camposanto

Los principios que caracterizan la sensibilidad ética y moral de Occidente fueron elaborados por la sensibilidad poética griega. Antígona señala el camino que hombres y mujeres debemos seguir cuando vemos caer a nuestros semejantes. Ni siquiera los enemigos del Estado pueden quedar insepultos, no se les puede negar un puñado de tierra que los deje a salvo de las fieras, así el gobernante totalitario, como Creonte, considere que un traidor a la patria no merece ningún tipo de consideración moral. Sófocles nos enseña que la sensibilidad moral puede chocar con la sensibilidad política, con sus intereses. Muestra que nuestras convicciones morales no deben ser sojuzgadas o intimidas por el poder político, por más legítimo y representativo que este sea. Se equivoca el gobernante cuando obstaculiza la ejecución de los deberes morales de sus gobernados. Nuestros deberes para con los muertos no pueden ceder ante intereses políticos. Ahora, si la tradición griega considera que todo hombre y mujer, una vez muertos y en cualquier circunstancia, merecen un puñado de tierra, el cristianismo enriquece este rito levantando una cruz sobre ese puñado de tierra, para que sirva como signo recordatorio de que existen unos principios morales innegociables que deben quedar al margen de los vaivenes políticos, el culto y el respeto por los muertos es uno de ellos. La poesía a través de diferentes medios de los que dispone ha eternizado esta sensibilidad moral.

No son pocos los artistas que ven con extrañeza cómo algunos discursos del arte se han desplazado de los proyectos artísticos, a la comprensión y explicación del andamiaje conceptual que pretende dar cuenta de ellos; inerme e impotente, el artista sagaz experimenta el expolio, comprende que la transformación del sistema en el que engranan las realizaciones artísticas le ha robado su creación, la ha volatilizado y puesto en manos de otro, para su lucro intelectual personal, por lo menos. La creación artística devino de poco interés comparada con el artificio lógico con el que se la pretende justificar ante una comunidad. Son muchos los discursos que antes de abordar lo que les concierne, se agotan dando cuenta de sí mismos, muchas veces sin llegar a comprenderse. Prudentes, algunas galerías de arte hacen resistencia y centran su actividad en las intuiciones y reflexiones de sus artistas, las secundan. Alcuadrado es una de ellas y quizá una de las más significativas para la circulación del arte contemporáneo en Colombia. Significativa, por su carácter nómada, por su búsqueda de espacios aptos para habitar, espacios que no hacen parte de la multiplicación cancerosa que ha propiciado la tecnología economicista de los últimos decenios. Apto para habitar significa, propicio para crear signos, para revitalizar el lenguaje que es el hombre y la mujer mismos, para posibilitar la comunicación, y, por tanto, para conformar comunidad entre diferentes.

Alcuadrado sale al encuentro de nuestra historia más reciente, la observa y nos invita a que nosotros la interpretemos y reflexionemos. La luz que ilumina el evento histórico son los signos que activa el pensamiento artístico y que son llevados a habitarlo. Habitar es erigir en la nada del olvido una esperanza, allí donde aún sobreviven vestigios de signos que anhelan resurgir. Esta manera de erigirnos sobre nuestro olvido para olvidar desolvidando, la hace posible el arte contemporáneo. Tenemos necesidad de hacer una transacción entre olvido y desolvido. Miguel Ángel Rojas con este propósito habita la segunda torre del malogrado Hotel Hilton de Bogotá y recientemente Juan Fernando Herrán en El Centro Jorge Eliécer Gaitán, también en Bogotá. Uno y otro son monumentos paradigmáticos a la decidía administrativa de nuestra Ciudad. Son huellas de abandono recuperadas y reflexionadas, son espacios no neutros en los que reside el pensamiento de los dos artistas durante unos pocos días, en el pasado Rojas, hoy Herrán. Estos proyectos rescatan en primer lugar la poesía, la vida que aún reside en aquellos fragmentos que pudieron ser y no fueron, debido a la imperfección humana; paradójicamente, comprender la flaqueza de nuestra especie anima el espíritu, lo espolea para que persista en sus búsquedas de libertad y perfeccionamiento moral, los más grandes bienes que anhelamos todos los hombres y mujeres.

