matar varios pájaros de un solo tiro, pues hay varios comentarios que quiero hacer públicos. Dado lo anterior, decidí salirme de la etiqueta de «arte» y someter sus textos, esos mismos que usualmente se enmarcan como «crítica», a esta revisión. Sé que, atrevidamente estoy cambiando la etiqueta de su trabajo por una que me funciona en esta ocasión: arte correo, y prefiero ser yo la que haga esta afirmación -a manera de salvedad-.

La razón principal para asumir esta forma de aproximarme a su trabajo es el hecho de que la crítica en Colombia esta mediada por el Internet y más específicamente, por los blogs, recurso que permite una respuesta casi inmediata por parte de los lectores y de alguna manera, agiliza y modifica la correspondencia con el lector/espectador, además de resolver el problema expositivo del arte postal.

Por ser su alumna tengo otro argumento que me lleva a ver su trabajo de esta manera, y se trata de un sencillo consejo que Usted siempre repetía en sus clases, “escriban dirigiéndoselo a alguien”, idea que siempre tengo en la cabeza a la hora de escribir o de hacer algo (aprovecho para agradecerlo), y que de alguna manera, me asegura que sus textos pueden ser examinados de esta manera.

También Usted nos aconsejaba ser generosos a la hora de escribir pero sin ser excesivamente paternalistas -ni mucho que queme al santo ni poco que no lo alumbre-; pecado cometido por muchos a la hora de pensar en el espectador. Un ejemplo actual de ello, es la criticada exposición «La Vuelta a Colombia» (arte moderno colombiano) de los “jóvenes” curadores Felipe González, Julián Serna y Nicolás Gómez, quienes afirman:

“El arte moderno y contemporáneo se ha replegado a las universidades, a las escuelas, a las galerías, ha tomado una distancia entre el gran público y el arte y ahí hay una ruptura que nosotros ubicamos en ese momento, con la noción de Marta Traba del arte universal, que lo puede ver cualquiera, de esto “ no tiene nada que ver con usted, con su contexto, estos son unos genios que están haciendo genialidades y si usted entra en empatía con esa genialidad lo va a entender…» generando una distancia con el público enorme….pueden decir que es menospreciar al público y no es que el público no esté en capacidad de entender todas estas reflexiones académicas pero es que al público tampoco tiene por qué interesarle la discusión en esos términos académicos. El gran público está familiarizado con nociones mucho más cercanas como el paisaje, el bodegón… desde donde es fácil conectar, establecer e hilar esa tradición con el arte moderno en Colombia, es un intento por permitir acercarlo, volverlo a ligar con el público” ¹(sic).

Sin duda, no es fácil encontrar ese punto medio entre la generosidad y el paternalismo del que usted hablaba, pues es fundamental no darle todo masticado al espectador, no hacer que sea demasiado fácil hacer conexiones. Esto es claramente explicado en la «Teoría del crucigrama» de Wolfgang Iser, donde el espectador/lector/entusiasta de los crucigramas es quien debe llenar los espacios vacíos para que la obra este completa

“Los lugares vacíos de un texto literario no son de ninguna manera, como quizás pudiera suponerse,un defecto, sino que constituyen un punto de apoyo básico para su efectividad.” ².

Volviendo a sus textos, me gustaría señalar la recepción que tienen y evidenciar el “espacio vacío” que usted deja a sus lectores por medio de un recurso habitual en sus escritos: la ironía.

“Es urgente que el gremio artístico apoye al gobierno de Uribe para rechazar cualquier iniciativa que abogue por la legalización de la droga, no sólo el negocio o la moral están en juego, también lo está el acervo cultural: sin el conflicto que genera el narcotráfico la ingente cantidad de artistas que vive de la violentología quedará sin tema y oficio, los catadores de tragedias, desempleados, no tendrán qué decir”³.