Campo Santo es el Proyecto de Herrán. Como los eventos importantes, llega a él por azar, deambulando por los alrededores de Bogotá. Cuando uno no busca las cosas salen a nuestro encuentro. Esto le acontece al artista. Cerca de Bojacá, santuario religioso católico tradicional, unos montículos sembrados de cruces rudimentarias, más que llamar su atención, lo perturban. La perturbación es el origen de todo saber. Herrán indaga y encuentra que éste es un lugar en el que, por razones sin establecer, se ha creado la necesidad de no olvidar eventos violentos que allí acontecieron. Las cruces invitan a preguntar, por tanto a reflexionar, por esto es posible la concepción de un proyecto artístico contemporáneo. Procede entonces el artista a hacer un levantamiento fotográfico del sector, las características técnicas contribuyen a resaltar la significación de sus ideas, pero de ningún modo la determinan. Lo significativo consiste en propiciar un diálogo absurdo entre un monumento anónimo y precario pero vivo, El Alto de las Cruces, con otro muerto, aunque diseñado por uno de los mejores arquitectos de Colombia; el proyecto de Salmona ha estado estancado desde hace muchos años, enterrado como Gaitán en el olvido. Herrán pone a dialogar un signo que de manera reiterada es reelaborado por una comunidad anónima, revitalizándolo con toda suerte de materiales humildes, con otros que persistentemente son ignorados por unas elites que lo último que desean es recordar que la libertad y la justicia son los bienes más deseables de una comunidad, ni siquiera los vecinos de clase media del sector bogotano donde se ubica el inconcluso de Salmona lo determinan; no existe el menor interés por habitarlo, ¿tanto nos atemoriza la libertad y la justicia? El proyecto trata de relacionar una historia local anónima con la historia traumática de Colombia en cabeza de Jorge Eliécer Gaitán, líder sacrificado en 1948. Estos eventos son conocidos de sobra por los colombianos y colombianos, lo que desconocemos es la existencia de un proyecto arquitectónico concebido para honrar no sólo su nombre sino para propiciar la reflexión entorno a la libertad y la justicia. En Colombia, un proyecto de esta naturaleza debía fracasar, como los esclavos inacabados de Miguel Ángel, el proyecto de Salmona yace irrealizado.

En diálogo con los orientadores de la galería, Herrán decidió realizar el montaje del producto de su reflexión sobre El Alto de las Cruces en El Centro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá. Además de su historia, rescata la riqueza táctil y visual de los materiales que estuvieron a punto de ser y los relaciona con los elementos registrados en sus series fotográficas; desde el punto de vista estético, unos y otros son humildes, por un lado chamizos amarrados con elementos orgánicos, en la mayoría de los casos de cualquier manera, por el otro, hierros retorcidos y tubos que se incrustan en las entrañas de concreto y ladrillo de los muñones de la edificación. La disposición ondulante de algunas series obedece al deseo del autor de emular la inclinación topográfica de los montículos donde se yerguen las cruces. Llaman la atención, por evocar los retablos de las iglesias antiguas bogotanas, tres fotografías dispuestas a manera de Tríptico en un presbiterio improvisado. En este espacio respiramos libertad, nos sentimos frente a un altar móvil, similar a aquellos que empleaban las comunidades cristianas primitivas. Frente al Tríptico y pese a la fuerte connotación política que denota El Centro Jorge Eliécer Gaitán, lo que invade el ánimo es una sensibilidad religiosa, una necesidad de trascendencia, en el sentido de necesidad de comprenderse más allá de la rivalidad de los instintos e intereses, con la esperanza de construir un lugar en donde unos jamás le dirán a los otros: nosotros somos los buenos y ustedes los malos: no jugamos contigo. Los críticos de arte modernos podían hacer este tipo de señalamientos sin ruborizarse, para un contemporáneo esta pedantería es delito. En el pasado, Herrán tuvo la oportunidad de realizar un proyecto artístico en Estambul, la antigua Constantinopla, allí donde se sistematizaron las bases del cristianismo. Trabajó en la iglesia de Santa Irene. Este es un monumento a la Paz, es Sagrada porque se construye mediante el diálogo, actividad que veneraron los griegos, diferente a la paz romana, construida sobre la tierra arrasada. En este sentido el proyecto de Herrán irradia toda suerte de connotaciones éticas, tiene vocación política, porque propicia un diálogo entre diferentes, trasluce solidaridad.

Jorge Peñuela

2 comentarios

Que lástima que yo no pueda ver la generosa e inteligente actitud de la galería Alcuadrado que le da vía a estos proyectos de arte contemporáneo comprometido con retornarnos a un encuentro con una politizada realidad en tan brillantes superficies. De pronto Gaitán desde su tumba pudo ver mas cláramente estas circunstancias evocadoras y de alta poesía, cuya ética reafirma la labor del artista como un ser políticobienpensante; ademas teniendo en cuenta que la labor heróica de nuestro mártir se dió porque la muerte no le dió la oportunidad de ser criticado y en ese sentido lo liberó de las cargas oscuras que trae la actividad política desde el Estado.

Lo que se podría intuir a partir de esto (intuir dada la falta de visión), es el tratamiento del abandono o de la humildad en un sentido superficial en términos críticos. Cuando la Galería se sale de un espacio por decir algo, privatizado, se podría pensar que hay una apuesta hacia el juego de separación sistemática del cubo blanco. Pero esto es un cambio puramente formal, tan formalista como pretender que la humildad de una imagen está determinada por lo que en ella se exhibe, y no por los dispositivos de enunciación, transferencia y producción de la misma. En el mismo momento en que el deteriorado monumento se inscribe dentro de las políticas mercantiles del arte, se asume desde allí y la distribución de sus contenidos artísticos no establece ninguna diferencia real con cualquier otra galería «sedentaria». Lo sedentario no es un problema únicamente físico, es una sistematización del poder enraizado en una forma de distribuir bienes de capital entre los cuales se encuetra el arte contemporáneo. Entonces, desde mi ausente capacidad de ver, intuyo que este juego «nomádico» de la galería Alcuadrado lejos está de apostar por nada nuevo y sencillamente está deambulando comercialmente (desde un lugar muy común que es la estrategia de los artistas de dislocar las condiciones del espacio buscando lugares alternos) entre una moda «underground» que da prestigio pero que estructuralmente esta tan muerta como el punk en el pelo de un adolescente al que le gusta su pelo parado pero no tiene ni idea por qué. Lo segundo se perdona, lo primero, tal vez… agarrándose de todos los santos.
Santa Lucía

me encuentro de acuerdo con la participacion del señor falguer sobre campo santo, pues este es simplemente un sintoma general del arte hoy, solo basta mirar los trabajos academicos en las universidades y de que manera son dirigidas, pues muchas veces los estudiantes pueden ser recolectores de imagenes que modifican o retoman, o en el peor de los casos simplemente muestran su recoleccion a manera de trabajo contraponiendo imagenes y si les dan un sentido carece de un verdadero desarollo, es simplemente como esos marcos teoricos tan comunes en todas las exposiciones, donde lo unico que se hace es referenciar otros autores (desmasiada simulacion?) , retomar palabras ya dichas y llebarlas a imagenes que muchas veces tambien son solo referencias. ¿ No se deberia enseñar a leer imagenes, en lugar de estar recolectandolas, sin saber su peso simbolico sin conocer la semiologia y significantes que estas encierran?
Ademas es una iresponsabilidad visual seguir creando imgenes indiscriminadamente,¿logran esas imagenes de camposanto trasmitir todo lo que se queria? ¿imagenes sin marco teorico?. Criticamos una sociedad de consumo, cuyo principal alimento son imagenes, y los que gustamos de crear imagenes que estamos haciendo?