Otro de los recursos que parecen evidenciarse en sus textos para contextualizar al gran público es hallar relaciones entre la situación política actual de Colombia con la micro situación del medio artístico local -que no es más que un espejo-. Usted explota toda la riqueza de escándalos que nutre la vida política del país, para que le sea más fácil al lector acercarse a los del medio artístico:

“La relación entre arte y ley no sólo es ventajosa para los amantes de la fiesta brava, también lo es para quienes torean otras arenas. Son varios los actores del ruedo político que ante la evidencia de ilegalidad en la financiación de campañas han redondeado las cifras a punta de ventas, donaciones y subastas de arte: al comienzo del Proceso 8.000 el anticuario y contador Santiago Medina lo hizo, más adelante, Fernando Botero hijo intentó camuflar sus apropiaciones monetarias entre transacciones bancarias de Fernando Botero padre. Y ahora, en la financiación del referendo para mantener a Álvaro Uribe como candidato presidente en eterna reelección, el político Luis Guillermo Giraldo, organizador de la campaña, salió con que el “préstamo” de $1.903 millones adquirido con contratistas del Estado iba a ser saldado, en parte, con la subasta de 500 cuadros del pintor Pío Uribe. Ni los cuadros, ni la subasta, ni los compradores aparecen”4.

En cuanto a la recepción de sus textos, tenemos un indicativo importante que nos ofrecen los blogs; es la cantidad de comentarios que se hacen a cada entrada. En el blog político «La silla vacía», aparecen sus textos/cartas de temáticas aparentemente exclusivas del ámbito político, mientras que en «Esferapublica», el portal de Internet especializado en crítica de arte, se publican las entradas de contenido tanto “político” como “artístico”, ¿será que la gente sigue pensado que son cosas diferentes?. A pesar de que sus textos “políticos” son publicados en los dos blogs, es sólo en el de «La silla vacía» donde parecen tener correspondencia, por lo menos, si esta es entendida como la respuesta directa por parte de los lectores y reflejada en los comentarios, mientras que en «Esferapublica» casi siempre al final de cada texto aparece el anuncio de “0 comments”.

Supongo que la situación sería la misma si publicara los textos que hablan de exposiciones y arte en la silla vacía.

Yo pienso que sus textos y los de otros columnistas no son monólogos, algo tiene que quedarle a algún lector-espectador, pero mover grandes masas puede llegar a ser demasiado frustrante.

“Dicen que “la opinión es como el culo, todo el mundo tiene uno”, es evidente —después de los resultados electorales del domingo— que la crítica ha llegado a ese mismo nivel de singularidad; se ha convertido en un diálogo del crítico con su propio texto, un diálogo entre el texto y su lector; un ejercicio de lectura modesto que a veces lograr convocar a un grupo de lectores: una peña poética de diletantes, una ola de opinión donde una inmensa minoría de votantes se reúne a traducir la crítica a un fenómeno electoral, pero nada más. Se trata de un ritual pasajero, un reflujo que ocurre cada cierto tiempo, un movimiento que tiene mucha cabeza pero poco cuerpo electoral, unos cuantos millones de votos que llegan tan rápido como se van.”5.

Pero bueno, siempre tendremos la micropolítica.

“Habría que pensar en el hecho de que nosotros, como lectores, reaccionamos siempre ante los personajes de una novela, sin que éstos, por su parte, tengan que reaccionar a nuestras actitudes para con ellos.

En la vida evidentemente esto no es así. ¿Qué hacemos con la libertad que garantiza la novela de la forzosidad de las reacciones cotidianas? ¿Qué función posee esta forma de indeterminación que atribuye nuestra conducta a los personaje y parece dejarnos a nosotros todo lo demás?”6

Sinceramente,

Lina Castañeda

1. De lo geográfico a lo político. fracmentos transcritos de la conversación en torno a la propuesta curatorial

de La Vuelta a Colombia, entre los curadores Felipe González, Julián Serna, el historiador Camilo Sarmiento

y el artista Jaime Iregui, http://esferapublica.org/nfblog/?p=9852

2.  Iser Wolfgang. El proceso de lectura, Estética de la Recepción, en Warning rainer (ed.) Madrid: Visor, 1989

3. Ospina, Lucas. La Pendejada del arte. febrero 20 2009. http://lucasospina.blogspot.com/2009/02/lapendejada-

del-arte.html

4. Ospina, Lucas. Torear la Ley. viernes 16 de enero 2009. http://lucasospina.blogspot.com/2009/01/torear-laley.html

5. Ospina, Lucas. La inutilidad de la critica. http://esferapublica.org/nfblog/?p=9989

6. Iser Wolfgang. El proceso de lectura, Estética de la Recepción, en Warning rainer (ed.) Madrid: Visor, 1989

4 comentarios

Lina:

difícil no responder a una carta abierta.

Tan difícil como le quedaba a Jose Luis Brea no responder a la provocación que le hizo Carlos Salazar, aquí en Esfera Pública, cuando Salazar mostraba su extrañeza por la diferencia de tono entre dos textos de Brea en relación a Doris Salcedo y usaba el modelo de un texto de Brea, “Retóricas de la Resistencia”, para leer los dos escritos de Brea a la luz crítica de Brea.

Esto me recuerda “La Colonia Penitenciaria”, un cuento de Kafka donde un oficial encargado de una máquina de tortura y ejecución describe con orgullo como el dispositivo escribe lentamente en el cuerpo de los prisioneros la sentencia a la que son condenados hasta que termina por matarlos, pero por un giro de la historia es el mismo oficial quien termina sometido a la macabra maquinaria de escritura que tanto admira. No puede haber crítica sin autocrítica, o sin crítica a la crítica, y caer en la máquina que uno mismo ha ayudado a construir es tal vez la pulsión de muerte que nos hace participar en este juego.

Sin embargo, a la luz de su texto, la máquina de tortura que usted me ha ideado es menos implacable, y aparte de señalar la diferencia del volumen de comentarios que reciben los textos que publico en un lado o en el otro, o al hecho de matricularme como ironista, usted me somete a un tratamiento de crítica literaria acorde a una idea que me ronda en la cabeza por estos días: el hecho de que no hago crítica, solo escribo textos y los publico. La cita final que cierra su texto, de un tal Wolfgang, así me lo deja entrever, sobre todo la pregunta de cierre:

“¿Qué función posee esta forma de indeterminación que atribuye nuestra conducta a los personaje y parece dejarnos a nosotros todo lo demás?

La única función que le veo a esta «forma de indeterminación» es escribir y publicar de forma indeterminada, al menos así me lo deja entrever su pieza de “arte postal”, le dejo ese “todo lo demás” de Wolfgang al profesor que tenga que calificar su ejercicio. Espero que mientras el docente catalán mira como hace para traducir su tarea a la «hermenéutica y estética de la recepción» de las notas, usted esté en La Champaneria de Barcelona gozando con rigor festivo del ocio del estudiante de posgrado, la experiencia de la maestría puede resultar liberadora: emancipa de las jerarquías de los maestros y muestra, a la luz de un país distante, la escala real que mueve la empresa del arte a lo largo y ancho de este mundo.

L.

Dice: «…es fundamental no darle todo masticado al espectador, no hacer que sea demasiado fácil hacer conexiones»

Me interesa este mito bastante, sobretodo porque es aplicado por muchos tanto a la creación artística como a la escritura de textos sobre arte.

Si se refiere a la creación, esa forma de ver las cosas corresponde a una visión primaria de abordar el proceso artístico: estar preocupado de que el espectador no le sea demasiado fácil hacer conexiones…

¿Sera porque en muchos casos si hace las conexiones rápidamente, la persona se da cuenta que está simplemente frente a una tontería?

Pues nada más desfasado que el mismo mito en relación a la escritura de textos sobre arte: el trabajo del investigador es dilucidar, volver sencillo lo que es oscuro y complejo para poder avanzar en el conocimiento sobre una materia. Apoyar la confusión y el enredo para que al espectador «no le sea demasiado fácil hacer conexiones» es completamente infantil.

Ahora no se si entendí bien, ¿ los crucigramas son obras de «arte correo » que son completadas por quienes los llenan? Bueno hay personas que ven obras de arte y hacen hermenéutica hasta de las pasadas de los limpiaparabrisas del carro.

Por otro lado, lo que dicen los muchachos de que el arte contemporáneo está replegado en espacios como las universidades es una visión que parece limitar la creación artística a las rancias excrecencias del arte conceptual hoy reencauchado en contemporáneo. Parece que no incluyeran todas las formas de diseño industrial y gráfico, los dibujos animados, la animación y los productos de la industria del espectáculo (de los cuales muchos son verdaderas obras maestras del arte actual) .

Así que haciendo la precisión pertinente a lo que dicen los curadores jóvenes, lo que está replegado no es el arte en su acepción amplia sino más bien la definición de ‘arte contemporáneo’ secuestrada por parte de las mafias dominantes actualmente en las universidades. Pero ese tipo de ‘arte’ es evidentemente el menos interesante entre todas las manifestaciones artísticas contemporáneas a nuestro alrededor.

Dirigido a una carta abierta ajena

Ésta no es para mí, ni lo es probablemente la hermenéutica. Pero como lectora, espectadora e interesada sí lo son algunas de las otras direcciones que pretenden esta carta y sus respuestas.

Tal vez mi comentario (3 opinión) no sea ni artístico ni político, ni político ni artístico, y no venga al caso más que por simple formalidad; puesto que la estética de la recepción parece ser una de las bases de esta carta (e Iser su prominente bandera), las discusiones colombianas un punto minúsculo e insignificante frente a la suprema mirada que puede darse estando en el «mundo» y el crucigrama medio lleno un mito casi invisible, no puedo dejar de señalar a la Revista Mito (1955-1962) y las cartas de lectores que allí se publicaron (textos que me ocuparon por un poco más de un semestre). Son clarísmas aquellas que tienen pretenciones similares a las de Lina Castañeda: poner el dedo sobre lo desatinado de la crítica colombiana, la separación entre la academia y el lector general de esta ‘crítica’, reunir (o desligar) política y arte.

Al leer la carta de Lina creo que vale la pena revisar las cartas que hay en Mito y las respuestas de parte de la Revista. Vale la pena hacerlo pensando que entre su escritura y la lectura de hoy han pasado más o menos 50 años. Vale la pena hacerlo, pensar en el tiempo transcurrido y replantear, probablemente tan sólo como un ejercicio académico, la actividad ¿crítica? de llenar un crucigrama y ver que todas estas discusiones «colombianas, mediadas por el Internet» no son más que vueltas en redondo. O reafirmaciones de nuestras tradiciones, como las que parecen tener lugar en las celebraciones del bicentenario de la independencia (en más de un país latinoamericano), en modernas exposiciones temporales o el domingo, entre la hora de la misa y la hora del almuerzo, en los puestos de votación.

Carta Abierta

A veces las cartas se demoran en llegar. Esta vez, Lucas, no tiene que responder.
No fue precisamente por la Champañeria, pero le complacerá saber que algo similar dilato la llegada de la respuesta.

Debo confesar que me gusta ser la maquina de tortura, estoy segura que es esa pulsión de muerte, la que incluso me hace querer desempeñar en su totalidad el papel del oficial. Creo que quienes nos atrevemos a escribir, así sea solo de vez en cuando, compartimos la preocupación por el hecho de “no hacer crítica y solo escribir textos y publicarlos”. Prudente la pregunta de Kraus “¿De dónde saco el tiempo para no leer y escribir tantas cosas?”

Dimo, en cuanto a su pregunta: “¿Será porque en muchos casos si hace las conexiones rápidamente, la persona se da cuenta que está simplemente frente a una tontería?”, no creo que la velocidad de las conexiones sea el único y el mejor termómetro (o mejor velocímetro) para evaluar las tonterías y las obras de arte.

Paulina, con su señalamiento de “las vueltas en redondo” usted se ha convertido en mi maquina de tortura.